Fallo Granada, Jorge Horacio s/Recurso de Hábeas Corpus
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Granada, Jorge Horacio s/Recurso de Hábeas Corpus
SENTENCIA DE LA CAMARA NACIONAL DE APELACIONES EN LO CRIMINAL y CORRECCIONAL
Buenos Aires, 28 de octubre de 1985, siendos las 17.20 hs.
y Vistos: Para resolver el recurso de apelación interpuesto contra la
resolución de fs. 32/36,
El doctor Zaffaroni dijo:
Considero, tal como lo expresé en el hábeas corpus "Guerrieri,
Pascual", que en la resolución de primera instancia se opera una
grave confusión de argumentos que, en definitiva, llevan a neutralizar
la función constitucional_ del art. 23. Reconozco que entre la absoluta
arbitrariedad del Poder Ejecutivo para disponer privaciones de libertad por
meses y años y un control judicial que reduce al Poder Ejecutivo a la
impotencia, ha oscilado la jurisprudencia y las opiniones políticas y
doctrinarias, en forma que frecuentemente ha respondido en la mayor parte de
los casos a coyunturas de intereses políticos más que a criterios
jurídicos serios. Quien pretenda compaginar racionalmente este amontonamiento
de opiniones jurídicas y de circunstancias, puede perderse en cualquiera
de las dos posiciones extremas, que conducen al aniquilamiento de la persona
y de todos sus derechos o a la impotencia total de las instituciones republicanas
ante la violencia e incluso ante la guerra. Quien entiende que la Republica,
sin dejar de serlo, cuenta con los medios institucionales para defender adecuadamente
y mejor que cualquier otro sistema de gobierno a la Nación de sus enemigos
exteriores y a los habitantes de los peligros colectivos interiores, no podemos
compartir ninguno de ambos extremos: el Derecho, que procura posibilitar la
coexistencia en forma racional, tiene los medios para tutelar a las personas,
tanto en su existencia como en su coexistencia.
El Poder Ejecutivo tiene el deber de declarar el estado de sitio cuando median
circunstancias de gravedad que lo requieran. No creo que sea ninguna facultad,
sino un deber, porque para eso está. Si incumple este deber por no declararlo
cuando sea necesario o por declararlo y usarlo cuando no sea necesario, se le
genera la pertinente responsabilidad política constitucionalmente prevista.
Sin embargo, este poder no es omnímodo, como que ninguna autoridad republicana
lo tiene. El Poder Judicial conserva un elemental control -que se dio en llamar
de .racionalidad- que importa su deber de invalidar la medida cuando resulte
arbitraria en forma notoria. En el caso de autos, dados los hechos que son de
público y notorio, no aparece notoria arbitrariedad ni absurdo contenido
de la medida, por lo cual, con los elementos que todo habitante de la Nación
tiene a su disposición, puede afirmarse que el Poder Ejecutivo está
hasta este momento cumpliendo con su deber constitucional. "Conmoción"
no tiene por qué confundirse con "caos total" y la circunstancia
de que se amenace a niños indiscriminadamente con las consecuencias conocidas
es fundamento racional para la medida, en el marco de otros hechos, tales como
explosivos u otros análogos con los cuales se ha atentado incluso contra
instalaciones militares. La extensión de la medida a todo el país
es una cuestión de momento abstracta, cuya constitucionalidad se plantearía
únicamente en casos concretos.
En cuanto a la vinculación de la situación que da lugar a la declaración
de estado de sitio con las medidas que se toman y que afectan a la libertad
de las personas en concreto, tampoco el Poder Ejecutivo es omnímodo,
conforme a la regla general. En principio, la información proporcionada
por el Poder Ejecutivo en cuanto al orden de motivos que provoca la medida concreta"
resulta suficiente, siempre que no aparezcan razones especiales que las hagan
aparecer como inverosímiles, disparatadas o instrumentadas con otros
objetivos. En tal sentido considero que el Poder Judicial no puede exigir al
Poder Ejecutivo un informe detallado en el que proporcione toda su información
disponible, porque obviamente deben respetarse mínimos secretos de Estado
cuya divulgación podría causar peligros o daños irreparables.
Sin embargo, esta inexigibilidad al Poder Ejecutivo va cediendo en relación
directa con la gravedad de la limitación a las libertades y con la prolongación
de la misma en el tiempo. El Poder Ejecutivo no puede aplicar penas, y en esto
la Constitución no puede ser contradictoria ni contradictoriamente interpretada:
si pasa el tiempo, si las limitaciones son cada vez más graves, las privaciones
de libertad se convierten en penas y, si como ha pasado, el Poder Ejecutivo
se niega en esas circunstancias a proporcionar más información
que permita valorar la razonabilidad o racionalidad del agravamiento, el Poder
Ejecutivo, por vía del art. 23 estaría invadiendo la órbita
del Poder Judicial. Igualmente y en cualquier caso la estaría invadiendo
si negase, incluso "ab initio", el derecho de opción de salida
del art. 23 constitucional. Cualquier privación de libertad fundada en
el art. 23 constitucional en la que se niegue el derecho de opción de
salida es una pena en cualquier circunstancia. Ninguno de estos supuestos observo
en el caso de autos: los informes que proporciona el Poder Ejecutivo son verosímiles,
no aparecen "prima facie" como absurdos ni hay elementos serios que
puedan hacer presumir que se instrumentan las privaciones de libertad con otros
fines diferentes a los que motivan el estado de sitio. Dado que las limitaciones
a las garantías que tienen una duración ni entidad qué
justifiquen la exigencia de mayores precisiones en cuanto a las motivaciones,
el Poder Judicial no puede intervenir de momento , sin que ello implicase una
invasión en la órbita del Poder Ejecutivo. Todo ello sin perjuicio
de que, en caso de prolongarse en el tiempo, resulte perfectamente justificada
la exigencia de más precisa información , ante la posibilidad
de que el Poder Ejecutivo , mediante la prolongación estuviese invadiendo
la órbita del Poder Judicial. De momento tampoco aparece invadida esta
órbita , puesto que no se ha negado el derecho de opción de salida
o al menos, no aparece negada esta posibilidad.
La resolución de primera instancia confunde los requisitos de razonabilidad
de las detenciones en virtud del art. 23 constitucional con los recaudos del
art. , 236 del Código Procesal, lo cual lleva a tener por no escrito
el art. 23 constitucional. Control de racionalidad o razonabilidad, a mi juicio,
implica claramente que el Poder Judicial cumpla con su deber de controlar si
el Poder Ejecutivo no está invadiendo su órbita indelegable bajo
el pretexto del art. 23, por lo cual tiene el deber de exigirle mayores elementos
de juicio al Poder Ejecutivo a medida que más grave es o se va volviendo
la medida por él dispuesta, como de cuidar celosamente que .no niegue
ni cercene el derecho de opción de salida constitucional. Este y no otro
puede ser el sentido del art. 4° de la ley 23.098 al cual habría
que agregar el. control judicial acerca del cumplimiento de la prohibición
de suprimir los Derechos Humanos no suprimibles conforme a la Convención
Americana de ,Derechos, Humanos. Interpretar la ley 23.098 como exigiendo los
requisitos del art, 236 del Código Procesal es pretender que una ley
nacional derogó el art. 23 de la Constitución Nacional y, en tal
caso, que de ninguna manera se plantea, lo inconstitucional sería la
ley 23.098, como es obvio.
Esta es la posición que he venido sosteniendo durante el gobierno constitucional
derrocado en 1976, durante el régimen militar que terminó en 1983
y en la que persisto en el actual gobierno constitucional. Lamento que en los
casos anteriores esta posición haya disgustado a quienes pretendían
aniquilar a las personas en su existencia postulando el poder omnímodo
e incontrolado del Ejecutivo, como a los que pretendían aniquilar a las
personas en su co-existencia, postulando la total impotencia del Ejecutivo,
pero en ,sana conciencia he creído y sigo creyendo que es la única
solución jurídica es decir, respetuosa de la dignidad de la persona
humana. cuya existencia no puede entenderse de otra forma que como co-existencia
y que excluye las falsas antinomias "hombre-sociedad" y otras análogas,
que son el producto de simplismos alucinados con que se ha pretendido cubrir
en cualquier tiempo el sacrificio de millones de seres humanos.
El doctor Donna dijo:
La resolución del Sr. Juez de Instrucción, viene a estudio, en
virtud de la apelación deducida por el Ministerio de Defensa contra los
puntos II y III de la misma.
Entiendo que, tal como dejé ,expresado en el hábeas corpus "Guerrieri,
Pascual" en el presente caso, se ha producido una confusión de conceptos,
que han llevado a una mala interpretación del art. 4° de la ley 23.098,
en el sentido de que la misma es una novedad para el derecho argentino. La citada
ley, no hace más que cumplir con la Constitución Nacional, en
el sentido de que todo acto de alguno de sus poderes debe ser de acuerdo a la
Norma fundamental. Es decir, todo acto del Estado, es revisable jurídicamente.
Este simple concepto, que surge de la Historia Institucional Argentina, y de
cómo se forma el actual Estado, según la Constitución de
1853, siempre estuvo vigente, de modo que si no se aplicó sólo
se puede afirmar que fue por error, ignorancia o mala fe. De esta manera la
ley solo repite o pone en claro un precepto que estaba en la normativa jurídica.
Afirmar que algún órgano del Estado, está fuera del orden
jurídico, significa en pocas palabras, volver a comienzos del nacimiento
del Estado moderno, y a la lucha para proteger al individuo.
Sin embargo no se asimilan, los conceptos de revisión e invalidación,
términos éstos que aparecen confundidos. En este aspecto,,sostiene
Gordillo, en base a la Jurisprudencia de la Corte de la Nación, que es
"misi6n de los Jueces en casos como el presente, que debe reducirse al
control de razonabilidad” {Tratado de Derecho Administrativo T° II,
XIV – 38)
Este es el punto crítico en el presente caso, y por lo tanto acá
es donde se circunscribe el estudio de la resolución venida en apelación.
Se puede decir que un órgano del Estado es ilegítimo, si es irrazonable.
En este sentido, es necesario, aclarar qué se entiende por irrazonable,
y entiendo que se puede aplicar este calificativo, a los actos que se basen
en hechos inexistentes, y que no guarden una relación entre el fin que
se persigue y los medios utilizados para conseguir ese propósito.Con
estas aclaraciones, en el especial caso de autos, no ha existido por parte del
Poder Ejecutivo, un acto irracional que invalide o lleve a la declaración
de inconstitucionalidad. Es más, en este momento y ante la vigencia del
decreto 2069/ 85, el estado de sitio está vigente, motivo por el cual
.el poder Ejecutivo tiene las facultades del art. 23 de la Constitución
Nacional. Sobre este tema la Corte de la Nación a través del tiempo
ha sostenido la tesis de que se suspenden todas las garantías constitucionales
(Fallos: 44-484). Sin embargo el mismo Tribunal en el caso Sofía (J.A.
5-11-59.) sostuvo que esa suspensión llevaba el control de razonabilidad
por el Poder Judicial. La evolución de este tema tiene en la llamada
teoría Vítolo, su punto más claro. El Ministro cuando funda
ante la Cámara de Diputados la ley 14.774, sostuvo que sólo se
suspendían las garantías personales, referidas a los derechos
individuales civiles y políticos en relación con la necesidad
razonable de prevenir o reprimir que le da motivo (Diario de Sesiones de la
Cámara de Diputados, julio 16 de 1.959). En este sentido el actual estado
de sitio, dictado por el Poder Ejecutivo, va más lejos, porque además
de limitarse en el tiempo, en un plazo razonable, se limita a un número
de personas, dejando las garantías de las personas no vinculadas a los
hechos que llevaron al dictado de la medida de excepción , sin restricción.
Pretender, como se vislumbra en la resolución recurrida, que el Poder
Ejecutivo, en el tiempo en que lleva arrestada la persona que interpone el recurso
de hábeas corpus; produzca .la prueba como para procesar al mismo de
acuerdo al Código de Procedimientos en lo Penal, resulta ilógico,
y además aparece sin dudas como desprotegiendo al Estado de Derecho,
de su último remedio legal.
Se suma a ello que existe la plena vigencia, no como en otras oportunidades,
de la opción de salir del país, extremo éste, que no ha
sido hasta este momento negado a ninguna de las personas involucradas en este
estado de excepción. De modo que recurrir a un expediente, que se tramita
en el Juzgado Federal, que está secreto, para fundar .la irracionalidad
de la medida, es confundir los procedimientos. En éste, se investiga
la comisión de un delito, que si estuviera probado, con el mínimo
que la ley establece, sería el presente recurso una cuestión abstracta.
En este razonamiento, se confunde ambas instituciones y, no es otra cosa que
eliminar el art. 23 de )a Constitución Nacional del plexo normativo,
porque siempre habrá un Juez que legitime, dados .los extremos, .la detención
de la persona. En este sentido y a los efectos de confirmar la opinión
que sustento me parece de importancia citar lo afirmado por O. W. Holmes cuando
decía: "Estos arrestos, no implican necesariamente un castigo, son
más bien una precaución, para prevenir actos hostiles. En .la
medida en que han sido ordenados de buena fe y con la honesta creencia de que
son necesarios para contener .la insurrección". (Oyhanarte Julio,
en La Nación, de 25-10-85).
Además no se pueden citar fallos de Corte haciendo abstracción
del momento fáctico en que los mismos fueron dictados, ya que de esa
forma; no se tiene en cuenta la realidad que existía detrás de
esa medida. Equiparar fallos del período 76/83 a otros de la historia
política argentina en donde han funcionado todas sus instituciones, entre
ellas el Congreso, quien .luego deberá analizar esta medida. resulta
extraña y de un formalismo que contradice los principios de un estado
de derecho. No se puede comparar sin perjuicio de llevar a errores conceptuales
graves. traer al análisis antecedentes, en donde la persona que reclamaba,
llevaba años a disposición del Poder Ejecutivo, sin el proceso
debido y sin noticias a los jueces naturales. Entiendo que por las consideraciones
vertidas se debe revocar la resolución recurrida, en el sentido de que
declara inconstitucional el decreto 2070/85 y en consecuencia no hacer lugar
al recurso de hábeas corpus planteado por Jorge Horacio Granada.
El doctor Elbert dijo:
No habiendo votado con anterioridad por haber actuado la Sala que integro en
su composición reducida durante el fin de semana, deseo fundar mi voto
de adhesión de modo expreso.
Los argumentos de mis colegas preopinantes alcanzan para fundar plena-mente
una resolución adversa al recurso de hábeas corpus planteado.
En efecto. se han confundido en primera instancia los requisitos de razonabilidad
del art. 23 de la Constitución Nacional con los presupuestos del art.
236 del. Código de Procedimientos en Materia Criminal y ello torna inocua
a la propia Constitución Nacional. La Ley Suprema concede en su art.
23 al Poder Ejecutivo una herramienta extrema para conjurar conmociones como
la que indudablemente sufre el país pese ala paralela normalidad y legitimidad
institucional.
En casos como el apuntado, no puede existir arbitrariedad, aún cuando
se discuta públicamente sobre las modalidades mediante las que el. Poder
Ejecutivo haya arribado a la plena aplicación del art. 23 de la Constitución
Nacional.
En la presente coyuntura histórica resulta imperioso afianzar la supervivencia
de las instituciones republicanas, una de las cuales, el Poder Ejecutivo, no,.
puede valerse durante el receso parlamentario, de los mecanismos probatorios
del Código de Procedimientos en Materia Penal para neutralizar grupos
clandestinos.. Como se sabe, se trata de complotados que originan deliberadamente
inseguridad pública procurando presumiblemente socavar el sistema democrático
y republicano de gobierno. Los medios empleados por el. Poder Ejecutivo a fin
de contrarrestar los grupos antes descriptos, guardan lógica e inevitable
relación con el mal. a neutralizar, en un claro caso de estado de necesidad
institucional. Ello es así, puesto que los grupos a neutralizar no tienen
una representación orgánica o visible en él marco de la
vida pública. Como manifiestan mis colegas, los precedentes históricos
que se traen a colación no son mecánicamente comparables con la
razonabilidad de una medida que permite la opción de salida del país,
mientras los jueces competentes intervienen mediante el debido proceso.
Por tal motivo, adhiero a los votos precedentes.
Por lo que resulta del acuerdo que antecede el Tribunal resuelve:
I) No hace lugar a. la impugnación del punto I de la resolución
de fs. 32/36 por no haber sido motivo de apelación.
II} Revocar el punto II de la mencionada resolución .
III} Revocar el punto III. de la mencionada resolución, rechazando el
recurso de hábeas hábeas interpuesto en favor de Jorge Horacio
Granada. IV} Imponer las costas por su orden.
V} Tener presente la reserva del caso federal.
Carlos Alberto Elbert - Eugenio Raúl Zaffaroni -Edgardo Alberto Donna.
DICTAMEN DEL PROCURADOR GENERAL
Suprema Corte:
El recurso extraordinario del que se me corre vista se dirige contra la sentencia
de la Sala VI de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional,
que rechazó el recurso de hábeas corpus oportunamente interpuesto
por la actora.
Relata el apelante que por medio del decreto 2049/85 el Poder Ejecutivo Nacional
dispuso la detención del Mayor Jorge Horacio Granada, así como
también la investigación de los hechos que allí se aluden.
Posteriormente, continúa señalando, fueron dictados los decretos
2069/85 y 2070/85, el primero de los cuales declaró formalmente el estado
de sitio en todo el territorio Nacional y el segundo dispuso nuevamente la detención
del beneficiario, invocando, esta vez, las facultades otorgadas al Presidente
por el art. 23 de la Constitución Nacional.
I
En el escrito inicial destinado a impugnar esas medidas se cuestionó
tanto la legitimidad del estado de sitio como la razonabilidad de la detención.
El primero de dichos planteos, fue rechazado por el juez de primera instancia,
quien admitió el segundo, por considerar que no existía relación
entre la situación que motivó la declaración de estado
de sitio y las razones alegadas para ordenar la detención.
Habida cuenta de que el agravio relativo a la legitimidad de la declaración
del estado de sitio no se mantuvo en las siguientes instancias, la cuestión
a resolver en ésta se limita a la determinación de los alcances
de las facultades del Poder Judicial para examinar la medida dispuesta por el
Poder Ejecutivo. Si bien el escrito en que se dedujo dicho recurso no exhibe
la precisión deseable para un planteo de esta naturaleza, entiendo que
la apelante propone una interpretación del texto del art. 49, inc. 2°,
de la ley 23.098, según la cual, el control de la correlación
entre la orden de arresto y la situación que dio origen a la declaración
del estado de sitio supone que, en cada caso, el Poder Ejecutivo debe definir
concretamente las razones por las cuales fue ordenada la detención, y
eventualmente acreditar su veracidad, de modo tal que los jueces puedan luego
examinar, según su propio criterio, si se justifica o no la medida dictada.
A mi juicio, la tesis sustentada por el recurrente se apoya en un análisis
focal, que parte de la consideración aislada del texto del referido inciso,
desvinculándolo del resto del ordenamiento jurídico y que, además,
desatiende la larga elaboración jurisprudencial y doctrinaria, que permite
arribar a una inteligencia coherente con la forma en que la Constitución
define la misión del órgano judicial cuando se trata de revisar
los actos de los otros poderes. A mi modo de ver, las dos notas básicas
de nuestro sistema constitucional que se vinculan más estrechamente con
el tema en análisis son, por un lado; el principio general que hace derivar
la legitimidad de toda autoridad de la voluntad popular y, por el otro, el que
sustenta todas las disposiciones que crean límites tendientes a evitar
la formación de poderes omnímodos.
Dicho de otra manera: todo poder proviene del pueblo, pero ese poder no puede
ser ejercido en forma despótica, arbitraria o descontrolada. Dentro del
delicado sistema de balances y contrapesos que articula la Constitución,
al Poder Judicial se ha atribuido el rol de custodio de los principios permanentes
del sistema de convivencia adoptado y, para que sus miembros puedan cumplir
con eficacia la misión encomendada, se ha procurado asegurar su independencia
garantizándoles la inamovilidad en el cargo y la intangibilidad de sus
remuneraciones.
En cambio, las atribuciones para dar solución a los problemas de la comunidad
mediante normas generales y abstractas, o a través de decisiones concretas
e individualizadas que atiendan de modo inmediato a la satisfacción del
bien común, fueron conferidas a los órganos que se renuevan periódicamente
por vía electoral, pues se entiende que ellos son los que van a expresar
con más exactitud la voluntad popular, en las cambiantes circunstancias
cotidianas. Estas notas, que pongo aquí de relieve en forma muy sintética,
resultan a mi juicio decisivas para entender la cuestión sometida a Conocimiento
de V .E. No cabe duda de que la declaración del estado de sitio constituye
un recurso jurídico previsto por la Constitución para situaciones
de carácter excepcional, situaciones en las que los medios ordinarios
resultan insuficientes para conjurar una amenaza grave que ponga en peligro
la propia Constitución o la estabilidad de las autoridades legítimas.
Tampoco cabe duda de que el rol del Poder Judicial, como custodio de los grandes
principios de convivencia, se mantiene vigente en esas épocas de excepción.
Pero un correcto enfoque de la cuestión nos obliga a contemplar simultáneamente
los dos polos alrededor de los cuales ella se constituye y desarrolla. Uno,
representado por la salvaguardia de la libertad individual. Plausible preocupación
es la de preservar ese valor tan caro a la ideología de nuestra Ley Fundamental.
Pero no hay que olvidar el otro polo, que consiste, nada más y nada menos,
que en defender la vigencia de la Constitución y la estabilidad de las
autoridades legítimamente constituidas. Seccionado el vínculo,
que relaciona el poder acrecido del Presidente con la perturbación que
amenaza el ejercicio de la Constitución y de las autoridades por ella
creadas, el estado de sitio pierde su razón de ser para convertirse en
un instrumento de sumisión. Fue ese el atropello institucional que cometieron
quienes se arrogaron las facultades excepcionales del art. 23 para destruirla
o desvirtuarla.
Es posible verificar también que, cada vez que se invocó esa expresión
para dejar sin efecto actos de otros poderes, se entendió que éstos
habían cometido algún tipo de exceso, desbordando los límites
de sus facultades, regladas o discrecionales, para ejercerla en forma caprichosa,
arbitraria o con fines discriminatorios o persecutorios. E l control de razonabilidad
parece vincularse entonces con la misión anteriormente enunciada de custodiar
la vigencia de los principios jurídicos básicos y permanentes,
entre los que, se encuentra el desconocimiento de poderes omnímodos.
Constituye uno de los recursos tendientes a evitar que las personas queden sometidas
a un gobierno que entronice la arbitrariedad y del que, como lo ha dicho la
Corte, "sólo cabe esperar la anarquía o la tiranía,
con sus ominiosos, multiformes y esencialmente imprevisibles excesos represivos"
(Fallos: 248:291).
Este es, a mi juicio, el alcance con que debe entenderse el art. 4° , inc.
2° , de la ley 23.098 y éste es también el significado que
ha querido atribuirle el legislador, según se desprende del informe que
acompañó al proyecto de ley, en cuanto expresa que el decreto
que ordena la privación de libertad "debe guardar razonable relación
con la autorización legal. de que emana" para agregar más
adelante: "Cuando el. decreto que ordena la detención no guarda
correlación con la declaración que lo autoriza, los jueces pueden
y deben amparar al habitante por él afectado, lo que en idioma constitucional
se ha dado en llamar control de razonabiIidad".
Considero pues, que la autorización a los jueces para comprobar la correlación
entre la orden de detención y la situación que dio origen al estado
de sitio se refiere a la posibilidad de que la facultad del art. 23, en vez
de ser aplicada para afrontar un ataque exterior o una conmoción interior,
fuera usada respondiendo a móviles personales, discriminatorios o persecutorios
o que, por otras circunstancias concretamente referidas al caso, la orden de
arresto aparezca como claramente irrazonable o arbitraria. Los alcances de este
control variarán según las condiciones de cada caso a analizar.
No me parece prudente en este aspecto que nos aferremos a un catálogo
cerrado que, sin duda, al cabo de un corto tiempo será desbordado por
la realidad.
Considero oportuno, en cambio, destacar, con especial referencia al tema que
es materia de estos autos, que el control judicial. de razonabilidad impone
el juez la obligación de apreciar, en cada caso particular, todo el contexto
en el que fue adoptada la decisión cuestionada y evaluar, entre otras
cosas, la importancia del peligro potencial para la estabilidad de las instituciones
que la declaración del estado de sitio pretende conjurar, y la magnitud
o severidad de las restricciones a los derechos individuales que importen las
medidas adoptadas, recordando siempre que el poder real de los tribunales reside
básicamente en el prestigio que conquisten a través de la sabiduría,
prudencia y responsabilidad de sus decisiones.
II
Sentada esta doctrina interpretativa sobre el art. 4°, inc. 2°, de la
ley 23.098, corresponde pasar a considerar el agravio del apelante según
el cual el auto de detención carecería de toda motivación
razonable.
Cabe apuntar, al respecto, que el informe de fs. 25, remite a los fundamentos
de los. decretos 2069 y 2070/85, el primero de los cuales, a su vez, hace referencia
ala situación que se trató de conjurar con el dictado del decreto
2049/85.
En los considerandos de esta última norma se afirma que la paz y la tranquilidad
pública se han visto perturbadas por el accionar de sectores minoritarios,
tendiente a crear un clima de desconfianza en los organismos del Estado.
Se describe ese accionar como consistente en llamadas anónimas que alertan
sobre peligros inminentes, amenazas a personas determinadas, colocación
de artefactos explosivos y se advierte que a través de ello se pretende
fomentar una dicotomía entre las Fuerzas Armadas y la civilidad, en un
momento en que ambas están realizando un esfuerzo común para consolidar
definitivamente el régimen institucional y pluralista de la democracia.
Se agrega también que se ha detectado la existencia de un grupo de personas
que actúa coordinadamente con un propósito de violencia, contra
las instituciones democráticas y el pueblo y que existen graves presunciones
de que las personas cuyo arresto se ordena se encontrarían vinculadas
a los hechos mencionados. Se justifica la detención como una medida tendiente
a garantizar la vigencia del orden jurídico y defender a “la sociedad
amenazada por un estado generalizado de perturbación de la tranquilidad
pública, en grado tal de unidad y de concertación que exigen proteger
el orden constitucional y la vida democrática".
Por otra parte, en el decreto 2070/85 se afirma claramente que la actitud de
las personas incluidas en él atenta contra los propósitos de consolidar
la paz interior, asegurar la tranquilidad y el orden públicos y preservar
los permanentes intereses de la República.
Como lo he puntualizado anteriormente, discernir si estas motivaciones son o
no irrazonables, requiere la consideración de la medida que se cuestiona
dentro del contexto en que fue adoptada.
Pienso, que resultaría demasiado ingenuo en nuestra época seguir
creyendo que él quiebre de las instituciones obedece a una decisión
casual, repentina, inesperada. Por el contrario, parece evidente que tales quebrantamientos
se gestan a través de un cuidadoso proceso para el cual se cuenta ya
con un verdadero "Know how", desarrollado y enriquecido a través
de una larga práctica.
Esta moderna tecnología no admite decisiones casuales ni espontáneas,
sino perfectamente planificadas y que inician el proceso con el trabajo paciente
de grupos, generalmente alejados del favor popular, que se dedican sistemáticamente
a socavar lentamente el prestigio del sistema democrático. Los atentados
que son de dominio público y que, para dar un ejemplo, en un solo día
provocaron la evacuación de setenta y seis mil estudiantes, no parecen
responder ala acción individual y aislada de algún desequilibrado,
sino a la obra perfectamente concertada de un grupo que procura crear un clima
psicológico de inseguridad y la sensación de que el sistema democrático
resulta incapaz de brindar a la población las garantías mínimas
que requiere una convivencia civilizada. Cabe destacar, como dato corroborante,
que el explosivo utilizado en los atentados, trotyl, no es fácilmente
accesible al público, como tampoco lo son los conocimientos para utilizarlo,
todo lo cual revela también una capacidad económica y técnica
que no es ordinaria.
En atención a estas circunstancias concretas, la afirmación por
parte del Poder Ejecutivo que se desprende del informe de fs. 25 y de los considerandos
de los decretos antes analizados) según la cual, las personas cuyo arresto
se ordena, entre quienes se encuentra el Mayor Granada, estarían vinculadas
con los hechos descriptos, otorgan a mi juicio, suficiente motivación
al acto impugnado.
No advierto, por otra parte, la presencia de alguna otra circunstancia relativa
al beneficiario de esta acción que autorice a presumir que la orden de
detención responda aun propósito ajeno a la situación por
la cual se declaró el estado de sitio ni que encubra otro diferente del
expresado, que pueda ser calificado de arbitrario, discriminatorio o persecutorio.
Quiero consignar, por lo demás, que esta opinión se refiere exclusivamente
a las actuales circunstancias y que, como ya lo sostuviera la Cámara,
la prolongación en el tiempo de la detención o la eventual atenuación
o desaparición de las condiciones que motivaron la declaración
del estado de sitio nos obligarían a un nuevo examen de la cuestión
para el cual, el ejercicio del control de razonabilidad podría llegar
a. incluir la exigencia de una información más detallada de las
razones que justifiquen ]a prolongación de la detención respecto
del interesado.
III
Antes de concluir, estimo conveniente tratar de esclarecer una confusión,
en la que aparentemente incurre el recurrente, entre la detención ordenada
por el Poder Ejecutivo durante el estado de sitio y la prisión preventiva
que pueden decretar los jueces cuando investigan un hecho ilícito. Si
bien ambos institutos exhiben una nota común, consistente en que la detención
no opera como castigo, ni tiene por objeto reformar el detenido, sino que constituyen
medidas de seguridad justificadas como un mal necesario en aras del bien de
la sociedad en general, existen otras características que permiten diferenciarlos
con claridad.
La prisión preventiva o prisión cautelar se funda en la necesidad
de asegurar la eficacia del juicio, evitando que el procesado oculte pruebas
o se dé a la fuga. Con ese objeto, el juez debe resolver acerca de la
libertad del imputado y, como es obvio, su decisión debe apoyarse en
pruebas que permitan tener por acreditadas, prima facie, la existencia de un
acto u omisión reprochados por la ley y la participación deL imputado.
Distinto es el caso de la detención ordenada por el Presidente en virtud
de las facultades del art. 23, porque, ante la gravedad de la amenaza generalizada
que el estado de sitio pretende conjurar, el constituyente autoriza a adoptar
un criterio preventivo fundado en la peligrosidad y, en consecuencia, no se
requiere probar que la persona cuyo arresto se ordena haya ejecutado una acción
específica ni que ésta se encuentre previamente tipificada como
delito. Debo expresar, finalmente, que comparto la afirmación del apelante
en el sentido de que la libertad ambulatoria constituye un bien inapreciable
y que la circunstancia de que un ciudadano sea privado de ella, aunque sea por
un solo día, constituye un hecho grave que merece la atención
de los magistrados, pero detenernos sólo en ese aspecto de la cuestión
importaría descuidar el otro de 1os polos antes mencionados. En efecto,
si bien es cierto que la privación de la libertad de un individuo es
muy grave, no es menos cierto que más grave aún sería que
los jueces impidieran al Poder Ejecutivo adoptar con rapidez y eficacia las
medidas necesarias para garantizar la subsistencia de la Constitución
y del sistema de vida democrático, pues, en ese caso, se correría
el riesgo de contribuir a que dicho sistema fuera reemplazado por otro, en el
que la voluntad de un grupo minoritario sustituiría a la voluntad popular
y entonces el conjunto de los ciudadanos perdería la libertad de elegir
su propio destino. Como consecuencia de todo lo expuesto, opino que corresponde
confirmar la sentencia apelada en cuanto fue materia de recurso extraordinario.
Buenos Aires, 26 de noviembre de 1985. Juan Octavio Gauna.
FALLO DE LA CORTE SUPREMA
Buenos Aires, 3 de diciembre de 1985.
Vistos los autos: "Granada, Jorge Horacio s/recurso de hábeas corpus
en su favor".
Considerando :
1°) Que el beneficiario del presente hábeas corpus, Mayor Jorge Horacio
Granada, fue arrestado en virtud de lo dispuesto en los decretos 2049 y 2070/85,
dictados ambos con base en las facultades atribuidas al Poder Ejecutivo durante
el estado de sitio por el art. 23 de la Constitución Nacional. Fundados
en las prescripciones del art. 4°, incs. 1° y 2°, de la ley 23.098,
los defensores del Mayor Granada cuestionaron, en 1° y 2° instancias,
la legitimidad de la declaración del estado de sitio y la razonabilidad
de la orden de arresto que lo afecta. En 1° instancia fue acogido el segundo
de los planteos mencionados, en tanto que ambos fueron rechazados por el a quo,
contra cuya sentencia se ha entablado el presente recurso extraordinario que
ha sido bien concedido dado el carácter de los agravios que se plantean.
2°) Que las disposiciones contenidas en el. art. 49 de la ley 23.098, referentes
a las facultades de control que se reconocen a los jueces, respecto de las limitaciones
a la libertad de las personas que imponga el Poder Ejecutivo durante el estado
de sitio, deben ser interpretadas ala luz de las pautas elaboradas en la jurisprudencia
de la Corte sobre los alcances del art. 23 de la Constitución Nacional.
3°) Que ello es así, en virtud de la regla hermenéutica según
la cual la ley ha de interpretarse evaluando la totalidad de sus preceptos y
de los propósitos que la animan, a fin de lograr su armonía con
todas las normas del ordenamiento jurídico vigente, del modo que mejor
concuerden con los principios y garantías de la Constitución Nacional
(FalIos: 285:60; 292:211; 296:22; 302:1209 y 1284, entre otros).
4°) Que, a los fines de resolver el presente caso, es preciso determinar
el sentido del mencionado art. 4° de la ley 23.098, en tanto estatuye que
el procedimiento de hábeas corpus, en supuestos en que la libertad del
beneficiario esté restringida a raíz del estado de sitio, podrá
tender a comprobar:
1) La legitimidad de la declaración del estado de sitio.
2) La correlación entre la orden de privación de la libertad y
la situación que dio origen al estado de sitio.
5°) Que, en lo concerniente al primero de estos puntos, no cabe entender
que haya sido intención del legislador apartarse de la reiterada jurisprudencia
del Tribunal, que ha reconocido como facultades privativas de los poderes legislativo
y ejecutivo las referentes a apreciar las circunstancias de hecho que toman
aconsejable la adopción de tal recurso, por lo cual la decisión
de dichos poderes que instaura el estado de sitio no resulta revisable por los
jueces (Fallos: 195 :439; 196: 584; 236:632 y 657; 246:205; 247:708; 248:529
y 800; 249:522; 250:832; 298:441; 305:269 y otros).
La razón de este criterio se atiene a la naturaleza misma de la aludida
institución, a la que la Corte Suprema se ha referido expresando que
"es un arma de defensa extraordinaria que la Constitución ha puesto
en manos de los poderes políticos de la Nación para que en épocas
también extraordinarias puedan defenderse de los peligros que la amenazan
tanto a ella como a los poderes que crea. Consiste en una legislación
especial establecida en tiempos de paz para ser aplicada en los momentos de
conmociones políticas y sociales o de ataque exterior como medio de asegurar
el orden y la disciplina colectiva en resguardo del imperio de la Constitución
y con ella el de la libertad y de las garantías individuales" (Fallos:
167:267, págs. 316/317).
Si esos son los perfiles del instituto, se comprende la necesidad de dar carácter
excluyente al juicio del poder legislativo, o del ejecutivo en su caso, respecto
del grado real de riesgo que importen las situaciones de emergencia que determinen
la declaración del estado de sitio. De la misma manera, resulta definitivo
el criterio de los poderes legislativo y ejecutivo en punto a la oportunidad
del ejercicio de las atribuciones correspondientes al manejo de las relaciones
exteriores y a la intervención federal (Fallos: 53:420; 54:180; 141:271;
143:131; 211:162, entre otros) .
En suma, no parece razonable estimar que la intención del legislador
haya sido la de apartarse de la inteligencia del art. 23 que esta Corte mantiene.
Así se desprende de lo expuesto por el autor del proyecto que se transformó
en la ley 23.098 quien, al informar en el Senado expresó respecto de
la norma examinada: " ...no se trata de que el Poder Judicial pueda expedirse
sobre la oportunidad con que estos poderes declaran el estado de sitio o la
apreciación que hagan de los hechos que lo fundamentan. Lo que puede
examinar el Poder Judicial es la legitimidad del marco en el que se declara
el estado de sitio y la competencia del órgano que lo establece, y 10
que hace a la validez constitucional de la disposición. .." (Diario
de Sesiones de la Cámara de Senadores de la Nación, 23° reunión,
15°sesión ordinaria, 19 de septiembre, de 1984, pág. 2033).
El juicio de legitimidad al que remite el art. 4° de la citada ley 23.098
no ha de versar, pues, sobre las características de la situación
en la cual se proclama el estado de sitio, sino sobre otros elementos que son
realmente referibles al concepto de legitimidad. ,
Este concepto fue ya utilizado en el dictamen del Procurador General de Fallos:
279: 193,diferenciándolo del de razonabilidad, aunque con relación
al alcance de las atribuciones que el estado de sitio confiere al Presidente.
Este es el sentido de dicho dictamen cuando alude a los supuestos en que el
Poder Ejecutivo superara las barreras del art. 23, aplicando una pena, o negando
el derecho de optar por salir del territorio argentino, o arrestando a un miembro
del Congreso, o delegando la facultad de detener a funcionarios inferiores.
"
Luego de tales ejemplos se concluye en ese mismo dictamen: ". ..Se trata,
pues, de cuestiones que se resuelven mediante la determinación del ámbito
dentro del cual es aplicable el art. 23 de la Constitución, con arreglo
a su texto y espíritu, y a su vinculación sistemática con
el restante articulado de aquélla. .." (pág. 195). Pero,
dado el texto del art. 4° de la ley 23.098, lo que interesa es la legitimidad
del acto mismo de declaración del estado de sitio. Esto es, excluido
al examen de fondo -o sea el atinente a la apreciación de los hechos
determinantes del acto--, resta el juicio que concierne a los requisitos de
competencia y de forma en el cual queda incluido lo relativo no sólo
a las modalidades extrínsecas de la ley o el decreto declarativos del
estado de sitio, sino también a posibles requisitos sobre el contenido
necesario del acto, como lo son el plazo expreso y la. determinación
del lugar, puntos estos últimos reiteradamente considerados en la jurisprudencia
del Tribunal (Fallos: 236:632; 247:708; 248:529; 250:832; 253:44 y otros).
6°) Que, sentado lo anterior, la siguiente cuestión a considerar
es; la del sentido del inciso 2°, del ya mentado art. 4° de la ley 23.098.
En los fundamentos del proyecto respectivo se expresa lo siguiente: " ...El
inciso 2°, no se refiere ya a la declaración en sí misma sino
a la orden de privación de libertad contra un habitante que ella autoriza.
El decreto respectivo debe guardar razonable relación con la autorización
legal de que emana,; esta última tiene su fundamento en una situación
concreta que encuadra en la previsión constitucional -conmoción
interior o ataque exterior- y contiene en ella misma los límites de su
aplicación, incluso territoriales. Cuando el decreto que ordena la detención
no guarda correlación con la declaración que lo autoriza, los
jueces pueden y deben amparar al habitante por él afectado, lo que en
el idioma constitucional se ha dado en llamar control de razonabilidad. .."
(Diario de Sesiones citado, pág. 2031) .
Cabe precisar que -como se lo destacó en el precedente de Fallos: 300:
816- el examen de razonabilidad puede abarcar un doble aspecto: a) la relación
entre la garantía afectada y el estado de conmoción interior,
y b) la verificación de si el acto de la autoridad guarda proporción
con los fines perseguidos mediante la declaración del estado de sitio
( pág. 820) . Evidentemente, el art. 4°, inc. 2°, de la ley 23.098,
alude al segundo de dichos sentidos de la expresión "control de
razonabiIidad". Empero, es de advertir que la jurisprudencia de la Corte
que admite el control de razonabilidad de las medidas de arresto fundadas en
el estado de sitio lo hace a título excepcional y limitada a los supuestos
de arbitrariedad en el ejercicio de las facultades pertinentes (Fallos: 256:359
y 531; 293:298).
El carácter especialmente restrictivo del control de razonabilidad de
los actos de arresto dispuestos por el Poder Ejecutivo, en virtud de las facultades
emergentes del art: 23 de la Constitución Nacional, proviene de que la
detención sin observancia de las formas legales ha sido prevista, clásicamente,
como medio excepcional para frustrar conjuraciones y salvar el orden constitucional
cuando los medios ordinarios pudieran ser insuficientes (v. Fallos: 167:267,
pág. 318).
Esta es la idea que expone Montesquieu en el pasaje del "Espíritu
de las Leyes", citado en los considerandos del decreto 2049/85 (Libro XI,
cap. 6°, pág. 190, Bs. As. 1971, Editorial Claridad, traducción
de Nicolás Estévanez) . –
Pero el autor invocado pone el acento, en el párrafo aludido, en que
la privación de la libertad sea por tiempo corto y limitado. Precisamente,
en la limitación temporal de la suspensión de la libertad personal
que importa el estado de sitio, se halla el punto de equilibrio entre la salvaguardia
del orden constitucional buscada mediante el remedio excepcional previsto por
el art. 23 y la exclusión de las facultades extraordinarias que condena
el art. 29 de la Ley Fundamental.
En este sentido, en la sentencia del juez federal de San Juan, que hizo suya
la Corte Suprema en el precedente de Fallos: 11:423, se declaró que las
facultades del estado de sitio se diferencian de las facultades extraordinarias
porque aunque dependan en su ejercicio de la discreción y juicio propio
del poder autorizado para ejercerlas, llevan consigo limitaciones de tiempo
y objeto (págs. 427/428; v. también Fallos: 54:432, pág.
455).
Tal es la innegable doctrina constitucional sentada con la firma de algunos
de los autores de nuestra Carta Magna y que debe ser reafirmada por la existencia
de precedentes más recientes que, a partir de Fallos: 236:632, no insisten
en el requisito concerniente al plazo que debe contener la declaración
del estado de sitio.
Dicho plazo resulta condición de validez del acto de suspensión
de las garantías y, además, debe ser breve. Téngase en
cuenta al respecto que, aun cuando las condiciones que dieron lugar a la declaración
del estado de sitio se mantuviesen en el tiempo, la fijación de un corto
lapso a la vigencia de aquél obliga a los poderes ejecutivo y legislativo
a la discusión periódica de la medida, lo cual se compadece con
los sanos principios que deben imperar en un gobierno republicano y representahvo.
La extensión indefinida del estado de sitio demostraría, en realidad,
que ha caducado el imperio de la Constitución que con él se quería
defender. Si una democracia se ve enfrentada a modos de ataque duraderos y peligrosos,
no es válido ni justo someter indefinidamente al juicio discrecional
del poder administrativo a la más preciada de las libertades. Si se diere
ese supuesto, habría que recurrir ala formulación de normas penales
y procesales que importen un ejercicio especialmente acentuado de las facultades
de policía de emergencia y que puedan converger con la reglamentación
legislativa de las facultades del ejecutivo durante los casos de conmoción
interior o ataque exterior .
La institución del estado de sitio en su forma clásica no merece
estos reproches, si se respetan su naturaleza y propósitos. En su marco
adquiere significado razonable la afirmación, efectuada en Fallos: 54:
484, de que el estado de sitio importa la autorización de arrestar sin
causa legal u ordinaria o intervención de juez competente (pág.
495) . 7°) Que, por otra parte, el arresto del Mayor Granada, beneficiario
de este hábeas corpus, no puede estimarse carente de motivación
asertiva acerca de la relación entre tal arresto y las causas del estado
de sitio (doctrina de la sentencia dictada in re: "Garibotto, Estela Cristina
s/recurso de hábeas corpus", G.54.XVIII, del 4 de enero de 1979).
Cabe señalar, en cuanto al punto concierne, que si bien la restricción
a la libertad que el interesado sufre actualmente emana del decreto 2069/85,
que estableció el estado de sitio y del N° 2070/85 que dispuso su
detención en virtud de las facultades propias del Poder Ejecutivo, tampoco
cabe olvidar que el decreto 2049/85, al cual se remite como necesario antecedente
el decreto 2069/85, expresa de manera inequívoca que se dispone el arresto
de quienes se habrían concertado para atentar contra el orden constitucional
y entre los sujetos de la orden de arresto figura el Mayor Granada. 8°)
Que, en otro orden de ideas, no cabe duda de que el decreto 2049/85 puede ser
invocado como norma vigente, pues con arreglo a los considerandos del decreto
2070/85 resulta que, ante la discusión ocasionada sobre la validez del
primero, fue propósito del segundo ratificarlo o perfeccionarlo lo cual,
con arreglo a la doctrina de Fallos: 23:257, disipa toda duda acerca de su validez
y vigencia actuales en cuanto integrativo del complejo de normas que constituyen
los decretos 2069 y 2070/85. 9°) Que en cuanto a la cuestión suscitada
por el decreto 2049/85 relativa a determinar si la suspensión de garantías
puede limitarse a una sola de ellas, conviene transcribir uno de los párrafos
del voto del que fuera Presidente de esta Corte, Alfredo Orgaz, en el caso de
Fallos: 243: 504. Allí dijo: " ...Con respecto a la conexión
del estado de sitio con las causas que lo determinaron, también su consideración
tiene importancia fundamental. Como depende él de las causas concretas
que tuvo en vista la declaración, no hay un solo estado de sitio, aplicable
con idéntico alcance en todas las circunstancias del país, sino
varios y diferentes estados de sitio, de extensión singular y diversa
según la necesidad pública que ellos tienden a satisfacer. En
otros términos, no se trata de aplicar en todos los casos un concepto,
abstracto e invariable, de estado de sitio, sino una ley concreta, cuyos fundamentos
y extensión pueden ser más o menos amplios o limitados y admitir
o no distinciones de situaciones o de circunstancias. Como toda ley, la que
declara el estado de sitio necesita, para su aplicación, la previa interpretación
de su inteligencia y de su alcance, el conocimiento cabal de las causas que
la determinaron y de la necesidad pública concreta que quiere remediar.
.." (pág. 530).
10) Que, por último, es preciso rechazar la idea de que el Poder Ejecutivo
necesite probar judicialmente el fundamento de las decisiones que motivan el
acto de arresto. Como lo expresó la Corte Suprema en el caso de Fallos:
1.67:267 arriba citado, el poder atribuido al Presidente por el art. 23 de la
Constitución para arrestar las personas : "Es un poder político
limitado puesto que no envuelve la competencia necesaria para condenar o aplicar
penas; presupone la obligación del Presidente de poner a los detenidos
a disposición de los jueces cuando existen indicios vehementes de su
culpabilidad para que aquéllos los juzguen y condenen, con lo cual se
contempla el orden público que sirve de fundamento a la declaración
, del estado de sitio y se obtiene el castigo de los culpables. Cuando no existen
aquellos indicios vehementes de culpabilidad o cuando los que se creían
tales se han desvanecido y así lo declaran los jueces, el Presiidente
mantiene aquel poder y lo ejercita bajo su exclusiva responsabilidad, en mira
de la paz y de la tranquilidad de la Nación confiado a sus previsiones,
pero con las limitaciones impuestas por la Carta Fundamental" (pág.
318). Igualmente, el Procurador General en el caso de Fallos: 293:298 expresó
que: "la privación de libertad de un encausado implica necesariamente
semiplena prueba de que éste ha cometido un delito que merece pena corporal
y sólo puede mantenerse en aras del interés general de no facilitar
la impunidad del delincuente (Fallos: 280:297 y sentencia del 26/12/1974 en
la causa K. 90. LXVI), mientras que el arres- to autorizado por la citada norma
constitucional remite al prudente juicio del Poder Ejecutivo fundado en otros
elementos acerca de que la libertad de determinada persona contribuye a mantener
o acrecentar la conmoción interior que da lugar al estado de sitio. ..".
El Poder Ejecutivo se ha atenido estrictamente a las pautas indicadas en los
dos párrafos anteriores en los procedimientos seguidos en virtud de los
decretos 2069 y 2070/85. 11) Que, de acuerdo con lo expuesto, los decretos aludidos
no resultan descalificables ni en orden a su legitimidad ni tampoco en cuanto
hace a la correlación entre la orden de detención y las causas
motivantes del estado de sitio, en tanto el. art. 4°, incs. 1° y 2°
de la ley 23.098 sean entendidos con arreglo a esta inteligencia que la doctrina
del Tribunal ha conferido al art. 23 de la Constitución Nacional en el.
aspecto que al caso interese. Por ello, y lo concordemente dictaminado por el
señor Procurador General, se confirma la sentencia apelada.
JOSE SEVERO CABALLERO --AUGUSTO CÉSAR BELLUSCIO ( en disidencia) --CAR
LOS S. FAYT (según mi voto) --ENRIQUE SANTIAGO PETRACCHI --JORGE ANTONIO
BACQUÉ.
VOTO DEL SEÑOR MINISTRO DOCTOR DON CARLOS S. FAYT
Considerando:
1°) Que el recurso extraordinario interpuesto en esta acción de hábeas
corpus en beneficio del Mayor Jorge Horacio Granada fue declarado procedente
a fs. 98/99. 2°) Que la sentencia de la Cámara Nacional de Apelaciones
en lo Criminal y Correccional. de la Capital. Federal, Sala VI, revocó
la de primera instancia que había hecho lugar al recurso de hábeas
corpus
por considerar que no puede exigirse del Poder Ejecutivo que, para el ejercicio
de las facultades que le acuerda el art. 23 de la Constitución Nacional
necesite fundarse en hechos justificativos de la deducción de un proceso
penal.
3°) Que el Mayor Jorge Horacio Granada fue detenido en virtud de lo dispuesto
por el Poder Ejecutivo Nacional por los decretos 2049/ 85 y 2070/85, de acuerdo
con las facultades que le confiere el estado de sitio ya los fines de asegurar
la "defensa de la sociedad. amenazada por un estado generalizado de perturbación
de la tranquilidad pública en grado tal de unidad y concertación
que exigen proteger el orden constitucional y la vida democrática".
Se señaló asimismo "la existencia de un grupo de personas
quienes actúan coordinadamente en aras de un propósito común
de violencia contra las instituciones democráticas y del pueblo -integrado
fuera y deptro del país-". 4°) Que la cuestión a decidir
se centra en la racionalidad de la orden de arresto que afecta al recurrente,
ya que la legitimidad de la declaración del estado de sitio no ha sido
motivo de agravio en esta instancia. No obstante, a este respecto, corresponde
señalar que desde antiguo esta Corte ha resuelto que el Poder Ejecutivo
Nacional tiene el derecho y el deber de investigar la violencia y el terrorismo,
prevenir .los atentados a la seguridad pública, resguardar la convivencia
pacífica y el funcionamiento normal de las instituciones y contribuir
al fortalecimiento de la democracia. En ese sentido, el estado de sitio constituye
un instrumento de la defensa del orden interno y autoriza al Congreso, y, en
su receso, al Presidente, a disponer medidas de seguridad, librando a su discreción
determinar su objeto y el área de aplicación, según ]a
extensión o intensidad de la alteración del orden interno, la
mayor o menor gravedad de ataque exterior, el grado y naturaleza de los hechos,
en la forma y con los efectos que la propia Constitución determina.
Los acontecimientos que justifiquen la adopción del estado de sitio deben
ser de una gravedad que racionalmente obliguen al uso de las medidas defensivas,
en sus aspectos preventivos o represivos, y pongan en riesgo inminente a las
autoridades constituidas o a la Constitución. Su fundamento responde
a la necesidad de poner en manos del Poder Político los recursos indispensables
para reprimir o prevenir la grave a1teración del orden o la seguridad
pública -la situación excepcional o anómala-- frente a
la cual los recursos ordinarios para garantir el orden y la paz pública
sean, a criterio del Congreso, o en su caso del Poder Ejecutivo, insuficientes
o impotentes.
Se trata, pues, de una medida de seguridad preconstituida para la crisis, y
por tanto, de un recurso excepcional para circunstancias excepcionales, que
la propia Constitución limita, toda vez que proporciona a la autoridad
ejecutiva poderes superiores a los ordinarios que sólo temporariamente
deben quebrantar el equilibrio entre las prerrogativas gubernamentales y las
inmunidades personales.
5°) Que esta Corte tiene establecido (Fallos: 298:441) que la declaración
del estado de sitio por las causales del art. 23 de la Ley Fundamental no es
susceptible de revisión por los jueces, en cuanto cuestión política
en que el juicio prudencial del Congreso y del Ejecutivo es necesario y final
para alcanzar los objetivos de la Constitución. Pero, en cambio, sí
está sujeta al control jurisdiccional la aplicación concreta de
los poderes de excepción del Presidente sobre las garantías constitucionales,
control que debe desarrollarse hasta donde convergen sus competencias y los
valores de la sociedad argentina confiados a su custodia. En diversos precedentes,
esta Corte ha fundado ese control de razonabilidad en la adecuación de
causa y grado entre las restricciones impuestas y los motivos de excepción.
Dicho control es un deber del Poder Judicial, en especial de la Corte Suprema
como tribunal de garantías constitucionales, pero es impuesto en interés
del buen orden, de la comunidad y del propio órgano político (Fallos:
298:441; 300:816; 303:397; 305:269 y otros).
6°) Que, en primer término y de modo explícito, el ejercicio
del contralor de razonabilidad debe ser realizado respetando la naturaleza del
poder atribuido por el art. .23 de la Constitución Nacional para arrestar
a las personas, el cua1, con arreglo a tradicional doctrina de este Tribunal,
no está subordinado a la existencia de indicios vehementes de culpabilidad
en orden a la comisión de un delito, y no se altera por la circunstancia
de que así lo hayan declarado los jueces (Fallos: 167:267, consid. 10).
En segundo término, se debe configurar una situación claramente
irrazonable o arbitraria para que el Poder Judicial pueda rever los arrestos
dispuestos por el Poder Ejecutivo, en virtud del estado de sitio, ya que una
distinta decisión importaría exceder el contralor relativo de
la razonabilidad del acto del Poder Ejecutivo con menoscabo a la esfera de reserva
que le confiere la Constitución Nacional (Fallos: 295:458; 303:696, entre
muchos otros). Así y a título de ejemplo, el ejercicio del control
de razonabilidad estuvo referido a la prolongación de la restricción
impuesta, por casi siete años, a la libertad corporal de Hipólito
Solari Yrigoyen y la ausencia de fundamentos específicos que pudieran
justificar la subsistencia de las restricciones entonces vigentes, lo que transformaba
la medida de excepción, en la aplicación por parte del Poder Ejecutivo,
en una verdadera pena sine die, accionar éste prohibido expresamente
por el art. 23 de la Constitución Nacional. Esta circunstancia excepcional
hizo que el Tribunal pusiera fin a la restricción a la libertad ambulatoria
que le impedía entrar y permanecer en territorio argentino. 7°) Que,
en consecuencia, la decisión por la cual se declara el estado de sitio
-el que cumple una función útil, en tanto está destinado
a preservar y no a suprimir el imperio de la Constitución (Fallos: 54:
432)- no es revisable judicialmente. Sí, en cambio, es admisible el control
de razonabilidad del ejercicio concreto de las facultades que en esa situación
se asignan al Poder Ejecutivo (Fallos: 243:504; 248:800; ver cita del consid.
8°). 8°) Que las disposiciones invocadas por el recurrente contenidas
en el art. 4° de la ley 23.098, referentes a las facultades de control de
razonabilidad reconocido a los jueces, respecto de. las limitaciones a la libertad
de las personas en virtud de la declaración prevista en el art. 23 de
la Constitución Nacional, deben ser interpretadas de acuerdo a criterios
elaborados al respecto en la jurisprudencia de la Corte.
En ese sentido: a) la puesta en práctica de los poderes presidenciales
de arrestar o trasladar a las personas en las situaciones de emergencia que
pueden dar lugar a la declaración del estado de sitio, deben carecer
de todo sentido punitivo y constituir medidas de seguridad pública o
defensa transitoria, que se aplican a título preventivo para resguardo
de la paz interna y externa de la Nación (Fallos: 158:391; 170: 246;
250:832, entre otros); b) la detención o el arresto no deben estar fundados
en la sola arbitrariedad, ni sus motivos ser falaces o enconados (Fallos: 254:487).
El ejercicio por el Poder Ejecutivo de sus facultades no debe ser irrazonable
o arbitrario; c) incumbe a los jueces establecer, de una manera objetiva, si
el Poder Ejecutivo ha excedido o no los límites de la declaración
del estado de sitio que invoca y aplica (Fallos: 243:504, voto de Alfredo Orgaz);
d) la revisión judicial del arresto dispuesto por el Poder Ejecutivo
no es procedente, si en ejercicio de las facultades que le confiere la Constitución
Nacional, el Presidente ha dispuesto "la detención" de aquellos
que él considera que interfieren en el restablecimiento de la paz. Esos
arrestos no son necesariamente un castigo, sino que son una forma de precaución
para prevenir el. ejercicio de un poder hostil, siempre y cuando dichos arrestos
sean hechos de buena fe y en la creencia honesta de que son necesarios en orden
a la eliminación. .."de la perturbación" de .la tranquilidad
pública (Moyer v. Peabody, enero de 1909; 212 US78, opinión del
Justice Holmes) ; e) por último, el control de razonabilidad de las medidas
de arresto dispuesto por el Poder Ejecutivo autoriza a verificar si el acto
de la autoridad guarda proporción con los fines perseguidos mediante
la declaración del estado de sitio y, en cada caso concreto, si la privación
de la libertad lo es por tiempo breve y limitado. 9°) Que el arresto del
Mayor Granada no puede estimarse carente de motivación asertiva acerca
de la relación entre tal arresto y las causas del estado de sitio. La
restricción a la libertad que el recurrente sufre actualmente emana del
decreto 2069/85 que declaró el estado de sitio y del 2070/85 que dispuso
su detención. Por lo demás, en el decreto 2049/85, necesario antecedente
del decreto 2069/85 se enunciaron los motivos del arresto. En consecuencia,
corresponde concluir que el Poder Ejecutivo no ha excedido los límites
de la declaración del estado de sitio al disponer la detención
del recurrente, como forma de precaución para prevenir la agudización
del "estado generalizado de perturbación de la tranquilidad pública:”-
obrando dentro del marco de razonabilidad expuesto precedentemente:
10) Que, de acuerdo con lo expuesto, los decretos aludidos no resultan descalificables
ni en orden a su legitimidad ni tampoco en cuanto hace a la correlación
entre la orden de detención y las causas motivantes del estado de sitio,
en tanto el art. 4°, incs. 1° y 2°, de la ley 23.098 sean entendidos
con arreglo a la inteligencia que la doctrina del Tribunal ha conferido al art.
23 de la Constitución Nacional en el aspecto que al caso interesa.. Por
ello, y lo concordemente dictaminado por el señor Procurador General,
se confirma la sentencia apelada.
CARLOS S. FAYT.
DISIDENCIA DEL SEÑOR MINISTRO DOCTOR DON AUGUSTO CÉSAR BELLUSCIO
Considerando :
1°) Que el doctor Eduardo F. Marquardt promovió denuncia de hábeas
corpus en favor del mayor del Ejército Argentino Jorge Horacio Granada,
en razón de haber sido detenido a disposición del Poder Ejecutivo
nacional como consecuencia del decreto 2049/85.
2°) Que, en trámite las actuaciones, por decreto 2069/85 se dispuso
la declaración de estado de sitio en todo el territorio del país,
y por decreto 2070/85, la detención de Granada a disposición del
Poder Ejecutivo. En tal situación, el denunciante requirió pronunciamiento
por la ilegitimidad del estado de sitio y la irrazonabilidad de la privación
de libertad del beneficiario de la denuncia.
3°) Que la sentencia de primera instancia declaró la legitimidad
y constitucionalidad del decreto 2069/85, y la inconstitucionalidad del 2070/85,
y; en consecuencia, admitió la denuncia de hábeas corpus disponiendo
1a libertad del mayor Granada, sobre la base de estimar que la única
referencia a antecedentes tenidos en consideración por el Poder Ejecutivo
estaba dado a los puestos a disposición de la señora juez en lo
criminal y correccional federal doctora Amelia Berraz de Vidál, los cuales
no habían motivado ninguna orden restrictiva de la libertad y ni siquiera
la declaración a tenor del art. 236, segunda parte, del Código
de Procedimientos en Materia Penal, sin que existiera elemento alguno del cual
pudiera inferirse que Granada hubiese cometido alguno de los hechos mencionados
en el decreto de declaración del estado de sitio, ni pudiera ahondarse
en el examen de la prueba en virtud del secreto sumarial subsistente.
4° ) Que contra esa sentencia interpuso recurso de apelación únicamente
la representación del Estado Nacional, por lo que quedó firme
en cuanto a la legitimidad de la declaración del estado de sitio. La
cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal .y Correccional, Sala VI,
la revocó por considerar, esencialmente, que no puede exigirse del Poder
Ejecutivo que, para el ejercicio de las facultades que le acuerda el art. 23
de la Constitución, necesite fundarse en hechos justificativos de la
deducción de un proceso penal. 5°) Que la causa viene a conocimiento
del Tribunal en virtud del recurso extraordinario deducido por los letrados
del arrestado, que fue concedido por el a quo, en el cual se insiste en el control
de razonabilidad de la medida sobre la base de la jurisprudencia de la Corte
y de lo dispuesto en el art. 4°, inc. 2°, de la ley 23.098. 6°)
Que, a partir de la causa de Fallos: 243:504, la Corte admitió la facultad
judicial de controlar la razonabilidad de las medidas dispuestas por el Poder
Ejecutivo en aplicación del estado de sitio legítimamente. declarado;
en especial, en relación con la privación de libertad de las personas,
la de la relación entre la causa constitucional del estado de sitio y
las actividades que puedan contribuir a mantener, expandir, excitar o agravar
dicha causa. Durante un período, la mayoría del Tribunal limitó
ese control de razonabilidad a los casos de exceso claro y ostensible de las
facultades acordadas por el art. 23 de la Constitución, como cuando el
arresto implicase una pena o se negara el ejercicio del derecho de opción
por salir del país, o fuese dispuesto por una autoridad diferente del
Poder Ejecutivo nacional (Fallos: 247: 708 ; 252:90; 254:487), en tanto que
la minoría juzgó también irrazonable la aplicación
a hechos sin vinculación con los que habían dado origen al estado
de sitio ( disidencia de los doctores Orgaz y Boffi Boggero, en Fallos: 243:504,
y del doctor Boffi Boggero en Fallos: 247:469, 708; 254:487). 7°) Que, con
posterioridad, la doctrina del Tribunal se orientó en el sentido de que
es irrevisable la declaración del estado de sitio, pero corresponde ejercer
el control jurisdiccional de la aplicación concreta de los poderes de
excepción que confiere dicha situación, determinándose
al menos la pertinencia entre las razones de la detención y las causas
del estado de sitio (Fallos: 298:441; 300:816; 303:397,696; 304: 1098, 1429;
305:269). En especial, en el caso de Fallos: 304: 1098, se precisó que
el control de razonabilidad abarca la apreciación de circunstancias concretas
a partir de las siguientes pautas: a) relación existente entre la garantía
afectada y los motivos que determinaron el estado de sitio; b) proporcionalidad
entre el acto restrictivo y los fines perseguidos con la declaración
de aquel estado; c) obligación del Poder Ejecutivo de brindar a los jueces
en cada caso información suficiente sobre las causas que originaron la
medida que se cuestiona; d) consideración de la situación fáctica
y jurídica existente al momento de resolver las actuaciones. Añadióse
que "la esencia del control de razonabiljdad regulado por estos principios
radica, pues, en una adecuada comparación entre la magnitud del gravamen
que se pretende reparar con el hábeas corpus y los hechos invocados en
la causa para justificar la restricción impugnada. Para efectuar esta
valoración adquieren particular relevancia la precisión de los
informes suministrados por las autoridades competentes, los antecedentes del
beneficiario, la duración de la medida restrictiva y el tiempo durante
el cual se haya negado el derecho de opción a la persona afectada".
A su vez, en Fallos: 298:441, considerando 6°, se descalificaron respuestas
genéricas e imprecisas, por no ser válidas para la justificación
del ejercicio de los poderes constitucionales del Poder Ejecutivo, ya que "el
órgano político está obligado, frente a los. requerimientos
de los jueces competentes, a una aserción inequívoca en cada caso
concreto, a fin de que éstos puedan respetar sin controversia la esfera
de reserva del Poder Ejecutivo. Esa información, que hace aplicable el
estado de excepción respecto de cada persona privada de libertad, importa
para los dos Poderes, Ejecutivo y Judicial, asumir su propia pero complementaria
responsabilidad en la defensa del orden en la comunidad". 8°) Que la
doctrina de la jurisprudencia de la Corte ha recibido consagración legislativa
en el art. 4°, inc. 2°, de la ley 23.098. 9°) Que, en el caso por
resolver, los informes se reducen a la nota del señor Ministro de Defensa
de fs. 29, quien se remite a los elementos agregados a la causa 4731 "Ministerio
de Educación y Justicia de la Nación s/denuncia presunta infracción
art. 210 bis del Código Penal", en trámite por ante el Juzgado
Nacional en lo Criminal y Correccional Federal N° 4, los cuales no pudieron
ser compulsados por el juez de primera instancia actuante en esta causa en razón
del secreto sumarial, pero que no han servido para decretar medida concreta
alguna en el proceso penal (fs. 30 y vta.).
10) Que, en tales condiciones, se ha imposibilitado el ejercicio del control
de razonabilidad admitido por el art. 4° , inc. 2°, de la ley 23.098,
ya que no se ha cumplido la obligación de suministrar el informe conciso
de las causas del arresto de Granada a disposición del Poder Ejecutivo,
con arreglo a la doctrina de Fallos: 298:441 y 304: 1098, 11) Que no se trata,
pues, de que el Poder Ejecutivo esté obligado a contar con elementos
de juicio de los cuales resulte la semiplena prueba o indicios vehementes de
existencia de delito penal -requerimiento que contrariaría las facultades
derivadas del art. 23 de la Constitución, puesto que limitaría
su aplicación a los procesados, haciéndolas inocuas- sino de que
suministre a los jueces los informes que éstos le requieran, de los cuales
surja que la excepcional medida de privar de la libertad a un ciudadano sin
causa judicialmente demostrable se aplica ,sobre la base de elementos de juicio
suficientemente serios para sospechar su vinculación con los hechos que
han dado lugar a la declaración del estado de sitio.
12) Que, en consecuencia, el Ministerio de Defensa debió contestar el
requerimiento del señor juez de primera instancia en la forma "antes
señalada. Al no haberlo hecho, corresponde que se informe sobre "el
citado requerimiento en los términos que resultan exigidos por los fundamentos
expuestos en la presente. Por ello, ofíciese al Presidente de la Nación,
a fin de que imparta las órdenes necesarias para que se informe, con
urgencia, a esta "Corte, sobre tal requerimiento en las condiciones exigidas
en esta resolución que se remitirá en fotocopia para su mejor
conocimiento.
AUGUSTO CÉSAR BELLUSCIO.-
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