Fallos Clásicos |
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FALLO SOBRE LA DOLARIZACION
Suprema Corte:
-I-
Como se expresó en el dictamen obrante a fs. 89, la Provincia de San
Luis promovió acción de amparo contra el Estado Nacional (Poder
Ejecutivo Nacional), el Banco Central de la República Argentina (en adelante
BCRA) y el Banco de la Nación Argentina (en más, BNA, en su carácter
de entidad responsable del pago de los certificados a plazo fijo que reclama),
con el objeto de obtener que se declare la inconstitucionalidad del art. 12
del decreto de necesidad y urgencia 214/02 (según texto del art. 3°
de su similar 320/02), del decreto 1570/2001 y del art. 2° del mencionado
214/02, en cuanto dispone convertir a pesos los depósitos en dólares
a un valor de U$S 1 = $ 1,40, y se ordene al BCRA y al BNA que le devuelvan
el importe de los plazos fijos -que identifica- en la misma moneda en que fueron
impuestos o, a su opción, en pesos al valor en el mercado libre de cambios,
al tipo vendedor del día anterior al vencimiento de la obligación.
Describe la legislación vigente para concluir que los fondos públicos
provinciales depositados en dólares fueron "pesificados", conforme
al art. 2° del decreto 214/02 al valor de $ 1,40 por dólar y que
su devolución no se encuentra sujeta al cronograma establecido en la
resolución 6/02 del Ministerio de Economía y sus modificatorias,
porque el BCRA excluyó de la reprogramación de los depósitos
a las imposiciones a plazo fijo constituidas por los gobiernos provinciales
(comunicación "A" 3467, Anexo, punto 1.2.3).
Sostiene que el art. 12 del decreto indicado, a pesar de su nueva redacción,
es irrazonable en tanto imposibilita el ejercicio de la jurisdicción
y torna ilusorio el derecho que se busca proteger por la vía del amparo.
Afirma que las medidas cuestionadas -el "corralito financiero" y la
"pesificación compulsiva"- son inconstitucionales por violar
los arts. 14 y 17 de la Constitución Nacional y el art. 21 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica) y,
por tal motivo, no hallan cabida dentro del estándar de restricción
razonable de los derechos. Acepta que la ley, sobre todo en épocas de
emergencia, pueda subordinar el uso y goce de la propiedad al interés
social, pero no que pueda aniquilarla. Expone que, mientras el decreto 1570/01
afecta la disponibilidad de los fondos, la "pesificación" afecta
la sustancia o materialidad del derecho e implica una confiscación o
pérdida patrimonial definitiva.
Entiende que los decretos 1570/01 y 214/02 violan la garantía constitucional
de la seguridad jurídica, que se traduce en el sometimiento de las autoridades
al derecho vigente -como fue en subvertir la regla de la intangibilidad de los
depósitos- y a la interdicción de su cambio intempestivo salvo
que, en su caso, se compense al afectado.
Arguye que los obstáculos para disponer de los recursos representan
un acto normativo del Estado Nacional que atenta contra el normal desenvolvimiento
del gobierno de la provincia de proveer al desarrollo económico y al
bienestar local, aspectos resguardados por la garantía del principio
federal y la autonomía provincial, y considera que a sus depósitos
en dólares le son aplicables iguales principios que los que reconocen
el dominio originario de los recursos naturales y aquellos caracteres que definen
al dominio público estatal, así como también el tratamiento
que se les da a los fondos depositados por los estados extranjeros a través
de sus representaciones diplomáticas y por los organismos internacionales,
que fueran excluidos del "corralito" y de la "pesificación".
Dice que acceder a su pretensión no supone un efecto catastrófico
multiplicador, porque sólo se trata de la devolución en dólares
de fondos públicos provinciales depositados en plazos fijos en la misma
divisa y San Luis es la única provincia argentina que los posee.
Sintetiza su agravio al decir que las medidas dispuestas por el gobierno federal
afectan el derecho de propiedad del Estado provincial y tiene carácter
confiscatorio, ya que le privan definitivamente y sin ninguna compensación
de los recursos obtenidos de sus contribuyentes, destinados a la atención
de necesidades públicas locales de carácter impostergable.
-II-
De conformidad con el citado dictamen de este Ministerio Público, V.E.
declaró que la causa corresponde a su competencia originaria, a la vez
que convocó a las partes a una audiencia conciliatoria (fs. 150).
En aquélla, el presidente del Tribunal exhortó a las partes a
alcanzar un acuerdo. El Estado Nacional, por medio del Procurador del Tesoro
de la Nación, dijo desconocer los términos de la demanda como
para arrimar alguna propuesta conciliatoria, por lo cual se decidió entregar
copia de los escritos a las demandadas y se fijó nueva audiencia (conf.
copia de la desgrabación de la audiencia obrante a fs. 169/ 177 y acta
de fs. 160).
El 26 de marzo de 2002, la provincia presentó una propuesta que no fue
aceptada, al entender el representante del Estado Nacional que no podía
ni debía ejercer o aceptar proposición alguna, porque resultaría
violatorio del bloque de legalidad, aunque no descartó la posibilidad
de escuchar una propuesta del Tribunal. En este sentido, la Corte informó
a las partes que les haría llegar su sugerencia conciliatoria (v. copia
de la desgrabación de la audiencia de fs. 179/182 y acta de fs. 178).
A fs. 186, a solicitud de la Provincia de San Luis y sin perjuicio de continuar
con la etapa conciliatoria, el Tribunal requirió al BNA, al BCRA y al
Poder Ejecutivo Nacional, el informe circunstanciado del art. 8° de la ley
16.986.
Asimismo, con fundamento en el art. 36, inc. 2° del Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación -marco en donde encausó el presente
trámite-, estimó que era conveniente oír a la Asociación
de Bancos Argentinos (ABA) y a la Asociación de Bancos Públicos
y Privados de la República Argentina (ABAPPRA), para viabilizar la intención
de éstas de no mantenerse ajenas a un conflicto generalizado y, a tal
fin, convocó a nueva audiencia (fs. 191) que se llevó a cabo el
16 de mayo de 2002, en donde, además de escucharlas, se leyó y
entregó a las partes la versión de las propuestas conciliatorias
sugeridas por el Tribunal -una por la mayoría y otra por el juez Vázquez-
y se acordó un plazo de 10 días para su contestación (acta
de fs. 350).
-III-
El BCRA, el Ministerio de Economía -con el patrocinio letrado del subprocurador
del Tesoro de la Nación, en representación del Estado Nacional-
y el BNA presentaron los informes correspondientes (fs. 206/224; 225/285 y 303/347,
respectivamente).
Dado que las presentaciones exponen similares argumentos, los resumiré
de manera conjunta.
Sostienen la improcedencia formal de la vía, toda vez que la provincia
no logra justificar que el camino elegido sea el único idóneo
para resguardar sus derechos; máxime, al haber consentido el trámite
inusual que la Corte asignó a la acción que se supone expedita.
Tampoco demostró -aducen- que no pueda obtener por otro medio la reparación
de los perjuicios que invoca. En el mismo orden de ideas, afirman que el tema
a resolverse impone la necesidad de un amplio debate sobre las normas, su aplicación,
sus consecuencias y los eventuales perjuicios alegados, circunstancias que sólo
podrán garantizarse con su evaluación adecuada por las vías
ordinarias.
Afirman que la provincia intenta mantenerse ajena a la conmoción económica
existente en el país, al soslayar la situación de gravedad institucional
reinante, y que no sufre indisponibilidad alguna de su dinero, desde el momento
en que con los depósitos existentes en el BNA abonó sueldos a
sus empleados y pagó a sus contratistas, al tiempo que renovó
varias imposiciones y otras fueron acreditadas en cuentas a la vista.
En igual orden de ideas, aducen que no hay agravio, sino una impronta especulativa,
en tanto la pérdida del valor que la provincia alega es inexistente en
razón de que la convertibilidad era una paridad legal artificial no económica.
Analizan que, al caer aquélla, la obligación del Estado Nacional
consiste en mantener la estabilidad de la moneda, no ya en su relación
con el dólar, sino con el valor de los bienes y servicios existentes
y que se prestan en el país.
Afirman que la modificación de la paridad cambiaria es una facultad de
política económica -cuestión política de discrecionalidad
técnica- implementada por el Poder Ejecutivo Nacional por delegación
expresa del órgano legislativo, cuyo mérito y oportunidad no son
susceptibles de revisión judicial.
Entienden que las medidas adoptadas tienen como finalidad resguardar el sistema
financiero, pero no en protección directa de los bancos, sino por la
necesidad de que en la república exista un sistema financiero sin el
cual ningún país es viable.
Aducen que en situaciones de emergencia como las que vive el país, el
interés general debe primar sobre el particular y que, dado que los derechos
reconocidos en la Constitución Nacional se ejercen conforme las leyes
que los reglamentan, pueden ser válidamente suspendidos en su uso y goce.
Por otra parte, indican que la Provincia de San Luis recaudó el dinero
de sus contribuyentes en pesos y los convirtió a dólares, lo cual
fue claramente una ficción; es decir, no depositó dólares
sino pesos convertidos. La necesidad del Estado local de pagar sus gastos y
deudas no es en dólares sino en pesos, toda vez que el mismo decreto
que impugna impone que todo pago se efectúe en pesos, por lo que devolverle
moneda extranjera configuraría un enriquecimiento ilícito de su
parte.
Asimismo, sostienen que aquélla se equivoca al decir que la obligación
de dar sumas de dinero, al derogarse la ley de convertibilidad, se transformó
en una obligación de dar cosas, en tanto la nueva ley de emergencia 25.561
mantuvo vigente la redacción de los arts. 617, 619 y 623 del Código
Civil (conforme a la redacción que les otorgó la ley 23.928).
Desde otra perspectiva, señalan que la provincia yerra cuando invoca
la protección de convenios internacionales, porque el Pacto de San José
de Costa Rica se refiere sólo a las personas físicas y así
fue aclarado en diversas opiniones consultivas internacionales que, al efecto,
citan.
-IV-
Con posterioridad a la presentación de los informes reseñados,
los demandados solicitaron una prórroga del plazo fijado para responder
a los términos de la conciliación sugerida por la Corte, atento
a que se encontraba a la firma del señor presidente de la Nación
un proyecto de acto que, posiblemente, daría solución al litigio.
La ampliación fue concedida (fs. 456 y 457 vta.).
Interin, el representante de la Provincia de San Luis planteó la inconstitucionalidad
del decreto 905/02 (fs. 461/463), mientras que el Estado Nacional puso en conocimiento
del Tribunal su existencia (fs. 465/466).
A fs. 472, en atención al estado de las actuaciones y sin que se hubiera
llegado a un acuerdo, el Tribunal confirió vista a este Ministerio Público.
En esa oportunidad entendí que, dado que la provincia había planteado
la inconstitucionalidad del decreto 905/02, así como su inaplicabilidad
e inoponibilidad al caso de autos, era prudente que V.E., de considerarlo procedente,
ordenara el traslado de la presentación a los demandados, en salvaguarda
del principio de bilateralidad procesal y por la importancia y magnitud de los
intereses en juego (fs. 473).
Si bien así se dispuso a fs. 474, la Provincia de San Luis se presentó
a fs. 475 y desistió del planteo de inconstitucionalidad, por considerar
que carecía de interés legítimo en tal declaración.
En este estado, V.E. remite nuevamente las actuaciones a este Ministerio Público
(fs. 476).
-V-
Así planteada la cuestión, debo señalar que la situación
de autos es por demás distinta de cualquier otra que se relacione con
los depósitos a plazo fijo de un ahorrista particular y así lo
ha entendido no solo el Estado Nacional al fijar las respectivas reglamentaciones
sino también V.E. a lo largo de la presente tramitación, según
se verá en adelante.
En efecto, el Estado Nacional ha reconocido al Estado provincial, y éste
la aceptó, una relación especial, de Estado a Estado. En este
sentido, la provincia actora no se encuentra en las mismas condiciones que cualquier
otro ahorrista afectado por las medidas económicas adoptadas a partir
del decreto 1570/01 sino, antes bien, por su carácter de Estado provincial,
ha sido objeto de un tratamiento diferenciado en tanto y en cuanto, además
de haber sido excluida de la reprogramación de los depósitos (comunicación
BCRA "A" 3467, Anexo, punto 1.2.3, del 8 de febrero de 2002), ha obtenido
su transferencia a cuentas a la vista con su consecuente disponibilidad (ver
informe BNA y nota del Ministerio de Economía, ya citados). Prueba de
ello es que la provincia puede utilizar los fondos que reclama en función
de sus necesidades financieras, conforme surge de las manifestaciones que formula
en su escrito de inicio y de la prueba documental que allí acompaña,
así como de la nota SLyA n° 91, del 25 de marzo de 2002 (cuya copia
obra a fs. 226) y de otras constancias del expediente de donde surge que pudo
efectivamente disponer de sus ahorros depositados en el BNA y, si bien es cierto
que lo hizo en forma parcial, también lo es que dicha utilización
fue por montos significativos y que incluso renovó algunas imposiciones
(ver contestación de esta entidad bancaria que luce a fs. 312/313, notificada
a fs. 348 sin que haya merecido negación expresa del Estado local).
Es decir que, en principio, no se ve impedida de cumplir sus funciones públicas
provinciales -fundamento que invoca como base de su acción- y puede prima
facie disponer de sus dineros para hacer frente a los compromisos que dijo le
acuciaban, en las mejores condiciones que posibilita un estado de emergencia.
En otro orden, cabe aclarar que la provincia limita sus pretensiones, en definitiva,
a reclamar las diferencias resultantes entre el monto originario de los plazos
fijos que constituyó en la entidad bancaria codemandada y los que corresponden
por la aplicación de la legislación que aquí impugna, a
fin de cumplir con las obligaciones que contrajo con proveedores, contratistas
y empleados públicos provinciales (ver propuesta de conciliación
a fs. 459/460) o, eventualmente, a recibir una compensación por el súbito
quebrantamiento del ordenamiento jurídico que produjo el Estado Nacional
al adoptar las medidas económicas que cuestiona (fs. 60, primero y segundo
párrafos, reiterado a fs. 63 vta. punto 3).
Es del caso señalar que existe otra circunstancia que amerita comentario
aparte. La Provincia de San Luis es la única de la República Argentina
cuyos ahorros han sido "atrapados" por las leyes y reglamentaciones
examinadas en estos obrados. Las autoridades del Estado local creyeron en su
país y dejaron sus ahorros -el de sus contribuyentes- en las instituciones
financieras locales. Actitudes que hoy se leen como una salida inteligente por
haber confiado los depósitos a una banca en el extranjero, no pueden
bajo ningún punto de vista tornar disvaliosa la postura de la Provincia
de San Luis, que, confiando en el país, prefirió mantener sus
ahorros en la República Argentina y ahora se ve, de algún modo,
afectada.
Sentado ello y teniendo en cuenta todos estos factores, adelanto mi opinión
en cuanto me permite recomendar a V.E., de considerarlo pertinente, que ejerza
la facultad dirimente conferida por el art. 127 de la Constitución Nacional,
con fundamentos que seguidamente expondré.
Liminarmente, considero necesario expresar que el trato diferente que postulo,
no genera, a mi modo de ver, desigualdad alguna con los ahorristas particulares.
Para ello, tengo en cuenta que V.E. tiene dicho, con relación a los sujetos
pasivos de la aplicación de medidas en situaciones de emergencia -como
en el sub lite, en donde, reitero, la provincia no es un ahorrista más-
que la garantía de la igualdad ante la ley radica en consagrar un trato
legal igualitario a quienes se hallen en una razonable igualdad de circunstancias,
por lo que tal garantía no impide que el legislador contemple en forma
diferente situaciones que considere diferentes en tanto dichas distinciones
no se formulen con criterios arbitrarios, o de indebido favor o disfavor, privilegio
o inferioridad personal o de clase o de legítima persecución (conf.
doctrina Fallos: 313:1513).
A su vez, debe tenerse presente que la Nación es cada una de las provincias
y el conjunto de ellas. El federalismo argentino significa una relación
interprovincial de unidad indestructible que da sentido y existencia al Estado
Federal, en el que funcionan dos esferas independientes de poderes, en relación
de coordinación y de limitación (conf. Fallos: 314:1915). Como
sostuviera ese Tribunal en Fallos: 310:2478, el delicado equilibrio del sistema
federalista, que asegura la armonía y el respeto recíproco de
los estados provinciales y la de éstos con el poder central, requiere
que, como medio de garantizar la paz interior, la Corte Suprema intervenga para
resolver las querellas entre estos organismos autónomos partes del cuerpo
de la Nación, en ejercicio de las facultades que, como intérprete
último de la Constitución, le conciernen y con la sola exigencia
de que tales quejas asuman la calidad formal de una demanda judicial (conf.
considerando 63, voto en mayoría).
En consonancia con mi posición en cuanto a que la Corte Suprema haga
efectivo el ejercicio de su facultad dirimente en el sub judice, rescato el
precedente "La Pampa, Provincia de c/ Mendoza, Provincia de s/ acción
posesoria de aguas y regulación de usos" (Fallos: 310:2478) y, en
especial, el voto en disidencia del juez Fayt. Allí se sostuvo que las
disputas interestatales involucran los intereses de cuasi soberanos, que presentan
cuestiones delicadas y complejas que merecen más de una experta administración
que de la decisión judicial basada sobre reglas demasiado estrictas por
lo que tales controversias podían resolverse mediante la negociación.
Con relación a la facultad de jurisdicción dirimente de la Corte
Suprema, me permito transcribir el voto del juez Carlos Fayt (en disidencia,
en los autos ya citados) con el que, en lo que aquí respecta, comparto:
"Que ésta es, finalmente, la ocasión de efectuar algunas
precisiones doctrinarias sobre la índole de la jurisdicción dirimente
de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que como señalo
es muy diversa a la establecida por los artículos 100 y 101 para su actuación
como tribunal de justicia. ( ) Dirimir no es juzgar, y por ello es función
que si la Constitución Nacional confió a jueces, lo fue en razón
no de la índole de la tarea sino de una preferencia del constituyente
en el reparto de tareas que efectuó. En las acepciones que nos interesan,
juzgar es 'deliberar, quien tiene autoridad para ello acerca de la culpabilidad
de alguno o de la razón que le asiste en cualquier asunto, y sentenciar
lo procedente'; dirimir es 'ajustar, fenecer, componer una controversia' (Academia).
( ) El art. 109 de la Constitución Nacional (hoy 127) que crea este peculiar
y precioso sistema para 'ajustar, fenecer, componer' controversias entre provincias,
asegurando así la paz interior, tiene origen en el derecho constitucional
latinoamericano y no se halla en la Constitución de los Estados Unidos.
La toma Alberdi de la Constitución de Mora Granade y el constituyente
argentino adopta la norma por él propuesta con leve variante en un término.
( ) Los miembros de este Tribunal cabe que se sientan honrados especialmente
al cumplir con esta función no judicial que se les confió..."
(la negrilla no es original). Así lo entendió Montes de Oca (citado
por el juez Fayt en su voto) al decir que la facultad dada a la Corte de dirimir
los conflictos de las provincias entre sí es una garantía de paz,
cuya eficacia ha podido demostrarse después de nuestra organización.
Sobre la jurisdicción dirimente el mencionado ministro de la Corte, cita
también a Joaquín V. González, quien expresó que
la adjudicación de tal tarea a la Corte está fundada en la necesidad
de establecer la más perfecta igualdad entre las provincias, desde el
momento en que ninguna puede ser juez y parte y agrega que la Constitución
confirma los poderes de la Suprema Corte al establecer en el art. 109 que las
quejas de una provincia deben ser sometidas a ella y dirimidas por ella.
Sigue exponiendo Fayt en su fallo que "A lo dicho por estos maestros desde
el pasado puede hoy añadirse que en circunstancias más pacíficas,
ese 'juez común' debe atender no solo a la paz interior sino además
al bienestar general, así pudo decir la Corte en Fallos: 178:19 que 'La
Constitución ha querido hacer un solo país para un solo pueblo;
no habría nación si cada provincia se condujera económicamente
como una potencia independiente. Pero no se ha propuesto hacer una nación
centralizada. La Constitución ha fundado una unión indestructible
pero de estados indestructibles...Los constituyentes...establecieron una unidad,
no por supresión de las provincias,...sino por conciliación de
la extrema diversidad de situación, riqueza, población y destino...y
la creación de un órgano para esa conciliación, para la
protección y estímulo de los intereses locales, cuyo conjunto
se confunde con la nación misma'. La Corte Suprema de Justicia es, en
el campo que el art. 109 acota, el órgano de esa conciliación..."
(considerando 5°).
En razón de no poder establecerse una línea divisoria ni hacer
posible una distinción absoluta y cierta entre lo que son intereses de
la República entera y lo que constituye la jurisdicción y las
conveniencias exclusivas de las provincias, es que entiendo aplicable al sub
lite el fundamento sostenido por V.E. en los precedentes citados. En este sentido,
aún sin tratarse de un conflicto interprovincial sino de un conflicto
de una provincia con el poder central, encuentro atendible que el Tribunal actúe
en virtud de lo estipulado en el art. 127 de la Carta Fundamental, que supone
conferirle la trascendente misión de dirimir los conflictos interestatales.
Abrevando una vez más en el voto del juez Fayt (con cita de Fallos: 178:19)
no queda lugar a dudas de que el mayor valor de la Constitución está
"...en la obra práctica, realista, que significó encontrar
la fórmula que armonizaba intereses, tradiciones, pasiones contradictorias
y belicosas. Su interpretación auténtica no puede olvidar los
antecedentes que hicieron de ella una creación viva, impregnada de realidad
argentina, a fin de que dentro de su elasticidad y generalidad que le impide
envejecer con el cambio de ideas, crecimiento y redistribución de intereses,
siga siendo el instrumento de ordenación política y moral de la
Nación".
Es la realidad argentina que vivimos y la agilidad interpretativa que permite
nuestra Ley Fundamental lo que me lleva a sostener que la facultad de diriniir
del Superior Tribunal contenida en el actual art. 127 de la Constitución
es aplicable a la contienda aquí en examen. Esta inteligencia está
esbozada en el voto en mayoría del precedente tantas veces citado cuando
expresa que "...el delicado equilibrio del sistema federalista, que asegura
la armonía y el respeto recíproco de los estados provinciales
-y la de éstos con el poder central- requería que, (...) la Corte
Suprema interviniese para resolver las querellas entre estos organismos autónomos
partes del cuerpo de la Nación...".
La cuestión que en el sub examine se analiza no puede ser circunscripta
dentro de los límites y los alcances de una simple contienda judicial
entre la Provincia de San Luis y el Estado Nacional, sino antes bien debe ser
encarada por el Superior Tribunal de manera ineludible utilizando el instrumento
adecuado que le otorga la Constitución Nacional, en su carácter
de custodio último de ésta.
Para ello tengo en cuenta que esta controversia puede afectar sustancialmente
la esencia del sistema federal, uno de los pilares de nuestra Ley Fundamental,
por lo que la Corte debe garantizar la tarea que le fue encomendada: ser prenda
de unión, paz interior y bienestar general.
Es en este orden de pensamientos que, en mi opinión, deben extremarse
los cuidados en tanto -como ya dijera- los intereses en juego denotan una situación
de gravedad institucional que pone en peligro no sólo la integridad de
la provincia sino la de la Nación toda. En aras de encontrar una respuesta
que tienda al bien común y al mantenimiento de la vida pública
de las partes en el pleito, el agotamiento de todos los medios posibles para
llegar a una solución no es en vano, debiendo tener en claro las partes
aquí encontradas, que son parte de una misma Nación y que una
solución en común a sus pretensiones importará más
a sus intereses que la satisfacción de sus solicitudes primarias.
Como expresara Juan Bautista Alberdi "El Gobierno Federal no es el bien
de una Provincia: es el negocio de todas juntas y de cada una. El Gobierno Federal
no es un gobierno ajeno a las Provincias; es un gobierno tan peculiar y propio
de las Provincias, como el local de cada una. Lo que hay es que lo forman todas
juntas, en lugar que el otro es obra aislada de cada una. Entre los dos se completan,
y los dos forman el poder íntegro y total de las Provincias argentinas"
(Alberdi, "Derecho Público Provincial Argentino", segunda parte,
& VII, citado por Segundo V. Linares Quintana en "Tratado de la Ciencia
del Derecho Constitucional", tomo 9, edit. Plus Ultra, págs. 806/807).
Deben las partes, con la labor negociadora de la Corte Suprema como organismo
de jurisdicción dirimente, encontrar una solución adecuada por
la cual coordinen esfuerzos y voluntades dirigidos al bien común general,
más allá de los aciertos o desaciertos de las normas en juego,
sin que ello implique una superioridad -sin límites- del derecho de propiedad
de la provincia por sobre los intereses generales de la República toda,
ni la subordinación de aquélla al gobierno central, toda vez que
el federalismo encierra un reconocimiento y respeto hacia la identidad de las
provincias, lo que configura una fuente de vitalidad para la República
en la medida que permite diseñar, mantener y perfeccionar el sistema
republicano local (conf. doctrina de Fallos: 317:1195).
La solución que propicio es, a mi entender, la misma que sostiene la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, quien no sólo tuvo en
cuenta la diferente situación de la Provincia de San Luis en relación
a los demás ahorristas, sino que, desde el momento en que llamó
a una conciliación y encauzó el trámite dentro del marco
del art. 36 inc. 2° del CPCC, comprendió que el modo necesario para
arribar a una decisión de mayor provecho era concientizar a las partes
litigantes de las ventajas de la elaboración de una propuesta que conciliara
los intereses de ambas.
La Corte ha venido actuando, entonces, cuidadosamente tratando de resguardar
los dos valores en juego: por un lado, el funcionamiento del sistema financiero
en su conjunto y, por el otro, el derecho de propiedad de la provincia actora.
En este sentido, hizo lugar a la medida cautelar solicitada por la Asociación
de Bancos Públicos y Privados de la República Argentina en autos
A.1460.XXXVIII "Asociación de Bancos Públicos y Privados
de la República Argentina (ABAPPRA) y otros c/ San Luis, Provincia de
s/ acción de inconstitucionalidad", ordenó la citación
del Estado Nacional y del Banco Central de la República Argentina, como
terceros interesados en los términos del art. 94 del CPCC, y consideró
"...innecesario señalar que la situación existente, de público
y notorio conocimiento, requiere el dictado de medidas que mantengan la situación
de derecho existente con anterioridad a las disposiciones sancionadas y promulgadas
por la Provincia de San Luis", que imponen -contrariamente a lo determinado
por las leyes y reglamentaciones dictadas por el Estado Nacional en materia
financiera y bancaria- la devolución inmediata y sin restricción
alguna de la totalidad de los depósitos de las entidades financieras
que operan en el ámbito de la provincia, en las condiciones pactadas
originalmente, en términos, moneda, plazo y tasa y reglamenta un procedimiento
particular para concretarlo (ley provincial 5303 y decretos locales 1577/02
y 1810/02). Pienso que, de este modo, si bien a título cautelar, preservó
el funcionamiento del sistema financiero en su conjunto y, consecuentemente,
los intereses de todos los sectores de la economía nacional al evitar
el grave riesgo social que derivaría de su quiebra.
Además, con el fin de preservar el derecho de propiedad de la Provincia
de San Luis, resolvió oportunamente encausar la actuación del
Tribunal dentro de lo previsto en el art. 36, inc. 2°, del Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación, para lo cual convocó
a las partes a un acuerdo, les acercó variantes de propuestas de conciliación
y expresó a fs. 191 "Que la solución a la que se llegue deberá
contemplar de alguna manera la especial situación del estado provincial
actor planteada en el presente caso...".
En este entendimiento, a los fines de lograr contrarrestar los efectos disvaliosos
que aparejaría la subordinación de un derecho sobre el otro, es
que la función jurisdiccional dirimente de la Suprema Corte debe ejercerse
con total amplitud en un intento de acercar a las partes en litigio. Es, en
mi opinión, una obligación y una responsabilidad de la Corte,
en su carácter de máximo Tribunal de la República el actuar
con mayor ahínco en la necesidad de dirimir los intereses de las partes
y evitar que se malogre la unión nacional y que sucesos no deseados hagan
inviable una vida en sociedad pacífica y organizada.
Corresponde, pues, dirimir el presente pleito, armonizando y resguardando los
derechos de ambas partes: por un lado, evitando que se prive al Gobierno Federal
de tomar las medidas que se consideren apropiadas para conjurar la gravedad
de la situación económica, financiera y social en la que se encuentra
inmersa la República en tanto las mismas sean razonables para que, por
otro lado, proteja sustancialmente los derechos y garantías constitucionales,
en especial el derecho de propiedad, de la Provincia de San Luis.
-VI-
Parafraseando al ya citado constitucionalista Segundo V. Linares Quintana "En
definitiva, el art. 109 (actual 127) de la Constitución Nacional comporta
un instrumento adecuado y eficiente para que el más Alto Tribunal de
la Nación, guardián y custodio de la Ley Suprema, ejecutando la
Garantía del Principio Federal, a la vez que haga efectiva la defensa
del Estatuto Fundamental del país, asegure la real y plena vigencia de
aspectos esenciales de la República representativa federal, así
como el cumplimiento de los grandes fines consignados en aquel histórico
documento, de modo que en la dinámica constitucional sea hecha realidad
la regla de oro del federalismo que, como con claridad y agudeza explicara Dorrego
en la sesión del 29 de setiembre de 1826 del Congreso Constituyente de
1824?1827, consiste en que 'todas las ruedas rueden a la par de la rueda grande'".
Con lo expuesto, dejo así sentada mi opinión.
Buenos Aires, 18 de septiembre de 2002.
Es Copia Nicolás Eduardo Becerra
Buenos Aires, 5 de marzo de 2003.
Autos y Vistos; Considerando:
Que en atención a que mediante la providencia dictada a fs. 472, la etapa
conciliatoria abierta en el caso ha quedado concluida, ténganse presente
para su oportunidad las manifestaciones formuladas por la parte demandada.
Que, en razón de lo expresado, la recusación deducida en el "otrosí"
del escrito que se provee, sin perjuicio de su extemporaneidad (art. 18 del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación), y de su manifiesta
improcedencia (Fallos: 310:2066; 322:257 y causa B.2507.XXXVIII "Beratz,
Mirta Ester c/ Poder Ejecutivo Nacional s/ amparo ? medida cautelar", sentencia
del 18 de diciembre de 2002) carece de virtualidad, toda vez que ha sido formulada
en forma subsidiaria para el supuesto de rechazarse liminarmente el planteo
expuesto en su cuerpo principal, lo que torna inoficioso su tratamiento. Notifíquese.
JULIO S. NAZARENO - EDUARDO MOLINE O'CONNOR - CARLOS S. FAYT - AUGUSTO CESAR
BELLUSCIO (en disidencia)- ANTONIO BOGGIANO (en disidencia)- GUILLERMO A. F.
LOPEZ - ADOLFO ROBERTO VAZQUEZ - JUAN CARLOS MAQUEDA (en disidencia).
ES COPIA
DISI-//-
-//-DENCIA DE LOS SEÑORES MINISTROS DOCTORES DON AUGUSTO CESAR BELLUSCIO,
DON ANTONIO BOGGIANO Y DON JUAN CARLOS MAQUEDA
Considerando:
1°) Que el Banco de la Nación Argentina, demandado en estas actuaciones,
recusa con causa a los jueces Moliné O'Connor y Fayt.
2°) Que la recusación del juez Moliné O'Connor es improcedente
ya que el motivo que se alega no constituye la causal del art. 17, inc. 7, del
ordenamiento procesal.
En efecto, la sola circunstancia de que haya sido publicado en un periódico
de esta capital y en su medio electrónico el proyecto de voto del juez
mencionado, no induce por sí mismo que haya sido él quien lo haya
suministrado a la prensa sino, en todo caso, que dentro del modo normal de efectuarse
los debates en el Tribunal, esto es, mediante la comunicación por escrito
de los proyectos entre sus miembros, se ha producido un desvío que no
resulta posible imputar a persona determinada.
3°) Que distinta es la situación del juez Fayt, quien ha reconocido
públicamente la posesión de un depósito a plazo fijo en
dólares estadounidenses, del cual, obviamente, era propietario desde
antes de dictarse las normas que se impugnan en este proceso.
Por consiguiente, la decisión mayoritaria de rechazar in limine la recusación
formulada resulta claramente afectada de un vicio procesal, pues en el presente
caso se ha deducido una recusación con causa legal en los términos
previstos por el art. 22 del Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación, cuyo incumplimiento la hace pasible de la sanción prevista
en el art. 169, segundo párrafo, del mismo código, además
del vicio sustancial de desconocer disposiciones expresas de la ley.
4°) Que, independientemente de que el mencionado depósito haya sido
convertido o no en pesos, el directo interés del juez recusado en la
decisión de la causa es evidente pues en ella se ha puesto en tela de
juicio la constitucionalidad de todo el plexo normativo que afecta su situación
personal, con lo que una decisión favorable a su inconstitucionalidad
podría hipotéticamente implicar una vía para volver sobre
la pesificación de su depósito solicitando su reconversión
a moneda extranjera.
En tal situación, es evidente que se encuentra configurada en autos la
causal de recusación prevista en el art. 17, inc. 2, del código
antes citado. Por otra parte, el mismo recusado parece haber advertido esa circunstancia
-aunque tardíamente, ya que actuó en causas similares ocultando
la existencia del depósito y su consiguiente interés en las decisiones-,
al haberse excusado en una de ellas, excusación que fue desechada por
el voto mayoritario de la Corte.
Ello constituiría una grosera violación, no solo de las reglas
procesales y de la garantía del debido proceso legal asegurada por el
art. 18 de la Constitución, sino también del art. 8, párrafo
1, de la Convención Americana de Derechos Humanos, que asegura a toda
persona la garantía de ser juzgada por un juez o tribunal competente,
independiente e imparcial. Lo que resulta agravado por la circunstancia de que
el juez recusado rechace él mismo su recusación, convirtiéndose
en juez y parte, y en contradicción con su anterior actitud de excusarse
en asunto sensiblemente similar calificando inclusive su excusación,
curiosamente, como "indeclinable".
Más allá de la letra de la Constitución, de los pactos
internacionales que la integran, y de la ley, desconocería elementales
reglas de ética, con el consiguiente escándalo y bochorno para
el Tribunal, que se dictara una sentencia que eventualmente se pronunciase sobre
la constitucionalidad o inconstitucionalidad de un conjunto de normas que hacen
a la política económica del gobierno de la Nación mediante
la integración de una mayoría viciada con un juez con un interés
concreto en la decisión. Por tanto, reviste suma gravedad institucional,
quizás el más alto grado de ella, que se dicte una decisión
de esa índole con la Corte irregularmente constituida.
Tal vicio se extendería a la eventual sentencia que se dictase con la
intervención como juez de una persona interesada en que se decida en
un determinado sentido, con las graves consecuencias institucionales que ello
implicaría, poniendo en entredicho no sólo la regularidad de la
administración de justicia por el poder competente del gobierno federal
sino aun la del funcionamiento mismo de los órganos que constitucionalmente
rigen a la Nación.
Por tales consideraciones, los abajo firmantes concuerdan con el rechazo de
la recusación al juez Moliné O'Connor, pero obviamente no con
que intervenga en un acuerdo viciado el juez Fayt, por lo que la recusación
a su respecto debe ser aceptada, por lo que ponen de manifiesto la nulidad de
lo
-//-
-//- decidido y de la sentencia que eventualmente se dicte con la intervención
de dicho magistrado. AUGUSTO CESAR BELLUSCIO - ANTONIO BOGGIANO - JUAN CARLOS
MAQUEDA.
ES COPIA
Buenos Aires, 5 de marzo de 2003.
Autos y Vistos; Considerando:
1°) Que la Provincia de San Luis interpone la presente acción de
amparo sobre la base de lo dispuesto en el art. 43 de la Constitución
Nacional contra el Poder Ejecutivo Nacional, el Banco de la Nación Argentina,
y el Banco Central de la República Argentina como entidad responsable
del pago de los plazos fijos de los que es titular el Estado provincial. Persigue
por esta vía que se declare la inconstitucionalidad de los arts. 2 y
12 del decreto 214/02, del decreto 1570/01, del decreto 320/02, y que se disponga
que el Banco Central o el Banco de la Nación Argentina le entreguen a
la provincia dólares billetes de los plazos fijos que individualiza,
o su equivalente en pesos según el valor de la moneda estadounidense
en el mercado libre de cambios al tipo vendedor del día anterior al vencimiento
de la obligación. A esos efectos indica que las normas que regulan la
cuestión afectan garantías de jerarquía constitucional
y que impiden reconocer validez al "corralito financiero" y a la pesificación
compulsiva en tanto no tienen cabida dentro del "estándar"
de una restricción razonable de los derechos. Afirma que las disposiciones
que impugna destruyen y confiscan su derecho de propiedad reconocido en el art.
17 de la Constitución Nacional y, también, en el art. 21 del Pacto
de San José de Costa Rica que determina que toda persona tiene derecho
al uso y goce de sus bienes y que no puede ser privada de ellos, excepto de
mediar el pago de una indemnización justa, y apoyada esa privación
en razones de utilidad pública o interés social en los casos y
formas establecidos en las leyes.
En ese orden de ideas también sostiene que exigirle a la provincia que soporte la pesificación compulsiva agravia de manera indudable la "sustantividad" del derecho de propiedad. Al efecto arguye que al derogarse la convertibilidad la obligación de devolver los depósitos en dólares deja de ser una obligación de dar sumas de dinero para convertirse en una obligación de dar cosas. De tal manera, indica, el interés del ahorrista sólo se satisface "cuando se le reintegra la cantidad de dólares estadounidenses (cosas, ya no moneda convertible) que tenía depositado. O si se quiere, y ante una eventual falta de dólares en el mercado, dicho interés quedaría satisfecho por la cantidad necesaria de pesos...para adquirir los dólares depositados, conforme la cotización que arroje el mercado cambiario libre...pagarle a la Provincia $ 1,40 por cada dólar constituye un agravio a la sustantividad del derecho, toda vez que el valor de la moneda supera en el mercado libre los $ 2".
2°) Que la actora remarca que si esta afectación puede ser planteada
por cualquier clase de ahorrista, tanto o más digno de protección
es el derecho del Estado provincial de que se proteja su patrimonio destinado
a la satisfacción de necesidades públicas. Expone asimismo que
negarle a las autoridades de un gobierno provincial que disponga de los fondos
que el respectivo Estado depositó en plazos fijos en dólares en
el Banco de la Nación Argentina, cuando la causa de esa indisponibilidad
es una norma del Estado Nacional, implica por parte de este último un
contundente incumplimiento a su mandato constitucional de garantizar el sistema
federal. Esa garantía revela la necesidad de cumplir con dos aspectos,
uno, proveer al desarrollo económico y el bienestar de los estados provinciales,
el otro abstenerse de incurrir en hechos, actos u omisiones que perturben o
impidan su desarrollo. Según manifiesta ello es lo que sucede en el caso,
porque además de no cumplirse con la remisión oportuna de los
fondos de coparticipación, el Estado Nacional ha adoptado medidas que
le impiden a la Provincia de San Luis subvenir a las necesidades de su gobierno
al no poder disponer de los recursos que posee depositados en los plazos fijos
en cuestión. De tal manera las medidas adoptadas resultan repugnantes
también a los arts. 1, 5 y 121 de la Constitución Nacional, y
a los principios generales que determinan la inalienabilidad, imprescriptibilidad,
e inembargabilidad de los bienes del dominio estatal. Considera que tan públicos
son los bienes cuya devolución requiere, como los que tenían depositados
los estados extranjeros que fueron excluidos del "corralito y la pesificación"
según la Comunicación A 3467 del Banco Central de la República
Argentina del 8 de febrero de 2002.
3°) Que sobre la base de todo lo expuesto y la necesidad de disponer de
modo inmediato de los fondos públicos retenidos, solicita que se dicte
una medida precautoria que ordene al Banco de la Nación Argentina la
entrega inmediata de los dólares estadounidenses depositados al vencimiento
de cada uno de los plazos fijos existentes y detallados en el escrito inicial.
De no admitirse el pedido afirma que la provincia deberá paralizar toda
la obra pública, con el consecuente despido de 15.000 personas, y disponer
rescisiones de contrato que se traducirán en acciones de daños
y perjuicios contra el Estado provincial.
4°) Que a fs. 147 y a fin de ampliar los fundamentos de su pretensión
el Estado provincial acompaña el informe elaborado por su ministro de
economía del que surge cómo se han ido integrando históricamente
las sumas cuya restitución persigue por medio de este expediente, y a
esos efectos indica que fueron acumuladas durante los años 1996, 1997,
1998, 1999 y 2000 y que las cuentas correspondientes a cada ejercicio fueron
aprobadas por la legislatura local.
5°) Que a fs. 150 se declaró la competencia de este Tribunal para
intervenir en el reclamo por vía de su instancia originaria prevista
en el art. 117 de la Constitución Nacional, y se citó a una audiencia
a la gobernadora de la provincia, al ministro de economía de la Nación
Argentina, al Procurador del Tesoro de la Nación y al presidente del
Banco Central de la República Argentina. Da cuenta de su realización
el acta obrante a fs. 160; oportunidad en la que esta Corte, frente a las delicadas
cuestiones sometidas a la decisión del Tribunal fijó una nueva
audiencia para acercar a las partes en los puntos de conflicto. El resultado
negativo de la primera surge de la desgrabación del acto obrante a fs.
169/177 de este proceso. Idéntico resultado tuvo la segunda, tal como
surge de fs. 178 y de la desgrabación de la audiencia obrante a fs. 179/182.
6°) Que, sin perjuicio de la etapa conciliatoria abierta por el Tribunal
en el expediente, a fs. 186 y como consecuencia del requerimiento formulado
por la Provincia de San Luis se ordenó al Banco Central de la República
Argentina, al Poder Ejecutivo Nacional y al Banco de la Nación Argentina
que presentaran un informe circunstanciado acerca de los antecedentes y fundamentos
de las medidas impugnadas de conformidad con la previsión contenida en
el art. 8 de la ley 16.986. Ello trajo aparejado las contestaciones al requerimiento
de informes obrantes a fs. 206/224, 235/285 y 306/347, respectivamente.
7°) Que es preciso indicar que la Corte, en el ámbito de la propuesta
conciliatoria en la que estaba ocupada, consideró conveniente oír
a las asociaciones bancarias involucradas viabilizando así la intención
de esas entidades de no mantenerse ajenas a un conflicto generalizado que ya
había sido expresada en la causa M.12 XXXVIII "Ministerio de Economía
y Banco Central de la República Argentina s/ apelación contra
medidas cautelares". En consecuencia citó a una nueva audiencia
y convocó a la Asociación de Bancos Argentinos -ABA-, a la Asociación
de Bancos Públicos y Privados de la República Argentina -ABAPRA-
y a las partes en este proceso para que concurrieran a ese acto (fs. 191). Dan
cuenta de su realización, de las diversas presentaciones efectuadas y
de las posturas sostenidas por los intervinientes, las constancias que obran
agregadas a fs. 350, 352/383, 385/428, 430 y 441/451, la desgrabación
de la audiencia.
8°) Que las piezas obrantes a fs. 432 y 433 revelan las propuestas formuladas
por la Corte, que merecieron la respuesta de la Provincia de San Luis obrante
a fs. 459/460, y las del Estado Nacional de fs. 465/466 y 468.
Las dos últimas importaron el rechazo de las distintas alternativas
de conciliación y la invocación del decreto 905/02, por medio
del cual el Poder Ejecutivo Nacional con el propósito de "reconstituir
los saldos transaccionales a un nivel compatible con la liquidez existente y
un programa monetario sostenible y otorgar a los ahorristas un instrumento de
ahorro que les permita preservar el valor de sus depósitos originales
y acceder a una renta" (ver considerando 9° del decreto), les otorgó
a los titulares de depósitos constituidos en moneda extranjera en entidades
financieras, que fueron convertidos a pesos según lo dispuesto en el
decreto 214/02, la "opción" de recibir "Bonos del Gobierno
Nacional en dólares estadounidenses libor 2012".
Cabe señalar que la actora con anterioridad a esas presentaciones y en
forma inmediata al dictado del decreto referido planteo su inconstitucionalidad
(ver fs. 460/463).
9°) Que un párrafo aparte exige la presentación del Estado
provincial por medio de la cual contestó la proposición conciliatoria
de este Tribunal (ver fs. 459/460 ya referidas), ya que aporta a las cuestiones
sometidas a la decisión del Tribunal dos elementos de juicio que no podrán
ser soslayados. Uno, que el quantum de la pretensión inicial se ha modificado,
pues desde el inicio del proceso hasta esa oportunidad -30 de mayo de 2002-
la provincia ha retirado fondos, y mantiene el reclamo por la diferencia ya
sea en dólares estadounidenses o su valor en pesos al cambio correspondiente
al día en que se pague la deuda. El otro, que ofrece que la diferencia
adeudada entre la llamada pesificación y el valor del dólar billete
en el mercado libre sea reprogramada en la forma que allí indica.
10) Que de conformidad con la previsión contenida en el art. 163 inc.
3° del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación corresponde
efectuar la relación sucinta de las cuestiones introducidas por el Estado
Nacional al evacuar los informes requeridos sobre la base de la previsión
contenida en el art. 8° de la ley 16.986, presentaciones ya citadas en el
considerando 6° precedente. Ello así, a pesar de que las razones
que el Estado Nacional invoca para sustentar el dictado de las normas cuya constitucionalidad
ha sido puesta en tela de juicio en este proceso son de conocimiento general.
11) Que los fundamentos para defender el plexo normativo consisten sustancialmente
en: a) la provincia se encuentra excluida de la reprogramación relativa
a la devolución de las imposiciones bancarias; b) las cuestiones de emergencia
que determinaron el dictado de las normas y que son el fundamento de legitimidad
del plexo normativo que se debe examinar; c) la presunción de legitimidad
de los decretos de necesidad y urgencia; d) la modificación de las circunstancias
jurídicas y fácticas posteriores al pronunciamiento de esta Corte
en el conocido caso "Smith"; e) la no vulneración de derecho
patrimonial alguno sino su reglamentación en virtud de la situación
de crisis y necesidad pública existente; f) la irrelevancia, a los efectos
de la decisión de este caso, de las disposiciones contenidas en la ley
25.466, dado que, según sostiene, dicha normativa no puede crear una
situación inmutable al dictado de leyes de emergencia; g) la necesidad
de evitar corridas bancarias; h) el poder de policía del Estado para
tomar medidas excepcionales; i) la convalidación por parte de la Suprema
Corte de los Estados Unidos de Norteamérica de leyes de emergencia en
materia hipotecaria y la necesidad de responder a situaciones particulares con
decisiones particulares; j) la razonabilidad de las medidas adoptadas por el
Poder Ejecutivo Nacional; k) las situaciones que llevaron a la peor crisis de
la historia argentina en los últimos cien años; l) la iliquidez
del sistema financiero que impide responder en forma inmediata a la devolución
de los depósitos.
12) Que si bien es cierto que la vía excepcional del amparo, en principio, no sustituye las instancias ordinarias judiciales para traer cualquier cuestión litigiosa a conocimiento de la Corte, no lo es menos que siempre que aparezca de un modo claro y manifiesto el daño grave e irreparable que se causaría remitiendo el examen de la cuestión a los procedimientos ordinarios, administrativos o judiciales, corresponderá que los jueces restablezcan de inmediato el derecho restringido por la rápida vía del recurso de amparo (Fallos: 280:228; 294:152; 299:417; 303:811; 307:444; 308: 155; 311:208, entre otros), a fin de que el curso de los procedimientos ordinarios no torne abstracta o tardía la efectividad de las garantías constitucionales (Fallos: 323:2519, considerando 5°), circunstancias que se configuran en el caso.
En efecto, el planteo formulado por la amparista se reduce a la confrontación
entre el marco normativo bajo el cual se efectuó el depósito en
moneda extranjera y el que impugna por esta vía, que somete a condiciones
sustancialmente diferentes a su restitución, con severa lesión
del derecho constitucional de propiedad. La incidencia patrimonial de los actos
calificados como ilegítimos, se traduce -según la amparista- en
el evidente apartamiento entre el valor consignado en el título en la
moneda de origen -conforme la cotización que diariamente se publica en
la prensa, aun en la no especializada- y el que se pretende restituir por aplicación
de las normas cuestionadas. La concreta comprobación del grado de esa
afectación no resulta -en este estado- determinante para la admisión
de la vía intentada, pues esas alteraciones económicas sólo
son posibles dentro del marco normativo cuya incompatibilidad con la Ley Fundamental
constituye la sustancia del planteo, sin que sea relevante la eventual confiscatoriedad
de la afectación para juzgar la validez constitucional de las normas
cuestionadas (conf. T.348 XXXVIII "Tobar, Leónidas c/ E.N. M°
Defensa ?Contaduría General del Ejército? Ley 25.453 s/ amparo
?Ley 16.986", sentencia del 22 de agosto de 2002).
13) Que cabe señalar que en el transcurso del proceso, han sido dictadas
diversas normas sobre la materia objeto de esta litis por lo que, de conformidad
con reiterada doctrina de esta Corte, su decisión deberá atender
también a las modificaciones introducidas por esos preceptos en tanto
configuran circunstancias sobrevinientes de las que no es posible prescindir
(Fallos: 308:1489; 312:555; 315:123, entre muchos otros).
14) Que el decreto 1570/01, en su art. 2°, inc. a, prohibió "los
retiros en efectivo que superen los pesos doscientos cincuenta ($ 250) o dólares
estadounidenses doscientos cincuenta (u$s 250), por semana, por parte del titular,
o de los titulares que actúen en forma conjunta o indistinta, del total
de sus cuentas en cada entidad financiera". El actor, en los autos principales,
planteó la inconstitucionalidad de dicha norma por cuanto le impedía
disponer de la totalidad de los depósitos de los cuales es titular por
ser contraria al art. 17 de la Constitución Nacional y a la ley 25.466
de intangibilidad de los depósitos. La circunstancia de que en el sub
lite el titular de los fondos aún no haya visto satisfecha su pretensión
(extremo que se verifica mediante la compulsa de los autos principales) pone
de manifiesto la diferencia entre el sustrato fáctico de la presente
y el de la causa "Banco de la Ciudad de Buenos Aires s/ solicita se declare
estado de emergencia económica", Fallos: 324:4520, lo que habilita
pues, un tratamiento diverso.
15) Que, con posterioridad, la ley 25.557, sancionada el 20 de diciembre de
2001 y promulgada el 6 de enero de 2002, estableció en su art. 3°
que las disposiciones de su normativa no implicaban ratificación ni expresa
ni tácita de los decretos 1570/01 y 1606/01.
A su turno, el 6 de enero de 2002 fue sancionada y promulgada parcialmente la
ley 25.561 de Emergencia Pública y Reforma del Régimen Cambiario
que tácitamente ratificó el decreto 1570/01 (arts. 6, 7 y 15).
Dicha norma, en su art. 1°, declaró "con arreglo a lo dispuesto
en el art. 76 de la Constitución Nacional, la emergencia pública
en materia social, económica, administrativa, financiera y cambiaria,
delegando al Poder Ejecutivo Nacional las facultades comprendidas en la presente
ley, hasta el 10 de diciembre de 2003, con arreglo a las bases que se especifican
seguidamente: 1) proceder al reordenamiento del sistema financiero, bancario
y del mercado de cambios, 2) reactivar el funcionamiento de la economía
y mejorar el nivel de empleo y de distribución de ingresos, con acento
en un programa de desarrollo de las economías regionales, 3) crear condiciones
para el crecimiento económico sustentable y compatible con la reestructuración
de la deuda pública, 4) reglar la reestructuración de las obligaciones,
en curso de ejecución, afectadas por el nuevo régimen cambiario
instituido en el art. 2°".
De las diversas disposiciones de la ley, se desprende que la delegación
normativa conferida al Poder Ejecutivo, ha quedado circunscripta a "establecer
el sistema que determinará la relación de cambio entre el peso
y las divisas extranjeras y dictar regulaciones cambiarias" (art. 2°),
a reestructurar "las deudas con el sector financiero" (art. 6°,
segundo párrafo), "establecer medidas compensatorias que eviten
desequilibrios en las entidades financieras" (art. 6°, párrafo
tercero) y disponer "las medidas tendientes a preservar el capital perteneciente
a los ahorristas" (art. 6°, párrafo 5°).
16) Que, posteriormente, el decreto 71/2002, reglamentario del régimen
cambiario establecido por la ley 25.561 facultó, en su art. 5°, al
Ministerio de Economía a reglamentar la oportunidad y modo de disposición
por sus titulares de los depósitos en pesos o en divisas extranjeras;
pauta modificada a su vez por el decreto 141/02 en cuanto a la devolución
de saldos en monedas extranjeras.
Sobre la base de las atribuciones conferidas en la normativa recientemente indicada,
el Ministerio de Economía dictó la resolución 18/2002,
del 17 de enero de 2002, la cual ha sido reformada por la 23, del 21 de enero
de 2002, actualmente vigente, que en su anexo, establece, en cuanto aquí
interesa, un cronograma de vencimientos reprogramados de los depósitos
existentes en el sistema bancario a la fecha de su entrada en vigencia, bajo
el régimen del decreto 1570/01, en el que se mantiene la indisponibilidad
de dichos fondos.
17) Que el examen de la validez constitucional del plexo normativo hasta aquí
enunciado ha sido objeto de pronunciamiento por esta Corte en la causa "Banco
de Galicia y Buenos Aires s/ solicita intervención urgente en autos:
'Smith, Carlos Antonio c/ Poder Ejecutivo Nacional o Estado Nacional'"
(Fallos: 325:28), y voto concurrente del juez Fayt, cuyos fundamentos no han
sido rebatidos por elementos de juicio idóneos para alterar las conclusiones
a que allí se ha arribado, por lo que corresponde estar a la declaración
de inconstitucionalidad decidida en dicho precedente al que cabe remitir, en
lo pertinente, brevitatis causæ.
Cabe añadir, en cuanto a las nuevas opciones previstas en el plexo normativo
cuestionado, que la actora ha mantenido su pretensión de recuperar el
depósito en la moneda de origen. Desde tal perspectiva, dichas opciones
carecen de virtualidad, ya que consisten en aceptar una o más alternativas
dentro de un sistema legal que la actora rechaza en su totalidad.
18) Que, con posterioridad al dictado del fallo mencionado supra, el 4 de febrero
de 2002, el Poder Ejecutivo Nacional dictó el decreto 214/02 que, en
su art. 1° dispuso: "A partir de la fecha del presente decreto quedan
transformadas a PESOS todas las obligaciones de dar sumas de dinero, de cualquier
causa u origen -judiciales o extrajudiciales- expresadas en DÓLARES ESTADOUNIDENSES,
u otras monedas extranjeras existentes a la sanción de la Ley N°
25.561 y que no se encontrasen ya convertidas a PESOS". Asimismo, el art.
2°, estableció: "Todos los depósitos en DÓLARES
ESTADOUNIDENSES u otras monedas extranjeras existentes en el sistema financiero,
serán convertidos a PESOS a razón de PESOS UNO CON CUARENTA CENTAVOS
($ 1,40) por cada DÓLAR ESTADOUNIDENSE, o su equivalente en otra moneda
extranjera. La entidad financiera cumplirá con su obligación devolviendo
PESOS a la relación indicada". El art. 4°, por su parte, determinó
que "a los depósitos y a las deudas referidos, respectivamente,
en los artículos 2°, 3°, 8° y 11 del presente decreto, se
les aplicará un Coeficiente de Estabilización de Referencia, el
que será publicado por el BANCO CENTRAL DE LA REPÚBLICA ARGENTINA...".
En el art. 5°, se estableció que lo dispuesto en el artículo
precedente no derogaba lo establecido por los arts. 7° y 10 de la ley 23.928
-convertibilidad- en la redacción establecida por el art. 4° de la
ley 25.561 y prohibió la indexación de las obligaciones de cualquier
naturaleza u origen con posterioridad a la sanción de la ley 25.561.
A su turno el art. 9° del decreto 214/02 dispuso -para depósitos
de hasta U$S 30.000- "la emisión de un Bono en DÓLARES ESTADOUNIDENSES,
con cargo a los fondos del Tesoro Nacional, por el que podrán optar los
depositantes en el sistema financiero, a los que se refiere el artículo
2° del presente, en sustitución de la devolución de sus depósitos".
19) Que, como complemento de estas medidas, el 8 de febrero de 2002 el Poder
Ejecutivo dictó el decreto 260/02 por el cual se creó un mercado
único y libre de cambios en el que se cursarían todas las operaciones
en divisas extranjeras (art. 1°).
El decreto 214/02 fue posteriormente modificado por los decretos 320/02 (del
15 de febrero de 2002), 410/02 (del 1° de marzo de 2002), 471/02 (del 8
de marzo de 2002), 494/02 (del 12 de marzo de 2002); 704/02 (del 30 de abril
de 2002), 762/02 (del 6 de mayo de 2002), 905/02 (del 31 de mayo de 2002), 992/02
(del 11 de junio de 2002) y 1836/02 (16 de septiembre de 2002) dispositivos
que, a su vez, han sido reglamentados por numerosas resoluciones del Ministerio
de Economía y Comunicaciones del Banco Central de la República
Argentina.
20) Que ha de puntualizarse, en primer término, que se encuentra en
debate la constitucionalidad de un aspecto del complejo régimen jurídico
que modificó sustancialmente la política monetaria seguida por
el Estado durante varios años, parte del cual fue objeto de examen por
este Tribunal en la causa "Smith" citada.
Aunque en el sub lite no se cuestiona la totalidad del nuevo sistema legal vigente,
sino aquellas normas que regulan la restitución de los depósitos
bancarios, no puede obviarse que esas disposiciones forman parte de un plexo
dispositivo de vasto alcance. Desde esa perspectiva, resulta evidente que compete
a la decisión de los poderes políticos del Estado la formulación
de esas líneas gubernamentales y que a este Tribunal sólo le cabe
confrontar el ajuste de tales normas con la Constitución Nacional, sin
que de ese control resulte valoración de dichas políticas ni -menos
aún- adopción de medidas sustitutivas o complementarias del accionar
de las otras ramas del gobierno.
Tampoco cabe responsabilizar a los depositantes por una política económica
y financiera concebida y ejecutada por el poder público estatal. Decisiones
de esa índole frecuentemente benefician a un sector de la población,
pero son de incidencia neutra o negativa para otro, pues es difícilmente
concebible que una línea gubernamental satisfaga los intereses de todos
los habitantes del país (Alexander Hamilton, James Madison, y Jon Jay,
The Federalist, N° 10, pág. 11, Penguin Books, New York, 1987). La
clave del sistema representativo consiste, principalmente, en armonizar las
necesidades generales con la escasez de los recursos disponibles, lo que hace,
esencialmente, a las funciones del Congreso Nacional. No cabe juzgar, por consiguiente,
a quienes se acogieron a un sistema legal vigente durante aproximadamente diez
años y celebraron operaciones comerciales y financieras dentro de él,
sino determinar si el abrupto cambio de esa política estatal se efectuó
dentro de los márgenes constitucionalmente aceptables para la validez
de tales decisiones y, en caso de que ello no ocurriese, resolver la controversia
de modo compatible con el marco jurídico en que aquélla se configura
y la crisis en que se inserta.
En tal sentido, resulta excesiva toda consideración que refiera a meras
variables económicas la solución del litigio, ya que mientras
el Estado Nacional mantuvo vigente la paridad del peso con el dólar,
fue lícito que se constituyeran depósitos bancarios en una u otra
moneda, tuviesen o no los billetes de la divisa extranjera, pues las operaciones
de conversión de moneda son propias de toda transacción bancaria,
al valor que resulte del mercado o de las decisiones estatales que rigen el
punto. El abandono de esa política por parte del poder público
y las consecuencias que esa decisión proyecta en las relaciones jurídicas,
del modo con que fue adoptada, es lo que motiva los miles de litigios similares
al presente y lo que exige el examen del nuevo plexo normativo en orden a su
correspondencia con la Ley Fundamental.
Cabe señalar que cada ahorrista, al imponer su plazo fijo, pudo optar
por efectuar una operación de cambio, retirando los dólares a
fin de atesorarlos o depositarlos a plazo fijo, para desvirtuar la tesis de
que aquéllos concretaban operaciones meramente ficticias. El argumento
de que los dólares eran ficticios no puede utilizarse para favorecer
al banco en la relación jurídica sub examine: si el banco efectivamente
carecía de los dólares correspondientes a la operación
para afrontar su pago, la responsabilidad por las consecuencias de esta circunstancia
debe recaer sobre éste, no sobre el depositante, ajeno a la realidad
interna de la institución (art. 902, Código Civil).
21) Que el rasgo más saliente del sistema sub examine es la notoria asimetría
en el tratamiento de las situaciones que regula, lo cual -a su vez- torna inequitativo
dar aquí una solución jurídica homogénea y uniforme
a todas las hipótesis abarcadas por la norma. Por ello, todo lo que aquí
se considere y decida quedará circunscripto exclusivamente a la situación
planteada en este pleito, en el que se encuentra en juego la validez del art.
2° del decreto 214/02, sin que sus efectos puedan proyectarse, sin más,
a los otros supuestos cuyas particularidades serán examinadas por este
Tribunal en la medida en que arriben a sus estrados, para resolver conforme
corresponda en cada caso. Ello es así pues, de lo contrario, se correría
el riesgo de provocar respuestas inicuas, que solo contribuirían a ahondar
aún más la desorientación provocada tanto por la deficiente
técnica legislativa que se vislumbra en las disposiciones bajo examen,
las cuales han generado una profusión de normas sobre la materia que,
más que propender a la fijación de pautas claras, han provocado
un inédito y prolongado estado de incertidumbre (conf. considerando 9°
de la causa "Smith", ya citada), que aún no ha sido disipado.
22) Que, en el mismo orden de consideraciones, es menester señalar que la decisión que aquí se adopta carecerá de virtualidad en el supuesto de que la situación jurídica de la depositante se modificase o consolidase en virtud de la normativa cuestionada. Ello es así pues, si se configurase alguna de esas hipótesis, resultaría de aplicación la doctrina de este Tribunal según la cual el sometimiento voluntario y sin reserva expresa a un régimen jurídico, obsta a su ulterior impugnación con base constitucional toda vez que no puede ejercerse una pretensión judicial manifiestamente contradictoria e incompatible con una anterior conducta deliberada, jurídicamente relevante y plenamente eficaz (confr. Fallos: 255:216; 279:350; 290:216; 297:236; 310:1623, 2117; 311:1695 y 1880; 316:1802; 317:524, entre muchísimos otros; así como las previsiones de los arts. 724, 725 y concordantes del Código Civil y 17 de la Constitución Nacional).
23) Que la norma impugnada en el caso, ha sido dictada con base en la situación
de emergencia declarada por la ley 25.561. En relación con el fundamento
de las normas de emergencia y sus condiciones de validez esta Corte ha tenido
oportunidad de expedirse recientemente en el ya referido caso "Smith"
(Fallos: 325:28) y en la causa T.348.XXXVIII "Tobar, Leónidas c/
E.N. M° Defensa ?Contaduría General del Ejército? Ley 25.453
s/ amparo ley 16.986" (sentencia del 22 de agosto de 2002), lo que exime
de reiterar aquí los conceptos allí vertidos. Sin perjuicio de
ello, no es ocioso recordar, como lo ha puntualizado desde antaño el
Tribunal, que la restricción que impone el Estado al ejercicio normal
de los derechos patrimoniales debe ser razonable, limitada en el tiempo, un
remedio y no una mutación en la sustancia o esencia del derecho adquirido
por sentencia o contrato (Fallos: 243:467; 323: 1566, entre muchos otros). De
ahí que los mecanismos ideados para superar la emergencia están
sujetos a un límite y éste es su razonabilidad, con la consiguiente
imposibilidad de alterar o desvirtuar en su significación económica
el derecho de los particulares (confr. causa "Smith"); y no es dudoso
que condicionar o limitar ese derecho afecta a la intangibilidad del patrimonio
y obsta al propósito de afianzar la justicia.
24) Que esta Corte ha justificado la adopción jurídica de remedios
extraordinarios cuyo rasgo fundamental es la limitación temporal y razonable
del ejercicio de los derechos (Fallos: 172:21; 238:76; 243:449 y 467; 264:344
y 269:416). Y aun cuando se admitan restricciones como respuesta a la crisis
que se intenta paliar, aquellas deben necesariamente reconocer el vallado de
la justicia y la equidad por lo que los medios elegidos no pueden desvirtuar
la esencia de las relaciones jurídicas establecidas bajo un régimen
anterior.
25) Que el ejercicio del control de constitucionalidad con relación al
decreto 214/02 exige examinar, en primer término, si la norma fue dictada
dentro del ámbito de las facultades que le competen al Poder Ejecutivo
Nacional. En efecto, decidir "...si un asunto ha sido, en alguna medida,
conferido a otro poder del Estado, o si la acción de ese poder excede
las facultades que le han sido otorgadas, es en si mismo un delicado ejercicio
de interpretación constitucional y una responsabilidad de esta Corte
como último intérprete de la Constitución" ("Baker
v. Carr", 369 U.S. 186, 82 S.Ct. 691, 7 L. Ed. 2d. 663, 1962).
De tal modo, la facultad de revisión judicial encuentra su límite
en el ejercicio regular de las funciones privativas de los poderes políticos
del Estado, pues la función jurisdiccional no alcanza al modo del ejercicio
de tales atribuciones, en cuanto de otra manera se haría manifiesta la
invasión del ámbito de las facultades propias de las otras autoridades
de la Nación (Fallos: 254:43; 321:1252, entre otros).
26) Que debe tenerse en cuenta que en los considerandos del decreto 214/02 se
invoca la situación de emergencia declarada por la ley 25.561, no obstante
lo cual el último párrafo de ese texto expresa que las medidas
se adoptan "en uso de las facultades conferidas por el artículo
99, inciso 3 de la Constitución Nacional".
La simultánea apelación a dos fuentes disímiles para el
ejercicio de tales atribuciones impone determinar si éstas son compatibles
y, en su caso, cuál es su respectivo ámbito de aplicación.
27) Que la ley 25.561, en su art. 1° declaró, "con arreglo a
lo dispuesto en el artículo 76 de la Constitución Nacional, la
emergencia pública, en materia social, económica, administrativa,
financiera y cambiaria, delegando al Poder Ejecutivo Nacional las facultades
comprendidas en la presente ley, hasta el 10 de diciembre de 2003, con arreglo
a las bases que se especifican seguidamente", las que fueron indicadas
a continuación en cuatro incisos.
Conforme dicho marco legislativo, el Poder Ejecutivo Nacional quedó
sujeto a múltiples limitaciones en el ejercicio de las facultades delegadas,
ya que el Congreso de la Nación fijó el ámbito de la emergencia
en que serían ejercidas (materia social, económica, administrativa,
financiera y cambiaria), su duración temporal (hasta el 10 de diciembre
de 2003) y los cometidos a satisfacer mediante su cumplimiento (reordenamiento
del sistema financiero, bancario y cambiario; reactivación de la economía,
mejoramiento del nivel de empleo y de distribución de ingresos; condiciones
para el crecimiento económico sustentable, compatible con la reestructuración
de la deuda pública; reestructuración de las obligaciones en curso
de ejecución, afectadas por el nuevo régimen cambiario).
28) Que en los considerandos del decreto 214/02, después de mencionar
la emergencia declarada por la ley citada, el Poder Ejecutivo puso de manifiesto
la necesidad de preservar determinados ámbitos dentro de ese contexto,
especialmente en lo relativo a la paulatina normalización del sistema
financiero y de la actividad económica. Para ello, estimó ineludible
mantener las restricciones a la disposición de fondos, evitar la concurrencia
masiva de los ahorristas a los tribunales y -entre otras medidas- aumentar y
reforzar las atribuciones del Banco Central.
En el marco descripto, resulta claro que el Poder Ejecutivo ponderó diversas
fases de la crisis y varias alternativas para su superación, pero es
también evidente que no invocó una nueva situación de emergencia,
diferente de la reconocida y declarada por el Congreso en la ley 25.561 y sobreviniente
a la situación fáctica allí contemplada.
29) Que es inherente a los complejos fenómenos sociales y económicos
que caracterizan la emergencia, la movilidad y alteración de su configuración,
que podrá conducir a su agravamiento -quizás temporario- o a sentar
las bases para su solución.
Esas contingencias no modifican su sustancia, en tanto no cambie el contexto
que le dio origen o se combinen con él factores extraños que la
desdibujen o modifiquen de modo sustancial. Ello no ha ocurrido en el sub lite
y en los considerandos del decreto 214/02, el Poder Ejecutivo no invocó
ninguna circunstancia ajena a la situación contemplada por el Congreso
al dictar la ley 25.561.
En tales condiciones, ha de concluirse que, más allá de la pertinencia
de acudir a las facultades previstas en el art. 99 inc. 3° de la Constitución
Nacional para dictar las medidas cuya constitucionalidad se examina, el Poder
Ejecutivo no ha ejercido sus atribuciones fuera del ámbito de la emergencia
declarada por el Congreso Nacional.
Por ende, las limitaciones establecidas en el art. 1° de la ley 25.561 resultan
aplicables a su desempeño y, en consecuencia, también las pautas
a las que el Poder Legislativo sometió la delegación de sus facultades,
tal como lo establece el art. 76 de la Ley Fundamental.
30) Que una solución contraria a la indicada, importaría admitir
una nueva y sobreabundante declaración y regulación de emergencia,
superpuesta a la declarada por el Congreso y carente de utilidad, salvo que
constituyese un arbitrio para eludir el marco fijado por la delegación
de sus facultades legislativas, lo que no resulta admisible.
En resumen, conceptualmente resulta concebible tanto que el Congreso delegue
sus facultades legislativas frente a la emergencia (art. 76 de la Constitución
Nacional), como que el Poder Ejecutivo las ejerza por sí, en el marco
reglado por el art. 99 inc. 3° de la Ley Fundamental.
Pero lo que no es procedente es que, frente a una delegación -como la
efectuada por el Congreso en la ley 25.561-, el Poder Ejecutivo ejerza facultades
excepcionales, concebidas para ser desempeñadas en defecto de la actuación
del Poder Legislativo y no en forma concurrente con él.
La delegación que la Constitución permite, exige que sea ejercida
"dentro de las bases...que el Congreso establezca" (art. 76). La sanción
de la ley 25.561 que declara la emergencia y delega facultades para lograr superarla,
es suficiente evidencia de que no concurre la hipótesis que habilita
el mecanismo establecido en el art. 99 inc. 3° de la Ley Fundamental, en
tanto el Poder Ejecutivo no aludió a una diferente configuración
fáctica que lo autorizase a ingresar en ese marco constitucional.
31) Que se ratifica lo expuesto si se advierte que el Congreso Nacional siguió
legislando dentro del marco de la misma emergencia declarada en la ley 25.561,
tal como lo revela la sanción de las leyes 25.563, 25.587 y 25.589, que
exhiben una continuidad en las decisiones políticas adoptadas por el
Poder Legislativo, en pleno ejercicio de sus potestades.
32) Que, bajo esa óptica, corresponde verificar la regularidad en el
ejercicio de las facultades delegadas en favor del Poder Ejecutivo, confrontando
el ajuste de las decisiones impugnadas con las bases establecidas por el Congreso
de la Nación, como lo impone la Constitución Nacional.
El art. 6° de la ley 25.561 constituye el centro normativo de esas bases
de la delegación y textualmente establece que: "El Poder Ejecutivo
Nacional dispondrá las medidas tendientes a preservar el capital perteneciente
a los ahorristas que hubieren realizado depósitos en entidades financieras
a la fecha de entrada en vigencia del decreto 1570/ 2001, reestructurando las
obligaciones originarias de modo compatible con la evolución de la solvencia
del sistema financiero. Esa protección comprenderá a los depósitos
efectuados en divisas extranjeras".
Según se advierte, el Congreso fijó una pauta precisa, que fue
desatendida por el Poder Ejecutivo Nacional al dictar el decreto 214/02. El
Poder Legislativo, conforme al texto legal, sólo lo había habilitado
a actuar para afrontar la crisis, con la limitación de preservar el capital
perteneciente a los ahorristas que hubieren realizado depósitos en entidades
financieras a la fecha de entrada en vigencia del decreto 1570/01, operaciones
entre las que estaban expresamente incluidos los depósitos realizados
en moneda extranjera.
33) Que, al apartarse de ese marco, el Poder Ejecutivo excedió los límites
establecidos en los arts. 3, 4, 5, 6, 15, 19 y 21 de la ley 25.561, pues esas
disposiciones no proporcionan sustento legal para alterar el valor del capital
depositado en divisas, restituyendo en moneda de curso legal una cantidad que
no expresa su magnitud real. En todo caso, según dicha normativa, existe
la posibilidad de reprogramar las obligaciones originarias de "modo compatible
con la evolución de la solvencia del sistema financiero" (art. 6,
5° párrafo, ley citada).
34) Que cabe puntualizar al respecto que la legislación de referencia
sólo ha permitido la pesificación de las deudas "con"
el sistema financiero -y no "del" sistema financiero- que se indican
en forma taxativa en el segundo párrafo del art. 6° de la ley 25.561.
De tal modo, se han transformado en pesos según una relación de
cambio de un peso?un dólar, los créditos hipotecarios, los de
construcción, refacción y ampliación de vivienda, los personales,
los prendarios para adquisición de automotores y los créditos
de pequeñas y medianas empresas; pero a la vez se ha establecido una
importantísima limitación, pues la reestructuración "solo"
es posible "en deudas con el sistema financiero cuyo importe en origen
no fuese superior a U$S 100.000".
Esas disposiciones traducen la adopción de una política económica
selectiva respecto de quienes habían efectuado determinadas operaciones
bajo el régimen anterior, que no se refleja paralelamente en el tratamiento
de las deudas "del" sistema financiero con los ahorristas.
No cabe atribuir ese efecto a la simple autorización -incluida en la
misma norma legal- para adoptar "medidas compensatorias" que eviten
desequilibrios en las entidades financieras como consecuencia de la pesificación
antes dispuesta, como lo revela la mención a la posible emisión
de títulos del Gobierno Nacional en moneda extranjera, garantizados.
Antes bien, ello es indicativo de una política destinada a incluir al
Estado en la solución de las decisiones adoptadas en materia de pesificación
asimétrica, y no de hacer recaer sobre el sector de los depositantes,
en principio ajeno en su causa y en sus efectos a esa disparidad, el soporte
económico de las consecuencias de la opción gubernamental.
35) Que cabe concluir, por lo expuesto, que en exceso de las facultades delegadas
por el Congreso, el Poder Ejecutivo Nacional transformó, compulsiva y
unilateralmente, la sustancia de los depósitos bancarios efectuados en
moneda extranjera, al disponer su conversión a pesos, con apartamiento
de lo dispuesto por la ley 25.561 y con una relación entre la moneda
nacional y las divisas que no refleja el valor del capital originariamente depositado.
Esa falta de concordancia entre la ley mencionada y los ulteriores decretos del Poder Ejecutivo Nacional se patentiza aun más cuando se advierte que dicha ley no había derogado, sino que sólo había suspendido, la vigencia de la ley 25.466, en cuanto disponía la intangibilidad de los depósitos, y únicamente había autorizado el aplazamiento de los pagos que, según las previsiones de los arts. 617 y 619 del Código Civil y de la ley 25.466, debían hacerse en determinada moneda al 3 de diciembre de 2001.
36) Que cabe recordar, asimismo, la doctrina de la Corte Suprema de Estados
Unidos en el caso "Perry v. United States" (294 US 330), resuelto
en el año 1935, durante la "Gran depresión", cuando
Estados Unidos abandonó el estándar del oro como forma de determinar
el valor de su moneda. La referencia es obligada, porque se ha sostenido que
este fallo apoya la "pesificación", en la forma aquí
legislada por el decreto 214/02. No es así. En primer lugar, porque al
referirse a un título público, el deudor era el gobierno de los
Estados Unidos, lo que diferencia el caso sustancialmente del presente. En segundo
lugar, porque no autoriza al deudor (el Tesoro estadounidense) a autoliberarse,
como estado, del compromiso asumido. En el caso, el actor, reclamaba al gobierno
de Estados Unidos, por un bono público que éste había emitido,
en razón de una cláusula que sostenía que el capital "es
pagadero en moneda de oro de los Estados Unidos del actual estándar de
valor". Reclamaba la diferencia en moneda de curso legal por el monto mayor
al valor nominal del bono, a raíz de que el Congreso, mediante una resolución
conjunta de ambas cámaras, había derogado la cláusula oro
en todas las obligaciones, considerando que esas cláusulas "obstruían
la facultad del Congreso de fijar el valor de la moneda en los Estados Unidos"
(Joint Resolution of June 5, 1933, ch. 48, 48 Stat. 112).
Al resolver, la Corte norteamericana concluyó que la norma cuestionada,
que declaraba contrarias al orden público las obligaciones con cláusulas
oro del Estado con los particulares, excedió los límites que el
Congreso tenía en la materia. El tribunal señaló "...Estados
Unidos de América está tan ligado por sus contratos como lo están
los particulares. El repudio de sus obligaciones equivale a la negativa de cumplir
con lo pactado, con la connotación negativa y el reproche que ese término
implica, del mismo modo que lo sería si el incumplidor hubiera sido un
estado, un municipio o un ciudadano [...] Cuando Estados Unidos de América,
con autoridad constitucional, celebra contratos, tiene derechos e incurre en
responsabilidades similares a las de aquellos que son parte de dichos instrumentos
[...] el puntual cumplimiento de las obligaciones contractuales es esencial
para el mantenimiento del crédito de los deudores tanto públicos
como privados [...] La Constitución le da al Congreso el poder de tomar
dinero prestado sobre el crédito de la Nación. Un poder no calificado,
un poder vital para el gobierno sobre el cual, en una situación extrema,
su propia existencia podría depender. La calidad vinculante de esa promesa
asumida por los Estados Unidos es de la esencia de la obligación crediticia
contraída. Teniendo el poder de autorizar la emisión de obligaciones
públicas para cancelar tales créditos, el Congreso no ha sido
investido con facultad para alterar o destruir esas obligaciones...".
Pese a tan categóricos enunciados, el tribunal declaró que era
imposible fijar el resarcimiento al actor porque habiéndose prohibido
la comercialización de oro en todo el territorio de los Estados Unidos,
así como la importación del metal, no podía mensurarse
el daño sufrido por el actor, imposibilidad derivada de la inexistencia
de un valor de mercado del oro, al estar fuera del comercio, prohibida su tenencia,
negociación, exportación e importación, no obstante lo
cual se encargó de señalar que "afirmar que el Congreso puede
retirar o ignorar la garantía es asumir que la Constitución la
considera una promesa vana: una garantía que no tiene otro soporte que
la voluntad o conveniencia del deudor".
37) Que, por otra parte, cabe poner de resalto que la llamada "intangibilidad
de los depósitos" sancionada por la ley 25.466 no constituye un
concepto reiterativo o sobreabundante respecto de la protección constitucional
al derecho de propiedad. Ello, porque la enérgica redacción de
dichas normas revela innegablemente la existencia de una política económica
dirigida a captar depósitos, suscitando para lograr ese objetivo un intenso
grado de confianza que, en forma casi inmediata, el poder público defraudó
con el dictado de las normas aquí cuestionadas. Aún así,
es claramente perceptible en la ley 25.561 la continuidad normativa de esa decisión
política, dentro de los severos márgenes de la crisis, y su abandono
sólo se registra en las normas cuya constitucionalidad aquí se
debate.
Resulta una especulación inconducente aventurar si en ausencia de esas
disposiciones afirmatorias de la "intangibilidad" de los depósitos,
la solución del caso hubiese discurrido por los mismos términos
que los aquí examinados, ya que tales normas fueron efectivamente dictadas
y no puede obviarse su aplicación al litigio planteado. En todo caso,
conceptualmente la "intangibilidad" se proyectó en el marco
legislativo después excedido por el Poder Ejecutivo Nacional, de modo
que no perdió su virtualidad para incidir en la solución del caso.
38) Que, desde otra perspectiva, no cabe asimilar la situación examinada
en el sub lite, con la adopción de una política cambiaria diferente
de la anteriormente seguida por el Estado, del modo acontecido años atrás
con el abandono de la llamada "tablita" o de similares -y reiterados-
episodios de la historia nacional. Debe advertirse que las normas en juego no
constituyen la fijación de un tipo de cambio para determinada moneda
extranjera, porque no se trata de una alteración de orden general, sino
que ésta presenta una incidencia diferente para distintas relaciones
jurídicas, lo que distingue sustancialmente este caso del publicado en
Fallos: 225:135, en especial página 151. En el precedente citado, la
Corte Suprema dijo que "...como la moneda es el común denominador
de todos los valores económicos, sería sustancialmente injusto
que los jueces se hicieren cargo de la consecuencia de sus oscilaciones [...]
en los casos sometidos a su decisión, mientras el fenómeno influye
del mismo modo, sin remedio posible para los particulares, en la totalidad de
la vida económica del país" (Fallos: 225:135).
Esa reforma sustancial en la política monetaria tuvo un fuerte impacto
en el cumplimiento de varias especies de obligaciones pendientes. Pero, además,
incidió en los aspectos más trascendentes de la vida cotidiana
de la población, que al verse impedida de disponer de sus depósitos,
debió paralizar múltiples aspectos de su actividad habitual, reformular
otros y adecuar su ritmo al de los sucesivos cambios normativos que expresan
esa política estatal. En ese contexto, resulta evidente que lo que aquí
se debate no es la equidad de un nuevo tipo de cambio para la moneda extranjera,
sino la constitucionalidad de medidas adoptadas por el poder público
que alteran en forma sustancial -y de modo diferenciado- las distintas relaciones
jurídicas establecidas entre partes, afectando gravemente el derecho
constitucional de propiedad y de igualdad ante la ley.
39) Que, en el orden de ideas precedentemente descripto, ha de concluirse que
el poder administrador, al margen de las directivas establecidas por el Poder
Legislativo (art. 6, ley 25.561), desconoció -contra legem-, la sustancia
de los depósitos bancarios efectuados en moneda extranjera, al ordenar
su eventual -y postergada- restitución a un valor arbitrariamente fijado
por ese mismo poder estatal, como parte de un complejo programa de "pesificación
asimétrica" cuyo mérito y eficacia no compete a este Tribunal
ponderar, pero que se proyecta, en el sub lite, como un grave agravio al derecho
constitucional de propiedad.
40) Que, desde esta perspectiva, el régimen puesto en tela de juicio
ha consagrado contra una ley del Congreso, una grave lesión del derecho
de propiedad, pues, como ha expresado Rafael Bielsa, "...en nuestro sistema
el legislador no es el árbitro del derecho de propiedad: puede limitarlo,
pero no desnaturalizarlo...Puede fijar el contenido del derecho frente a otros
derechos, pero en todo está subordinado a la Constitución...El
interés colectivo nada tiene que ver, y menos imperar, sobre las garantías
constitucionales, y no se satisface con injusticias sino con los ingresos fiscales
o recursos financieros como la Constitución lo dispone" (El Derecho
de Propiedad en la Constitución, La Ley, Tomo 92, págs. 77/93).
41) Que tanto lo precedentemente expuesto, como lo decidido en la causa "Smith"
derivan de la razonada aplicación del art. 17 de la Constitución
Nacional, en tanto dispone que "La propiedad es inviolable y ningún
habitante de la Nación puede ser privado de ella, sino en virtud de sentencia
firme fundada en ley". Soslayar su vigencia, cualesquiera sean las razones
para enervar su recto contenido, importaría retirar a la República
del concierto de naciones civilizadas, que contemplan el derecho de propiedad
como uno de los pilares del respeto a los derechos inherentes a la persona y
que configura una formidable base de impulso para el progreso de las naciones.
Si bien el Estado puede reglamentar el derecho de propiedad (art. 28 Constitución
Nacional), el ejercicio de esa facultad no puede conducir a disminuir sustancialmente
el valor de una cosa (Gunther, G., Constitutional Law, pág. 486, 13a
Ed., The Foundation Press, New York, 1997).
42) Que ha de recordarse también que la Constitución Nacional
organiza una república en la que los ciudadanos, que participan de la
formación del orden jurídico mediante la elección de quienes
sancionarán las leyes, ostentan derechos de jerarquía supralegal.
El reconocimiento que la Ley Fundamental efectúa de aquellos derechos,
como preexistentes a su sanción, inclusive no enumerados, pero igualmente
válidos -art. 33 de la Constitución Nacional-, traduce la existencia
de una zona de reserva de los habitantes de la Nación en cuanto al ejercicio
de sus derechos básicos, que se refleja en el sistema de control de constitucionalidad.
La pretendida inaplicabilidad de la norma en el caso concreto que el individuo
somete a decisión del juez, importa una manifestación genuina
del principio de soberanía del pueblo. Los jueces se constituyen en "guardianes
de la Constitución" para reparar la lesión que un sujeto
ha sufrido en sus derechos individuales.
Así, el ejercicio de la petición de inconstitucionalidad de un
acto de gobierno ante los estrados judiciales constituye la expresión
máxima de autonomía del ciudadano, quien reclama la plena vigencia
de sus derechos individuales, no delegados, frente a los excesos en que hubiesen
podido incurrir sus representantes.
43) Que, desde tal perspectiva, compete a los poderes políticos la búsqueda
de las soluciones con que deben enfrentarse las crisis a que toda nación
se ve expuesta, excluyendo aquellas vías que impliquen el compromiso
de los derechos básicos e inalienables que los constituyentes calificaron
como inviolables. La emergencia -como lo ha sostenido reiteradamente y desde
antiguo esta Corte- no ampara el desconocimiento de tales derechos, por lo que
no podría esperarse que el avasallamiento del derecho de propiedad fuese
tolerado por el Tribunal.
El progreso del país se debió, en buena parte, al lúcido
texto constitucional que ofreció a nacionales y extranjeros la protección
de sus vidas y patrimonios, atrayendo una corriente inmigratoria que contribuyó
a poblar el desierto territorio y a cubrirlo de valiosas inversiones desde fines
del siglo diecinueve. La permanencia de esas bases constitucionales para el
progreso y el crecimiento no puede ser desconocida por tropiezos circunstanciales
que sólo pueden ser superados con la madurez de los pueblos respetuosos
de sus leyes. La fractura del orden fundamental sólo habría de
agravar la crisis, al ver afectados ya no sólo los derechos aquí
lesionados, sino los restantes que protege la Constitución, hasta tornar
inviable el logro de los objetivos de "afianzar la justicia" y "promover
el bienestar general" sobre los que reposa el orden institucional.
44) Que la grave emergencia cuyos efectos aquí se analizan, alcanza en
mayor o menor medida a toda la Nación, alterando el ritmo de vida de
la población y no sólo la magnitud de sus recursos económicos.
Por ello, es evidente que quienes se encuentran involucrados en las relaciones
jurídicas alcanzadas por esos efectos, deberán contribuir con
un aporte parcial a la superación de la crisis, sin que pueda considerarse
a sector alguno inmune a tales alteraciones, pero sin olvidar, a la vez, que
todos merecen igual protección constitucional.
45) Que, en virtud de las reglas que gobiernan las situaciones de emergencia
mencionadas en los considerandos precedentes, y por las razones allí
expuestas, cabe reputar legítimo que, ante situaciones de extrema gravedad,
pueda recurrirse al empleo de medios que, en alguna medida, importen un sacrificio
para los miembros de la sociedad, en virtud del principio de solidaridad social.
En el caso, aun admitiéndose que la adopción de medidas indispensables
para evitar males mayores podían acarrear ciertos perjuicios, lo irrazonable
ha sido que tales perjuicios se hicieron recaer mayormente sobre una de las
partes. Dicho de otra manera, no ha existido distribución equitativa
del perjuicio. En lo que al caso atañe, el medio empleado ha provocado
un menoscabo mucho más significativo para el depositante que para la
entidad bancaria, con obvia lesión de los derechos patrimoniales de aquél.
46) Que los vicios que descalifican constitucionalmente la disposición
del art. 2° del decreto 214/02 hasta aquí examinados, no se ven atemperados
por las soluciones complementarias establecidas por los decretos 905/02 y 1836/
02. Ello es así pues los decretos indicados no aminoran los efectos nocivos
de la pesificación desde que, aun cuando crean ciertos paliativos para
compensar la pérdida del valor adquisitivo provocada por el empleo de
la paridad $ 1,40 por dólar, se limitan a ofrecer una opción que
naturalmente pueden rehusar, sin pérdida de derecho alguno.
47) Que el sistema jurídico impugnado, fundado en la emergencia, ha arrasado
lisa y llanamente con la garantía constitucional de la propiedad y destruido
-como se apuntó- el presupuesto, también constitucionalmente establecido,
de la seguridad jurídica con total olvido de que cuando se recurre a
los poderes de emergencia se lo hace con el objeto de amparar y defender el
orden preestablecido pues ella no suprime la legitimidad constitucional sino
que la garantiza por vía de remedios extraordinarios.
El efecto producido por las normas impugnadas excede, pues, el ejercicio válido
de los poderes de emergencia, ya que en estas situaciones, como se recordó
más arriba el Estado no puede válidamente transponer el límite
que señala el art. 28 de la Constitución Nacional. Las normas
cuestionadas afectan, por tanto, en forma directa e inmediata las garantías
reconocidas por los arts. 14 bis y 17 de la Constitución Nacional.
48) Que, reiteradamente, esta Corte ha señalado que el contenido del derecho constitucional de propiedad se vincula con la noción de derechos adquiridos, o sea, de derechos definitivamente incorporados al patrimonio de una persona (Fallos: 312:1121). De ahí que también el Tribunal haya sostenido que "cuando bajo la vigencia de una ley un particular ha cumplido todos los actos y obligaciones sustanciales y requisitos formales previstos en ella para ser titular de un derecho, debe tenérselo por adquirido, y es inadmisible su modificación por una norma posterior sin agraviar el derecho constitucional de propiedad" (Fallos: 296:737; 299:379; 303: 1835 y 1877; 307:305). En el sub examine, el depósito había sido efectuado bajo la vigencia de la ley 25.466 (B.O. 25 de septiembre de 2001) que garantizaba categóricamente su inalterabilidad (art. 1°) y cuyas disposiciones, de orden público (art. 3°), tenían por finalidad -como se dijo supra- crear un ambiente de confianza en el sistema financiero que se encontraba debilitado (confr. antecedentes parlamentarios, Tomo 2001, pág. 2394). La situación jurídica por cuyas consecuencias se ha demandado en el caso quedó, pues, consolidada en lo sustancial, en virtud de dicho régimen generando, innegablemente, derechos adquiridos en cabeza de la actora.
Ahora bien, además de la restricción e indisponibilidad de los
fondos que se produjo como consecuencia de la aplicación de las normas
que esta Corte tuvo ocasión de examinar y declarar inconstitucionales
en el precedente "Smith" ya referido, la normativa posterior ha venido
a resquebrajar aún más el ya debilitado derecho de la actora a
disponer de su propiedad. Las consideraciones precedentes ponen de manifiesto
las evidentes diferencias entre la situación aquí debatida y la
que esta Corte tuvo en mira al juzgar en la causa registrada en Fallos: 313:1513.
49) Que la noción de derecho adquirido se encuentra inescindiblemente
ligada a la de seguridad jurídica. Esta no es sino el resultado del acatamiento
de las normas que imperan en el Estado de Derecho las que deben ser respetadas
por los poderes públicos con el fin de procurar su vigencia real y no
solamente formal. La actuación efectiva de las reglas preestablecidas
genera así un clima de seguridad en el cual los particulares conocen
de antemano a qué reglas se sujetará la actuación de los
gobernantes, de manera que la conducta de éstos sea previsible y, en
caso contrario, que haya quien, con potestad suficiente, pueda corregir el error
y responsabilizar eficazmente al transgresor. La seguridad jurídica,
que es imperiosa exigencia del régimen de la propiedad privada, se resentiría
gravemente si fuera admisible dejar sin reparación los efectos de una
norma dictada con el objeto de lograr una finalidad precisa -inducir al mantenimiento
de los depósitos bancarios-, y luego desconocerla, pretendiendo cancelar
los efectos de aquel acatamiento y los que de ellos derivaron, ocasionando así
grave trastorno a las relaciones patrimoniales.
50) Que cabe agregar, en cuanto hace a la decisión que se adopta, que
los tres poderes de Estado coinciden en la solución a que se arriba.
El Congreso, según la ley 25.561, dispuso "preservar el capital
perteneciente a los ahorristas", amparo que abarca a "los depósitos
efectuados en divisas extranjeras" (art. 6°).
El Poder Ejecutivo ha reconocido el derecho de los ahorristas a recuperar su
crédito en la moneda de origen, no solo en el decreto 214/02 (art. 9°,
si bien con un máximo de U$S 30.000), sino también en los decretos
494/2002, 620/02 y finalmente los decretos 905/02 y 1836/02, regímenes
en los que se subyace un reconocimiento del derecho a recuperar el crédito
en divisas, única explicación posible de su existencia.
Por último, el Poder Judicial, en un sinnúmero de sentencias dictadas
con fundamento en el precedente "Smith" (Fallos: 325:28), con una
jurisprudencia uniforme que abarca todas las instancias.
Todo ello consolida una única visión -con matices- de los tres
poderes respecto del planteo sub examine, coincidente en lo básico con
el resultado al que aquí se llega.
51) Que las consideraciones precedentemente expuestas conducen a declarar la
inconstitucionalidad del plexo normativo cuestionado.
52) Que es deber de este Tribunal señalar que la controversia que subyace en este proceso se ha visto reiterada en más de cien mil causas que tramitan ante los tribunales de todo el país, reveladoras de la aguda tensión existente entre una cantidad significativa de ahorristas, el Estado Nacional y las entidades financieras. De allí que la conclusión a que se arriba, parte de una cabal comprensión de las responsabilidades derivadas del rol institucional que es de la esencia de esta Corte Suprema resolver en tanto titular de uno de los departamentos del Gobierno Federal (art. 108 de la Constitución Nacional). Desde esa perspectiva, la interpretación acerca del alcance y contenido de las garantías constitucionales amparadas no puede desentenderse de las condiciones políticas, jurídicas, sociales y económicas dominantes que imperan en la comunidad en un momento dado. Así lo ha señalado este Tribunal en forma reiterada, remitiendo a la doctrina de reconocidos autores y filósofos del derecho que, como Ihering, afirmaron que no son los hechos los que deben seguir al derecho sino que es el derecho el que debe seguir a los hechos (Fallos: 172:21 "Avico c/ de la Pesa"). En "Kot, Samuel" (Fallos: 241:291) esta Corte reafirmó su doctrina en el sentido de que las leyes no pueden ser interpretadas sin consideración a las nuevas condiciones y necesidades de la comunidad, en tanto la Constitución, que es la ley de las leyes, y se halla en el cimiento de todo el orden jurídico positivo, tiene la virtualidad necesaria para poder gobernar las relaciones jurídicas nacidas en circunstancias sociales diferentes a las que existían en tiempos de su sanción. También ha señalado que es al Congreso a quien corresponde mantener el equilibrio que armonice las garantías individuales con las conveniencias generales, y no incumbe a los jueces sustituirse a los otros poderes del Estado en las funciones que le son propias (Fallos: 319:3241).
53) Que por otra parte esta Corte desde antiguo ha admitido restricciones al
ejercicio del derecho de propiedad -no a su sustancia- en situaciones de emergencia,
tal como se señaló supra, reconociendo la validez de la fijación
de plazos o la concesión de esperas como una forma de hacer posible el
cumplimiento de las obligaciones a la vez que atenuar su gravitación
negativa sobre el orden económico e institucional y la sociedad en su
conjunto (Fallos: 136:161). Aun en situaciones de normalidad institucional ha
aceptado la validez de los límites en la afectación del patrimonio
más allá de los cuales se encontraría comprometida la garantía
del art. 17 de la Constitución Nacional (Fallos: 210:172; 220:699; 234:129;
239:157), y ha sentado pautas por las que en situaciones de grave crisis, el
perjuicio debe ser soportado, en alguna medida, por todos los integrantes de
la sociedad (Fallos: 313: 1513, considerandos 58 y 59).
54) Que la proyección de la presente decisión sobre la numerosa
cantidad de pleitos en los que se debaten controversias similares, impone que
a efectos de ejecutar la sentencia se tengan en cuenta todas aquellas modalidades,
restricciones, y limitaciones temporarias que, sin afectar la sustancia del
derecho reconocido, permitan compatibilizar su concreción con los intereses
generales, en el contexto de la grave crisis económica en que se insertan.
La aplicación de las pautas indicadas deberá ser establecida en
armonía con los términos de lo dispuesto por los arts. 163 inc.
7° y 558 bis del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación,
conjugando la potestad de fijar un plazo razonable para el cumplimiento, con
la necesidad de satisfacer el crédito procurando evitar perjuicios innecesarios;
entre estos, considerando la enorme cantidad de acreedores que se encuentran
en idéntica situación frente a las entidades financieras.
Sin perjuicio de lo expuesto -que concierne a la resolución de cada
una de las causas en particular conforme al cometido fijado al Poder Judicial
de la Nación en el art. 116 de la Constitución Nacional-, compete
a los poderes políticos el establecer las pautas de gobierno que estimen
más aptas para conjurar la presente crisis. Para ello disponen, con el
sólo límite que las modalidades de aquélla le fijen, de
un lapso que los jueces no pueden conceder, pues es materia de valoración
estrictamente política determinar el tiempo y la vía para la solución
de la emergencia.
En ese orden de ideas, el plazo que se determine para la ejecución de
la sentencia no obsta a que el poder político adopte las medidas de orden
general que estime conducentes para la superación de la crisis, tal como
lo ha hecho desde que ésta tuvo inicio, pues de tal modo cada uno de
los departamentos del Estado se mantiene dentro de la esfera de poder que le
confiere la Constitución Nacional, preservando el equilibrio armónico
propio del sistema republicano de gobierno.
55) Que, como reflexión final, es menester recordar que este Tribunal
ha insistido en que los jueces no pueden prescindir en la interpretación
y aplicación de las leyes de las consecuencias que derivan de cada criterio,
pues ellas constituyen uno de los índices más seguros para verificar
su razonabilidad y coherencia con el sistema en que está engarzada la
norma (Fallos: 234:482; 302:1284, entre muchos más). Si bien es cierto
que las medidas adoptadas en el marco de la emergencia caen dentro de la discrecionalidad
del Poder Administrador, no lo es menos que, por imperio de la Constitución,
también dicho poder debe arreglar su proceder a criterios de razonabilidad
que imponen que los medios empleados resulten equitativos y justos. Frente a
disposiciones de otros poderes que no reflejen tal proceder, es deber imperioso
e indeclinable de la justicia restituir el orden vulnerado, también en
cumplimiento estricto de su deber constitucional. En rigor, al Poder Judicial
le está vedado juzgar el acierto o error de decisiones que incumben al
área de política económica; mas es incontrovertible que
aquél debe controlar la razonabilidad y constitucionalidad de tales medidas,
máxime cuando, como en el caso, éstas se traducen en normas sujetas
a bruscos y veloces cambios, sin que resulte posible encontrar una respuesta
apropiada y oportuna sobre la cual basar alguna certeza jurídica. Ante
tales circunstancias, cuando la ley y la reglamentación vacilan en sus
propósitos y finalidades, es la jurisprudencia la que debe mantener su
firmeza pues "la interpretación, el comentario, la jurisprudencia,
es el gran medio de remediar los defectos de las leyes" (confr. Alberdi,
Bases, cit.).
Queda claro, pues, que no es el Poder Judicial quien está facultado para
delinear el derrotero de la legislación. Tampoco es el responsable de
las consecuencias del error, exceso o irrazonabilidad en que puedan incurrir
los poderes a quienes sí les incumbe tal tarea. Pero no puede permanecer
inmutable ni convalidar tales desaciertos, so pena de transgredir el mandato
constitucional que le ha sido conferido, cuando, como ha ocurrido en el caso,
bajo la faz de la emergencia se ha transgredido el orden constitucional.
Por ello y de conformidad en lo pertinente con lo dictaminado por el señor
Procurador General se resuelve: I.? Declarar la inconstitucionalidad de las
normas impugnadas; II.? Ordenar al Banco de la Nación Argentina que reintegre
a la Provincia de San Luis las sumas depositadas en dólares estadounidenses,
o su equivalente al valor en pesos según la cotización del mercado
libre de cambios tipo vendedor al día del pago. De dichas sumas deberán
deducirse las ya extraídas por el Estado provincial (ver alcances de
la presentación de fs. 459/460). A este último efecto la diferencia
deberá determinarse entre la suma retirada en pesos y el valor de cada
dólar en el mercado referido a la fecha de la extracción; III.?
Fijar el plazo de sesenta días corridos para que las partes convengan
o determinen la forma y plazos de devolución que no alteren la sustancia
de la decisión, bajo apercibimiento de establecerlo el Tribunal a pedido
de cualquiera de los interesados al vencimiento del plazo fijado. Notifíquese
por cédula a las partes que se confeccionará por secretaría.
JULIO S. NAZARENO (según su voto)- EDUARDO MOLINE O'CONNOR - CARLOS S.
FAYT (según su voto)- AUGUSTO CESAR BELLUSCIO (en disidencia)- ANTONIO
BOGGIANO (en disidencia)- GUILLERMO A. F. LOPEZ - ADOLFO ROBERTO VAZQUEZ (según
su voto)- JUAN CARLOS MAQUEDA (en disidencia).
ES COPIA
VO-//-
-//-TO DEL SEÑOR PRESIDENTE DOCTOR DON JULIO S. NAZARENO
Considerando:
1°) Que la Provincia de San Luis interpone la presente acción de
amparo sobre la base de lo dispuesto en el art. 43 de la Constitución
Nacional contra el Poder Ejecutivo Nacional, el Banco de la Nación Argentina,
y el Banco Central de la República Argentina como entidad responsable
del pago de los plazos fijos de los que es titular el Estado provincial. Persigue
por esta vía que se declare la inconstitucionalidad de los arts. 2 y
12 del decreto 214/02, del decreto 1570/01, del decreto 320/02, y que se disponga
que el Banco Central o el Banco de la Nación Argentina le entreguen a
la provincia dólares billetes de los plazos fijos que individualiza,
o su equivalente en pesos según el valor de la moneda estadounidense
en el mercado libre de cambios al tipo vendedor del día anterior al vencimiento
de la obligación. A esos efectos indica que las normas que regulan la
cuestión afectan garantías de jerarquía constitucional
y que impiden reconocer validez al "corralito financiero" y a la pesificación
compulsiva en tanto no tienen cabida dentro del "estándar"
de una restricción razonable de los derechos. Afirma que las disposiciones
que impugna destruyen y confiscan su derecho de propiedad reconocido en el art.
17 de la Constitución Nacional y, también, en el art. 21 del Pacto
de San José de Costa Rica que determina que toda persona tiene derecho
al uso y goce de sus bienes y que no puede ser privada de ellos, excepto de
mediar el pago de una indemnización justa, y apoyada esa privación
en razones de utilidad pública o interés social en los casos y
formas establecidos en las leyes.
En ese orden de ideas también sostiene que exigirle a la provincia que soporte la pesificación compulsiva agravia de manera indudable la "sustantividad" del derecho de propiedad. Al efecto arguye que al derogarse la convertibilidad la obligación de devolver los depósitos en dólares deja de ser una obligación de dar sumas de dinero para convertirse en una obligación de dar cosas. De tal manera, indica, el interés del ahorrista sólo se satisface "cuando se le reintegra la cantidad de dólares estadounidenses (cosas, ya no moneda convertible) que tenía depositado. O si se quiere, y ante una eventual falta de dólares en el mercado, dicho interés quedaría satisfecho por la cantidad necesaria de pesos...para adquirir los dólares depositados, conforme la cotización que arroje el mercado cambiario libre...pagarle a la Provincia $ 1,40 por cada dólar constituye un agravio a la sustantividad del derecho, toda vez que el valor de la moneda supera en el mercado libre los $ 2".
2°) Que la actora remarca que si esta afectación puede ser planteada
por cualquier clase de ahorrista, tanto o más digno de protección
es el derecho del Estado provincial de que se proteja su patrimonio destinado
a la satisfacción de necesidades públicas. Expone asimismo que
negarle a las autoridades de un gobierno provincial que disponga de los fondos
que el respectivo Estado depositó en plazos fijos en dólares en
el Banco de la Nación Argentina, cuando la causa de esa indisponibilidad
es una norma del Estado Nacional, implica por parte de este último un
contundente incumplimiento a su mandato constitucional de garantizar el sistema
federal. Esa garantía revela la necesidad de cumplir con dos aspectos,
uno, proveer al desarrollo económico y el bienestar de los estados provinciales,
el otro abstenerse de incurrir en hechos, actos u omisiones que perturben o
impidan su desarrollo. Según manifiesta ello es lo que sucede en el caso,
porque además de no cumplirse con la remisión oportuna de los
fondos de coparticipación, el Estado Nacional ha adoptado medidas que
le impiden a la Provincia de San Luis subvenir a las necesidades de su gobierno
al no poder disponer de los recursos que posee depositados en los plazos fijos
en cuestión. De tal manera las medidas adoptadas resultan repugnantes
también a los arts. 1, 5 y 121 de la Constitución Nacional, y
a los principios generales que determinan la inalienabilidad, imprescriptibilidad,
e inembargabilidad de los bienes del dominio estatal. Considera que tan públicos
son los bienes cuya devolución requiere, como los que tenían depositados
los estados extranjeros que fueron excluidos del "corralito y la pesificación"
según la Comunicación A 3467 del Banco Central de la República
Argentina del 8 de febrero de 2002.
3°) Que sobre la base de todo lo expuesto y la necesidad de disponer de
modo inmediato de los fondos públicos retenidos, solicita que se dicte
una medida precautoria que ordene al Banco de la Nación Argentina la
entrega inmediata de los dólares estadounidenses depositados al vencimiento
de cada uno de los plazos fijos existentes y detallados en el escrito inicial.
De no admitirse el pedido afirma que la provincia deberá paralizar toda
la obra pública, con el consecuente despido de 15.000 personas, y disponer
rescisiones de contrato que se traducirán en acciones de daños
y perjuicios contra el Estado provincial.
4°) Que a fs. 147 y a fin de ampliar los fundamentos de su pretensión
el Estado provincial acompaña el informe elaborado por su ministro de
economía del que surge cómo se han ido integrando históricamente
las sumas cuya restitución persigue por medio de este expediente, y a
esos efectos indica que fueron acumuladas durante los años 1996, 1997,
1998, 1999 y 2000 y que las cuentas correspondientes a cada ejercicio fueron
aprobadas por la legislatura local.
5°) Que a fs. 150 se declaró la competencia de este Tribunal para
intervenir en el reclamo por vía de su instancia originaria prevista
en el art. 117 de la Constitución Nacional, y se citó a una audiencia
a la gobernadora de la provincia, al ministro de economía de la Nación
Argentina, al Procurador del Tesoro de la Nación y al presidente del
Banco Central de la República Argentina. Da cuenta de su realización
el acta obrante a fs. 160; oportunidad en la que esta Corte, frente a las delicadas
cuestiones sometidas a la decisión del Tribunal fijó una nueva
audiencia para acercar a las partes en los puntos de conflicto. El resultado
negativo de la primera surge de la desgrabación del acto obrante a fs.
169/177 de este proceso. Idéntico resultado tuvo la segunda, tal como
surge de fs. 178 y de la desgrabación de la audiencia obrante a fs. 179/182.
6°) Que, sin perjuicio de la etapa conciliatoria abierta por el Tribunal
en el expediente, a fs. 186 y como consecuencia del requerimiento formulado
por la Provincia de San Luis se ordenó al Banco Central de la República
Argentina, al Poder Ejecutivo Nacional y al Banco de la Nación Argentina
que presentaran un informe circunstanciado acerca de los antecedentes y fundamentos
de las medidas impugnadas de conformidad con la previsión contenida en
el art. 8 de la ley 16.986. Ello trajo aparejado las contestaciones al requerimiento
de informes obrantes a fs. 206/224, 235/285 y 306/347, respectivamente.
7°) Que es preciso indicar que la Corte, en el ámbito de la propuesta
conciliatoria en la que estaba ocupada, consideró conveniente oír
a las asociaciones bancarias involucradas viabilizando así la intención
de esas entidades de no mantenerse ajenas a un conflicto generalizado que ya
había sido expresada en la causa M.12 XXXVIII "Ministerio de Economía
y Banco Central de la República Argentina s/ apelación contra
medidas cautelares". En consecuencia citó a una nueva audiencia
y convocó a la Asociación de Bancos Argentinos -ABA-, a la Asociación
de Bancos Públicos y Privados de la República Argentina -ABAPRA-
y a las partes en este proceso para que concurrieran a ese acto (fs. 191). Dan
cuenta de su realización, de las diversas presentaciones efectuadas y
de las posturas sostenidas por los intervinientes, las constancias que obran
agregadas a fs. 350, 352/383, 385/428, 430 y 441/451, la desgrabación
de la audiencia.
8°) Que las piezas obrantes a fs. 432 y 433 revelan las propuestas formuladas
por la Corte, que merecieron la respuesta de la Provincia de San Luis obrante
a fs. 459/460, y las del Estado Nacional de fs. 465/466 y 468.
Las dos últimas importaron el rechazo de las distintas alternativas
de conciliación y la invocación del decreto 905/02, por medio
del cual el Poder Ejecutivo Nacional con el propósito de "reconstituir
los saldos transaccionales a un nivel compatible con la liquidez existente y
un programa monetario sostenible y otorgar a los ahorristas un instrumento de
ahorro que les permita preservar el valor de sus depósitos originales
y acceder a una renta" (ver considerando 9° del decreto), les otorgó
a los titulares de depósitos constituidos en moneda extranjera en entidades
financieras, que fueron convertidos a pesos según lo dispuesto en el
decreto 214/02, la "opción" de recibir "Bonos del Gobierno
Nacional en dólares estadounidenses libor 2012".
Cabe señalar que la actora con anterioridad a esas presentaciones y en
forma inmediata al dictado del decreto referido planteo su inconstitucionalidad
(ver fs. 460/463).
9°) Que un párrafo aparte exige la presentación del Estado
provincial por medio de la cual contestó la proposición conciliatoria
de este Tribunal (ver fs. 459/460 ya referidas), ya que aporta a las cuestiones
sometidas a la decisión del Tribunal dos elementos de juicio que no podrán
ser soslayados. Uno, que el quantum de la pretensión inicial se ha modificado,
pues desde el inicio del proceso hasta esa oportunidad -30 de mayo de 2002-
la provincia ha retirado fondos, y mantiene el reclamo por la diferencia ya
sea en dólares estadounidenses o su valor en pesos al cambio correspondiente
al día en que se pague la deuda. El otro, que ofrece que la diferencia
adeudada entre la llamada pesificación y el valor del dólar billete
en el mercado libre sea reprogramada en la forma que allí indica.
10) Que de conformidad con la previsión contenida en el art. 163 inc.
3° del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación corresponde
efectuar la relación sucinta de las cuestiones introducidas por el Estado
Nacional al evacuar los informes requeridos sobre la base de la previsión
contenida en el art. 8° de la ley 16.986, presentaciones ya citadas en el
considerando 6° precedente. Ello así, a pesar de que las razones
que el Estado Nacional invoca para sustentar el dictado de las normas cuya constitucionalidad
ha sido puesta en tela de juicio en este proceso son de conocimiento general.
11) Que los fundamentos para defender el plexo normativo consisten sustancialmente
en: a) la provincia se encuentra excluida de la reprogramación relativa
a la devolución de las imposiciones bancarias; b) las cuestiones de emergencia
que determinaron el dictado de las normas y que son el fundamento de legitimidad
del plexo normativo que se debe examinar; c) la presunción de legitimidad
de los decretos de necesidad y urgencia; d) la modificación de las circunstancias
jurídicas y fácticas posteriores al pronunciamiento de esta Corte
en el conocido caso "Smith"; e) la no vulneración de derecho
patrimonial alguno sino su reglamentación en virtud de la situación
de crisis y necesidad pública existente; f) la irrelevancia, a los efectos
de la decisión de este caso, de las disposiciones contenidas en la ley
25.466, dado que, según sostiene, dicha normativa no puede crear una
situación inmutable al dictado de leyes de emergencia; g) la necesidad
de evitar corridas bancarias; h) el poder de policía del Estado para
tomar medidas excepcionales; i) la convalidación por parte de la Suprema
Corte de los Estados Unidos de Norteamérica de leyes de emergencia en
materia hipotecaria y la necesidad de responder a situaciones particulares con
decisiones particulares; j) la razonabilidad de las medidas adoptadas por el
Poder Ejecutivo Nacional; k) las situaciones que llevaron a la peor crisis de
la historia argentina en los últimos cien años; l) la iliquidez
del sistema financiero que impide responder en forma inmediata a la devolución
de los depósitos.
12) Que si bien es cierto que la vía excepcional del amparo, en principio, no sustituye las instancias ordinarias judiciales para traer cualquier cuestión litigiosa a conocimiento de la Corte, no lo es menos que siempre que aparezca de un modo claro y manifiesto el daño grave e irreparable que se causaría remitiendo el examen de la cuestión a los procedimientos ordinarios, administrativos o judiciales, corresponderá que los jueces restablezcan de inmediato el derecho restringido por la rápida vía del recurso de amparo (Fallos: 280:228; 294:152; 299:417; 303:811; 307:444; 308: 155; 311:208, entre otros), a fin de que el curso de los procedimientos ordinarios no torne abstracta o tardía la efectividad de las garantías constitucionales (Fallos: 323:2519, considerando 5°), circunstancias que se configuran en el caso.
En efecto, el planteo formulado por la amparista se reduce a la confrontación entre el marco normativo bajo el cual se efectuó el depósito en moneda extranjera y el que impugna por esta vía, que somete a condiciones sustancialmente diferentes a su restitución, con severa lesión del derecho constitucional de propiedad. La incidencia patrimonial de los actos calificados como ilegítimos, se traduce -según la amparista- en el evidente apartamiento entre el valor consignado en el título en la moneda de origen -conforme la cotización que diariamente se publica en la prensa, aun en la no especializada- y el que se pretende restituir por aplicación de las normas cuestionadas. La concreta comprobación del grado de esa afectación no resulta -en este estado- determinante para la admisión de la vía intentada, pues esas alteraciones económicas sólo son posibles dentro del marco normativo cuya incompatibilidad con la Ley Fundamental constituye la sustancia del planteo, sin que sea relevante la eventual confiscatoriedad de la afectación para juzgar la validez constitucional de las normas cuestionadas (conf. T.348 XXXVIII "Tobar, Leónidas c/ E.N. M° Defensa ?Contaduría General del Ejército? Ley 25.453 s/ amparo ?Ley 16.986", sentencia del 22 de agosto de 2002).
13) Que para una mejor comprensión del conflicto generado, corresponde
reseñar sucintamente el contenido de las normas en juego. Es menester
recordar mientras se encontraba vigente el estado de emergencia de la situación
económica y financiera del Estado Nacional, declarado por el Congreso
de la Nación por ley 25.344, fue dictada la ley 25.466 de intangibilidad
de los depósitos bancarios. Después de ella, el Poder Ejecutivo
Nacional dictó los decretos 1570/01 y 1606/01, mediante los cuales se
limitó la extracción de dinero en efectivo y las transferencias
al exterior. El 6 de enero de 2002 fue promulgada la ley 25.557, que introdujo
modificaciones a los textos de los precitados decretos sin que ello implicara
su ratificación expresa o tácita; en igual fecha fue sancionada
y promulgada parcialmente la ley 25.561, de Emergencia Pública y Reforma
del Régimen Cambiario, que tácitamente ratificó el decreto
1570/01, suspendió la vigencia de la ley 25.466 y sentó las bases
para la delegación normativa conferida al Poder Ejecutivo a fin de reglamentar
el sistema (arts. 1°, 2° y 15). A su turno, el decreto 71/02 reglamentó
el régimen cambiario establecido por dicha ley (art. 5°), que -a
su vez- fue modificado por el decreto 141/02 y por las resoluciones del Ministerio
de Economía 18/02 y 23/02, estableciéndose un cronograma de vencimientos
reprogramados de los depósitos existentes en el sistema bancario a la
fecha de su entrada en vigencia, bajo el régimen del decreto 1570/01.
14) Que el examen de la validez constitucional del plexo normativo hasta aquí
enunciado ha sido objeto de pronunciamiento por esta Corte en la causa "Banco
de Galicia y Buenos Aires s/ solicita intervención urgente en autos:
'Smith, Carlos Antonio c/ Poder Ejecutivo Nacional o Estado Nacional'"
(Fallos: 325:28), y voto concurrente del juez Fayt, cuyos fundamentos no aparecen
eficazmente rebatidos por el demandado al no aportar nuevos elementos de juicio
idóneos para alterar las conclusiones a que allí se ha arribado,
por lo que corresponde estar a la declaración de inconstitucionalidad
decidida en dicho precedente al que cabe remitir, en lo pertinente, por razones
de brevedad.
Cabe añadir, en cuanto a las nuevas opciones a que se hace referencia
en el expediente, que la provincia no ha hecho uso de tal facultad y ello lleva
a considerar su depósito bancario dentro de la pesificación, por
lo cual ha mantenido su pretensión de recuperar el depósito en
la moneda de origen y al margen de toda reprogramación. Desde tal perspectiva,
dichas opciones carecen de virtualidad, ya que consisten en aceptar una o más
alternativas dentro de un sistema legal que la Provincia de San Luis rechaza
en su totalidad por reputarlo inconstitucional.
15) Que, con posterioridad al dictado del fallo mencionado supra, el 4 de febrero
de 2002, el Poder Ejecutivo Nacional dictó el decreto 214/02 que, en
su art. 2º estableció: "Todos los depósitos en DÓLARES
ESTADOUNIDENSES u otras monedas extranjeras existentes en el sistema financiero,
serán convertidos a PESOS a razón de PESOS UNO CON CUARENTA CENTAVOS
($ 1,40) por cada DÓLAR ESTADOUNIDENSE, o su equivalente en otra moneda
extranjera. La entidad financiera cumplirá con su obligación devolviendo
PESOS a la relación indicada". El art. 4°, por su parte, determinó
que "a los depósitos y a las deudas referidos respectivamente en
los artículos 2°, 3°, 8° y 11 del presente decreto, se les
aplicará un Coeficiente de Estabilización de Referencia, el que
será publicado por el BANCO CENTRAL DE LA REPÚBLICA ARGENTINA...".
En el art. 5°, se estableció que lo dispuesto en el artículo
precedente no derogaba lo establecido por los arts. 7° y 10 de la ley 23.928
-convertibilidad- en la redacción establecida por el art. 4° de la
ley 25.561 y prohibió la indexación de las obligaciones de cualquier
naturaleza u origen con posterioridad a la sanción de la ley 25.561.
A su turno, el art. 9° dispuso "La emisión de un Bono en DÓLARES
ESTADOUNIDENSES, con cargo a los fondos del Tesoro Nacional, por el que podrán
optar los depositantes en el sistema financiero a los que se refiere el artículo
2° del presente, en sustitución de la devolución de sus depósitos".
16) Que, como complemento de estas medidas, el 8 de febrero de 2002 el Poder
Ejecutivo dictó el decreto 260/02, por el cual se creó un mercado
único y libre de cambios en el que se cursarían todas las operaciones
en divisas extranjeras (art. 1°).
El decreto 214/02 fue posteriormente modificado por los decretos 320/02 (del
15 de febrero de 2002), 410/02 (del 1° de marzo de 2002), 471/02 (del 8
de marzo de 2002), 494/02 (del 12 de marzo de 2002); 704/02 (del 30 de abril
de 2002), 762/02 (del 6 de mayo de 2002), 905/02 (del 31 de mayo de 2002), 992/02
(del 11 de junio de 2002) y 1836/02 (del 16 de septiembre de 2002), dispositivos
que, a su vez, han sido reglamentados por numerosas resoluciones del Ministerio
de Economía, y comunicaciones del Banco Central de la República
Argentina.
17) Que ha de puntualizarse, en primer término, que se encuentra en debate
la constitucionalidad de un aspecto del complejo régimen jurídico
que modificó sustancialmente la política monetaria seguida por
el Estado durante varios años, parte del cual fue objeto de examen por
este Tribunal en la causa "Smith" citada.
Aunque en el sub lite no se cuestiona la totalidad del nuevo sistema legal vigente,
sino aquellas normas que regulan la restitución de los depósitos
bancarios, no puede obviarse que esas disposiciones forman parte de un plexo
dispositivo de vasto alcance. Desde esa perspectiva, resulta evidente que compete
a la decisión de los poderes políticos del Estado la formulación
de esas líneas gubernamentales y que a este Tribunal sólo le cabe
confrontar el ajuste de tales normas con la Constitución Nacional, sin
que de ese control resulte valoración de dichas políticas ni -menos
aún- adopción de medidas sustitutivas o complementarias del accionar
de las otras ramas del gobierno.
18) Que uno de los rasgos más salientes del sistema sub examine es la
mencionada nota de asimetría en el tratamiento de las diversas relaciones
jurídicas que regula, diferenciación que, naturalmente, impide
que en el examen de este asunto se pretenda dar mecánicamente una solución
jurídica homogénea y uniforme a todos el resto de las hipótesis
abarcadas por la norma que son extrañas a la situación ventilada.
Por ello, todo lo que aquí se considere y decida quedará circunscripto exclusivamente a la situación planteada en este pleito, en el que sólo se encuentra en juego el art. 2° del decreto 214/02, sin que sus efectos puedan proyectarse, sin más, a los otros supuestos cuyas particularidades serán circunstanciadamente examinadas por este Tribunal en la medida en que arriben a sus estrados, para resolver conforme corresponda en cada caso. De lo contrario, se correría el riesgo de provocar respuestas inicuas, que sólo contribuirían a ahondar aún más la desorientación provocada tanto por la deficiente técnica legislativa que se vislumbra en las disposiciones bajo examen, como por una profusión de normas sobre la materia que, más que propender a la fijación de pautas claras, han generado un inédito y prolongado estado de incertidumbre (conf. considerando 9° de la causa "Smith", ya citada) y que aún no ha sido disipado.
19) Que, en el mismo orden de consideraciones, es menester señalar que
la decisión que aquí se adopta carecerá de virtualidad
en el supuesto de que la situación jurídica de la depositante,
se modificase o consolidase en virtud de la normativa cuestionada, esto es,
que eventualmente se acepte sin reservas el sometimiento al régimen de
reprogramación, se opte por el canje voluntario de bonos, se admitan
opciones de retiro del dinero en las proporciones autorizadas, o, en definitiva,
el acreedor realice cualquier tipo de conducta que, inequívocamente,
sea incompatible con el mantenimiento de la pretensión sometida al órgano
jurisdiccional, o la introducción de un reclamo de dicha índole.
Ello es así pues, si se configurase alguna de esas hipótesis,
resultaría de aplicación la doctrina de este Tribunal según
la cual el sometimiento voluntario y sin reserva expresa a un régimen
jurídico, obsta a su ulterior impugnación con base constitucional
en la medida en que no puede ejercerse una pretensión judicial manifiestamente
contradictoria e incompatible con una anterior conducta deliberada, jurídicamente
relevante y plenamente eficaz (confr. Fallos: 255:216; 279:350; 290:216; 297:236;
298:383; 310:1623, 2117; 311:1695 y 1880; 316:1802; 317:524, entre muchísimos
otros; así como las previsiones de los arts. 724, 725 y concordantes
del Código Civil y 17 de la Constitución Nacional).
20) Que la norma impugnada en el caso, ha sido dictada con base en la situación
de emergencia declarada por la ley 25.561 En relación con el fundamento
de las normas de emergencia y sus condiciones de validez esta Corte ha tenido
oportunidad de expedirse recientemente en el ya referido caso "Smith"
y en T.348.XXXVIII "Tobar, Leónidas c/ E.N. M° Defensa -Contaduría
General del Ejército- Ley 25.453 s/ amparo ley 16.986", sentencia
del 22 de agosto de 2002, pronunciamientos que eximen de reiterar en toda su
extensión los conceptos allí vertidos.
Sin perjuicio de ello, no es ocioso recordar, como lo ha puntualizado desde
antaño el Tribunal, que la restricción que impone el Estado al
ejercicio normal de los derechos patrimoniales debe ser razonable, limitada
en el tiempo, un remedio y no una mutación en la sustancia o esencia
del derecho adquirido por sentencia o contrato (Fallos: 243:467; 323: 1566,
entre muchos otros). De ahí que los mecanismos ideados para superar la
emergencia están sujetos a un límite y éste es su razonabilidad,
con la consiguiente imposibilidad de alterar o desvirtuar en su significación
económica el derecho de los particulares (confr. causa "Smith");
y no es dudoso que condicionar o limitar ese derecho afecta a la intangibilidad
del patrimonio y obsta al propósito de afianzar la justicia.
21) Que esta Corte ha justificado la adopción jurídica de remedios
extraordinarios cuyo rasgo fundamental es la limitación temporal y razonable
del ejercicio de los derechos (Fallos: 172:21; 238:76; 243:449 y 467; 264:344
y 269:416). Y aun cuando se admitan restricciones como respuesta a la crisis
que se intenta paliar, aquéllas deben necesariamente reconocer el vallado
de la justicia y la equidad, por lo que los medios elegidos no pueden desvirtuar
la esencia de las relaciones jurídicas establecidas bajo un régimen
anterior.
22) Que, en análogo orden de consideraciones, es menester puntualizar
que el dictado de las normas de emergencia, cuya estructura debe responder al
juego armónico de los arts. 14, 19 y 28 de la Constitución Nacional,
corresponde al Poder Legislativo de conformidad con las atribuciones establecidas
en el art. 75, incs. 18, 19 y 32 de la Ley Suprema. Frente a una situación
crítica que requiere de la reglamentación extrema de los derechos
y garantías, el Poder Ejecutivo no puede ejercer una potestad que regularmente
no posee, ni puede soslayar las limitaciones que la Constitución le impone.
Cuando so pretexto de actuar para conjurar los efectos de una emergencia el
Estado no hace sino agravarla, la violación de la doctrina se da por
la doble vía de afectar derechos y garantías que no debería
agraviar y dificultar la superación de la crisis. Como ha sostenido lúcidamente
Juan Bautista Alberdi, "La política no puede tener miras diferentes
de las miras de la Constitución. Ella no es sino el arte de conducir
las cosas de modo que se cumplan los fines previstos en la Constitución"
("Bases y puntos de partida para la organización política
de la República Argentina", capítulo 34, pág. 188,
Eudeba, 1966).
23) Que el ejercicio del control de constitucionalidad con relación al
decreto 214/02 exige examinar, en primer término, si la norma fue dictada
dentro del ámbito de las facultades que le competen al Poder Ejecutivo
Nacional. En efecto, decidir "...si un asunto ha sido, en alguna medida,
conferido a otro poder del Estado, o si la acción de ese poder excede
las facultades que le han sido otorgadas, es en sí mismo un delicado
ejercicio de interpretación constitucional y una responsabilidad de esta
Corte como último intérprete de la Constitución" ("Baker
v. Carr", 369 U.S. 186, 82 S.Ct. 691, 7 L.Ed. 2d. 663, 1962).
De tal modo, la facultad de revisión judicial encuentra su límite
en el ejercicio regular de las funciones privativas de los poderes políticos
del Estado, pues la función jurisdiccional no alcanza al modo del ejercicio
de tales atribuciones, en cuanto de otra manera se haría manifiesta la
invasión del ámbito de las facultades propias de las otras autoridades
de la Nación (Fallos: 254:43; 321:1252, entre otros).
El control de constitucionalidad llevado a cabo en la sentencia en recurso no
ha excedido tales límites, ya que ha sido formalmente efectuado según
las pautas precedentemente expuestas, sin incursionar en la órbita del
ejercicio de las funciones exclusivas de otra rama del gobierno.
24) Que debe tenerse en cuenta que en los considerandos del decreto 214/02
se invoca la situación de emergencia declarada por la ley 25.561, no
obstante lo cual el último párrafo de ese texto expresa que las
medidas se adoptan "en uso de las facultades conferidas por el artículo
99, inciso 3° de la Constitución Nacional".
La simultánea apelación a dos fuentes disímiles para el
ejercicio de tales atribuciones impone determinar si éstas son compatibles
y, en su caso, cuál es su respectivo ámbito de aplicación.
25) Que la ley 25.561, en su art. 1° declaró, "con arreglo a
lo dispuesto en el artículo 76 de la Constitución Nacional, la
emergencia pública en materia social, económica, administrativa,
financiera y cambiaria, delegando al Poder Ejecutivo Nacional las facultades
comprendidas en la presente ley, hasta el 10 de diciembre de 2003, con arreglo
a las bases que se especifican seguidamente", las que fueron indicadas
a continuación, en cuatro incisos.
Sobre la base de dicha previsión legislativa, el Poder Ejecutivo Nacional
quedó sujeto a múltiples limitaciones en el ejercicio de las facultades
delegadas, ya que el Congreso de la Nación fijó el ámbito
de la emergencia en materia social, económica, administrativa, financiera
y cambiaria; su extensión temporal hasta el 10 de diciembre de 2003 y
los cometidos a satisfacer mediante su cumplimiento, consistentes en reordenamiento
del sistema financiero, bancario y cambiario; reactivación de la economía,
mejoramiento del nivel de empleo y de distribución de ingresos; condiciones
para el crecimiento económico sustentable, compatible con la reestructuración
de la deuda pública; reestructuración de las obligaciones en curso
de ejecución, afectadas por el nuevo régimen cambiario.
26) Que en los considerandos del decreto 214/02, después de mencionar
la emergencia declarada por la ley citada, el Poder Ejecutivo puso de manifiesto
la necesidad de preservar determinados ámbitos dentro de ese contexto,
especialmente en lo relativo a la paulatina normalización del sistema
financiero y de la actividad económica. Para ello, estimó ineludible
mantener las restricciones a la disposición de fondos, evitar la concurrencia
masiva de los ahorristas a los tribunales y -entre otras medidas- aumentar y
reforzar las atribuciones del Banco Central.
En el marco descripto, resulta claro que el Poder Ejecutivo ponderó diversas
fases de la crisis y varias alternativas para su superación, pero es
también evidente que no invocó una nueva situación de emergencia,
diferente de la reconocida y declarada -veintiocho días antes- por el
Congreso en la ley 25.561 y sobreviniente a la situación fáctica
allí contemplada.
27) Que es inherente a los complejos fenómenos sociales y económicos
que caracterizan la emergencia, la movilidad y alteración de su configuración,
que podrán conducir a su agravamiento -quizás temporario- o a
sentar las bases para su solución.
Esas contingencias no modifican su sustancia, en tanto no cambie ostensiblemente
el contexto que le dio origen, se integren a él factores extraños
que alteren sus contornos o la modifiquen de modo estructural. Ello no ha ocurrido
en el sub lite, pues en los considerandos del decreto 214/02 el Poder Ejecutivo
no invocó ninguna circunstancia ajena a la situación contemplada
por el Congreso al dictar la ley 25.561.
En tales condiciones, ha de concluirse que, más allá de la pertinencia
de acudir a las facultades previstas en el art. 99, inc. 3°, de la Constitución
Nacional para dictar las medidas cuya constitucionalidad se examina, el Poder
Ejecutivo no ha ejercido sus atribuciones fuera de la emergencia declarada por
el Congreso Nacional.
Por ende, las limitaciones establecidas en el art. 1° de la ley 25.561 resultan
inequívocamente aplicables al ejercicio de las atribuciones encomendadas
al Poder Ejecutivo y, en consecuencia, también las pautas a las que el
Poder Legislativo sometió la delegación de sus facultades, tal
como lo establece el art. 76 de la Ley Fundamental.
28) Que una solución contraria a la indicada, importaría admitir
una nueva y sobreabundante declaración de emergencia, superpuesta a un
estado de igual naturaleza reconocido con anterioridad por el Congreso y, con
esta comprensión, carente de utilidad, salvo que constituyese un arbitrio
elíptico para eludir el marco fijado por la delegación de sus
facultades legislativas, justificación que no puede ser constitucionalmente
aceptada.
Es conceptualmente concebible que tanto el Congreso delegue sus facultades legislativas
frente a la emergencia (art. 76 de la Constitución Nacional), como que
el Poder Ejecutivo las ejerza excepcionalmente por sí, en el marco de
los precisos e insoslayables presupuestos reglados por el art. 99, inc. 3°,
de la Ley Fundamental.
Pero la conclusión que la Constitución no tolera es que, frente
a una delegación con las limitaciones que ha efectuado el Congreso mediante
la ley 25.561, el Poder Ejecutivo ejerza facultades legislativas de naturaleza
genuinamente excepcional que únicamente han sido reconocidas para ser
desempeñadas en defecto de la actuación del Parlamento, pero no
en forma concurrente con él y jamás al punto de sustituir o modificar
el contenido de la declaración efectuada por el Congreso de la Nación.
La delegación que la Constitución permite, exige que sea ejercida
"dentro de las bases...que el Congreso establezca" (art. 76). La sanción
de la ley 25.561 que declara la emergencia y delega facultades para lograr su
superación, es suficiente evidencia de que no concurre la hipótesis
que habilita el mecanismo establecido en el art. 99, inc. 3°, de la Ley
Fundamental, en tanto el Poder Ejecutivo no invocó ni aludió a
una diferente configuración fáctica que lo autorizase a ingresar
en ese marco constitucional.
29) Que ratifica lo expuesto la verificación de que el Congreso Nacional
siguió legislando ingentemente dentro del marco de la misma emergencia
declarada en la ley 25.561, tal como lo revela la sanción de las leyes
25.562, 25.563, 25.587 y 25.589, que exhiben una continuidad en las decisiones
políticas adoptadas por el Poder Legislativo, en pleno ejercicio de sus
potestades.
30) Que con esta comprensión, corresponde juzgar la regularidad en el
ejercicio de las facultades delegadas en favor del Poder Ejecutivo, examen que
impone confrontar la adecuación de las disposiciones impugnadas con las
bases establecidas por el Congreso de la Nación, como lo exige imperativamente
la Constitución Nacional.
El art. 6°, párrafo 5°, de la ley 25.561 -al definir el alcance
de la facultad delegada en el art. 1°, inc. 4°, de dicho texto normativo,
en el sentido de reglar la reestructuración de las obligaciones en curso
de ejecución afectadas por el nuevo régimen cambiario- constituye
el centro normativo de esas bases de la delegación pues textualmente
establece que: "El Poder Ejecutivo Nacional dispondrá las medidas
tendientes a preservar el capital perteneciente a los ahorristas que hubieren
realizado depósitos en entidades financieras a la fecha de entrada en
vigencia del decreto 1570/ 2001, reestructurando las obligaciones originarias
de modo compatible con la evolución de la solvencia del sistema financiero.
Esa protección comprenderá a los depósitos efectuados en
divisas extranjeras".
Según se advierte, el Congreso fijó una pauta precisa, que fue
desatendida por el Poder Ejecutivo Nacional al dictar el decreto 214/02. El
Poder Legislativo, según lo dispone nítidamente el texto legal
implicado, sólo lo había habilitado para sancionar remedios que
preserven el capital perteneciente a los ahorristas que hubieren realizado depósitos
en entidades financieras a la fecha de entrada en vigencia del decreto 1570/01,
operaciones entre las que estaban expresamente incluidos los depósitos
realizados en moneda extranjera.
31) Que, de tal modo, el Poder Ejecutivo excedió los límites
establecidos en los arts. 3, 4, 5, 6, 15, 19 y 21 de la ley 25.561, pues de
la lectura de esas disposiciones se concluye que no existía sustento
legal para alterar el valor del capital depositado en divisas extranjeras, al
transformarlo en moneda de curso legal sin asegurar que la nueva cantidad determinada
preservare la magnitud originaria del capital depositado. En todo caso, según
dicha normativa, existía la posibilidad de reestructurar las obligaciones
originarias de "...modo compatible con la evolución de la solvencia
del sistema financiero" (art. 6, 5º párrafo, ley citada), mas
en cuanto concierne puntualmente al contenido de la obligación, la atribución
deferida al Poder Ejecutivo estaba indisimulablemente restringida a proteger,
tutelar, resguardar, el capital perteneciente a los ahorristas.
32) Que cabe concluir, por lo expuesto, que en exceso de las facultades delegadas
por el Congreso, el Poder Ejecutivo Nacional transformó, compulsiva y
unilateralmente, la sustancia de los depósitos efectuados en moneda extranjera,
al disponer su conversión a pesos con una relación entre la moneda
nacional y las divisas que no refleja el valor del capital originariamente depositado,
con apartamiento de lo dispuesto por la ley 25.561.
Esa falta de concordancia entre la ley mencionada y los ulteriores decretos
del Poder Ejecutivo Nacional queda patentizada, con la mayor evidencia, cuando
se advierte que dicha ley no había derogado, sino que sólo había
suspendido, la vigencia de la ley 25.466, en cuanto disponía la intangibilidad
de los depósitos.
33) Que, en ese sentido, la ley 25.561 mantiene, con las excepciones y alcances
que se establecen en el art. 4°, la redacción dispuesta por el art.
11 de la ley 23.928 para los arts. 617 y 619 del Código Civil, que, en
lo que aquí interesa, ratifican en las obligaciones de dar sumas de dinero
y de dar moneda extranjera el principio general de identidad del pago establecido
en el art. 740 del código citado, al disponer -respectivamente- que "si
por el acto por el que se ha constituido la obligación se hubiere estipulado
dar moneda que no sea de curso legal en la República, la obligación
debe considerarse como de dar sumas de dinero"; y puntualmente con referencia
a éstas, que "si la obligación del deudor fuese de entregar
una suma de determinada especie o calidad de moneda, cumple la obligación
dando la especie designada, el día de su vencimiento".
34) Que, por otra parte, cabe poner de resalto que la llamada "intangibilidad
de los depósitos" sancionada por la ley 25.466 no constituye, como
lo afirma la recurrente, una regulación reiterativa o sobreabundante
con respecto a la tutela que la Constitución Nacional otorga a los contratos,
como uno de los contenidos esenciales del derecho de propiedad.
En efecto, frente a la situación de emergencia económica y financiera
del Estado Nacional -por el término de un año- declarada por la
ley 25.344 a partir del 14 de noviembre de 2000 (art. 1°), el Congreso de
la Nación contaba con atribuciones constitucionales para restringir múltiples
manifestaciones de los derechos patrimoniales, con arreglo a los conocidos antecedentes
legislativos y jurisprudenciales existentes en la materia. En cambio y a contrapelo
de los remedios históricamente adoptados para superar situaciones de
la naturaleza indicada, sancionó la ley 25.466, publicada el 25 de septiembre
de 2001, como un eslabón final de una serie de medidas destinadas a garantizar
a los depositantes que se respetarían -a pesar de la declaración
de emergencia- las condiciones en que se habían pactado sus imposiciones
y las que se convinieren en el futuro.
En otras palabras, si en épocas de normalidad un texto de la naturaleza
indicada hubiera representado una garantía excepcional para los titulares
de imposiciones bancarias, al ponerlas al abrigo de toda modificación
legislativa ulterior, dicha tutela adquiere un sobredimensionamiento aún
mayor cuando fue expresamente reconocida en una etapa en que tradicionalmente
los derechos son objeto de restricciones, conclusión que lleva a examinar
con igual énfasis toda posible vulneración de las garantías
constitucionales que se invocan como afectadas.
35) Que con el objeto indicado, el art. 1º declara intangibles los depósitos
en pesos o en moneda extranjera, a plazo fijo y a la vista, captados por las
entidades financieras autorizadas a funcionar por el B.C.R.A., de conformidad
con las previsiones de la ley 21.526 y, en forma nítida, el art. 2º
señala que la intangibilidad establecida consiste en: el Estado Nacional
en ningún caso, podrá alterar las condiciones pactadas entre los
depositantes y las entidades financieras, esto significa la prohibición
de canjearlos por títulos de la deuda pública nacional, u otro
activo del Estado Nacional, ni prorrogar el pago de los mismos, ni alterar las
tasas pactadas, ni la moneda de origen, ni reestructurar los vencimientos, los
que operarán en las fechas establecidas entre las partes.
Por último, en lo que es de trascendencia, el art. 3º dispuso que
"la presente ley es de orden público, los derechos derivados para
los depositantes...serán considerados derechos adquiridos y protegidos
por el art. 17 de la Constitución Nacional".
36) Que el texto legal indicado responde claramente a la intención del legislador, pues los distintos proyectos legislativos que confluyeron en la norma sancionada se basaron concordemente en la necesidad "de llevar grados de absoluta certidumbre sobre los ahorros de las personas o empresas, nacionales o extranjeras, que se encuentran depositados o constituidos en el sistema financiero del país", para "restablecer la credibilidad y confianza en el país y sus instituciones para que, de una vez y para siempre, empecemos a transitar el camino del crecimiento económico y mejoramiento de las condiciones sociales de nuestra población", y aunque las garantías que pretendió asegurar ya estaban contempladas en el art. 17 de la Constitución Nacional, se entendió necesario excluir de manera explícita "...cualquier modificación por parte del Poder Ejecutivo Nacional a los términos y condiciones pactados entre las entidades y los titulares de los mencionados ahorros", y que el Congreso Nacional "en pleno ejercicio de sus facultades constitucionales, contribuya a despejar la incertidumbre sancionando rápidamente una norma que impida al gobierno y a la autoridad monetaria alterar las condiciones en que dichos depósitos fueron pactados" (conf. "Antecedentes Parlamentarios", Nº 10, parágrafos 1, 5, 14 y 26, págs. 2392/2393 y 2395).
37) Que además de la restricción e indisponibilidad de los fondos
que se produjo como consecuencia de la aplicación de las normas que esta
Corte tuvo ocasión de examinar y declarar inconstitucionales en el precedente
"Smith" ya referido, la normativa posterior ha venido a resquebrajar
aún más el sustancialmente alterado derecho de la actora para
disponer de su propiedad. En efecto, por una parte, se dispuso la pesificación
del crédito, sin que a la fecha de la adopción de la medida se
hubiera previsto el futuro valor de cotización de la divisa extranjera,
lo que acarreó una significativa alteración de la relación
de cambio entre la moneda de origen y la moneda impuesta. Por otro lado, se
ordenó la reprogramación de la obligación y su sujeción
a diferentes cronogramas de pago. Todo ello ha ocasionado una esencial modificación
de las condiciones y presupuestos que, en el ámbito del derecho privado
y bajo el amparo de un resguardo excepcional reconocido por el Estado Nacional
mediante la promulgación de una ley aún bajo una situación
de emergencia económica, las partes habían tenido en mira al contratar.
Las consideraciones precedentes ponen de manifiesto las evidentes diferencias
entre la situación aquí debatida y la que esta Corte tuvo en mira
al juzgar en la causa registrada en Fallos: 313:1513.
38) Que, reiteradamente, esta Corte ha señalado que el contenido del
derecho constitucional de propiedad se vincula con la noción de derechos
adquiridos, o sea, de derechos definitivamente incorporados al patrimonio de
una persona (Fallos: 312:1121). De ahí que, también, el Tribunal
haya sostenido que "cuando bajo la vigencia de una ley un particular ha
cumplido todos los actos y obligaciones sustanciales y requisitos formales previstos
en ella para ser titular de un derecho, debe tenérselo por adquirido,
y es inadmisible su modificación por una norma posterior sin agraviar
el derecho constitucional de propiedad" (Fallos: 296:737; 299:379; 303:
1835 y 1877; 307:305).
La situación jurídica por cuyas consecuencias se ha demandado
en el caso quedó, pues, consolidada en virtud de dicho régimen
generando, innegablemente, derechos adquiridos en cabeza de la actora. El contenido
del art. 3º de la ley 24.566 es tan inequívoco en su comprensión
como inmodificable en cuanto a sus alcances; si los derechos nacidos de las
imposiciones bancarias -en curso de ejecución o futuras- han sido considerados
por el legislador como adquiridos y, desde esta premisa, entronizados al amparo
del art. 17 de la Constitución Nacional, ninguna norma infraconstitucional
ulterior puede afectarlos sin violar, a la par, la garantía superior
alcanzada.
39) Que la noción de derecho adquirido se encuentra inescindiblemente
ligada a la de seguridad jurídica, cuya raigambre constitucional esta
Corte ha señalado con énfasis y reiteración (Fallos: 243:465;
251:78; 317:218). Esta no es sino el resultado del acatamiento de las normas
que imperan en el Estado de Derecho, las que deben ser respetadas por los poderes
públicos con el fin de procurar su vigencia real y no solamente formal.
La actuación efectiva de las reglas preestablecidas genera así
un clima de seguridad en el cual los particulares conocen de antemano a qué
reglas se sujetará la actuación de los gobernantes, de manera
que la conducta de éstos sea previsible y, en caso contrario, que haya
quien, con potestad suficiente, pueda corregir el error y responsabilizar eficazmente
al transgresor. Tales conceptos han sido aplicados por este Tribunal en numerosos
pronunciamientos en los que expresó que la seguridad jurídica,
que es imperiosa exigencia del régimen de la propiedad privada, se resentiría
gravemente si fuera admisible y lograra tutela judicial la conducta de quien
primero acata una norma -en el caso la dicta- y luego la desconoce, pretendiendo
cancelar los efectos de aquel acatamiento y los que de ellos derivaron, ocasionando
así grave trastorno a las relaciones patrimoniales (Fallos: 294:220;
291:423; entre otros).
40) Que, en el orden de ideas precedentemente descripto, ha de concluirse que
el poder administrador, al margen de las directivas establecidas por el Poder
Legislativo (art. 6, ley 25.561), desconoció la sustancia de los depósitos
bancarios efectuados en moneda extranjera, al ordenar su eventual -y postergada-
restitución a un valor arbitrariamente fijado por ese mismo poder estatal,
como parte de un complejo programa de "pesificación" cuyo mérito
y eficacia no compete a este Tribunal ponderar, pero que se proyecta, en el
sub lite, como un grave agravio al derecho constitucional de propiedad.
41) Que tanto lo precedentemente expuesto, como lo decidido en la causa "Smith"
derivan de la razonada aplicación del art. 17 de la Constitución
Nacional, en tanto dispone que "La propiedad es inviolable y ningún
habitante de la Nación puede ser privado de ella, sino en virtud de sentencia
firme fundada en ley". Soslayar su vigencia, cualesquiera sean las razones
para enervar su recto contenido, importaría retirar a la República
del concierto de naciones civilizadas, que contemplan el derecho de propiedad
como uno de los pilares del respeto a los derechos inherentes a la persona y
que configura una formidable base de impulso para el progreso y el bienestar
general.
Si bien el Estado puede reglamentar el derecho de propiedad (art. 28, Constitución
Nacional), el ejercicio de esa facultad no puede conducir a disminuir sustancialmente
el valor de una cosa (Gunther, G., Constitutional Law, pág. 486, 1997).
Este Tribunal ha señalado que la tutela del derecho de propiedad no
puede ser meramente formal, sino que atiende a impedir que se prive de contenido
real a ese derecho (Fallos: 312:2467). Por lo que se lleva expresado, en el
sub lite ha quedado suficientemente demostrada la disminución inadmisible,
dentro del marco del art. 17 de la Constitución Nacional, de la extensión
efectiva del derecho de la actora.
El sistema jurídico impugnado, fundado en la emergencia, ha arrasado
lisa y llanamente con la garantía constitucional de la propiedad y destruido
-como se apuntó- el presupuesto, también constitucionalmente establecido,
de la seguridad jurídica con total olvido de que cuando se recurre a
los poderes de emergencia se lo hace con el objeto de amparar y defender el
orden preestablecido, pues ella no suprime la legitimidad constitucional sino
que la garantiza por vía de remedios extraordinarios.
El efecto producido por las normas impugnadas excede, pues, el ejercicio válido
de los poderes de emergencia, ya que en estas situaciones, como se recordó
más arriba el Estado no puede válidamente transponer el límite
que señala el art. 28 de la Constitución Nacional. Las normas
cuestionadas afectan, por tanto, en forma directa e inmediata las garantías
reconocidas por los arts. 14 bis y 17 de la Constitución Nacional.
42) Que ha de recordarse también que la Constitución Nacional
organiza una república en la que los ciudadanos, que participan de la
formación del orden jurídico mediante la elección de quienes
sancionarán y promulgarán las leyes, ostentan derechos de jerarquía
supralegal. El reconocimiento que la Ley Fundamental efectúa de aquellos
derechos, como preexistentes a su sanción, inclusive no enumerados, pero
igualmente válidos -art. 33 de la Constitución Nacional-, traduce
la existencia de una zona de reserva de los habitantes de la Nación en
cuanto al ejercicio de sus derechos básicos, que se refleja en el sistema
de control de constitucionalidad.
La pretendida inaplicabilidad de la norma que, en el caso concreto, toda persona
legitimada puede someter a la decisión del Poder Judicial, importa una
manifestación genuina del principio de soberanía del pueblo. Los
jueces, pues, se constituyen en "guardianes de la Constitución"
para reparar la lesión que un sujeto ha sufrido en sus derechos individuales.
Así, el ejercicio de la petición de inconstitucionalidad de un
acto de gobierno ante los estrados judiciales constituye la expresión
máxima de autonomía del ciudadano, quien reclama la plena vigencia
de sus derechos individuales, no delegados, frente a los excesos en que hubiesen
podido incurrir sus representantes (v. disidencia parcial del juez Moliné
O´Connor en Fallos: 324:3219, causa "Mill de Pereyra c/ Provincia
de Corrientes").
43) Que, desde tal perspectiva, compete a los poderes políticos la búsqueda
de las soluciones con que deben enfrentarse las crisis a que toda Nación
se ve expuesta, excluyendo aquellas vías que impliquen el compromiso
de los derechos básicos e inalienables que los constituyentes calificaron
como inviolables. La emergencia -como lo ha sostenido reiteradamente y desde
antiguo esta Corte- no ampara el desconocimiento de tales derechos, por lo que
no podría esperarse que el avasallamiento del derecho de propiedad fuese
tolerado por el Tribunal.
El progreso del país se debió, en buena parte, al lúcido
texto constitucional que ofreció a nacionales y extranjeros la protección
de sus vidas y patrimonios, atrayendo una corriente inmigratoria que contribuyó
a poblar el desierto territorio y a cubrirlo de valiosas inversiones desde fines
del siglo diecinueve. La permanencia de esas bases constitucionales para el
progreso y el crecimiento no puede ser desconocida por tropiezos circunstanciales
que sólo pueden ser superados con la madurez de los pueblos respetuosos
de sus leyes. La fractura del orden fundamental sólo habría de
agravar la crisis, al ver afectados ya no sólo los derechos aquí
lesionados, sino los restantes que protege la Constitución, hasta tornar
inviable el logro de los objetivos de "afianzar la justicia" y "promover
el bienestar general" sobre los que reposa el orden institucional.
No debe olvidarse que la grave emergencia que dio lugar a la sanción
de normas cuya adecuación constitucional aquí se analizan, alcanza
en mayor o menor medida a toda la población, alterando los más
diversos órdenes -laborales, empresariales, culturales, familiares, sociales,
etc.- en que ésta desarrolla su existencia, no restringiendo sus efectos
a una cuestión de ingresos y egresos de las cuentas fiscales o la magnitud
de los recursos económicos en juego de un determinado sector. Por ello,
es evidente que quienes se encuentran involucrados en las relaciones jurídicas
alcanzadas por esos efectos, deberán contribuir con su sacrificio parcial
a la superación de la crisis, sin que pueda considerarse a sector alguno
inmune a tales alteraciones, pero sin olvidar, a la vez, que todos merecen protección
constitucional con el alcance reconocido en la interpretación dada por
esta Corte al art. 16 de la Constitución Nacional.
44) Que los vicios que descalifican constitucionalmente la disposición
del art. 2° del decreto 214/02 hasta aquí examinados, no se ven atemperados
por las soluciones complementarias establecidas por los decretos 905/02 y 1836/
02. Ello es así pues los decretos indicados no aminoran los efectos nocivos
de la pesificación desde que, aun cuando crean ciertos paliativos para
compensar la pérdida del valor adquisitivo provocada por el empleo de
la paridad $ 1,40 por dólar, se limitan a ofrecer una opción que
implica una postergación irrazonable del derecho de la actora a recuperar
sus fondos en efectivo y conforme al valor del depósito en la moneda
de origen, opción que naturalmente puede rehusar frente al enfático
compromiso institucional por parte del Congreso de la Nación al sancionar
la ley 25.466.
45) Que, como reflexión final en cuanto concierne a lo decidido sobre
el planteo de inconstitucionalidad, es menester recordar que este Tribunal ha
insistido en que los jueces no pueden prescindir en la interpretación
y aplicación de las leyes de las consecuencias que derivan de cada criterio,
pues ellas constituyen uno de los índices más seguros para verificar
su razonabilidad y coherencia con el sistema en que está engarzada la
norma (Fallos: 234:482; 302:1284, entre muchos más).
Si bien es cierto que, en las circunstancias del caso, las medidas adoptadas
en el marco de la emergencia caen dentro de la discrecionalidad de los otros
poderes del Estado, esta proposición es tan incuestionable como la que
postula que, por imperio de la Constitución, también dichos poderes
deben arreglar su proceder a elementales criterios de razonabilidad, en cuanto
imponen que los medios empleados resulten equitativos y justos. Por ello, frente
a disposiciones de aquellos departamentos que no respeten tal presupuesto insoslayable,
es igualmente irrefutable la regla que impone el deber imperioso e indeclinable
de la justicia de restituir el orden vulnerado, también en cumplimiento
estricto de su deber constitucional.
Debe ser suficientemente subrayado, pues, que no corresponde al Poder Judicial
delinear el derrotero de la legislación ni de la administración
general de la República. Tampoco es el responsable de las consecuencias
del error, exceso o irrazonabilidad en que puedan incurrir los poderes a quienes,
en efecto, les incumben tales tareas. Pero, llamado a intervenir por petición
de parte legitimada, no puede permanecer inmutable ni convalidar actos que han
afectado garantías superiores, so pena de desconocer el mandato constitucional
que le ha sido conferido, cuando, como ha ocurrido en el caso, bajo la faz de
la emergencia se ha avasallado el orden constitucional.
Así lo requiere la alta misión que corresponde a los integrantes
del Poder Judicial y la necesaria confianza que, como lo demuestra la inusitada
cantidad de acciones análogas promovidas, en él han depositado
los ciudadanos e instituciones del país en aras del bien común
y de la paz social (Fallos: 300:1282).
46) Que es deber de este Tribunal señalar que la controversia que subyace
en este proceso se ha visto reiterada en más de cien mil causas que tramitan
ante los tribunales de todo el país, reveladoras de la aguda tensión
existente entre una cantidad significativa de ahorristas, el Estado Nacional
y las entidades financieras. De allí que la conclusión a que se
arriba, parte de una cabal comprensión de las responsabilidades derivadas
del rol institucional que es de la esencia de esta Corte Suprema, en tanto titular
de uno de los departamentos del gobierno federal (art. 108 de la Constitución
Nacional).
Desde esa perspectiva, la interpretación efectuada acerca del alcance
y contenido de las garantías constitucionales amparadas, así como
lo que se decidirá en lo concerniente al cumplimiento de este mandato
judicial, no puede desentenderse de las condiciones políticas, jurídicas,
sociales y económicas dominantes que imperan en la comunidad en un momento
dado. Así lo ha señalado este Tribunal en forma reiterada, remitiendo
a la doctrina de reconocidos autores y filósofos del derecho que, como
Ihering, afirmaron que no son los hechos los que deben seguir al derecho sino
que es el derecho el que debe seguir a los hechos (Fallos: 172:21 "Avico
c/ De la Pesa"). En "Kot, Samuel" (Fallos: 241:291) esta Corte
reafirmó su doctrina en el sentido de que las leyes no pueden ser interpretadas
sin consideración a las nuevas condiciones y necesidades de la comunidad,
en tanto la Constitución, que es la ley de las leyes, y se halla en el
cimiento de todo el orden jurídico positivo, tiene la virtualidad necesaria
para poder gobernar las relaciones jurídicas nacidas en circunstancias
sociales diferentes a las que existía en tiempos de su sanción.
47) Que la proyección de la presente decisión sobre la numerosa
cantidad de pleitos en los que se debaten controversias similares impone, empero,
en las circunstancias de crisis extrema que vive la República, un afinado
ejercicio de la tradicional autorrestricción que este poder del gobierno
federal tiene entre sus principios de mayor arraigo. Ello, con el propósito
de permitir que el Congreso de la Nación -órgano investido por
la Constitución Nacional "Del Poder Legislativo de la Nación"
(art. 44)- sancione las disposiciones necesarias y apropiadas para que la ejecución
de pronunciamientos de esta naturaleza encuentre un cauce constitucionalmente
sostenible.
48) Que el fundamento de esta solución yace en el art. 75, incs. 18,
19 y 32, de la Constitución Nacional, al facultar al Poder Legislativo
para hacer todas las leyes y reglamentos que sean convenientes para poner en
ejercicio los poderes atribuidos al gobierno de la Nación. Todo lo que
es necesario y esencial para la existencia, seguridad y bienestar nacional,
está comprendido dentro de los poderes de reglamentación atribuidos
al Congreso.
No debe soslayarse, al respecto, que los otros poderes del gobierno de la Nación
se encuentran también vinculados con el propósito inspirador del
dictado de la Constitución -que tanto vale como su propia razón
de ser- integrado por los enunciados del Preámbulo (Fallos: 300:1282),
entre éstos el de "afianzar la justicia", "promover el
bienestar general" y "asegurar los beneficios de la libertad".
Es regla doctrinaria que la interpretación de los poderes y derechos
del gobierno instituido por la Constitución no debe ser estricta ni restringida,
pues los medios de satisfacer las necesidades del país, de evitar los
peligros y de aumentar la prosperidad nacional, son tan variados y complejos,
que debe dejarse una gran latitud para la elección y empleo de esos medios,
de lo que deriva la necesidad y conveniencia de interpretar ampliamente los
poderes concedidos por la Constitución Nacional (Fallos: 319:3241).
49) Que en este trance que conmueve a todos los sectores de la comunidad, esta
Corte no ignora que la declaración de inconstitucionalidad efectuada
la faculta para disponer inmediatamente lo concerniente al modo de cumplimiento
del mandato judicial, tal como lo ha hecho frente a situaciones en que, también,
ha ejercido su función jurisdiccional de mayor relevancia, la que ha
transformado a este departamento, desde sus primeras decisiones, en un poder
de la República.
En las circunstancias que singularizan este asunto como pocos lo han hecho en
la historia de este Cuerpo, una demostración cabal de la prudencia que
guía todas sus decisiones y de la asunción de las responsabilidades
institucionales que las circunstancias actuales le permiten (Fallos: 317:1162,
voto del juez Nazareno, considerando 10), impone establecer un tiempo de reflexión
y de decisión en los órganos políticos del gobierno, para
dar una respuesta final a las decenas de miles de ahorristas que han visto arrasadas
las garantías constitucionales examinadas.
Lo precedentemente expuesto no implica claudicar de la función jurisdiccional
que, en tanto tribunal de justicia, le asiste a esta Corte; tampoco predicar
la omnipotencia del Congreso ni permitirle una ilegítima interferencia
sobre las atribuciones deferidas por la Ley Suprema al Poder Judicial; o, menos
aún, someter al escrutinio de aquel cuerpo los alcances y el contenido
de esta sentencia.
Sólo configura un modo, tan excepcional como la materia que se trata,
de resguardar el imperio de las facultades legislativas que son indispensables
para armonizar las garantías individuales con las conveniencias generales,
pues es al Congreso al que, por la naturaleza de sus atribuciones, le corresponde
mantener ese equilibrio como encargado del control y resguardo del interés
público comprometido en la selección y definición de las
políticas económicas y sociales, y sabido es que no incumbe a
este Tribunal -en el ejercicio regular de sus atribuciones- sustituir a los
otros poderes del Estado en las funciones que les son propias, más allá
de que en el caso cuenta con la facultad para ordenar la ejecución de
la presente.
50) Que, con tal comprensión, sobre la indiscutible base del equilibrio
entre los poderes del gobierno federal, es necesario que el Congreso de la Nación
-a partir de su condición de órgano integrado por representantes
directos del pueblo, de las provincias y de la Ciudad de Buenos Aires- realice
una verificación y una ponderación adecuada e integral de las
complejas circunstancias políticas, económicas y sociales presentes
en el marco de la emergencia declarada, a partir de la intervención de
todos los sectores de la sociedad involucrados en el conflicto y del eventual
logro de los consensos propios de todo órgano deliberativo, que le permita
ejercer la atribución constitucional antes señalada para sancionar
las medidas idóneas que regulen lo concerniente al cumplimiento de decisiones
como la presente.
Tal como lo ha sostenido el señor Procurador General de la Nación
en el dictamen que obra en Fallos: 172:30 y 31, quejarse de que el Congreso,
en tanto representación nacional a la que compete el poder de sancionar
las leyes, ejerza una discreción liberal al legislar para la Nación,
es virtualmente quejarse de que el pueblo la ejerza.
Por cierto que, como es axiomático en el diseño institucional
de la República, el remedio que se sancione en uso de la mentada atribución
legislativa, estará sometido al ejercicio, a posteriori, del control
jurisdiccional destinado a asegurar la fundamental razonabilidad de esos actos
y a impedir que, por medio de ellos se frustren derechos cuya salvaguarda es
deber indeclinable del Tribunal, como surge de esta decisión (Fallos:
308:1850).
51) Que a tal fin y con el objeto de no frustrar la declaración de inconstitucionalidad
decidida, corresponde que la intervención que se requiere del Congreso
de la Nación esté sujeta a un breve lapso durante el cual deberá
ser ejercida, pues de no ser así este pronunciamiento configuraría
una vana y formal declamación de principios, desprovista de contenido
real por su ineficacia para restablecer las garantías constitucionales
vulneradas; y, con mayor gravedad, en una renuncia consciente a la función
constitucional de decidir definitivamente colisiones efectivas de derechos,
asignada a este Poder Judicial.
Sobre la base de lo expuesto, el Tribunal considera apropiado fijar a ese fin
un plazo de sesenta días.
52) Que, por último, los fundamentos que sostienen la solución
excepcional que se postula de requerir la actuación de los poderes del
gobierno que intervienen en la sanción y promulgación de las leyes,
como una alternativa eficaz para establecer un ordenado y previsible cumplimiento
de pronunciamientos como el presente, justifican una reflexión final
que hace, inexorablemente, al cabal logro de los altos propósitos que
inspiran este aspecto del pronunciamiento.
La lectura de los pronunciamientos dictados en la significativa cantidad de
causas radicadas ante esta Corte y de aquellos otros publicados en revistas
especializadas, demuestra que los magistrados que han fallado -federales, nacionales
o provinciales; de primera o ulterior instancia- en asuntos como el presente,
han fundado sus decisiones con arreglo a las consideraciones y conclusiones
efectuadas en la causa "Smith" por este Tribunal, reconociéndole
la autoridad institucional proveniente de su condición de supremo intérprete
de los principios constitucionales y de órgano superior de este poder
del gobierno federal.
Los señores jueces bajo cuya jurisdicción se encuentran los procesos,
de cualquier trámite, en que se ventilan cuestiones análogas,
en oportunidad de resolver el modo de ejecución de sus sentencias y resoluciones,
tendrán la trascendente misión de contribuir al objetivo que propende
esta decisión, adaptando sus pronunciamientos a todo cuanto aquí
se resuelve con un énfasis semejante al utilizado con respecto al precedente
mencionado.
En este trance de la historia de la República, adquiere una singular
actualidad la tradicional regla sentada en Fallos: 212:160, con arreglo a la
cual el leal acatamiento de los fallos de la Corte Suprema es indispensable
para la tranquilidad pública, la paz social y la estabilidad de las instituciones.
De ahí, pues, que en los términos señalados cabe exhortar
a los señores jueces competentes para que al disponer la ejecución
de sus decisiones, cautelares o definitivas, adecuen sus pronunciamientos a
lo aquí resuelto sobre este aspecto del pronunciamiento, así como
a lo decidido en Fallos: 324:4520, con particular referencia a la inadmisibilidad
de peticiones anticipadas de naturaleza análoga a la que fue descalificada
por el Tribunal.
53) Que sin perjuicio de lo expuesto precedentemente con respecto a la ejecución
de la sentencia, se adhiere de modo subsidiario a lo expresado y decidido sobre
dicha materia en el voto de los jueces Moliné O´ Connor, Fayt,
López y Vázquez (conf. Fallos: 323:1934, voto del juez Petracchi).
Por ello y de conformidad en lo pertinente con lo dictaminado por el señor
Procurador General se resuelve: I.? Declarar la inconstitucionalidad de las
normas impugnadas; II.? Ordenar al Banco de la Nación Argentina que reintegre
a la Provincia de San Luis las sumas depositadas en dólares estadounidenses,
o su equivalente al valor en pesos según la cotización del mercado
libre de cambios tipo vendedor al día del pago. De dichas sumas deberán
deducirse las ya extraídas por el Estado provincial (ver alcances de
la presentación de fs. 459/460). A este último efecto la diferencia
deberá determinarse entre la suma retirada en pesos y el valor de cada
dólar en el mercado referido a la fecha de la extracción; III.?
Fijar el plazo de sesenta días corridos para que las partes convengan
o determinen la forma y plazos de devolución que no alteren la sustancia
de la decisión, bajo apercibimiento de establecerlo el Tribunal a pedido
de cualquiera de los interesados al vencimiento del plazo fijado. Notifíquese
por cédula a las partes que se confeccionará por secretaría.
JULIO S. NAZARENO.
ES COPIA
VO-//-
-//-TO DEL SEÑOR MINISTRO DOCTOR DON CARLOS S. FAYT
Considerando:
1°) Que la Provincia de San Luis interpone la presente acción de
amparo sobre la base de lo dispuesto en el art. 43 de la Constitución
Nacional contra el Poder Ejecutivo Nacional, el Banco de la Nación Argentina,
y el Banco Central de la República Argentina como entidad responsable
del pago de los plazos fijos de los que es titular el Estado provincial. Persigue
por esta vía que se declare la inconstitucionalidad de los arts. 2°
y 12 del decreto 214/02, del decreto 1570/01, del decreto 320/02, y que se disponga
que el Banco Central o el Banco de la Nación Argentina le entreguen a
la provincia dólares billetes de los plazos fijos que individualiza,
o su equivalente en pesos según el valor de la moneda estadounidense
en el mercado libre de cambios al tipo vendedor del día anterior al vencimiento
de la obligación. A esos efectos indica que las normas que regulan la
cuestión afectan garantías de jerarquía constitucional
y que impiden reconocer validez al "corralito financiero" y a la pesificación
compulsiva en tanto no tienen cabida dentro del "estándar"
de una restricción razonable de los derechos. Afirma que las disposiciones
que impugna destruyen y confiscan su derecho de propiedad reconocido en el art.
17 de la Constitución Nacional y, también, en el art. 21 del Pacto
de San José de Costa Rica que determina que toda persona tiene derecho
al uso y goce de sus bienes y que no puede ser privada de ellos, excepto de
mediar el pago de una indemnización justa, y apoyada esa privación
en razones de utilidad pública o interés social en los casos y
formas establecidos en las leyes.
En ese orden de ideas también sostiene que exigirle a la provincia que soporte la pesificación compulsiva agravia de manera indudable la "sustantividad" del derecho de propiedad. Al efecto arguye que al derogarse la convertibilidad la obligación de devolver los depósitos en dólares deja de ser una obligación de dar sumas de dinero para convertirse en una obligación de dar cosas. De tal manera, indica, el interés del ahorrista sólo se satisface "cuando se le reintegra la cantidad de dólares estadounidenses (cosas, ya no moneda convertible) que tenía depositado. O si se quiere, y ante una eventual falta de dólares en el mercado, dicho interés quedaría satisfecho por la cantidad necesaria de pesos...para adquirir los dólares depositados, conforme la cotización que arroje el mercado cambiario libre...pagarle a la Provincia $ 1,40 por cada dólar constituye un agravio a la sustantividad del derecho, toda vez que el valor de la moneda supera en el mercado libre los $ 2".
2°) Que la actora remarca que si esta afectación puede ser planteada
por cualquier clase de ahorrista, tanto o más digno de protección
es el derecho del Estado provincial de que se proteja su patrimonio destinado
a la satisfacción de necesidades públicas. Expone asimismo que
negarle a las autoridades de un gobierno provincial que disponga de los fondos
que el respectivo Estado depositó en plazos fijos en dólares en
el Banco de la Nación Argentina, cuando la causa de esa indisponibilidad
es una norma del Estado Nacional, implica por parte de este último un
contundente incumplimiento a su mandato constitucional de garantizar el sistema
federal. Esa garantía revela la necesidad de cumplir con dos aspectos,
uno, proveer al desarrollo económico y el bienestar de los estados provinciales,
el otro abstenerse de incurrir en hechos, actos u omisiones que perturben o
impidan su desarrollo. Según manifiesta ello es lo que sucede en el caso,
porque además de no cumplirse con la remisión oportuna de los
fondos de coparticipación, el Estado Nacional ha adoptado medidas que
le impiden a la Provincia de San Luis subvenir a las necesidades de su gobierno
al no poder disponer de los recursos que posee depositados en los plazos fijos
en cuestión. De tal manera las medidas adoptadas resultan repugnantes
también a los arts. 1°, 5° y 121 de la Constitución Nacional,
y a los principios generales que determinan la inalienabilidad, imprescriptibilidad,
e inembargabilidad de los bienes del dominio estatal. Considera que tan públicos
son los bienes cuya devolución requiere, como los que tenían depositados
los estados extranjeros que fueron excluidos del "corralito y la pesificación"
según la comunicación A 3467 del Banco Central de la República
Argentina del 8 de febrero de 2002.
3°) Que sobre la base de todo lo expuesto y la necesidad de disponer de
modo inmediato de los fondos públicos retenidos, solicita que se dicte
una medida precautoria que ordene al Banco de la Nación Argentina la
entrega inmediata de los dólares estadounidenses depositados al vencimiento
de cada uno de los plazos fijos existentes y detallados en el escrito inicial.
De no admitirse el pedido afirma que la provincia deberá paralizar toda
la obra pública, con el consecuente despido de 15.000 personas, y disponer
rescisiones de contrato que se traducirán en acciones de daños
y perjuicios contra el Estado provincial.
4°) Que a fs. 147 y a fin de ampliar los fundamentos de su pretensión
el Estado provincial acompaña el informe elaborado por su ministro de
economía del que surge cómo se han ido integrando históricamente
las sumas cuya restitución persigue por medio de este expediente, y a
esos efectos indica que fueron acumuladas durante los años 1996, 1997,
1998, 1999 y 2000 y que las cuentas correspondientes a cada ejercicio fueron
aprobadas por la legislatura local.
5°) Que a fs. 150 se declaró la competencia de este Tribunal para
intervenir en el reclamo por vía de su instancia originaria prevista
en el art. 117 de la Constitución Nacional, y se citó a una audiencia
a la gobernadora de la provincia, al ministro de economía de la Nación
Argentina, al procurador del Tesoro de la Nación y al presidente del
Banco Central de la República Argentina. Da cuenta de su realización
el acta obrante a fs. 160; oportunidad en la que esta Corte, frente a las delicadas
cuestiones sometidas a la decisión del Tribunal fijó una nueva
audiencia para acercar a las partes en los puntos de conflicto. El resultado
negativo de la primera surge de la desgrabación del acto obrante a fs.
169/177 de este proceso. Idéntico resultado tuvo la segunda, tal como
surge de fs. 178 y de la desgrabación de la audiencia obrante a fs. 179/182.
6°) Que, sin perjuicio de la etapa conciliatoria abierta por el Tribunal
en el expediente, a fs. 186 y como consecuencia del requerimiento formulado
por San Luis se ordenó al Banco Central de la República Argentina,
al Poder Ejecutivo Nacional y al Banco de la Nación Argentina que presentaran
un informe circunstanciado acerca de los antecedentes y fundamentos de las medidas
impugnadas de conformidad con la previsión contenida en el art. 8°
de la ley 16.986. Ello trajo aparejado las contestaciones al requerimiento de
informes obrantes a fs. 206/224, 235/285 y 306/347 respectivamente.
7°) Que es preciso indicar que la Corte, en el ámbito de la propuesta
conciliatoria en la que estaba ocupada, consideró conveniente oír
a las asociaciones bancarias involucradas viabilizando así la intención
de esas entidades de no mantenerse ajenas a un conflicto generalizado que ya
había sido expresado en la causa M.12.XXXVIII. "Ministerio de Economía
y Banco Central de la República Argentina s/ apelación contra
medidas cautelares". En consecuencia citó a una nueva audiencia
y convocó a la Asociación de Bancos Argentinos -ABA-, a la Asociación
de Bancos Públicos y Privados de la República Argentina -ABAPPRA-
y a las partes en este proceso para que concurrieran a ese acto (fs. 191). Dan
cuenta de su realización, de las diversas presentaciones efectuadas y
de las posturas sostenidas por los intervinientes, las constancias que obran
agregadas a fs. 350, 352/383, 385/428 y 430 y a fs. 441/451 la desgrabación
de la audiencia.
8°) Que las piezas obrantes a fs. 432 y 433 revelan las propuestas formuladas
por la Corte, que merecieron la respuesta de la Provincia de San Luis obrante
a fs. 459/460, y las del Estado Nacional de fs. 465/466 y 468.
Las dos últimas importaron el rechazo de las distintas alternativas
de conciliación y la invocación del decreto 905/02, por medio
del cual el Poder Ejecutivo Nacional con el propósito de "reconstituir
los saldos transaccionales a un nivel compatible con la liquidez existente y
un programa monetario sostenible y otorgar a los ahorristas un instrumento de
ahorro que les permita preservar el valor de sus depósitos originales
y acceder a una renta" (ver considerando 9° del decreto), les otorgó
a los titulares de depósitos constituídos en moneda extranjera
en entidades financieras, que fueron convertidos a pesos según lo dispuesto
en el decreto 214/02, la "opción" de recibir "Bonos del
Gobierno Nacional en dólares estadounidenses libor 2012".
Cabe señalar que la actora con anterioridad a esas presentaciones y en
forma inmediata al dictado del decreto referido planteo su inconstitucionalidad
(ver fs. 460/463).
9°) Que un párrafo aparte exige la presentación del Estado
provincial por medio de la cual contestó la proposición conciliatoria
de este Tribunal (ver fs. 459/460 ya referidas), ya que aporta a las cuestiones
sometidas a la decisión del Tribunal dos elementos de juicio que no podrán
ser soslayados. Uno, que el quantum de la pretensión inicial se ha modificado,
pues desde el inicio del proceso hasta esa oportunidad -30 de mayo de 2002-
la provincia ha retirado fondos, y mantiene el reclamo por la diferencia ya
sea en dólares estadounidenses o su valor en pesos al cambio correspondiente
al día en que se pague la deuda. El otro, que ofrece que la diferencia
adeudada entre la llamada pesificación y el valor del dólar billete
en el mercado libre sea reprogramada en la forma que allí indica.
10) Que de conformidad con la previsión contenida en el art. 163, inc.
3° del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación corresponde
efectuar la relación sucinta de las cuestiones introducidas por el Estado
Nacional al evacuar los informes requeridos sobre la base de la previsión
contenida en el art. 8° de la ley 16.986, presentaciones ya citadas en el
considerando 6° precedente. Ello así, a pesar de que las razones
que el Estado Nacional invoca para sustentar el dictado de las normas cuya constitucionalidad
ha sido puesta en tela de juicio en este proceso son de conocimiento general.
11) Que los fundamentos para defender el plexo normativo consisten sustancialmente
en: a) La provincia se encuentra excluida de la reprogramación relativa
a la devolución de las imposiciones bancarias; b) Las cuestiones de emergencia
que determinaron el dictado de las normas y que son el fundamento de legitimidad
del plexo normativo que se debe examinar; c) La presunción de legitimidad
de los decretos de necesidad y urgencia; d) La modificación de las circunstancias
jurídicas y fácticas posteriores al pronunciamiento de esta Corte
en el conocido caso "Smith"; e) La no vulneración de derecho
patrimonial alguno sino su reglamentación en virtud de la situación
de crisis y necesidad pública existente; f) La irrelevancia, a los efectos
de la decisión de este caso, de las disposiciones contenidas en la ley
25.466, dado que, según sostiene, dicha normativa no puede crear una
situación inmutable al dictado de leyes de emergencia; g) La necesidad
de evitar corridas bancarias; h) El poder de policía del Estado para
tomar medidas excepcionales; i) La convalidación por parte de la Suprema
Corte de los Estados Unidos de Norteamérica de leyes de emergencia en
materia hipotecaria y la necesidad de responder a situaciones particulares con
decisiones particulares; j) La razonabilidad de las medidas adoptadas por el
Poder Ejecutivo Nacional; k) Las situaciones que llevaron a la peor crisis de
la historia argentina en los últimos cien años; l) La iliquidez
del sistema financiero que impide responder en forma inmediata a la devolución
de los depósitos.
12) Que si bien es cierto que la vía excepcional del amparo, en principio, no sustituye las instancias ordinarias judiciales para traer cualquier cuestión litigiosa a conocimiento de la Corte, no lo es menos que siempre que aparezca de un modo claro y manifiesto el daño grave e irreparable que se causaría remitiendo el examen de la cuestión a los procedimientos ordinarios, administrativos o judiciales, corresponderá que los jueces restablezcan de inmediato el derecho restringido por la rápida vía del recurso de amparo (Fallos: 280:228; 294:152; 299:417; 303:811; 307:444; 308: 155; 311:208, entre otros), a fin de que el curso de los procedimientos ordinarios no torne abstracta o tardía la efectividad de las garantías constitucionales (Fallos: 323:2519, considerando 5°), circunstancias que se configuran en el caso.
En efecto, el planteo formulado por la amparista se reduce a la confrontación
entre el marco normativo bajo el cual se efectuó el depósito en
moneda extranjera y el que impugna por esta vía, que somete a condiciones
sustancialmente diferentes a su restitución, con severa lesión
del derecho constitucional de propiedad. La incidencia patrimonial de los actos
calificados como ilegítimos, se traduce -según la amparista- en
el evidente apartamiento entre el valor consignado en el título en la
moneda de origen -conforme la cotización que diariamente se publica en
la prensa, aun en la no especializada- y el que se pretende restituir por aplicación
de las normas cuestionadas. La concreta comprobación del grado de esa
afectación no resulta -en este estado- determinante para la admisión
de la vía intentada, pues esas alteraciones económicas sólo
son posibles dentro del marco normativo cuya incompatibilidad con la Ley Fundamental
constituye la sustancia del planteo, sin que sea relevante la eventual confiscatoriedad
de la afectación para juzgar la validez constitucional de las normas
cuestionadas (conf. T.348 XXXVIII "Tobar, Leónidas c/ E.N. M°
Defensa ?Contaduría General del Ejército? Ley 25.453 s/ amparo
?Ley 16.986", sentencia del 22 de agosto de 2002).
13) Que cabe señalar que en el transcurso del proceso, han sido dictadas
diversas normas sobre la materia objeto de esta litis por lo que, de conformidad
con reiterada doctrina de esta Corte, su decisión deberá atender
también a las modificaciones introducidas por esos preceptos en tanto
configuran circunstancias sobrevinientes de las que no es posible prescindir
(Fallos: 308:1489; 312:555; 315:123, entre muchos otros).
14) Que las circunstancias políticas, sociales y económicas que
precedieron y siguieron a la promoción de este caso encuentran difícil
comparación en la historia de la Argentina contemporánea. La renuncia
y sucesión de un presidente constitucional en medio de graves protestas
sociales, muchas de las cuales derivaron en la muerte de los manifestantes.
La crisis económica que amenazaba convertirse en catástrofe. La
huida de las reservas, la salida de la convertibilidad, la devaluación,
la quiebra de la relación de confianza de los ahorristas con los bancos,
la caída del consumo interno, los ajustes, la inflación, el aumento
del desempleo y la subocupación, la exclusión y la indigencia
simbióticamente unidas al caos social, político y económico,
desfibraron el sistema de creencias sobre el que se asienta la Nación
y la vida del Estado. La crisis no ha dejado resquicios sin penetrar. De ahí
que la reconstrucción requiera medidas extremas y cambios severos. Según
surge del entramado de normas dictadas el gobierno trata de lograr el equilibrio
fiscal, sustituir las importaciones, financiar las exportaciones, administrar
el superávit comercial. Sin apoyo exterior, reordenar el sistema financiero
evitando la sangría del Banco Central de la República Argentina
como prestamista final, afirmando su función de receptor de las divisas
provenientes del comercio exterior. A esto debe agregarse la recomposición
de los salarios, las jubilaciones y los subsidios de inclusión a fin
de impulsar y renivelar el consumo.
Este cuadro de situación se refleja como una estenosis tumoral en las
cifras que proporciona la Encuesta Permanente de Hogares hecha por el Instituto
Nacional de Estadística y Censos en su informe correspondiente al mes
de mayo de 2002, según las cuales la desocupación llegó
al 21,5% y la subocupación al 12,7%, los pobres aumentaron de 14.500.000
a 19.000.000, uno de cada tres argentinos en condiciones de trabajar sufre problemas
de empleo. En el 2001 se destruyeron 750.000 puestos de trabajo, en tanto, más
de la mitad de los argentinos son pobres, con 5.000.000 de personas con problemas
de inserción laboral; todo lo cual indica a verdad material, que el país
marca récord en materia de desocupación, pobreza e indigencia.
El proceso de desintegración financiera hizo necesaria la adopción
por parte del gobierno de medidas de control y restricciones generalizadas sobre
los depósitos bancarios que provocaron expresiones de repudio y reacciones
populares, signadas por la desesperación y la impotencia. Esas medidas
de control sellaron la desconfianza de vastos sectores sociales en el sistema
financiero, político e institucional, priorizando la necesidad de restablecer
la credibilidad. Esto eleva la necesidad de recrear en el pueblo la confianza
en el sistema financiero como condición esencial en el proceso de recuperación
nacional. Además, debe reconocerse la reducción de la masa de
depósitos, lo que convierte en imperioso el retorno a la racionalidad,
a la prudencia, al respeto de la buena fe contractual entre las entidades bancarias
y sus depositantes. De esta situación, no obstante su gravedad, no se
sigue la aplicación automática de la doctrina expuesta in re "Peralta"
(Fallos: 313:1513) como se explicará más adelante.
15) Que, también, un inédito plexo normativo adquirió presencia
a través de una multitud de normas de distinto rango -leyes, decretos,
resoluciones ministeriales, disposiciones del Banco Central de la República,
etc.- que se dictaron en el espacio de unos pocos meses, muchas de ellas con
una vigencia fugaz. Así se fue tejiendo un complejo e inestable sistema
que constituye el fundamento de la resistencia a la pretensión de la
actora. Una síntesis, inevitable para la correcta decisión del
caso, puede trazarse en estos términos:
a) La ley 25.466 fue publicada en el Boletín Oficial del 25 de septiembre
de 2001 -cuya aplicación recién fue suspendida por el art. 15
de la ley 25.561 publicada el 7 de enero de 2002- y sancionada por el Congreso
de la Nación antes de la emisión del decreto 1570/01. Dispuso
que todos los depósitos captados por las entidades financieras autorizadas
para funcionar por el Banco Central, fuere en pesos o en moneda extranjera,
a plazo fijo o a la vista, serían considerados intangibles (art. 1º).
El art. 2° de la ley definió dicha condición disponiendo que
"el Estado Nacional en ningún caso, podrá alterar las condiciones
pactadas entre el/los depositantes y la entidad financiera, esto significa la
prohibición de canjearlos por títulos de la deuda pública
nacional, u otro activo del Estado Nacional, ni prorrogar el pago de los mismos,
ni alterar las tasas pactadas, ni la moneda de origen, ni reestructurar los
vencimientos, los que operarán en las fechas establecidas entre las partes".
El art. 3º añadió que "la presente ley es de orden público,
los derechos derivados para los depositantes y las entidades depositarias de
las operaciones comprendidas en el art. 1° de esta ley, serán considerados
derechos adquiridos y protegidos por el art. 17 de la Constitución Nacional".
b) El 1º de diciembre de 2001, invocando las facultades conferidas por
los incs. 1°, 2° y 3° del art. 99 de la Constitución Nacional,
el Poder Ejecutivo dictó el decreto 1570/01, por el cual -en lo que aquí
interesa- dispuso la prohibición de los retiros en efectivo por sumas
superiores a los $ 250 o u$s 250 semanales por cuenta (art. 2º inc. a)
-autorizándose al Banco Central a disminuir la restricción cuando
el saldo total de los depósitos del sistema aumentase respecto del nivel
de cierre del 30 de septiembre de 2001 y las tasas de interés fuesen
a su juicio normales (art. 3º)- pero permitió la plena disponibilidad
del dinero depositado, sea en cuentas a la vista o a plazo, a través
de "...cualquier tipo de operatoria bancaria que no implique disminución
de fondos en el sistema financiero", ratificándose consecuentemente
su intangibilidad en los términos de la ley 25.466 (art. 4º). El
decreto 1570/01 fue modificado por el decreto 1606/01 el cual -en cuanto importa-
excluyó de su ámbito de aplicación los retiros en efectivo
necesarios para atender el pago de sueldos que no debieren hacerse por vía
bancaria (art. 1º, inc. a).
c) El 6 de enero de 2002 fue promulgada la ley 25.557, por la cual -dejándose expresamente a salvo que ella no importaba ratificación ni expresa ni tácita de los decretos 1570/01 y 1606/01 (art. 3º)- se excluyó del tope a los retiros en efectivo establecido en el inc. a del art. 2º del decreto 1570/01 a los importes acreditados correspondientes a rubros laborales, previsionales y de carácter alimentario en general, permitiéndose su libre y entera disponibilidad por parte de sus titulares (art. 1º). Con relación a las cuentas no salariales ni previsionales, el límite original de $ 250 fijado por el decreto 1570/01, fue elevado a $ 300 por la resolución (M.E.) 6/02, siendo él mantenido por las posteriores resoluciones (M.E.) 9/02, 18/02, 23/02 y 46/02.
d) El Congreso de la Nación también sancionó el 6 de enero de 2002 la ley 25.561, por la cual, con arreglo a lo dispuesto en el art. 76 de la Constitución Nacional, se declaró la emergencia pública en materia social, económica, administrativa, financiera y cambiaria, delegando al Poder Ejecutivo Nacional, hasta el 10 de diciembre de 2003, el ejercicio de las facultades en ella establecidas a fin de "proceder al reordenamiento del sistema financiero, bancario y del mercado de cambios" y "reglar la reestructuración de las obligaciones, en curso de ejecución, afectadas por el nuevo régimen cambiario instituido en el artículo 2º" (incs. 1° y 4°, respectivamente, del art. 1º). Esta ley concretamente: a) Facultó al P.E.N. "...para establecer el sistema que determinará la relación de cambio entre el peso y las divisas extranjeras, y dictar regulaciones cambiarias" (art. 2º); b) Instruyó al Poder Ejecutivo a disponer "...medidas tendientes a disminuir el impacto producido por la modificación de la relación de cambio dispuesta en el art. 2º (...) en las personas (...) que mantuviesen con el sistema financiero deudas nominadas en dólares..." (art. 6º, primer párrafo); c) Estableció que esas deudas en dólares con el sistema financiero, cuando no fuesen superiores a los U$S 100.000 -disposición esta última observada por el Poder Ejecutivo- y se encontrasen vinculadas con los destinos allí especificados -créditos hipotecarios destinados a la adquisición, construcción, refacción y/o ampliación de vivienda; créditos personales; créditos prendarios para la adquisición de automóviles; y créditos de personas que cumplan con los requisitos de micro, pequeña y mediana empresa-, fuesen reestructuradas a la relación de $ 1 igual a U$S 1 (art. 6º, segundo párrafo); d) En relación a esas deudas en dólares con el sistema financiero que la misma ley pesifica a $ 1 igual U$S 1, facultó al Poder Ejecutivo a "...establecer medidas compensatorias que eviten desequilibrios en las entidades financieras (...), las que podrán incluir la emisión de títulos del Gobierno Nacional en moneda extranjera garantizados" (art. 6º, tercer párrafo); e) Suspendió la vigencia de la Ley de Intangibilidad de los Depósitos 25.466 hasta que fuese superada la emergencia del sistema financiero o hasta que el Poder Ejecutivo considere superada la emergencia (art. 15); f) Habilitó al Poder Ejecutivo para disponer "las medidas tendientes a preservar el capital perteneciente a los ahorristas (...), reestructurando las obligaciones originarias de modo compatible con la evolución de la solvencia del sistema financiero. Esa protección comprenderá a los depósitos efectuados en divisas extranjeras" (art. 6, último párrafo).
e) El 9 de enero de 2002 el Poder Ejecutivo Nacional, dando cumplimiento a la ley 25.561, dictó el decreto 71/02 que: a) Estableció un mercado oficial de cambios, disponiendo que las operaciones de compra y venta de dólares que en él efectuase el Banco Central de la República Argentina serían realizadas a razón de $ 1,40 por cada U$S 1, "...quedando así establecida la relación de cambio entre el peso y la citada divisa extranjera, conforme las previsiones del artículo 2º de la ley 25.561..." (art. 1º); b) Encomendó al Banco Central reglamentar la reestructuración de las deudas de las personas físicas y jurídicas con el sector financiero, mandándole contemplar los distintos supuestos que allí consignó (art. 4º); c) Estableció que "el Ministerio de Economía reglamentará la oportunidad y modo de disposición por sus titulares de los depósitos en pesos o en divisas extranjeras respetando la moneda en que hubiesen sido impuestos por sus titulares...". A esos fines el Ministerio debía "...tomar en cuenta los intereses de los ahorristas y la solvencia y liquidez del sector financiero limitando, de ser necesario, las transferencias de depósitos entre diferentes instituciones financieras por plazo determinado y de ser ello requerido para resolver cuestiones operativas" (art. 5º).
f) En cumplimiento de ello, el Ministerio de Economía, emitió la resolución 6/02 por cuyo anexo I ?"Cronograma de Vencimientos Reprogramados de los Depósitos", en relación a las imposiciones en moneda extranjera -que son las que interesan al caso-, distinguiendo según su tipo y monto, estableció un triple régimen: a) Plazos fijos. Dispuso que serían reprogramados en la misma entidad financiera y que, según sus montos, serían cancelados: 1) Hasta 5.000 dólares, en 12 cuotas pagaderas a partir de enero de 2003; 2) De 5.000 a 10.000 dólares, en igual número de cuotas a partir de marzo de 2003; 3) De 10.000 hasta 30.000 dólares, en 18 cuotas a partir de junio de 2003; y 4) De más de 30.000 dólares, en 24 cuotas a partir de septiembre de 2003; b) Cajas de ahorro. Estableció que los saldos superiores a 3.000 dólares serían reprogramados, asimilando su tratamiento a un plazo fijo de similar importe, y acordó al titular, hasta el 15 de febrero de 2002, la opción de convertir a pesos los saldos menores a 3.000 dólares, al cambio de $ 1,40 igual a U$S 1, transfiriéndolos a cualquier cuenta en pesos del mismo titular, la que operaría de acuerdo a las normas vigentes. c) Cuentas corrientes. Dispuso que los saldos superiores a 10.000 dólares recibirían el tratamiento de los plazos fijos, y acordó al titular la opción de convertir hasta 10.000 dólares a pesos, según la paridad de $ 1,40 por dólar, transfiriéndolos a cualquier cuenta en pesos. Para el caso que no se hiciese uso de la opción, establecía que el titular podía "realizar retiros en efectivo de hasta un valor equivalente a dolares estadounidenses quinientos (U$S 500) por mes, que serán libres de transferencia entre cuentas".
g) En ese marco el Poder Ejecutivo -invocando la gravedad de la situación
que determinó la sanción del decreto 1570/01 como de la ley 25.561;
la práctica interrupción del funcionamiento de la economía;
la máxima prioridad que debía acordársele al sistema financiero
tanto para facilitar la paulatina normalización de la actividad económica
como para restituir a los ahorristas y deudores las mayores condiciones de libertad
y certidumbre, preservando sus derechos de propiedad; la importancia prioritaria
de "restablecer el orden público económico aun cuando ello,
en forma parcial y transitoria, limite el derecho de los particulares a disponer,
libremente, de la totalidad de sus propios recursos"; el riesgo cambiario
y de hiperinflación al que podría conducir una excesiva aceleración
en la liberación de los depósitos; y en que, como consecuencia
de las medidas adoptadas, "los ahorristas podrán disponer en plazos
más breves, de sus ahorros en dólares estadounidenses convertidos
a pesos, o bien optar por recibir bonos nominados en dólares estadounidenses"-
en uso de las facultades conferidas por el art. 99, inc. 3º, de la Constitución
Nacional, dictó el decreto 214/02 que modificó sustancialmente
el régimen hasta entonces vigente.
Mediante éste se transformaron a pesos, con carácter general,
todas las obligaciones de dar sumas de dinero expresadas en moneda extranjera
que no se encontrasen ya convertidas a pesos (art. 1º), estableciéndose,
tanto para las deudas vinculadas al sistema financiero -que no se encontrasen
ya convertidas (art. 3º)-, como para las ajenas a él (art. 8º)
-existentes a la fecha de entrada en vigencia de la ley 25.561 como fue luego
aclarado por el art. 2º del decreto 320/02- que serían convertidas
a razón de un peso por cada dólar, aplicándose sobre ambas
el Coeficiente de Estabilización de Referencia (CER) que prevé
su art. 4º.
En lo relevante para el caso, por su art. 2º se estableció que "todos
los depósitos en dólares estadounidenses u otras monedas extranjeras
existentes en el sistema financiero, serán convertidos a pesos a razón
de pesos uno con cuarenta centavos ($ 1,40) por cada dólar estadounidense,
o su equivalente en otra moneda extranjera...", a lo cual, de conformidad
con lo previsto en el art. 4º, debían adicionarse los intereses
y la suma resultante por aplicación del CER.
h) El 31 de mayo de 2002 el decreto 905/02 dispuso que los titulares de depósitos
originalmente constituidos en moneda extranjera que fueron convertidos a pesos
en virtud de lo dispuesto en el decreto 214/02, cualquiera fuera el monto del
saldo reprogramado en los términos de las resoluciones (M.E.) 6/02, 9/02,
18/02, 23/02 y 46/02, tendrían la opción de recibir, a través
de la entidad financiera correspondiente, en pago (total o parcial) cancelatorio
de dichos depósitos, tres tipos de bonos: a) "Bonos del Gobierno
Nacional en Dólares Estadounidenses Libor 2012", a un plazo de 10
años y 6 meses, con vencimiento el 3 de agosto de 2012, amortizables
en 8 cuotas anuales, iguales y consecutivas, equivalentes cada una al 12,5%
del monto emitido, con vencimiento la primera de ellas el 3 de agosto de 2005,
y con un interés sobre saldos a partir de la fecha de emisión
equivalente al de los depósitos en eurodólares a 6 meses de plazo
en el mercado interbancario de Londres según la tasa Libor, pagadero
por semestre vencido, a entregarse por el importe del depósito en moneda
extranjera reprogramado, antes de su conversión a pesos (ver arts. 2°
y 10); b) "Bonos del Gobierno Nacional en Pesos 2% 2007", a un plazo
de 5 años, con vencimiento el 3 de febrero de 2007, amortizables en 8
cuotas semestrales, iguales y consecutivas equivalentes cada una al 12,50% del
monto emitido y ajustado por el CER, con vencimiento la primera de ellas el
3 de agosto de 2003, y con un interés sobre saldos ajustados a partir
de la fecha de emisión equivalente a la tasa del 2% anual, pagadero por
semestre vencido, a entregarse por el importe convertido a pesos del depósito
reprogramado (ver arts. 3° y 11); y c) "Bonos del Gobierno Nacional
en Dólares Estadounidenses Libor 2005", a un plazo de 3 años
y 3 meses, con vencimiento el 3 de mayo del 2005, amortizables en 3 cuotas anuales,
iguales y consecutivas, equivalentes las dos primeras al 30% y la última
al 40% del monto emitido, con vencimiento la primera de ellas el 3 de mayo de
2003, y con un interés sobre saldos equivalente al de los depósitos
en eurodólares a 6 meses de plazo en el mercado intercambiario de Londres
según la tasa Libor, pagadero por semestre vencido, a entregarse por
el importe del depósito reprogramado, antes de su conversión a
pesos (ver arts. 4° y 12). Estos bonos sólo alcanzan a los titulares
que: fuesen personas físicas mayores de 75 años; hubiesen recibido
las sumas depositadas en concepto de indemnizaciones o pagos de similar naturaleza
en concepto de desvinculaciones laborales; o atravesasen situaciones en las
que estuviera en riesgo su vida, su salud o su integridad física.
i) Finalmente, el Poder Ejecutivo dictó el decreto 1836/02 que dispuso: a) A los titulares de Certificados de Depósitos Reprogramados (CEDROS) a que se refiere el tercer párrafo del art. 6º del decreto 905/02, se les renovó la opción de recibir, a través de la entidad financiera, en dación en pago de esos certificados, títulos de la deuda argentina, esta vez denominados "Bonos del Gobierno Nacional en Dólares Estadounidenses 2013" -los que tendrán las mismas condiciones financieras que los "Bonos en Dólares 2012" del decreto 905/02, salvo en cuanto a las fechas de emisión (30 de octubre de 2002), vencimiento (30 de abril de 2013), pago de la primer cuota (30 de abril de 2006) y tope del 3% que se le puso a la tasa de interés (ver art. 7º, inc. a)-, pero paralelamente se les acordó una nueva opción, la de recibir "Letras de Plazo Fijo en Pesos" (ajustables por el CER) -de similares condiciones que las de los bonos en dólares (ver art. 7°, inc. b, puntos I a VII)-, emitidas por los bancos depositarios, conjuntamente con una Opción de Conversión a moneda de origen (ver art. 4º, incs. a y b, respectivamente); b) Se concedió también a los titulares de depósitos reprogramados la opción de cobrar en efectivo, a partir del 1º de octubre de 2002 (o antes, de estar operativas las cuentas libres del art. 26 del decreto 905/02), hasta un monto de $ 7.000 (sin incluir el ajuste del CER), el que la entidad financiera, siempre que lo haga sin asistencia del Banco Central, puede extender hasta $ 10.000 (art. 5º); c) Se dispuso que las entidades financieras debían otorgar a quienes optasen por los bonos en dólares "2013" una opción de venta de los cupones de los que se les asignasen, a un precio en pesos, a razón de $ 1,40 por cada U$S 1, ajustable por el CER (ver art. 6º); d) Se estableció que quienes ya hubiesen optado por los bonos en dólares "2012" o "2005" del decreto 905/02 a optar, restituyendo estos títulos, por las "Letras" en pesos del inc. b del art. 4º, el "cobro en efectivo" del art. 5º, o la "opción de venta" del art. 6º (ver art. 9º); e) Se facultó a las entidades financieras a ofrecer a los ahorristas beneficiarios de medidas cautelares la cancelación total o parcial de sus depósitos mediante la dación en pago de "Bonos en Dólares Libor 2006" -de similares condiciones a la de los "Bonos en Dólares Libor 2005" del decreto 905/02, salvo en cuanto a la fecha de emisión y vencimiento, que serán el 30 de octubre de 2002 y 30 de enero de 2006, respectivamente- (art. 17).
16) Que razones de orden expositivo conducen a analizar, sucesivamente, la
cuestión de la validez de la suspensión de la aplicación
de la ley 25.466 denominada de intangibilidad de los depósitos y la del
decreto 214/02 considerado como un decreto delegado y como un decreto de necesidad
y urgencia. Finalmente se abordarán los aspectos que involucran la ejecución
de la sentencia.
17) Que el depósito goza de la protección otorgada por el art.
17 de la Constitución Nacional a la propiedad privada. Es que, como desde
antiguo ha señalado este Tribunal, el término propiedad utilizado
por la Constitución comprende "todos los intereses apreciables que
un hombre puede poseer fuera de sí mismo, fuera de su vida y de su libertad"
(Fallos: 145:307), de modo tal que los bienes que son susceptibles de valor
económico, apreciables en dinero o el dinero mismo alcanzan dicha condición.
El art. 14 de la Constitución declara que todos los habitantes tienen
derecho a "usar y disponer de su propiedad" y el art. 17 declara que
"es inviolable" y que "ningún habitante de la Nación
puede ser privado de ella, sino en virtud de sentencia fundada en ley".
"La expropiación por causa de utilidad pública -añade-
debe ser calificada por ley y previamente indemnizada" y la "confiscación
de bienes queda borrada para siempre del Código Penal argentino".
18) Que si bien es claro que el crédito de la provincia actora contaba con suficiente amparo constitucional el Congreso quiso añadirle una protección específica al sancionar la ley 25.466. Esta dispuso que todos los depósitos captados por las entidades financieras autorizadas para funcionar por el Banco Central, fuere en pesos o en moneda extranjera, a plazo fijo o a la vista, serían considerados intangibles (art. 1º). El art. 2° de la ley definió dicha condición disponiendo que "el Estado Nacional en ningún caso, podrá alterar las condiciones pactadas entre el/los depositantes y la entidad financiera, esto significa la prohibición de canjearlos por títulos de deuda pública nacional, u otro activo del Estado Nacional, ni prorrogar el pago de los mismos, ni alterar las tasas pactadas, ni la moneda de origen, ni reestructurar los vencimientos, los que operarán en las fechas establecidas entre las partes". El art. 3º añadió que "la presente ley es de orden público, los derechos derivados para los depositantes y las entidades depositarias de las operaciones comprendidas en el art. 1° de esta ley serán considerados derechos adquiridos y protegidos por el art. 17 de la Constitución Nacional".
Esta ley, como se expresó, innecesaria a la luz de los arts. 14 y 17
de la Constitución Nacional, fue sancionada con la finalidad de garantizar
el respeto por los depósitos. Dan cuenta los debates parlamentarios de
que frente a las especulaciones que se habían generado en la opinión
pública -"desde la devaluación de nuestra moneda, confiscación
de los depósitos, hasta una moratoria en el pago de las obligaciones
por parte del Estado Nacional", el Congreso juzgó necesario "...llevar
un mayor grado de certidumbre a los inversores y a la población en general
(...) de manera de evitar así que continúe un estado deliberativo
cuya incertidumbre conlleve a una mayor disminución de los depósitos
y reservas...", ya que "...como la confianza en el sistema de crédito
es un ingrediente crucial, sin el cual el sistema financiero dejaría
de existir, el Estado se transforma en un celoso regulador de las entidades
tomadoras de depósitos, para resguardar los fondos de los administrados",
en la medida que "...tal intromisión regulatoria del Estado podría
dar lugar a abusos que, so pretexto regulatorio, terminen resultando confiscatorios
para los dueños de los depósitos". "Es difícil
establecer con claridad los límites tras los cuales una medida prudencial
que resguarde al sistema en su conjunto resulta violatoria de un derecho de
propiedad individual. Por ello, todo elemento que brinde un reaseguro de los
derechos de propiedad involucrados es siempre bienvenido"-.
19) Que es pertinente recordar que esta Corte ha dicho cuando bajo la vigencia
de una ley el particular ha cumplido todos los actos y condiciones sustanciales
y los requisitos formales previstos en ella para ser titular de un determinado
derecho, debe considerarse que hay derecho adquirido, porque la situación
creada por esa ley se transforma en una situación jurídica concreta
e individual en cabeza del sujeto que, como tal, se hace inalterable y no puede
ser suprimida por ley posterior sin agravio del derecho de propiedad consagrado
por el art. 17 de la Constitución Nacional (Fallos: 296:723; 298:472;
317:1462). Y en análogo orden de ideas ha señalado que "el
legislador podrá hacer que la ley nueva destruya o modifique un mero
interés, una simple facultad o un derecho en expectativa ya existente;
los jueces, investigando la intención de aquél podrán,
a su vez, atribuir a la ley ese mismo efecto. Pero ni el legislador ni el juez
pueden en virtud de una ley nueva o de su interpretación, arrebatar o
alterar un derecho patrimonial adquirido al amparo de la legislación
anterior. En ese caso, el principio de la no retroactividad deja de ser una
simple norma legal para confundirse con el principio constitucional de la inviolabilidad
de la propiedad" (Fallos: 152:268; 167:5 y 172:21).
20) Que la ley 25.466, inspirada en los altos propósitos de que dan
cuenta los debates parlamentarios transcriptos, antes que al afianzamiento de
la protección de los depositantes los condujo -con quebranto del principio
de la buena fe que debe presidir el comportamiento estatal- a una celada. El
orden jurídico de la Nación debe proteger la confianza suscitada
por el comportamiento de otro porque la confianza resulta una condición
fundamental para la vida colectiva y la paz social. Y, sin dudas, el mal es
mayor cuando quien defrauda la confianza que ha producido es el Estado. Consecuentemente
y con arreglo a lo expuesto, el decreto 1570/01 y la ley 25.561, en cuanto suspenden
la aplicación de la ley 25.466 de intangibilidad de los depósitos
bancarios, resultan inconstitucionales en su aplicación a la actora en
tanto lesionan el derecho de propiedad pues debe considerarse que hay derecho
adquirido para los particulares que realizaron sus depósitos en las entidades
financieras bajo la vigencia de la última ley citada.
21) Que sentada esta primera conclusión corresponde analizar la validez
constitucional del decreto 214/02 y en este sentido cabe adelantar que a juicio
del Tribunal también resulta inconstitucional sea que se lo considere
un decreto delegado, sea se lo considere como un decreto de necesidad y urgencia.
El art. 2° del citado decreto excede los términos de la delegación
que el Congreso hiciera en cabeza del Poder Ejecutivo a través de la
ley 25.561, pues si bien mediante ésta se lo autorizó para fijar
el tipo de cambio de las monedas extranjeras, no se lo facultó para convertir
a pesos los depósitos constituidos en tales divisas, otorgándole
solamente la atribución de reestructurarlos a los efectos de preservar
el capital de los ahorristas, tal como surge del texto de la citada ley 25.561
y de la inequívoca voluntad expresada por los legisladores durante el
debate parlamentario que precedió a su sanción.
22) Que, en efecto, la ley 25.561 suspendió la vigencia de la ley 25.466
pero no pesificó -como tampoco lo hizo el decreto 1570/01 también
dictado con la finalidad de garantizar la intangibilidad de los depósitos
en moneda extranjera- los depósitos en dólares, conversión
adoptada sólo en el ámbito de otras relaciones jurídicas.
Con arreglo a lo dispuesto en el art. 76 de la Constitución Nacional,
esta ley declaró la emergencia nacional y estableció las bases
bajo las cuales el Poder Ejecutivo debía ejercer las facultades delegadas.
La ley precisó que debía "...(r)eglar la reestructuración
de las obligaciones, en curso de ejecución, afectadas por el nuevo régimen
cambiario instituido en el art. 2" de la ley (art. 1º, inc. 4º)
y le impuso con relación a los depósitos en las entidades financieras,
la obligación de disponer "las medidas tendientes a preservar el
capital de los ahorristas", con la expresa aclaración de que "(e)sa
protección comprenderá a los depósitos efectuados en divisas
extranjeras" (quinto y último párrafo del art. 6º).
23) Que la voluntad del legislador en cuanto al alcance de la delegación
conferida a favor del Poder Ejecutivo, surge clara del debate parlamentario.
Bastan, en efecto, las expresiones de dos legisladores. El senador Maestro sostuvo
que "(l)as medidas que se van a adoptar contemplan la protección
de los más débiles, de los que hoy más necesitan de la
protección del Estado. Por eso, nosotros acompañamos en líneas
generales las medidas incorporadas en esta norma, que tienen como objetivo respetar
y proteger al universo de deudores, tratando de custodiar en la medida de lo
posible a los tomadores de créditos y preservando el capital de los ahorristas,
a través de la reestructuración de la devolución de los
ahorros...".
A su turno, en lo concerniente a la finalidad de la ley, el senador Baglini
manifestó que "esta ley protegerá a los deudores. Y que (...)
ese sistema es distinto de la moneda en la cual se van a tener que devolver
los depósitos. Los bancos que tenían créditos en dólares
van a cobrar en pesos, porque así lo manda la ley. Van a tener que devolver
depósitos en dólares, porque se va a respetar el capital y una
tasa de interés que no será cualquiera, pero será la internacional".
24) Que, en conclusión, el art. 2º del decreto 214/02, excede claramente
la delegación que el Congreso efectuó en el Poder Ejecutivo a
través de la ley 25.561. Esta lo autorizó para fijar el tipo de
cambio de las monedas extranjeras pero no para convertir a pesos los depósitos
que se encontraban constituidos en dichas divisas. Reestructuración y
preservación del capital de los ahorristas son el mandato que surge claramente
del texto de la ley y de la voluntad del legislador durante el debate parlamentario.
25) Que la validez del decreto considerado como de necesidad y urgencia, dictado
en ejercicio de las facultades otorgadas al Poder Ejecutivo por el art. 99 inc.
3° de la Constitución Nacional, demanda la formulación de
algunas precisiones.
Antes de la reforma constitucional de 1994 que sancionó dicho artículo, esta Corte había trazado el marco constitucional de los poderes del Estado en situaciones de emergencia al pronunciarse in re "Peralta" (Fallos: 313:1513). Allí reconoció la validez constitucional del decreto 36/90 y rechazó la demanda promovida por la actora, titular de un plazo fijo a 7 días en el Banco Comercial de Finanzas. Dicho decreto autorizaba a las entidades financieras a proceder a la devolución parcial y en efectivo de los depósitos y disponía la cancelación de las diferencias que superaban la suma de un millón de australes mediante la entrega de "Bonos Externos 1989" emitidos por el Estado Nacional. La circunstancia de que los principios sentados en este precedente sean invocados por las partes, a favor y en contra de sus posiciones requiere, al menos, una síntesis de su sustancia y ello a fin de determinar la constitucionalidad de las facultades ejercidas por el Poder Ejecutivo a través del decreto 214/02.
26) Que como principio, el legislador está facultado para hacer todas
las leyes y reglamentos que sean convenientes para poner en ejercicio los poderes
atribuidos al gobierno de la Nación. En correspondencia con los fines
enunciados en el Preámbulo de la Constitución, aquél cuenta
con las facultades constitucionales necesarias para satisfacer los requerimientos
de la sociedad, poner fin a los estados de emergencia y conjurar cuanto ponga
en peligro la subsistencia del Estado. Cuando una situación de crisis
o de necesidad pública exige la adopción de medidas tendientes
a salvaguardar los intereses generales, se puede "sin violar ni suprimir
las garantías que protegen los derechos patrimoniales, postergar, dentro
de límites razonables, el cumplimiento de obligaciones emanadas de derechos
adquiridos". No se trata de reconocer grados de omnipotencia al legislador
ni de excluirlo del control de constitucionalidad, sino de no privar al Estado
de las medidas de gobierno que conceptualice útiles para llevar un alivio
a la comunidad.
En esencia, se trata de hacer posible el ejercicio de las facultades indispensables
para armonizar los derechos y garantías individuales con las conveniencias
generales, de manera de impedir que los derechos amparados por esas garantías,
además de correr el riesgo de convertirse en ilusorios por un proceso
de desarticulación de la economía estatal, puedan alcanzar un
grado de perturbación social acumulada, con capacidad suficiente para
dañar a la comunidad nacional (Fallos: 172:21).
27) Que corresponde a los poderes del Estado proveer todo lo conducente a la
prosperidad del país y al bienestar de sus habitantes, lo que significa
atender a la conservación del sistema político y del orden económico,
sin los cuales no podría subsistir la organización jurídica
sobre la que reposan los derechos y garantías individuales. Para que
éstas tengan concreta realidad, es esencial la subsistencia del Estado,
de su estructura jurídica y su ordenamiento económico y político.
Su existencia hace posible el disfrute de los derechos de la libertad y del
patrimonio que asegura la Constitución. "Cuando por razones de necesidad,
sanciona una norma que no priva a los particulares de los beneficios patrimoniales
legítimamente reconocidos ni les niega su propiedad y sólo limita
temporalmente la percepción de tales beneficios o restringe el uso que
puede hacerse de esa propiedad, no hay violación del art. 17 de la Constitución
Nacional, sino una limitación impuesta por la necesidad de atenuar o
superar una situación de crisis. En el sistema constitucional argentino,
no hay derechos absolutos y todos están subordinados a las leyes que
reglamentan su ejercicio".
28) Que el fundamento de las leyes de emergencia es la necesidad de poner fin o remediar situaciones de gravedad que obligan a intervenir en el orden patrimonial, fijando plazos, concediendo esperas, como una forma de hacer posible el cumplimiento de las obligaciones, a la vez que atenuar su gravitación negativa sobre el orden económico e institucional y la sociedad en su conjunto (Fallos: 313:1513, considerando 39).
29) Que Horacio R. Larreta, en su dictamen del 6 de septiembre de 1934, en el recurso extraordinario deducido por Oscar A. Avico contra Saúl C. de la Pesa sobre consignación de intereses (Fallos: 172:21), enumeró los cuatro requisitos que debe llenar una ley de emergencia para que su sanción esté justificada, y que ya habían sido mencionados por el Chief Justice Hughes, en el caso "Home Building v. Blaisdell": "Es necesario para ello: 1) que exista una situación de emergencia que imponga al Estado el deber de amparar los intereses vitales de la comunidad; 2) que la ley tenga como finalidad legítima, la de proteger los intereses generales de la sociedad y no a determinados individuos; 3) que la moratoria sea razonable, acordando un alivio justificado por las circunstancias; 4) que su duración sea temporal y limitada al plazo indispensable para que desaparezcan las causas que hicieron necesaria la moratoria". El juez Hughes, presidente del tribunal, apoyó su voto en estos fundamentos: "Si el Estado tiene poder para suspender temporalmente la aplicación de los contratos en presencia de desastres debidos a causas físicas, como terremotos, etc., no puede darse por inexistente ese poder cuando una urgente necesidad pública que requiere el alivio es producida por causas de otra índole, como las económicas. No sólo se invocan en los contratos las leyes existentes a fin de fijar las obligaciones entre las partes, sino que se introducen en ellos también las reservas de atributos esenciales del poder soberano, como postulados del orden legal. El criterio de proteger a los contratos contra su invalidación presupone el mantenimiento de un gobierno en virtud del cual son valederas las obligaciones contractuales. Dicho gobierno debe retener la autoridad adecuada para asegurar la paz y el buen orden de la sociedad. Este principio de armonizar las prohibiciones constitucionales con la necesaria conservación del poder por parte del Estado ha sido reconocido progresivamente en las decisiones de esta Corte. Aunque se evite una sanción que pudiera permitir al Estado adoptar como política el repudio de las deudas o la destrucción de los contratos, o la negación de los medios para llevarlos a la práctica, no se deduce de ello que no hayan de producirse situaciones en las que la restricción temporal de esos medios no cuadre con el espíritu y el propósito del artículo constitucional". Recordando la advertencia de Marshall, agregaba el juez Hughes, "que no hay que olvidar que la Constitución fue sancionada con el propósito de que rigiera en épocas venideras por lo que su interpretación debe adaptarse a las crisis que sufren las relaciones humanas".
30) Que el juez Hughes en el fallo referido, resumiendo las decisiones de la
Corte Suprema americana dijo: "es manifiesto, de la revista que hacemos
de nuestras decisiones que ha habido una creciente valorización de las
necesidades públicas y de la necesidad de encontrar fundamento a una
avenencia razonable entre los derechos individuales y el bienestar público.
La limitación del dominio público, la presión del constante
aumento de la población, la interdependencia de las actividades de nuestro
pueblo y la complejidad de nuestros intereses económicos, han conducido
inevitablemente hacia una creciente utilización de la organización
social, con el objeto de proteger las bases mismas de la actividad individual.
Donde, en tiempos pasados, se pensaba que sólo los negocios (o asuntos)
de los individuos o de las clases sociales estaban comprometidos y que los del
Estado apenas estaban remotamente rozados, posteriormente se ha encontrado que
estaban directamente afectados los intereses fundamentales del Estado; y que
la cuestión ya no es más solamente la de un contratante contra
otro, sino del uso de los medios razonables para salvaguardar la estructura
económica sobre la cual reposa el bienestar de todos. No es admisible
la réplica de que esta necesidad pública no fue comprendida (o
sospechada) un siglo ha, ni insistir en que aquello que significó el
precepto constitucional según el criterio de entonces, deba significar
hoy según el criterio actual ('vision of our time'). Si se declarara
que la Constitución significa hoy, lo que significó en el momento
de su adopción, ello importaría decir que las grandes cláusulas
de la Constitución deben confinarse a la interpretación que sus
autores les habían dado, en las circunstancias y con las perspectivas
de su tiempo, y ello expresaría su propia refutación. Para prevenirse
contra tal concepto estrecho, fue que el presidente de la Corte, Mr. Marshall
expresó la memorable lección: 'No debemos olvidar jamás
que es una constitución lo que estamos interpretando (Mc. Culloch v.
Maryland, 4 Wheat 316, 407) una Constitución destinada a resistir épocas
futuras, y consiguientemente a ser adaptable a las variadas crisis de los asuntos
humanos'. Cuando consideramos las palabras de la Constitución, dijo la
Corte, en 'Misouri v. Holland', 252 U.S. 416, 433, debemos darnos cuenta (o
hacernos cargo: 'realize') que ellas dieron
vida a un ser cuyo desarrollo no pudo ser previsto completamente por sus creadores
mejor dotados...El caso que examinamos debe ser considerado a la luz de nuestra
experiencia...".
31) Que tanto en nuestro derecho como en el de los Estados Unidos de América,
las leyes dictadas en situaciones de emergencia, no se consideraron a extramuros
de la Constitución Federal por desconocimiento del derecho de propiedad,
cuando se limitaron a no suspender indefinidamente la ejecución de los
derechos del acreedor, ni dificultaron el cumplimiento de las obligaciones con
plazos excesivamente largos. Es que no está en juego el dominio eminente
del Estado, sino los límites del poder de policía con vistas a
todas las grandes necesidades públicas. Y ese límite, del cual
nunca podrá pasar, es el de la propiedad privada no susceptible de ser
tomada sin declaración de utilidad pública y previamente indemnizada.
De ahí que la validez constitucional de estas leyes se sustenta en que
no afectan el contenido mismo de la relación jurídica, ni ninguna
de las partes constitutivas de la obligación. En situaciones de emergencia
o con motivo de ponerles fin, se ha reconocido la constitucionalidad de las
leyes que suspenden temporalmente los efectos de los contratos libremente convenidos
por las partes, siempre que no se altere su sustancia, a fin de proteger el
interés público en presencia de desastres o graves perturbaciones
de carácter físico, económico o de otra índole.
Sólo se ha exigido que tal legislación sea razonable y no desconozca
las garantías individuales o las restricciones que la Constitución
contiene en salvaguardia de las instituciones libres.
32) Que así como el derecho adquirido se caracteriza por su incorporación
en grado de identidad con la propiedad, trátese de derechos reales o
personales, de bienes materiales o inmateriales; el concepto de emergencia abarca
un hecho cuyo ámbito temporal difiere según circunstancias modales
de épocas y sitios. Se trata de una situación extraordinaria,
que gravita sobre el orden económico?social, con su carga de perturbación
acumulada, en variables de escasez, pobreza, penuria o indigencia, origina un
estado de necesidad al que hay que ponerle fin. La etiología de esa situación,
sus raíces profundas y elementales, y en particular sus consecuencias
sobre el Estado y la sociedad, al influir sobre la subsistencia misma de la
organización jurídica y política, o el normal desenvolvimiento
de sus funciones, autoriza al Estado a restringir el ejercicio normal de algunos
derechos patrimoniales tutelados por la Constitución. Pero esa sola circunstancia
no es bastante para que las normas repugnen al texto constitucional, pues todos
los derechos están limitados por las leyes reglamentarias que, sin desnaturalizarlo,
dictare el legislador. Su restricción debe ser razonable, limitada en
el tiempo, un remedio y no una mutación en la sustancia o esencia del
derecho adquirido por sentencia o contrato, y está sometida al control
jurisdiccional de constitucionalidad, toda vez que la situación de emergencia,
a diferencia del estado de sitio, no suspende las garantías constitucionales
(Fallos: 243:467).
33) Que esta Corte ha reconocido la constitucionalidad de las leyes que suspenden temporalmente tanto los efectos de los contratos como los efectos de las sentencias firmes, siempre que no se altere la sustancia de unos y otras (Fallos: 243:467), a fin de proteger el interés público en presencia de desastres o graves perturbaciones de carácter físico, económico o de otra índole (Fallos: 238:76). En estos casos, el Gobierno está facultado para sancionar las leyes que considere conveniente, con el límite que tal legislación sea razonable, y no desconozca las garantías o las restricciones que contiene la Constitución. No debe darse a las limitaciones constitucionales una extensión que trabe el ejercicio eficaz de los poderes del Estado (Fallos: 171:79) toda vez que acontecimientos extraordinarios justifican remedios extraordinarios (Fallos: 238:76). La distinción entre la sustancia de un acto jurídico y sus efectos contribuye a la transparencia de la doctrina de la legislación de emergencia, admitiendo la constitucionalidad de la que restringe temporalmente el momento de ejecución del contrato o la sentencia, "manteniendo incólume y en su integridad la sustancia de los mismos, así como la de los derechos y obligaciones que crean o declaren". Que "(e)n tiempos de grave trastorno económico?social, el mayor peligro que se cierne sobre la seguridad jurídica no es el comparativamente pequeño que deriva de una transitoria postergación de las más estrictas formas legales, sino el que sobrevendría si se las mantuviera con absoluta rigidez, por cuanto ellas, que han sido pensadas para épocas de normalidad y sosiego, suelen adolecer de patética ineficacia frente a la crisis". En un estado de emergencia, cuya prolongación representa, en sí misma, el mayor atentado contra la seguridad jurídica (Fallos: 243:467, considerandos 14 y 19).
34) Que "el ejercicio del poder público sobre personas y bienes
tiende en nuestro país, a la protección no sólo de la seguridad,
la moralidad y la salubridad, sino que se extiende al ámbito económico
y social en procura del bienestar general. En esta orientación es incuestionable
la influencia de la doctrina y jurisprudencia norteamericana. Pero su punto
de partida es inconmovible. Ningún derecho reconocido por la Constitución
tiene carácter absoluto. La limitación de los derechos individuales
es una necesidad derivada de la convivencia social. Se trata en realidad de
la regulación legislativa de los derechos establecidos en la Constitución,
su uso y disposición en armonía con los intereses de la sociedad
(Villegas Basavilbaso, Benjamín, Derecho Administrativo, t. V, págs.
73 y sgtes., Buenos Aires, 1954)".
35) Que el Tribunal ha sostenido -tras recordar que la Constitución Nacional
no reconoce derechos absolutos- que en momentos de perturbación social
y económica y en otras situaciones semejantes de emergencia y ante la
urgencia en atender a la solución de los problemas que crean, es posible
el ejercicio del poder del Estado en forma más enérgica que la
admisible en períodos de sosiego y normalidad (Fallos: 200:450). Surge
del mismo fallo el carácter transitorio de la regulación excepcional
impuesta a los derechos individuales o sociales. Esta "emergencia",
término que indica una ocurrencia que nace, sale y tiene principio en
otra cosa (conf. Real Academia Española, Diccionario, vocablos "emergencia"
y "emergente") se asocia así a "urgencia", al tiempo
que se opone a "sosiego" y "normalidad".
Por otra parte, se exigió ya en Fallos: 173:65 que la situación
de emergencia debía ser definida por el Congreso.
A partir de estos requisitos, concluyó por consolidarse en la doctrina
un condicionamiento de la posibilidad de la legislación de emergencia
donde tales requisitos ocupaban un lugar central, unidos a otros, como la transitoriedad
y la indiscutible exigencia de razonabilidad y la presencia de un interés
público (conf. voto concurrente en Fallos: 243:467, considerando 7°).
Pareció a veces que la emergencia sólo cabía ante lo imprevisto,
lo urgente, y que se ligaba a lo transitorio. Esa vinculación entre estas
palabras no es sin embargo plenamente adecuada.
Ya el voto del presidente del tribunal, doctor Alfredo Orgaz, en Fallos: 243:449,
observaba que la "temporariedad" que caracteriza a la emergencia,
como que resulta de las circunstancias mismas, no puede ser fijada de antemano
en un número preciso de años o de meses. Todo lo que cabe afirmar
razonablemente es que la emergencia dura todo el tiempo que duran las causas
que la han originado.
Estas consideraciones, elaboradas a los efectos de evaluar la duración
de medidas tomadas ante emergencias, pueden trasladarse a la consideración
de los antecedentes de la situación misma. Así, el prolongado
lapso de gestación de la deuda interna argentina no obsta a que su solución
sólo pueda pasar por medidas calificables como de emergencia.
36) Que el derecho de "emergencia" no nace fuera de la Constitución,
sino dentro de ella; se distingue por el acento puesto, según las circunstancias
lo permitan y aconsejen en el interés de individuos o grupos de individuos,
o en el interés de la sociedad toda. Arribar a la unión nacional
no fue tarea fácil, como no lo fue establecer la Constitución
(Fallos: 313:1513, considerando 47). Junto a derechos cuyo goce la Constitución
establece para todos los habitantes, ella agrega que tal goce se hará
conforme a las leyes que reglamenten su ejercicio (art. 14) sin desnaturalizar
a aquéllas (art. 28), y se refiere a la unión nacional, a la forma
de gobierno y a la organización de los poderes, y se proyecta para nuestra
posteridad, es decir, que erige una organización nacional cuya vitalidad
es tan esencial como aquellos derechos particulares, como que en ella descansa
la efectiva seguridad de éstos. Es por esto que el bienestar que tiene
en miras es el bienestar general, entendido como marco y no como negación
del particular.
Hay pues en la Constitución Nacional contenidos derechos y proyectos
de alcance diferente. La cuestión es, para los jueces, determinar la
legitimidad de la extensión que se les haya concedido en cada caso. El
problema, pues, no se circunscribe al análisis del ejercicio del poder
de policía, sino que reside en un juicio axiológico en el que
están involucrados principios constitucionales diversos y que debe resolverse
atendiendo a las circunstancias de la causa.
37) Que sobre la base de todas estas consideraciones, en una de las conclusiones más definitorias el Tribunal sostuvo, que "al acudir a ese medio de pago" -se refiere a los "Bonos Externos 1989" (supra, considerando 17)- se produjo una fuerte reprogramación de vencimientos, mas no necesariamente una "quita" como podría suponerse en un primer como no menos superficial análisis de la cuestión. Ello es así, pues aun admitiendo que la paridad de mercado del medio de pago elegido fuese inferior a la nominal, de tal circunstancia no se sigue necesariamente que, en valores reales y frente al proceso verdaderamente descontrolado de inflación que se había desatado, aquella "quita" haya efectivamente ocurrido. Y añadió: "En definitiva, de las medidas adoptadas por el gobierno no resulta menoscabo de la propiedad protegida por el art. 17 de la Constitución Nacional. Porque, como se expuso al examinar genéricamente los distintos problemas que plantea la 'emergencia', no hay violación del art. 17 citado cuando por razones de necesidad se sanciona una norma que no prive a los particulares de los beneficios patrimoniales legítimamente reconocidos ni les niega su propiedad y sólo limita temporalmente la percepción de tales beneficios o restringe el uso que pueda hacerse de esa propiedad. Antes bien, hay una limitación impuesta por la necesidad de atenuar o superar una situación de crisis que, paradojalmente, también está destinada a proteger los derechos presuntamente afectados que corrían el riesgo de convertirse en ilusorios por un proceso de desarticulación del sistema económico y financiero".
38) Que pasada poco más de una década, esta Corte al pronunciarse
respecto de la validez constitucional de la legislación financiera dictada
entre el 1º de diciembre de 2001 y el 1º de febrero de 2002 -esto
es, cuando todavía no se había dictado el decreto 214/02- este
Tribunal consideró que "ni aun con la extensión reconocida
en el caso recién citado a los poderes del Estado para afrontar emergencias
de carácter económico, las disposiciones cuestionadas en el sub
judice pueden reputarse compatibles con la Constitución Nacional. En
efecto, y contrariamente a lo que ocurría en Fallos: 313:1513, no se
preserva sino que se destruye 'el valor...de la moneda' que 'es lo que interesa
y no puede perderse de vista sin riesgo de incurrir en conclusiones equivocadas'".
"Por lo demás -se añadió- una justa apreciación
del medio concreto elegido por el Estado Nacional como paliativo de la crisis
a fin de decidir sobre su compatibilidad constitucional no puede ser examinada
con prescindencia del conjunto de las medidas adoptadas. Desde tal enfoque,
es menester destacar que la imposibilidad de disponer íntegramente de
los ahorros e inversiones es sólo una de las variadas restricciones al
uso y goce de los recursos monetarios amparados por el derecho a la propiedad
desde que la generalidad de las personas físicas y jurídicas ven
cercenadas también la libre disponibilidad a la extracción íntegra
de los importes correspondientes a remuneraciones y jubilaciones. Todo ello
sumado a la modificación del régimen cambiario -extremo cuya validez
a esta Corte no le compete juzgar desde que no es materia de debate en el presente
y en tanto el control de constitucionalidad no comprende la facultad de sustituir
a los otros poderes del Estado en la determinación de las políticas
o en la apreciación de los criterios de oportunidad- provoca un generalizado
menoscabo en la situación patrimonial del conjunto social. Frente a tan
singular realidad, la restricción imperante en relación con los
depósitos bancarios adolece de irrazonabilidad toda vez que no significa
una simple limitación a la propiedad sino que, sumada al resto de las
medidas adoptadas, coadyuva a su privación y aniquilamiento. El efecto
producido por las normas impugnadas excede, pues, el ejercicio válido
de los poderes de emergencia ya que aun en estas situaciones, como se recordó
más arriba, el Estado no puede válidamente transponer el límite
que señala el art. 28 de la Constitución Nacional y preterir su
inexcusable rol como gestor del bien común. La norma en cuestión
afecta, por tanto, en forma directa e inmediata las garantías reconocidas
por los arts. 14 bis y 17 de la Constitución Nacional así como
las previsiones del art. 21 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, Pacto de San José de Costa Rica" (voto del juez Fayt, in
re "Banco de Galicia y Buenos Aires s/ solicita intervención urgente
en autos 'Smith, Carlos Antonio c/ Poder Ejecutivo Nacional'" Fallos: 325:28).
39) Que así compendiada la doctrina que fija el ámbito de los
poderes del Estado en época de emergencia y dando por cierto que, utilizando
las palabras de la Ley Fundamental, al momento de la emisión del decreto
214/02 concurrían "circunstancias excepcionales" que hacían
"imposible seguir los trámites ordinarios previstos por esta Constitución
para la sanción de las leyes" -recaudo dudosamente satisfecho en
la especie a la luz de la doctrina sentada en Fallos: 322:1726- no puede discutirse
que la legislación impugnada ha operado una transformación en
la sustancia del derecho afectado que la torna inválida frente a la Constitución
Nacional.
La conversión a pesos de los depósitos en moneda extranjera dispuesta
por el art. 2º del decreto 214/02, permite que el depositario, deudor de
la obligación de devolver la misma cantidad de dólares que le
fue entregada, cumpla con ella, con efectos cancelatorios, restituyendo aproximadamente
la mitad de las divisas que le fueron dadas, cálculo que se efectúa
sobre la base de la cotización en el mercado libre del dólar a
la fecha de este pronunciamiento. La quita -utilizando la expresión de
Fallos: 313:1513- que alcanza, como se dijo, aproximadamente al cincuenta por
ciento de los dólares depositados que deriva su conversión obligatoria
en las condiciones establecidas por el decreto 214/02, deviene así irremediablemente
confiscatoria. Los hechos de autos revelan paradigmáticamente una situación
en que el Estado no suministra un remedio para paliar una situación de
emergencia sino que decide mutar la sustancia o esencia del derecho adquirido;
apoderarse, en fin, del patrimonio de los depositantes sin compensación
alguna. De consuno con los principios vertidos hasta aquí y, encontrándose
la legislación cuestionada a extramuros de la Constitución Nacional,
debe declarársela inválida.
40) Que la proyección de la presente decisión sobre la numerosa
cantidad de pleitos en los que se debaten controversias similares, determina
que a fin de ejecutar la sentencia se tengan en cuenta las modalidades, restricciones,
y limitaciones temporarias que, sin afectar la sustancia del derecho reconocido,
permita compatibilizar su concreción con los intereses generales en la
grave crisis en que se insertan.
De tal manera el Tribunal condenará devolver a la Provincia de San Luis
las sumas que le adeuda, según los alcances que surgen de su presentación
de fs. 459/460, y fijará un plazo de sesenta días para que las
partes acuerden la forma y plazos en que se reintegrarán las sumas debidas,
bajo apercibimiento de determinarlo la Corte en la etapa de ejecución
(arg. arts. 163 inc. 7° y 558 bis, Código Procesal Civil y Comercial
de la Nación).
Por ello y de conformidad en lo pertinente con lo dictaminado por el señor
Procurador General se resuelve: I? Declarar la inconstitucionalidad de las normas
impugnadas; II? Ordenar al Banco de la Nación Argentina que reintegre
a la Provincia de San Luis las sumas depositadas en dólares estadounidenses,
o su equivalente al valor en pesos según la cotización del mercado
libre de cambios tipo vendedor al día del pago. De dichas sumas deberán
deducirse las ya extraídas por el Estado provincial (ver alcances de
la presentación de fs. 459/460). A este último efecto la diferencia
deberá determinarse entre la suma retirada en pesos y el valor de cada
dólar en el mercado referido a la fecha de la extracción; III?
Fijar el plazo de sesenta días corridos para que las partes convengan
o determinen la forma y plazos de devolución que no alteren la sustancia
de la decisión, bajo apercibimiento de establecerlo el Tribunal a pedido
de cualquiera de los interesados al vencimiento del plazo fijado. Notifíquese
por cédula a las partes que se confeccionará por secretaría.
CARLOS S. FAYT.
ES COPIA
VO-//-
-//-TO DEL SEÑOR MINISTRO DOCTOR DON ADOLFO ROBERTO VAZQUEZ
Considerando:
1°) Que la Provincia de San Luis interpone la presente acción de
amparo contra el Poder Ejecutivo Nacional, el Banco de la Nación Argentina,
y el Banco Central de la República Argentina, para que se declare la
inconstitucionalidad de los arts. 2 y 12 del decreto 214/02, del decreto 1570/01,
del decreto 320/02, y que se disponga que se le entreguen los dólares
billetes correspondientes a los plazos fijos que individualiza, o su equivalente
en pesos según el valor de tales divisas extranjeras en el mercado libre
de cambios al tipo vendedor del día anterior al vencimiento de la obligación.
Que las demás circunstancias y antecedentes del caso se encuentran reflejadas
en los considerandos 1° a 11 de los votos que hacen concurrencia con el
presente, y a los que cabe remitir por razones de brevedad.
2°) Que corresponde ingresar en el tratamiento de las cuestiones de fondo
planteadas, no sin antes señalar:
a) pese a haber fracasado las distintas audiencias de conciliación convocadas
por el Tribunal para lograr un acuerdo entre las partes, el presente pronunciamiento
tendrá en cuenta las posiciones asumidas por cada uno de los litigantes
en tales ocasiones, habida cuenta lo dispuesto por el art. 163, inc. 5, segundo
párrafo, del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación,
en cuanto determina que la conducta observada por las partes durante la sustanciación
del proceso puede constituir elemento para juzgar sobre la procedencia de las
respectivas pretensiones.
b) toda vez que en el transcurso del proceso, han sido dictadas diversas normas
sobre la materia objeto de esta litis, la decisión del tribunal -de acuerdo
a su reiterada doctrina- atenderá también a las modificaciones
introducidas por esos preceptos en tanto configuran circunstancias sobrevinientes
de las que no es posible prescindir (Fallos: 308:1489; 312:555; 315:123, entre
muchos otros).
c) la presente sentencia solamente alcanza al examen de la validez constitucional
de la normativa impugnada en cuanto ha afectado imposiciones genuinas perfectamente
determinadas en su nominación, montos y fechas de restitución
o pago, colocadas en el sistema financiero argentino. No se extiende a otras
relaciones jurídicas de derecho privado o público que pudieran
haber sido igualmente alcanzadas por dicha normativa, cuestión de la
que no se ocupan las presentes actuaciones.
d) la vía elegida por la actora es admisible para el tratamiento de
las cuestiones planteadas pues, como lo ha señalado esta Corte, el objeto
de la acción de amparo es la preservación de la vigencia de los
derechos tutelados por la Ley Fundamental (Fallos: 324:3602), y si bien el Tribunal,
aun después de la reforma constitucional de 1994, ha reiteradamente señalado
el carácter excepcional de aquélla, también ha precisado
que su exclusión por la existencia de otros medios procesales administrativos
y judiciales no puede fundarse en una apreciación meramente ritual, toda
vez que tiene por finalidad una efectiva protección de derechos más
que una ordenación o resguardo de competencias. De tal suerte, siempre
que se acredite el daño grave irreparable que se causaría remitiendo
el examen de la cuestión a los procedimientos ordinarios, corresponderá
que los jueces habiliten la rápida vía del amparo (Fallos: 299:358;
305:307; 314:1091, voto del juez Belluscio), situación esta que se presenta
con claridad en la especie. Por lo demás, resulta inadmisible que se
traslade la resolución del caso a otro procedimiento cuando, como ha
ocurrido en el sub lite, no se verifica que el empleo de la vía del amparo
hubiera reducido las posibilidades de defensa en orden a la extensión
de la discusión y de la prueba (Fallos: 320:1339), máxime teniendo
en cuenta que las partes contaron con la efectiva oportunidad de formular las
alegaciones pertinentes y obtener las medidas probatorias conducentes (Fallos:
324:1177).
3°) Que, dentro de ese marco, son dos las cuestiones fundamentales que debe
resolver este Tribunal.
En primer lugar, corresponde analizar el planteo de inconstitucionalidad referente
al decreto 1570/01 y normas posteriores que afectaron la disponibilidad inmediata
de los depósitos a plazo fijo realizados en el Banco de la Nación
Argentina de que es titular la Provincia de San Luis.
En segundo lugar, e independientemente de lo anterior, procede examinar la tacha
de inconstitucionalidad relativa a la normativa que impuso la "pesificación"
de tales depósitos bancarios, es decir, que alteró la moneda de
origen en que fueron pactados.
4°) Que con relación a la primera cuestión individualizada
en el considerando anterior, esta Corte en la causa "Banco de Galicia y
Buenos Aires s/ solicita intervención urgente en autos 'Smith, Carlos
Antonio c/ Poder Ejecutivo Nacional o Estado Nacional'", (Fallos: 325:28),
ha declarado la inconstitucionalidad de las restricciones al retiro y libre
disponibilidad de los fondos y depósitos bancarios invertidos en el sistema
financiero nacional, que fueron impuestas por el citado decreto 1570/01 y sus
reglamentaciones, así como la invalidez constitucional del art. 15 de
la ley 25.561 en cuanto suspendió la aplicación de la ley 25.466
sobre intangibilidad de los depósitos bancarios, con conceptos y conclusiones
que corresponde tener aquí por reproducidos en razón de brevedad.
Que, por cierto, la doctrina de ese precedente es perfectamente aplicable al
sub lite, pues si bien la Comunicación A 3467 BCRA excluyó de
los alcances de la reprogramación a las imposiciones a plazo fijo constituidas
por los gobiernos provinciales (art. 1.2.3. del anexo), lo cierto y concreto
es que la excepción que importa tal disposición no puede ser menos
inconstitucional que la regla a la que se aplica. Dicho con otras palabras,
si el régimen de reprogramación de depósitos bancarios
es contrario a la Constitución Nacional, no menos lo son las excepciones
que dicho régimen contempla, en tanto integrantes de un mismo bloque
normativo.
En las condiciones que anteceden, la presente demanda debe prosperar en cuanto
específicamente persigue la declaración de inconstitucionalidad
del decreto 1570/01 y sus reglamentaciones.
5°) Que el tratamiento de la segunda cuestión identificada en el
considerando tercero (validez constitucional de la "pesificación"
de los depósitos bancarios en moneda extranjera), lleva a examinar lo
dispuesto por el art. 2° del decreto 214/02, norma esta última publicada
en el Boletín Oficial del primer día hábil siguiente al
de la fecha de dictado de la sentencia en la mencionada causa "Smith",
precedente en el que esta Corte ejerció la competencia apelada que poco
tiempo antes le había asignado el art. 195 bis del Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación (art. 50 dec. 1387/01 y art. 18 de la
ley 25.561), y que poco más de un mes y medio después le fue sustraída
por el art. 7 de la ley 25.587 (B.O. 26 de abril de 2002).
En efecto, invocando lo dispuesto por la ley 25.561, como así también
el ejercicio de las facultades previstas por el art. 99, inc. 3°, de la
Constitución Nacional, el Poder Ejecutivo Nacional dictó el 3
de febrero de 2002 el decreto de necesidad y urgencia 214 (B.O. del 4 de febrero
de 2002), por cuyo art. 2° se dispuso la conversión a pesos de todos
los depósitos en dólares estadounidenses u otras monedas existentes
en el sistema financiero, señalando que las imposiciones se expresarían
en moneda de curso legal a razón de $ 1,40 por cada dólar estadounidense
o su equivalente en otra divisa, quedando entendido que las entidades financieras
cumplirían con su obligación devolviendo pesos a la relación
indicada. El decreto 214/02 también estableció que a las sumas
así expresadas en pesos se les aplicaría un Coeficiente de Estabilización
de Referencia (art. 4°) cuya composición fue definida más
tarde por la resolución 47/02 del Ministerio de Economía.
6°) Que a juicio de esta Corte la "pesificación" de los
depósitos bancarios ordenada por el art. 2° del decreto 214/02, resulta
manifiestamente inconstitucional por tres motivos fundamentales:
a) no se trata de una medida comprendida en la delegación legislativa
instrumentada por la ley 25.561.
b) no se encontraban presentes las condiciones exigidas por el art. 99, inc.
3°, de la Constitución Nacional, para implementarla mediante decreto
de necesidad y urgencia.
c) viola nuevamente (desde perspectiva distinta de la considerada en el caso
"Smith") el derecho de propiedad amparado por el art. 17 de la Carta
Fundamental, imponiendo una privación de ella equiparable a una expropiación
sin ley previa ni justa indemnización.
7°) Que en orden al primer motivo indicado en el considerando anterior,
es menester recordar que el art. 1° de la ley 25.561 declaró la emergencia
pública en materia social, económica, administrativa, financiera
y cambiaria y, con arreglo a lo dispuesto en el art. 76 de la Constitución
Nacional, delegó en el Poder Ejecutivo Nacional, hasta el 10 de diciembre
de 2003, las facultades comprendidas en la misma ley para: 1) proceder al reordenamiento
del sistema financiero, bancario y del mercado de cambios; 2) reactivar el funcionamiento
de la economía y mejorar el nivel de empleo y de distribución
de ingresos, con acento en un programa de desarrollo de las economías
regionales; 3) crear condiciones para el crecimiento económico y sustentable,
compatible con la reestructuración de la deuda pública; y 4) reglar
la reestructuración de las obligaciones en curso de ejecución
afectadas por el nuevo régimen cambiario, esto es, el que resulta de
la derogación de la convertibilidad monetaria que había instrumentado
el art. 1° de la ley 23.928 del año 1991 (art. 3, ley 25.561).
8°) Que es imprescindible aquí memorar que ya en el considerando
6° del citado caso "Smith", esta Corte tuvo ocasión de
señalar que de las diversas disposiciones de la ley 25.561 se desprende
que la delegación normativa conferida al Poder Ejecutivo quedó
circunscripta a establecer el sistema que determinará la relación
de cambio entre el peso y las divisas extranjeras y dictar regulaciones cambiarias
(art. 2); a reestructurar las deudas con el sector financiero (art. 6, segundo
párrafo); establecer medidas compensatorias que eviten desequilibrios
en las entidades financieras (art. 6, párrafo tercero); y disponer las
medidas tendientes a preservar el capital perteneciente a los ahorristas (art.
6, párrafo quinto).
9°) Que, como resulta de la reseña precedente, ninguno de los contenidos
legislativos delegados comprendió expresamente la "pesificación"
de los depósitos bancarios originariamente realizados en dólares
estadounidenses o en otra moneda extranjera. En particular, la medida implementada
por el art. 2 del decreto 214/02 no constituyó en sí propio la
determinación de ninguna relación de cambio en los términos
del art. 2 de la ley 25.561, sino mas bien la sustitución del objeto
de la obligación de restitución a cargo de la entidad financiera
por otro de diversa especie y cuantía económica, ya que la paridad
allí establecida conduce a un resultado disociado del valor de mercado
de la divisa extranjera. Y, ciertamente, no existe ninguna posibilidad de interpretar
que la "pesificación" de los aludidos depósitos bancarios
estuviera de algún modo contemplada en el marco del régimen de
reestructuración de las obligaciones del Titulo IV, Capítulo I,
de la ley 25.561, instrumentado como consecuencia de la modificación
de la relación de cambio entre el peso y las divisas extranjeras.
Por el contrario, la ley 25.561 excluyó de un modo meridianamente claro
toda idea de alteración de la moneda de origen al señalar en su
art. 6 in fine que las medidas que se encomendaba que adoptara el Poder Ejecutivo
Nacional para preservar el capital perteneciente a los ahorristas que hubieran
realizado depósitos en entidades financieras a la fecha de entrada en
vigencia del decreto 1570/01, debían comprender también "...a
los depósitos efectuados en divisas extranjeras...", expresión
esta última que solamente se explica en un contexto de conservación
del objeto material del depósito y no de su conversión a moneda
local de curso legal.
10) Que, vale la pena destacarlo, el propio Poder Ejecutivo Nacional comprendió
cabalmente que la ley 25.561 no le delegaba facultad alguna para "pesificar"
los depósitos bancarios en divisas extrajeras, cuando con ocasión
de reglamentarla encomendó al Ministerio de Economía a fin de
que fijara la oportunidad y el modo de disposición de los depósitos
en divisas extranjeras "...respetando la moneda en que hubiesen sido impuestos
por sus titulares..." (art. 5°, primer párrafo, del decreto
71/02). Criterio este último que conceptualmente se mantuvo: a) con el
dictado del decreto 141/2002 que incorporó al art. 5 del decreto 71/02
un último párrafo, mediante el cual también se instruyó
al citado departamento del ejecutivo para establecer, alternativamente a la
devolución de los saldos en monedas extranjeras, un sistema de devolución
en pesos al tipo de cambio del mercado oficial, cuando entre los modos de disposición
de los fondos se ofrezcan distintas alternativas a opción de los titulares;
y b) con el dictado por el Ministerio de Economía de diversas resoluciones
que reglamentaron la forma en que se reprogramarían y devolverían
los depósitos en moneda extranjera (resoluciones 6/02; 9/02; 18/02 y
23/02).
11) Que a tenor de lo desarrollado, y utilizando las palabras de Fallos: 316:2624
(considerando 14, cuarto párrafo), cabe decir que lo dispuesto por el
art. 2 del decreto 214/02 no se vincula a ninguna "expresa decisión
del Congreso", y excede, en mucho, el "desarrollo de detalles"
de las cuestiones contempladas por la ley 25.561.
La inconstitucionalidad de dicha norma deriva, en fin, del hecho de no haber
comportado una actuación hecha "dentro de las bases de la delegación"
establecida por el Congreso, tal como lo exige el art. 76 de la Constitución
Nacional.
12) Que ingresando ahora en el segundo motivo señalado en el considerando
sexto, cabe decir que el carácter de "necesidad" y "urgencia"
con que fuera sancionado el art. 2° del decreto 214/02 no salva su invalidez
pues, como fuera adelantado, no concurrieron a su respecto las condiciones exigidas
por el art. 99, inc. 3, de la Constitución Nacional.
Con relación a ello, esta Corte ha precisado que, después de
la reforma constitucional del año 1994, para que el Poder Ejecutivo pueda
ejercer legítimamente facultades legislativas que, en principio, le son
ajenas, es necesaria la concurrencia de circunstancias tales como: 1) que sea
imposible dictar la ley mediante el trámite ordinario previsto por la
Constitución, vale decir, que las cámaras del Congreso no puedan
reunirse por circunstancias de fuerza mayor que lo impidan, como ocurriría
en el caso de acciones bélicas o desastres naturales que impidiesen su
reunión o el traslado de los legisladores a la sede del Congreso Nacional;
o 2) que la situación que requiere solución legislativa sea de
una urgencia tal que deba ser solucionada inmediatamente, en un plazo incompatible
con el que demanda el trámite normal de las leyes.
También ha precisado el Tribunal, que incumbe al Poder Judicial el control
de la constitucionalidad sobre las condiciones bajo las cuales se admite esa
facultad excepcional para su ejercicio, lo que incluye la evaluación
del presupuesto fáctico que justificaría la adopción de
un decreto de necesidad y urgencia, correspondiendo descartar criterios de mera
conveniencia ajenos a circunstancias extremas, puesto que la Constitución
no habilita a elegir discrecionalmente entre la sanción de una ley o
la imposición más rápida de ciertos contenidos materiales
por medio de un decreto (Fallos: 322:1726, considerando 9°).
13) Que, sentado lo anterior, es de advertir que el 3 de febrero de 2002, fecha
en que se dictó el decreto 214/02, el Poder Legislativo no se encontraba
en receso, y la labor parlamentaria se hallaba legalmente habilitada por el
decreto 23 del 22 de diciembre de 2001 (B.O. del 27 de diciembre de 2001), que
dio por prorrogadas las sesiones ordinarias del Honorable Congreso de la Nación
hasta el 28 de febrero de 2002. Por otra parte, como es de público y
notorio, las cámaras legislativas no se encontraban imposibilitadas de
reunirse, habiéndose en aquellos días sancionado leyes de importancia
como la 25.562 que reformó la carta orgánica del Banco Central
y la ley de entidades financieras, o la ley 25.563 que declaró la emergencia
productiva y crediticia originada en la situación de crisis por la que
atraviesa el país y que incluyó importantes reformas a la ley
de quiebras. Ello sin perjuicio de haberse cumplido también en la misma
época otras labores de innegable trascendencia institucional, como lo
fue la tramitación del juicio político a los integrantes de esta
Corte Suprema de Justicia de la Nación, posterior a la declaración
de inconstitucionalidad realizada en la ya citada causa "Smith", entre
otras actividades legislativas.
En tales condiciones, no puede ser predicado que respecto del dictado del decreto
214/02 hubiera concurrido la primera de las circunstancias mencionadas en el
considerando anterior.
14) Que, además, tampoco se aprecia que la "pesificación"
de los depósitos bancarios constituyera una medida lógicamente
derivada de las razones de urgencia invocadas por el Poder Ejecutivo Nacional
para el dictado del decreto 214/ 02, y menos que su implementación debiera
ser inmediata, sin poder acudir al trámite normal de sanción de
las leyes para decidirla.
En efecto, ninguno de los considerandos del decreto 214/02 expresa las razones
de urgencia que justificaban lo dispuesto por el art. 2, y por el contrario,
en cuanto aquí interesa, ellos se enderezaron a dar basamento a otra
medida bien distinta de la "pesificación", como fue la referente
a la necesidad de emitir un Bono en Dólares Estadounidenses, con cargo
al Tesoro Nacional, que sustituyera la devolución de los depósitos
en moneda extranjera cuya restitución se encontraba reprogramada.
Sobre el particular, y en apretada síntesis, recordaron tales considerandos
del decreto 214/02 la acelerada fuga de depósitos y pérdida de
reservas del sistema financiero que condujo al dictado del decreto 1570/01;
la crisis de gobernabilidad desatada por la renuncia del presidente de la Nación;
y la naturaleza de la crisis productiva y económica que llevó
a la sanción de la ley 25.561. En ese contexto (calificado como de "...profunda
interferencia en las relaciones jurídicas, tanto de derecho público
como de derecho privado, al haberse producido -entre otras perturbaciones- la
virtual ruptura de las cadenas de pagos, situación que derivó
en la práctica interrupción del funcionamiento de la economía..."),
los fundamentos del decreto 214/02 advirtieron sobre la necesidad de "...facilitar
la paulatina normalización de las actividades económicas pero,
también, para restituir a los ahorristas y deudores las mayores condiciones
de libertad y certidumbre, preservando sus derechos de propiedad..."; y
observaron, en cuanto a esto último, que "...una excesiva aceleración
en la liberación de los depósitos existentes en el sistema financiero,
podría conducir a riesgos cambiarios como de hiperinflación; y
que paralelamente, el mantenimiento de restricciones extremas condicionarían
la reactivación y el desenvolvimiento de la economía...".
Para ello, entonces, se dijo que "...se prevé la posibilidad de
quienes deseen preservar sus ahorros en el sistema financiero en moneda extranjera,
que puedan acceder a su opción, a un bono en dólares estadounidenses,
en sustitución de sus depósitos que han sido reprogramados...".
Como se aprecia, ni una palabra dedicada a justificar jurídicamente la
"pesificación" de los depósitos realizados en moneda
extranjera. Menos a demostrar la necesidad y la urgencia de una medida de tal
naturaleza. Dicho de otro modo, no hay siquiera rastro de una justificación
dogmática o insuficiente acerca de lo previsto por el art. 2 del decreto
214/02. Simplemente, no la hay de ninguna clase. En la especie, el voluntarismo
del Poder Ejecutivo Nacional ha sido absoluto.
En tales condiciones -y utilizando las mismas palabras de Fallos: 321:3123-
no es dudoso que la norma impugnada ha sido dictada a extramuros de los distintos
elementos condicionantes de su validez y vigencia.
15) Que, sin perjuicio de lo anterior, a la inconstitucionalidad de origen del
art. 2 del decreto 214/02, se suma su inconstitucionalidad sustancial por oposición
a la garantía de la propiedad preservada por el art. 17 de la Carta Fundamental,
tal como se adelantó en el considerando sexto.
Sobre el particular, cabe ante todo recordar que desde antiguo ha señalado
este Tribunal que el término propiedad utilizado por la Constitución
comprende "todos los intereses apreciables que un hombre puede poseer fuera
de sí mismo, fuera de su vida y de su libertad" (Fallos: 145:307),
de modo tal que los bienes que son susceptibles de valor económico, apreciables
en dinero o el dinero mismo alcanzan dicha condición. Por otra parte,
el art. 14 de la Constitución declara que todos los habitantes tienen
derecho de "usar y disponer de su propiedad" y el art. 17 declara
que "es inviolable" y que "ningún habitante de la Nación
puede ser privado de ella, sino en virtud de sentencia fundada en ley",
y que "La expropiación por causa de utilidad pública debe
ser calificada por ley y previamente indemnizada", así como que
la "confiscación de bienes queda borrada para siempre del Código
Penal Argentino".
Asimismo, y conexa a lo anterior, es doctrina reiterada de esta Corte que el
contenido del derecho constitucional de propiedad se vincula con la noción
de derechos adquiridos, o sea, de derechos definitivamente incorporados al patrimonio
de la persona (Fallos: 312:1121). De ahí que también el Tribunal
haya sostenido que "cuando bajo la vigencia de una ley...el particular
ha cumplido todos los actos y obligaciones sustanciales y requisitos formales
en ella previstos para ser titular de un derecho, debe tenérselo por
adquirido, y es inadmisible su supresión por una ley posterior sin agraviar
el derecho constitucional de propiedad" (Fallos: 296:737; 299:379; 303:1877;
307:305).
Es más: la noción de derecho adquirido se encuentra inescindiblemente
ligada a la seguridad jurídica, cuya raigambre constitucional esta Corte
ha señalado con énfasis y reiteración (Fallos: 243:465;
251:78; 317:218). Esta no es sino el resultado del acatamiento de las normas
que imperan en el estado de derecho, las que deben ser respetadas por los poderes
públicos con el fin de procurar su vigencia real y no solamente formal.
La actuación efectiva de las reglas preestablecidas genera así
un clima de seguridad en el cual los particulares conocen de antemano a qué
reglas se sujetará la actuación de los gobernantes, de manera
que la conducta de éstos sea previsible y, en caso contrario, que haya
quien, con potestad suficiente, pueda corregir el error y responsabilizar eficazmente
al trasgresor. Tales conceptos han sido aplicados por este Tribunal en numerosos
pronunciamientos en los que expresó que la seguridad jurídica,
que es imperiosa exigencia del régimen de la propiedad privada, se resentiría
gravemente si fuera admisible y lograra tutela judicial la conducta de quien
primero acata una norma -en el caso, la dicta- y luego la desconoce pretendiendo
cancelar los efectos de aquel acatamiento y los que de ellos derivaron, ocasionando
así grave trastorno a las relaciones patrimoniales (Fallos: 294:220;
291:423; entre otros).
16) Que los depósitos bancarios "a plazo fijo" fueron efectuados, en el caso, bajo la vigencia de la ley 25.466 que garantizaba su intangibilidad, significando ello la prohibición de canjearlos por títulos de la deuda pública nacional, u otro activo del Estado Nacional, prorrogar su pago, alterar las tasas pactadas, la moneda de origen o reestructurar los vencimientos, los que debían operar en las fechas establecidas entre las partes (art. 2). Tal régimen fue calificado por el legislador como de orden público, y la propia ley 25.466 declaraba que los derechos derivados para los depositantes serían considerados derechos adquiridos y protegidos por el art. 17 de la Constitución Nacional (art. 3).
Que el dictado de la ley 25.466 respondió, pues, en armonía con
la doctrina de esta Corte precedentemente reseñada, a la necesidad de
"llevar grados de absoluta certidumbre sobre los ahorros de las personas
o empresas, nacionales o extranjeras, que se encuentran depositados o constituidos
en el sistema financiero del país", para "restablecer la credibilidad
y confianza en el país y sus instituciones, para que, de una vez y para
siempre, empecemos a transitar el camino del crecimiento económico y
mejoramiento de las condiciones sociales de nuestra población",
y aunque las garantías que pretendió asegurar ya estaban contempladas
en el art. 17 de la Constitución Nacional, se entendió necesario
excluir de manera explícita "...cualquier modificación por
parte del Poder Ejecutivo Nacional a los términos y condiciones pactados
entre las entidades financieras y los titulares de los mencionados ahorros",
y que el Congreso Nacional "en pleno ejercicio de sus facultades constitucionales,
contribuya a despejar la incertidumbre sancionando rápidamente una norma
que impida al gobierno y a la autoridad monetaria alterar las condiciones en
que dichos depósitos fueron pactados" (conf. "Antecedentes
Parlamentarios", n° 10, parág. 1, 5, 14 y 26, págs. 2392/2393
y 2395).
En esas condiciones, no es dudoso que el art. 2 del decreto 214/02 ha pretendido
arrebatar a la provincia actora el derecho que adquiriera -con la nota de inviolabilidad
del art. 17 de la Carta Fundamental- al amparo de la ley 25.466, afectando la
intangibilidad del objeto de sus depósitos bancarios, esto es, la moneda
de origen en la que fueron constituidos.
17) Que la cuestión es, ciertamente diversa de la examinada por la Corte
norteamericana en los casos "Norman v. Baltimore" (294 U.S. 240) y
"Perry v. United States" (294 U.S. 330), en los que se decidió
la validez, frente a la devaluación de 1933, de las llamadas "cláusulas
oro", ya que la situación de hecho planteada en esos antecedentes
mostraba el mantenimiento del objeto de la prestación comprometida, aunque
permitiéndose su cancelación a valor nominal con independencia
del valor del oro. Es decir, la medida respondía al ejercicio del poder
del Congreso de fijar el valor de la moneda, aspecto sobre el cual no podía
incidir la convención de los particulares. Mas, por el contrario, la
medida cuya inconstitucionalidad se persigue en autos, ha implicado derechamente
la alteración del objeto de la prestación comprometida, que no
era otra que la devolución de una divisa extranjera y no el reintegro
de pesos calculados a una cierta paridad, lo que de ningún modo puede
ser justificado en los términos del art. 75, inc. 11, de la Constitución
Nacional, ya que excede claramente lo que autoriza esa norma. Dicho de otra
manera, una cosa es la fijación del valor de la moneda (cuya determinación
excede las atribuciones del Poder Ejecutivo por encontrarse reservadas al Poder
Legislativo), y otra muy distinta es la que se presenta en autos, donde se impugnan
normas que han violado el derecho de propiedad sobre bienes patrimoniales, al
impedir el reintegro de dólares estadounidenses pertenecientes a la actora.
18) Que, por cierto, la situación examinada en autos también se
presenta como verdaderamente distinta de la que esta Corte juzgó en el
caso registrado en Fallos: 313:1513.
En efecto, en el caso indicado las imposiciones bancarias no habían sido
constituidas al amparo de un régimen como el de la ley 25.466, y existían
circunstancias fácticas muy distintas de las que enmarcan el reclamo
sub lite, ya que las medidas gubernamentales juzgadas en dicho precedente se
inscribían dentro de una política económica que pretendía:
a) cortar el proceso inflacionario que desgarraba a la sociedad; b) inducir
la baja primero y luego la estabilización del precio del dólar
y de todos los bienes de la economía; y c) recuperar el valor adquisitivo
de la moneda nacional (conf. considerando 50 del precedente indicado), lo que
no se da en las circunstancias que adjetivan al presente caso, pues técnicamente
no han sido derogadas las normas que prohiben el ajuste de deudas por inflación
(art. 10 de la ley 25.561), se ha liberado el mercado cambiario produciéndose
un significativo incremento de la cotización del dólar, y el valor
adquisitivo de la moneda se ha depreciado de modo notorio para toda la población.
Lo anterior sea dicho, desde luego, sin abrir juicio de valor alguno respecto
de la opinión que le merece a esta Corte, en su actual integración,
la apuntada decisión registrada en Fallos: 313:1513.
19) Que, aparte de lo anterior, conviene recordar que la tutela que el estado
constitucional hace de la propiedad no se limita a una garantía formal
sino que tiende a impedir que se prive de contenido real a aquel derecho (Fallos:
312:2467). En ese orden de ideas, fácil resulta comprobar que la "pesificación"
del depósito bancario, ha causado una significativa pérdida de
su valor intrínseco y quantum económico.
Al respecto, baste señalar que la "pesificación" dispuesta
a la inconsulta paridad de un peso con cuarenta centavos por cada dólar
estadounidense depositado, se vio absolutamente superada al día siguiente
del dictado del decreto 214/02 en que comenzó a operar el mercado único
y libre de cambio creado por el decreto 260/02, ya que esa divisa cotizó
entre dos pesos con diez centavos y dos pesos con veinte centavos, es decir,
una paridad significativamente más alta, que en días sucesivos
se ha vuelto todavía más elevada como es de público conocimiento.
Tal disparidad, como también es notorio, no la corrige enteramente la
aplicación del Coeficiente de Estabilización de Referencia instituido
por el art. 4 del decreto 214/02, lo que ciertamente no puede ser de otro modo
ni ha de llamar la atención, pues dicho coeficiente refleja la tasa de
variación diaria de la evolución del índice de precios
al consumidor publicado por el INDEC (art. 1 de la resolución 47/02 del
Ministerio de Economía), la cual sigue una curva de evolución
distinta que la cotización de la moneda norteamericana en el mercado
de divisas. Dicho con otras palabras, la indemnización que podría
implicar la aplicación del mencionado coeficiente no corrige el despojo,
sencillamente porque la evolución del precio del dólar estadounidense
y la de los precios minoristas no ha sido equivalente.
Así pues, desde el punto de vista del contenido real del derecho de propiedad
involucrado, la "pesificación" ha importado técnicamente
el aniquilamiento mismo del contrato anudado entre la entidad bancaria y el
depositante, porque ha generado la quita de un porcentaje altamente significativo
del monto depositado al alterarse el valor de la divisa depositada, con claro
agravio de las garantías constitucionales invocadas en la demanda. Tal
medida debe ser calificada, sin temor ni duda, como una privación de
la propiedad reprobada por la Carta Fundamental.
Que tanto lo precedentemente expuesto, como lo decidido en la causa "Smith"
derivan de la razonada aplicación del art. 17 de la Constitución
Nacional. Soslayar su vigencia, cualesquiera sean las razones para enervar su
recto contenido, importaría retirar a la República del concierto
de naciones civilizadas, que contemplan el derecho de propiedad como uno de
los pilares del respeto a los derechos inherentes a la persona y que configura
una formidable base de impulso para el progreso y el bienestar general.
20) Que a esta altura no es ocioso observar que medidas del tenor de las establecidas
por el art. 2 del decreto 214/02, dada su profunda e inusitada incidencia sobre
el derecho de propiedad, calificable como una verdadera privación de
ella, no pueden ser el objeto de decretos emitidos por el Poder Ejecutivo, ni
siquiera bajo el argumento de su necesidad y urgencia, pues aunque lo dispuesto
por el art. 99, inc. 3, de la Constitución impida solamente recurrir
a esa vía en materia penal, tributaria, electoral o referente al régimen
de los partidos políticos, resulta de toda evidencia que tampoco puede
ser utilizada para obtener efectos jurídicos análogos a los de
una confiscación o expropiación, para cumplir la cual aún
el Poder Legislativo tiene una facultad de actuación limitada, pues según
lo determina claramente el art. 17 de la Carta Fundamental, se exige la calificación
de utilidad pública por ley y el pago de una indemnización previa.
En este sentido, no es dudoso que a las prohibiciones expresas del citado art.
99, inc. 3, débense sumar otras que, como la indicada, resultan implícitamente
consagradas por la necesaria articulación y armonización que las
distintas cláusulas constitucionales reclaman entre sí.
21) Que en las condiciones que anteceden se colige sin esfuerzo que el sistema
jurídico impugnado ha arrasado lisa y llanamente con el presupuesto de
la seguridad jurídica, con total olvido de que cuando se recurre a los
poderes de emergencia se lo debe hacer con el objeto de amparar y defender garantías
tales como la indicada, y no para desconocerlas o mutilarlas en su esencia.
Asimismo, el efecto producido por el art. 2 del decreto 214/02 excede, en mucho, el ejercicio válido de los poderes de emergencia, rebasando inclusive los límites de la razonabilidad que emanan del art. 28 de la Constitución Nacional, ya que la "pesificación" de los depósitos no se conecta racionalmente con las facultades delegadas al Poder Ejecutivo por la ley 25.561, ni es una derivación lógica de la derogación parcial sufrida por la ley 23.928 de convertibilidad, como tampoco enlaza con la idea -señalada en los considerandos del decreto 214/02- de recuperar en la mayor plenitud la soberanía monetaria de la Nación, pues resulta de toda evidencia que esa soberanía no puede construirse sacrificando ni los derechos ni el patrimonio de los habitantes de la Nación Argentina, ni de quienes acepten realizar en el territorio patrio actividades, negocios o inversiones lícitas, al extremo de imponerles una silenciosa renuncia a una de las notas distintivas del Estado de Derecho, como es el carácter "inviolable" de la propiedad individual.
Que aquí no pueden dejar de ser recordadas las palabras del juez Bermejo
cuando en su famosa disidencia registrada en Fallos: 136:161 precisó
que "...nuestro sistema social descansa ampliamente en la inmunidad de
la propiedad privada y aquel Estado o comunidad que pretendiere allanarla, no
tardaría en descubrir su error por el desastre que sobrevendría...".
De haberse respetado cabalmente este pensamiento, expuesto por Bermejo en 1922,
la historia institucional y económica argentina tal vez habría
sido otra, y nuestro pueblo se habría ahorrado muchas de las penurias
por las que todavía hoy atraviesa bajo el argumento de la necesidad y
la urgencia. Ni tanta necesidad, ni tanta urgencia puede existir o concebirse,
y mucho menos tolerarse, para quebrar la inmunidad de la propiedad y fortuna
de los argentinos. A convalidar ello no estuvo dispuesta esta Corte ni siquiera
en momentos de quebrantamiento del orden constitucional, como lo demuestra incluso
la criticada acordada del 10 de septiembre de 1930, por la que se recordó
a los funcionarios de facto entonces gobernantes, el imperio de la Constitución
Nacional en orden a la preservación de las garantías individuales,
las de la propiedad u otras de las aseguradas por aquélla, y el deber
de la Administración de Justicia de reestablecerlas en las mismas condiciones
y con el mismo alcance con que lo habría hecho el poder de iure (Fallos:
158:290).
22) Que, cabe aclararlo, en la decisión referente a la inconstitucionalidad
de las normas relativas a la "pesificación" de los depósitos
bancarios, no proyecta influencia alguna lo dispuesto por el decreto 905/02,
modificado por los decretos 1836/02 y 2167/02, en cuanto instituyó un
régimen de pago de las imposiciones afectadas por el art. 2 del decreto
214/02 mediante un bono representativo de dólares estadounidenses. Ello
es así, pues tal régimen "no compulsivo" de pago, solamente
traduce un modo alternativo para la cancelación de la obligación
a cargo de la institución bancaria, por el que el ahorrista podría
a su voluntad optar o no en reemplazo de la reprogramación y pesificación
de su depósito reflejado en el contrato de que da cuenta el certificado
del banco. Mas como esta última alternativa (reprogramación y
pesificación) es reputada inconstitucional por la presente sentencia,
resulta claro que aquella otra por la cual podría eventualmente haberse
optado (es decir, el pago en bonos), se torna insustancial o abstracta para
el interés de la provincia actora, e indiferente para la correcta composición
del litigio.
23) Que una consideración específica merece lo atinente a la ley
25.466.
Por lo pronto, cabe observar que si dicha ley no ha sido derogada sino solamente
suspendida (art. 15 de la ley 25.561), no se advierte razonabilidad en el plexo
normativo que se cuestiona en la medida que más que suspenderla en sus
efectos, ha provocado un efecto -por su carácter definitivo- equivalente
al de su derogación. En este orden de ideas, el exceso de las facultades
ejercidas por el Poder Ejecutivo Nacional está inclusive corroborado
por la letra del art. 17 del decreto 214/02, que establece la derogación
de todas las normas que se opongan a lo establecido por él, lo que exigiría
concluir que la ley 25.466 no está ya suspendida, tal como lo dispuso
el Poder Legislativo, sino derogada.
Pero independientemente de lo anterior, corresponde rechazar la afirmación
del Estado Nacional según la cual la ley 25.466, no constituye un concepto
reiterativo o sobreabundante respecto de la protección constitucional
al derecho de propiedad. Según el Poder Ejecutivo Nacional, esa ley no
crea ningún derecho que no pueda ser modificado por otra legislación
posterior, y el Tribunal no puede menos que rechazar semejante afirmación.
Al respecto, es dable recordar, que la ley 25.466 fue dictada sólo tres
meses antes de la sanción del decreto 1570/01 y cinco meses antes del
decreto 214/02 y, como fuera ya explicado, tenía por finalidad crear
un ambiente de confianza en el sistema financiero que se encontraba debilitado.
En tal sentido, sus prescripciones normativas fueron elocuentes: "...dichos
depósitos son considerados intangibles..." (art. 1°); "...el
Estado Nacional en ningún caso podrá alterar las condiciones pactadas
entre el/los depositantes y la entidad financiera..." (art. 2°); "...los
derechos derivados para los depositantes...serán considerados derechos
adquiridos y protegidos por el art. 17 de la Constitución Nacional..."
(art. 3). De tal manera, el Estado Nacional generaba en los ciudadanos y ahorristas
la convicción de que no se repetirían historias de un pasado próximo
en el que, también sobre la base de razones de emergencia, se había
impedido a los propietarios de las sumas de dinero depositadas retirarlas al
vencimiento de los distintos plazos que se habían convenido. Se determinaba
claramente que la ley era de orden público y que los derechos reconocidos
tenían el carácter de "derechos adquiridos" y estaban
amparados por el art. 17 de la Carta Fundamental. ¿Qué más
puede decir el Estado para garantizar y resguardar debidamente el derecho de
los ahorristas? ¿Qué posibilidad existía en el ánimo
del pequeño o gran ahorrista, de las diversas entidades, o de los propios
gobiernos provinciales, de que las reglas se modificasen en un futuro inmediato?
Ninguna. La letra de la ley era clarísima, el espíritu del legislador
no dejaba lugar a dudas de cuál era el fin perseguido y el medio elegido,
mas sin embargo una vez captada la confianza y encerrados los depósitos,
una nueva invocación a razones de orden público hizo tabla rasa
con la legislación y con los derechos en ella amparados.
Nada más grave de parte del Estado. A partir de allí se quebró
la base de toda sociedad organizada: la confianza y el respeto ineludible a
la ley. Baste ello para contestar la poco afortunada afirmación reseñada
anteriormente.
24) Que resta considerar, el planteo relativo a lo dispuesto por el decreto
1316/02 en cuanto había dispuesto la suspensión por 120 días
hábiles del cumplimiento y ejecución de las sentencias definitivas
dictadas en los procesos judiciales a los que se refiere el art. 1 de la ley
25.587.
Que, en tal sentido, sin perjuicio de que dicho plazo ha vencido a la fecha
de este pronunciamiento, es útil aún a modo de obiter, y por las
eventuales consecuencias que dicha norma hubiera generado durante su vigencia,
recordar la doctrina de esta Corte según la cual la garantía constitucional
de la defensa en juicio supone la posibilidad de ocurrir ante los tribunales
de justicia y obtener de ellos sentencia útil relativa a los derechos
de los litigantes (Fallos: 290:293; 297:134; 298:308; 306:467 y 310:937), por
lo que impedir ese derecho frusta aquella garantía, reconocida por el
art. 18 de la Constitución Nacional y diversos tratados internacionales
de derechos humanos (Fallos: 320:1519). De ahí que la existencia de disposiciones
que supriman o suspendan el acceso a la jurisdicción, no son concebibles
dentro del sistema republicano de gobierno y de protección de los derechos
humanos, así como incompatibles con el postulado del Preámbulo
de la Constitución Nacional concerniente al afianzamiento de la justicia.
Que, desde tal perspectiva, lo dispuesto por el art. 1 del decreto 1316/02 en
el aspecto aquí considerado, no solamente desconoció una garantía
constitucional de la provincia actora, sino que además constituyó
un atentado contra el principio de separación de los poderes del Estado,
pues no otra cosa cabe inferir si por imposición del Poder Ejecutivo
los ciudadanos no pueden recurrir ante el Poder Judicial y los jueces no pueden
mandar cumplir sus sentencias, máxime en un caso como el sub lite, en
el que, a diferencia de otras hipótesis otrora consideradas por esta
Corte, se esterilizan los efectos de todo pronunciamiento judicial que se emita
con relación a un vasto complejo normativo, con afectación en
grado extremo de la vida y patrimonio de las personas.
En tal sentido, el vallado puesto por el poder administrador al cumplimiento
y ejecución de las sentencias judiciales dictadas en el marco de los
procesos contemplados por el art. 1 de la ley 25.587, ahondó un prolongado
e inédito estado de incertidumbre frente a la profusión de normas
mutantes en materia económica y financiera. A la ya difícil tarea
de desentrañar ese estado de incertidumbre, se sumó la inaceptable
pretensión de hacer de las sentencias simples declaraciones teóricas,
insusceptibles de ser ejecutadas con inconcebible postergación del efectivo
ejercicio del derecho que ellas hubieren reconocido.
Así pues, lo establecido por el art. 1 del decreto 1316/02 estaba teñido
de inconstitucional bajo la idea de que el servicio de justicia no puede ser
sometido al vasallaje de la fuerza del poder administrador que, desconociendo
garantías constitucionales elementales, ha olvidado que ellas están
previstas no solo para que los ciudadanos puedan exigir su respeto frente al
Estado, sino para que el propio Estado sepa cuáles son los límites
de su actuación, pues es claro que es él el primero que debe velar
por la vigencia de las garantías constitucionales de los habitantes de
la Nación y no pretender que sean estos últimos quienes deban
recordárselo, una y otra vez, mediante la promoción de acciones
judiciales.
25) Que definida la procedencia del amparo en los términos hasta aquí desarrollados, corresponde señalar con especial y particular énfasis que la presente sentencia no impone ninguna responsabilidad al Estado Nacional en orden a la devolución de las divisas depositadas por la actora. El Estado Nacional en esta causa es, en efecto, totalmente ajeno a cualquier deber de restitución, ya que no contrató con la actora, ni en autos ha sido declarada su responsabilidad frente a esta última por título alguno. Por el contrario, la admisión de los planteos de inconstitucionalidad formulados por la provincia actora, exclusivamente llevan a hacer exigible el deber de restitución que el Banco de la Nación Argentina (que es una entidad autárquica con autonomía presupuestaria y administrativa; art. 1 de la ley 21.799) asumiera frente a esta última según los certificados de depósito respectivos. Dicho de otro modo, el reintegro a la Provincia de San Luis de sus depósitos bancarios, no debe ser de ningún modo cumplido -según esta sentencia- por el Estado Nacional, sino pura, exclusiva y excluyentemente por la citada entidad bancaria, conforme a los términos contractuales propios de la operatoria.
26) Que, sentado lo anterior y como reflexión final, no es ocioso recordar
que esta Corte ha destacado reiteradamente la necesidad de que los jueces no
prescindan en la interpretación y aplicación de las leyes de las
consecuencias que derivan de cada criterio, pues estas últimas constituyen
uno de los índices más seguros para verificar su razonabilidad
y coherencia con el sistema en que está engarzada la norma (Fallos: 234:482;
302:1284, entre otros). Mas la sola visión de las consecuencias, no se
puede erigir en la única pauta orientadora de los fallos judiciales,
ni es posible que a fin de evitarlas se convaliden normas manifiestamente inconstitucionales.
La oposición a la Constitución Nacional podrá existir o
no, pero si existe incumbe a los jueces declararla sin más, debiendo
los otros poderes del Estado, en el ejercicio de sus facultades propias, arbitrar
las soluciones que se ajusten al texto constitucional según la interpretación
que rectamente los jueces le den. Esta Corte, como custodio último de
la Carta Fundamental, no está dispuesta a resignar su misión en
ese sentido y se equivoca quien no lo entienda así.
Pues bien, si la República Argentina ha perdido en los últimos
tiempos el horizonte de la Constitución, es hora de que vuelva al camino
del cual jamás debió salir.
27) Que si bien la presente sentencia reputa inconstitucional el régimen
de reprogramación de depósitos establecido por el decreto 1570/01
y sus reglamentaciones, a los fines de determinar el concreto modo de cumplimiento
del reintegro de las imposiciones bancarias de que tratan estas actuaciones,
no puede el Tribunal soslayar la circunstancia de que la Provincia de San Luis
voluntariamente aceptó en su presentación de fs. 459/460 una devolución
escalonada, y que como se señaló en el considerando 9° ha
retirado fondos, manteniendo su reclamo por la diferencia ya sea en dólares
estadounidenses o su valor en pesos al cambio correspondiendo al día
en que se pague la deuda.
De tal manera, el Tribunal condenará al Banco de la Nación Argentina
a devolver a la Provincia de San Luis las sumas que adeuda, según los
alcances que surgen del mencionado escrito de fs. 459/460, y fijará un
plazo de sesenta días para que las partes acuerden la forma y plazos
en que se reintegrarán las sumas debidas, bajo apercibimiento de determinarlo
la Corte en la etapa de ejecución (arg. arts. 163, inc. 7°, y 558
bis del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).
Por ello y de conformidad en lo pertinente con lo dictaminado por el señor
Procurador General se resuelve: I- Declarar la inconstitucionalidad de las normas
impugnadas; II- Ordenar al Banco de la Nación Argentina que reintegre
a la Provincia de San Luis las sumas depositadas en dólares estadounidenses,
o su equivalente al valor en pesos según la cotización del mercado
libre de cambios tipo vendedor al día del pago. De dichas sumas deberán
deducirse las ya extraídas por el Estado provincial (ver alcances de
la presentación de fs. 459/460). A este último efecto la diferencia
deberá determinarse entre la suma retirada en pesos y el valor de cada
dólar en el mercado referido a la fecha de la extracción; III-
Fijar el plazo de sesenta días corridos para que las partes convengan
o determinen la forma y plazos de devolución que no alteren la sustancia
de la decisión, bajo apercibimiento de establecerlo el Tribunal a pedido
de cualquiera de los interesados al vencimiento del plazo fijado. Notifíquese
por cédula a las partes que se confeccionará por secretaría.
ADOLFO ROBERTO VAZQUEZ.
ES COPIA
DISI-//-
-//-DENCIA DE LOS SEÑORES MINISTROS DOCTORES DON AUGUSTO CESAR BELLUSCIO,
DON ANTONIO BOGGIANO Y DON JUAN CARLOS MAQUEDA
Considerando:
1°) Que la Provincia de San Luis dedujo la acción de amparo de fs.
54/65 con sustento en lo dispuesto por el art. 43 de la Constitución
Nacional contra el Poder Ejecutivo Nacional, el Banco de la Nación Argentina
y el Banco Central de la República Argentina, como entidad responsable
del pago de los depósitos a plazo fijo de los que es titular el Estado
provincial. Requiere la declaración de inconstitucionalidad de los arts.
2 y 12 del decreto 214/02, del decreto 1570/01, del decreto 320/02, y que se
disponga que el Banco Central o el Banco de la Nación Argentina le entreguen
a la provincia dólares billetes de los depósitos a plazo fijo
que individualiza, o su equivalente en pesos según el valor de la moneda
estadounidense en el mercado libre de cambios al tipo vendedor del día
anterior al vencimiento de la obligación. Afirma que las disposiciones
que impugna destruyen y confiscan su derecho de propiedad reconocido en el art.
17 de la Constitución Nacional y también en el art. 21 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, que dispone que toda persona tiene derecho
al uso y goce de sus bienes y que no puede ser privada de ellos, excepto de
mediar el pago de una indemnización justa, y apoyada esa privación
en razones de utilidad pública o interés social en los casos y
formas establecidos en las leyes.
Aduce que no es posible exigirle a la provincia que soporte la pesificación compulsiva de los depósitos porque ello agravia de manera indudable la "sustantividad" del derecho de propiedad. Al efecto arguye que al derogarse la convertibilidad la obligación de devolver los depósitos en dólares deja de ser una obligación de dar sumas de dinero para convertirse en una obligación de dar cosas. De tal manera, indica, el interés del ahorrista sólo se satisface "cuando se le reintegra la cantidad de dólares estadounidenses (cosas, ya no moneda convertible), que tenía depositado, o si se quiere, y ante una eventual falta de dólares en el mercado, dicho interés quedaría satisfecho por la cantidad necesaria de pesos...para adquirir los dólares depositados, conforme la cotización que arroje el mercado cambiario libre...pagarle a la provincia $ 1,40 por cada dólar constituye un agravio a la sustantividad del derecho, toda vez que el valor de la moneda supera en el mercado libre los $ 2".
2°) Que la actora recalca que si esta afectación puede ser planteada
por cualquier clase de ahorrista, tanto o más digno de protección
es el derecho del Estado provincial de que se custodie su patrimonio destinado
a la satisfacción de necesidades públicas. Expone asimismo que
negarles a las autoridades de un gobierno provincial que dispongan de los fondos
que el respectivo Estado depositó en plazos fijos en dólares en
el Banco de la Nación Argentina, cuando la causa de esa indisponibilidad
es una norma del Estado Nacional, implica por parte de este último un
contundente incumplimiento a su mandato constitucional de garantizar el sistema
federal. Esa garantía revela la necesidad de cumplir con dos aspectos,
uno, proveer al desarrollo económico y el bienestar de los estados provinciales,
el otro abstenerse de incurrir en hechos, actos u omisiones que perturben o
impidan su desarrollo. Según manifiesta, ello es lo que sucede en el
caso, porque además de no cumplirse con la remisión oportuna de
los fondos de coparticipación, el Estado Nacional ha adoptado medidas
que le impiden a la Provincia de San Luis subvenir a las necesidades de su gobierno
al no poder disponer de los recursos que posee depositados en los plazos fijos
en cuestión. De tal manera, las medidas adoptadas resultan repugnantes
también a los arts. 1, 5 y 121 de la Constitución Nacional, y
a los principios generales que determinan la inalienabilidad, imprescriptibilidad
e inembargabilidad de los bienes del dominio estatal. Considera que tan públicos
son los bienes cuya devolución requiere como los que tenían depositados
los estados extranjeros, que fueron excluidos del "corralito y la pesificación"
según la comunicación A 3467 del Banco Central.
3°) Que en virtud de lo expuesto, solicita que se dicte una medida precautoria
que ordene al Banco de la Nación Argentina la entrega inmediata de los
dólares estadounidenses depositados al vencimiento de cada uno de los
plazos fijos existentes y detallados en el escrito inicial. De no admitirse
el pedido afirma que la provincia deberá paralizar toda la obra pública,
con el consecuente despido de 15.000 personas, y disponer rescisiones de contratos
que se traducirán en acciones de daños y perjuicios contra el
Estado provincial.
4°) Que a fs. 147, a fin de ampliar los fundamentos de su pretensión,
el Estado provincial acompaña el informe elaborado por su ministro de
economía del que surge cómo se han ido integrando históricamente
las sumas cuyas restitución persigue por medio de este expediente y a
esos efectos indica que fueron acumuladas durante los años 1996, 1997,
1998, 1999 y 2000 y que las cuentas correspondientes a cada ejercicio fueron
aprobadas por la legislatura local.
5°) Que a fs. 150 se declaró la competencia de este Tribunal para
intervenir en el reclamo por vía de su instancia originaria prevista
en el art. 117 de la Constitución Nacional, y se citó a una audiencia
a la gobernadora de la provincia, al ministro de Economía de la Nación,
al Procurador del Tesoro de la Nación y al presidente del Banco Central
de la República Argentina. Da cuenta de su realización el acta
obrante a fs. 160, oportunidad en que esta Corte, frente a las delicadas cuestiones
sometidas a la decisión del Tribunal, fijó una nueva audiencia
para acercar a las partes en los puntos en conflicto. El resultado negativo
de la primera surge de la desgrabación del acto obrante a fs. 169/177
de este proceso. Idéntico resultado tuvo la segunda, tal como surge de
fs. 178 y de la desgrabación de la audiencia obrante a fs. 179/182.
6°) Que, sin perjuicio de la etapa conciliatoria abierta por el Tribunal
en el expediente, a fs. 186 y como consecuencia del requerimiento formulado
por la Provincia de San Luis, se ordenó al Banco Central de la República
Argentina, al Poder Ejecutivo Nacional y al Banco de la Nación Argentina
que presentaran un informe circunstanciado acerca de los antecedentes y fundamentos
de las medidas impugnadas de conformidad con la previsión contenida en
el art. 8 de la ley 16.986. Ello trajo aparejadas las contestaciones al requerimiento
de informes obrantes a fs. 206/224, 235/285 y 306/347 respectivamente.
7°) Que es preciso indicar que la Corte, en el ámbito de la propuesta
conciliatoria en la que estaba ocupada, consideró conveniente oír
a las asociaciones bancarias involucradas viabilizando así la intención
de esas entidades de no mantenerse ajenas a un conflicto generalizado que ya
había sido expresado en la causa M.12 XXXVIII "Ministerio de Economía
y Banco Central de la República Argentina s/ apelación contra
medidas cautelares". En consecuencia citó a una nueva audiencia
y convocó a la Asociación de Bancos Argentinos ?ABA?, a la Asociación
de Bancos Públicos y Privados de la República Argentina ?ABAPPRA?
y a las partes en este proceso para que concurrieran a ese acto (fs. 191). Dan
cuenta de su realización y de las posturas sostenidas por los intervinientes,
las constancias que obran agregadas a fs. 350, 352/383, 385/428, 430 y 441/451
la desgrabación de la audiencia.
8°) Que las piezas obrantes a fs. 432 y 433 revelan las propuestas formuladas
por la Corte, que merecieron la respuesta de la Provincia de San Luis obrante
a fs. 459/460, y las del Estado Nacional de fs. 465/466 y 468.
Las dos últimas importaron el rechazo de las distintas alternativas de
conciliación y la invocación del decreto 905/02, por medio del
cual el Poder Ejecutivo Nacional con el propósito de "reconstruir
los saldos transaccionales a un nivel compatible con la liquidez existente y
un programa monetario sostenible y otorgar a los ahorristas un instrumento de
ahorro que les permita preservar el valor de sus depósitos originales
y acceder a una renta" (ver considerando 9° del decreto), les otorgó
a los titulares de depósitos constituidos en moneda extranjera en entidades
financieras, que fueron convertidos a pesos según lo dispuesto por el
decreto 214/02, la "opción" de recibir "Bonos del Gobierno
Nacional en dólares estadounidenses Libor 2012".
Cabe señalar que con anterioridad a esas presentaciones y después
del dictado del decreto referido la actora planteó su inconstitucionalidad
(ver fs. 460/463).
9°) Que de las constancias de fs. 459/460 -donde la actora contestó
la proposición conciliatoria de este Tribunal- resulta que el quantum
de la pretensión inicial se ha modificado, pues desde la iniciación
de este proceso hasta esa oportunidad -30 de mayo de 2002- la provincia ha retirado
fondos, y mantiene el reclamo por la diferencia ya sea en dólares estadounidenses
o su valor en pesos al cambio correspondiente al día en que se pague
la deuda. Asimismo, surge de esa presentación el ofrecimiento de que
la diferencia adeudada entre la llamada pesificación y el valor del dólar
billete en el mercado libre sea reprogramada en la forma que allí se
indica.
10) Que el Tribunal ha sostenido siempre que la "misión que incumbe
a la Corte Suprema de mantener a los diversos poderes tanto nacionales como
provinciales en la esfera de las facultades trazadas por la Constitución,
la obliga a ella misma a absoluta estrictez para no extralimitar la suya, como
la mayor garantía que puede ofrecer a los derechos individuales"
(Fallos: 32:120).
11) Que reiteradamente este Tribunal ha sostenido que "es elemental en
nuestra organización constitucional, la atribución que tienen
y el deber en que se hallan los tribunales de justicia, de examinar las leyes
en los casos concretos que se traen a su decisión, comparándolos
con el texto de la Constitución para averiguar si guardan o no conformidad
con ésta, y abstenerse de aplicarlas, si las encuentran en oposición
con ella, constituyendo esta atribución moderadora, uno de los fines
supremos y fundamentales del poder judicial nacional y una de las mayores garantías
con que se ha entendido asegurar los derechos consignados en la Constitución,
contra los abusos posibles e involuntarios de los poderes públicos"
(Fallos: 33:162). Esta doctrina no se debilita ni desvirtúa por la necesidad
de que tal función jurisdiccional se lleve a cabo en la vía procesal
adecuada de conformidad con los hechos e intereses en juego en el caso concreto.
Es por ello, que en el caso sub lite corresponde examinar en primer término
la aptitud de la vía del amparo para plantear y decidir la cuestión
sometida a la decisión de esta Corte.
12) Que, a tales efectos, es oportuno recordar la disidencia del ministro Tomas
D. Casares en Fallos: 216:606, antecedente de lo que luego se denominaría
acción de amparo, cuando precisó como requisito de la protección
solicitada que la restricción considerada arbitraria -es decir causada
por acto de quien se sostiene carece para ello de legítima autoridad-
respecto a un derecho incuestionablemente comprendido entre los que la Constitución
reconoce que asisten a los habitantes del país, no tuviera para su remedio
procedimiento especial en la legislación vigente, reconociendo la posibilidad
de controvertir ante la justicia, para afianzamiento de la autoridad tanto como
para resguardar el ejercicio de los derechos individuales, la competencia formal
con que un órgano de esta última ejecuta un acto que comporta
afectación concreta de uno de estos derechos, siempre que la intervención
judicial no interfiera en la ejecución del acto ni pretenda pronunciarse
sobre su valor intrínseco, sino que, después de realizado, sólo
juzgue la competencia de la autoridad que lo ejecutó.
13) Que en línea con los pronunciamientos citados, y desde el fallo
de la Corte que admitió la acción de amparo (Fallos: 239:459),
y en ocasión de resolver la amplitud de la acción por actos de
particulares, el Tribunal precisó que siempre que aparezcan, en consecuencia,
de modo claro y manifiesto, la ilegitimidad de una restricción cualquiera
a alguno de los derechos esenciales de las personas así como el daño
grave e irreparable, corresponderá que los jueces restablezcan de inmediato
el derecho restringido por la rápida vía del recurso de amparo;
sin embargo agregó que "...en tales hipótesis, los jueces
deben extremar la ponderación y prudencia -lo mismo que en muchas otras
cuestiones propias de su alto ministerio- a fin de no decidir, por el sumarísimo
procedimiento de esta garantía constitucional, cuestiones susceptibles
de mayor debate y que corresponda resolver de acuerdo con los procedimientos
ordinarios" (Fallos: 241:291).
14) Que, en el desarrollo posterior de la doctrina, y al pronunciarse sobre
el alcance del art. 2, inc. d, de la ley 16.986 enunció en términos
precisos la limitación general al sostener que la admisión de
este remedio excepcional puede engendrar la falsa creencia de que cualquier
cuestión litigiosa tiene solución por esta vía; o, peor
aún, que mediante ella es dable obtener precipitadas declaraciones de
inconstitucionalidad, agregando que si bien tal principio no debía reputarse
absoluto regirá sin duda en la mayoría de los casos (Fallos: 267:215).
15) Que el carácter excepcional de la vía de amparo ha llevado
a la Corte a señalar en forma reiterada que la existencia de vía
legal para la protección de los derechos que se dicen lesionados excluye,
en principio, la admisibilidad de la acción, pues este medio no altera
el juego de las instituciones vigentes (Fallos: 269:187; 270:176; 303:419 y
422), regla que ha sustentado en casos en los cuales las circunstancias comprobadas
en la causa evidencian que no aparece nítida en la especie una lesión
cierta o ineludible causada por la autoridad con arbitrariedad o ilegalidad
manifiesta, el asunto versa sobre una materia opinable que exige una mayor amplitud
de debate o de prueba para la determinación de la eventual invalidez
del acto (Fallos: 303:422).
16) Que a ese respecto son aplicables los fundamentos expuestos en el voto del
juez Belluscio en Fallos: 313:1513, en los que expresó:
"3°) Que, según conocida jurisprudencia de este Tribunal, resulta
indispensable para la admisión del remedio excepcional y sumarísimo
del amparo que quien solicita protección judicial acredite, en debida
forma, la inoperancia de las vías procesales ordinarias a fin de reparar
el perjuicio invocado (Fallos: 274:13, considerando 3°; 283:335; 300:1231,
entre otros).
"4°) Que, en este sentido, la Corte precisó -al admitir el amparo
judicial desde el pronunciamiento de Fallos: 239:459- ese carácter excepcional
de la acción y exigió, como uno de los requisitos inexcusables
para su viabilidad, la inexistencia de otras vías legales idóneas
para la protección del derecho lesionado, o que la remisión a
ellas produzca un gravamen serio insusceptible de reparación ulterior
(doctrina de Fallos: 263:371, considerando 6°; 270:176; 274:13; 293:580;
294:452; 295:132; 301:801; 303:419 y 2056, entre otros).
"5°) Que las circunstancias apuntadas en el considerando anterior
no aparecen probadas en el sub examine toda vez que los actores han omitido
demostrar que su pretensión -de carácter estrictamente patrimonial-
no pueda hallar tutela adecuada en los procedimientos ordinarios ni que se encuentren
impedidos de obtener, mediante ellos, la reparación de los perjuicios
que eventualmente podrían causarles las disposiciones impugnadas (Fallos:
280:238).
"6°) Que, en esas condiciones, y frente al carácter excepcional
de la vía de amparo -que obliga a admitirla únicamente en aquellas
situaciones que revelen la imprescindible necesidad de ejercerla para la salvaguarda
de derechos fundamentales (Fallos: 280:238; 303:422 y 306:1253) en tanto ella
no altera las instituciones vigentes (Fallos: 295:35; 303:409 y 422) ni faculta
a los jueces para sustituir los trámites pertinentes por otros que consideren
más convenientes y expeditivos, Fallos: 300:688- el pronunciamiento debe
ser revocado, sin que ello implique emitir juicio alguno respecto de la legitimidad
o ilegitimidad de las normas impugnadas...".
17) Que ratificando los límites de la acción de amparo, y en referencia
con la ley 16.986, el Tribunal ha aclarado que "si bien la ley de amparo
no es excluyente de las cuestiones que requieren trámites probatorios,
descarta a aquellas que son complejas o de difícil acreditación
y que, por lo tanto, exigen un aporte mayor de elementos de juicio que no pueden
producirse en el breve trámite previsto en la reglamentación legal"
(Fallos: 307:178).
18) Que la doctrina sobre el alcance de la acción de amparo y su carácter
de vía procesal excepcional no ha sido alterada, sin más, por
la inclusión en la reforma constitucional de 1994 del art. 43. Esta norma,
al disponer que "toda persona puede interponer acción expedita y
rápida de amparo, siempre que no exista otro medio judicial más
idóneo" mantiene el criterio de excluir la acción cuando
por las circunstancias del caso concreto se requiere mayor debate y prueba y
por tanto no se da el requisito de "arbitrariedad o ilegalidad manifiesta"
en la afectación de los derechos y garantías constitucionales,
requisitos cuya demostración es imprescindible para la procedencia de
aquélla (Fallos: 275: 320; 296:527; 302:1440; 305:1878; 306:788; 319:2955
y 323: 1825 entre otros).
19) Que la acción en examen únicamente procede para la tutela
inmediata de un derecho constitucional violado en forma manifiesta y resulta
inadmisible, en cambio, cuando el vicio que comprometería garantías
constitucionales no resulta con evidencia de manera que la dilucidación
del conflicto exige una mayor amplitud de debate y prueba (Fallos: 321: 1252,
considerando 30). Ello es así pues los jueces deben extremar la prudencia
para no resolver materias de complejidad fáctica y técnica por
la vía expedita del amparo a fin de no privar a los justiciables del
debido proceso mediante pronunciamientos dogmáticos. Si bien el proceso
de amparo no es excluyente de cuestiones que necesitan demostración,
sí descarta aquéllas cuya complejidad o difícil comprobación
requiere de un aporte mayor de elementos de juicio de los que pueden producirse
en el procedimiento de amparo (considerando 11 del voto de los jueces Belluscio
y Bossert en Fallos: 321: 1252 y 323:1825).
20) Que por lo expuesto resulta indispensable para la admisión del remedio
excepcional y sumarísimo del amparo, en el que se persigue la declaración
de inconstitucionalidad de diversas normas alegando perjuicio de carácter
exclusivamente patrimonial, que se acredite en debida forma la inexistencia
de otras vías procesales idóneas para reparar el perjuicio invocado,
quedando su prueba a cargo de quien lo alega (Fallos: 321:1252, del voto en
disidencia del juez Carlos S. Fayt).
21) Que esta Corte ha sostenido que la declaración de inconstitucionalidad
de un precepto de jerarquía legal constituye la más delicada de
las funciones susceptibles de encomendarse a un tribunal de justicia, configurando
un acto de suma gravedad que debe ser considerado como ultima ratio del orden
jurídico (Fallos: 260:153; 286:76; 288:325; 300: 241 y 1087; 301:1062;
302:457 y 1149; 303:1708 y 324:920, entre otros); por lo que no cabe formularla
sino cuando un acabado examen del precepto conduce a la convicción cierta
de que su aplicación conculca el derecho o la garantía constitucional
invocados (Fallos: 315:923; 321:441), principio que debe aplicarse con criterio
estricto cuando la inconstitucionalidad se plantea por la vía excepcional
de la acción de amparo y la arbitrariedad e ilegalidad invocada requiere
mayor debate y prueba por no ser manifiesta.
En el sentido expuesto va de suyo que esta insuperable relevancia del asunto
hace que el debate que a él corresponde deba tener dimensiones que superen
ampliamente a las que son propias de lo ultra sumario (considerando 13 del voto
del juez Oyhanarte en Fallos: 313:1513), por ello el juzgamiento de la constitucionalidad
de una ley es siempre una cuestión de lato conocimiento que por su trascendencia
no puede discutirse y resolverse bajo trámites sumarios y premiosos (Fallos:
25:347).
22) Que para que el juicio de amparo sea viable y lícito es preciso que, con seguridad, posibilite el control judicial suficiente del asunto debatido. A este respecto, conviene no olvidar que la intensidad del control judicial, para que éste sea de veras suficiente, depende de factores como la complejidad técnica de la materia litigiosa, la índole y la magnitud de los intereses públicos comprometidos y el régimen de la organización administrativa de que se trate. La digna amplitud que demanda el control judicial, para no caer en insuficiencia, es la atinente a la ultima ratio del ordenamiento institucional en que se juega la validez o invalidez de una ley (considerando 14 del voto del juez Oyhanarte en Fallos: 313:1513).
23) Que a la luz de la reseña efectuada en los considerandos precedentes
respecto al régimen de admisibilidad de la acción de amparo, corresponde
al Tribunal realizar una detenida ponderación equitativa respecto de
la situación alegada por la actora en su planteo concreto para determinar
si se presentan los supuestos fácticos y jurídicos que permitan
examinar el fondo de la cuestión por la vía elegida, teniendo
en cuenta como dato relevante que en el sub lite la provincia actora, por su
condición de Estado provincial, ha sido objeto de un tratamiento diferenciado,
ya que además de haber sido excluida de la reprogramación de los
depósitos (comunicación BCRA A 3467, Anexo, punto 1.2.3. del 8
de febrero de 2002), ha obtenido su transferencia a cuentas a la vista y efectivamente
dispuso parcialmente de sus fondos depositados en el Banco de la Nación
Argentina por montos significativos, e incluso renovó algunas imposiciones
en la misma entidad; razón por la cual limita sus pretensiones a reclamar
las diferencias entre el monto originario de los plazos fijos que constituyó
en la entidad bancaria y los que corresponden por la aplicación de la
legislación que impugna, a fin de poder cumplir con diversas obligaciones
contraídas por el Estado provincial o, eventualmente, recibir una compensación.
24) Que cabe señalar que en el transcurso del proceso, han sido dictadas
diversas normas sobre la materia objeto de esta litis por lo que, de conformidad
con reiterada doctrina de esta Corte, su decisión deberá atender
también a las modificaciones introducidas por esos preceptos en tanto
configuran circunstancias sobrevinientes de las que no es posible prescindir
(Fallos: 312:555; 315:123, entre muchos otros).
25) Que a fin de recordar la evolución normativa en la materia cabe señalar
que, en primer término, el decreto 1570/01, en su art. 2°, inc. a,
prohibió: "los retiros en efectivo que superen los pesos doscientos
cincuenta ($ 250) o dólares estadounidenses (u$s 250) por semana, por
parte del titular o de los titulares que actúen en forma conjunta o indistinta,
del total de sus cuentas en cada entidad financiera". Asimismo, estableció
que durante la vigencia del decreto, las entidades no podrían obstaculizar
la transferencia o disposición de fondos entre cuentas, cualquiera que
fuese la entidad receptora de éstos; además, dolarizó las
deudas existentes con el consentimiento del deudor.
Dichas medidas fueron perdiendo vigencia. Así, se flexibilizaron y finalmente
se dejaron sin efecto, las restricciones relativas al retiro de sueldos, rubros
laborales, beneficios sociales y previsionales, entre otros (decreto 1606/01
B.O. 6 de diciembre de 2001, COMUNICACIÓN A 3404 DEL 17 de diciembre
de 2001 BCRA y art. 1° de la ley 25.557 B.O. 7 de enero de 2002, aunque
esta última disposición fue suspendida por el término de
noventa días por el art. 16 de la ley 25.561).
La "dolarización" voluntaria de las deudas con el sistema financiero
fue dejada sin efecto por el art. 7 de la ley 25.561 que estableció que
las deudas o saldos de las originalmente convenidas con las entidades del sistema
financiero en pesos, transformada a dólares por el decreto 1570/01, se
mantendrían en la moneda original pactada, tanto el capital como los
intereses, al derogar así el art. 1 del decreto 1570/01.
26) Que la intangibilidad de los depósitos a la vista o a plazo (ley
25.466) fue suspendida por el art. 15 de la ley 25.561 (B.O. 7 de enero de 2002)
o hasta el 10 de diciembre de 2003, o hasta la oportunidad en que el Poder Ejecutivo
Nacional considere superada la emergencia del sistema financiero, con relación
a los depósitos afectados por el decreto 1570/01.
En líneas generales, la evolución del tratamiento normativo conferido
a los depósitos constituidos en entidades financieras del sistema -con
las salvedades propias según cual fuera su moneda de origen o modalidad
de constitución- ha sido la siguiente:
a) reprogramación: fueron sucesivamente dictadas las resoluciones del
Ministerio de Economía 6/2002 (9 de enero de 2002), 9/2002 (10 de enero
de 2002), 10/2002 (10 de enero de 2002) y 23/2002 (21 de enero de 2002) mediante
las cuales se reprogramaron los depósitos, se impidió en forma
generalizada la transferencia entre bancos y la celebración de transacciones
con títulos representativos de certificados de depósito a plazo
fijo.
b) pesificación: en lo atinente a la devolución de los depósitos
constituidos en moneda extranjera -sin perjuicio de lo que se referirá
acerca del decreto 214/02-, se advierte que si bien el decreto 71/02 del 9 de
enero de 2002 había estipulado que se respetaría la moneda en
que aquéllos hubieran sido impuestos, este temperamento fue, posteriormente,
alterado mediante el decreto 141/02 del 17 de enero de 2002, que facultó
al Ministerio de Economía a establecer que la devolución de saldos
en monedas extranjeras podía efectuarse al tipo de cambio del mercado
oficial.
27) Que, posteriormente, nuevas modificaciones normativas se introdujeron tanto
respecto de la reprogramación como de la pesificación. En efecto,
el decreto 214/02 (B.O. 4 de febrero de 2002) estableció la opción
en favor de los depositantes en dólares estadounidenses en el sistema
financiero de recibir bonos en dicha moneda, con cargo al Estado Nacional, en
sustitución de la devolución de sus depósitos, hasta la
suma de U$S 30.000 por titular y por entidad financiera (art. 9). Este límite
fue después dejado sin efecto por el decreto 620/2002 del 16 de abril
de 2002. Las condiciones financieras de tales títulos y de los bonos
a emitirse en pesos, fueron reguladas sucesivamente por diversos decretos a
los que posteriormente se hará referencia.
Asimismo, el citado decreto 214/02 dispuso la pesificación de los depósitos
constituidos en dólares estadounidenses u otra moneda extranjera en el
sistema financiero a una relación de cambio de $ 1,40 por cada dólar
estadounidenses o su equivalente en moneda extranjera. La entidad financiera
cumplirá con su obligación entregando pesos a la relación
indicada (art. 2°).
28) Que las condiciones financieras de los títulos y bonos a los que
se hizo referencia en el considerando precedente fueron regulados por los decretos
494/02 del 12 de marzo de 2002, 905/02 del 31 de mayo de 2002 que derogó
el anterior estableciendo un sistema de canje de los depósitos en el
sistema financiero que, a su vez, fue modificado por el decreto 1836/02 del
16 de septiembre de 2002. Este último ofreció a los depositantes
que tuviesen saldos en dólares reprogramados -entre otras alternativas-
la posibilidad de obtener de la entidad financiera el reintegro de sus depósitos
a razón de un peso con cuarenta centavos por dólar, incrementados
por aplicación del sistema de ajuste denominado "Coeficiente de
Estabilización de Referencia" (establecido en el art. 4° del
decreto 214/02) -más un interés-, y del gobierno nacional la diferencia
que eventualmente exista entre ese valor y el valor del dólar estadounidense
al momento del pago (conf. arts. 4, inc. b, 7, inc. b, y 9 del decreto 1836/
02). Todo ello en los plazos y modalidades de cumplimiento, que incluyen amortizaciones
anuales, pagos semestrales de intereses y posibilidad de negociación
en bolsas y mercados de valores del país.
29) Que la mencionada necesidad de atender a las circunstancias existentes
al momento de fallar impone considerar los siguientes extremos: a) la aludida
"pesificación" dispuesta por el decreto 214/02 dictado por
el Poder Ejecutivo con invocación de las facultades conferidas por el
art. 99, inc. 3°, de la Constitución Nacional, que se inscribe en
el marco de un proceso de abandono de la convertibilidad y de la pesificación
integral de toda la economía; b) la concatenación -en ese esquema-
de variables económicas que guardan conexidad entre sí; c) la
idoneidad o no del sistema de bonos y letras de plazo fijo en pesos regulado
por el decreto 1836/02, como variable para el recupero de los fondos depositados.
30) Que, en razón de lo expuesto, se advierte la complejidad fáctica
y técnica del tema en debate que involucra el examen de intrincadas cuestiones
financieras y bancarias, lo que impone que los jueces extremen la prudencia
para no resolverlas por la vía expedida del amparo. En este orden de
ideas, la indagación de las materias planteadas en el sub lite llevaría
necesariamente a ponderar la política económica del gobierno para
distribuir las pérdidas ocasionadas por una situación económica
desorbitada.
31) Que debe recordarse que los controles de legalidad administrativa y de
constitucionalidad que competen a los jueces, no los facultan para sustituir
a la administración en la determinación de las políticas
o en la apreciación de los criterios de oportunidad (doctrina de Fallos:
308: 2246, considerando 4°; 311:2128, entre muchos otros) y, menos aún,
cuando la imposibilidad de las entidades financieras de responder a sus obligaciones
exigibles trascendió la particular situación económica
de cada intermediario para adquirir la dimensión de una crisis sistémica,
cuyo examen presupone un análisis integral a fin de superar el descalce
bancario. La cuestión atañe no sólo a la recuperación
y desenvolvimiento de las entidades que operan en un ámbito decisivo
para la buena marcha de la economía, sino también a la aptitud
de éstas para coadyuvar a la devolución ordenada e igualitaria
de las inversiones o ahorros.
32) Que las consideraciones precedentes no obstan al ejercicio del control de
legalidad respecto del procedimiento y de las normas dictadas en relación
al tema en debate; pero esto no puede tener lugar en el marco limitado de un
amparo en el cual, conforme conocida jurisprudencia del Tribunal, se ha rechazado
este remedio cuando la cuestión es compleja u opinable (Fallos: 248:837;
250:772; 252:64; 281: 394, entre muchos otros), conclusión elaborada
ya antes de la sanción de la ley 16.986 y que mantiene su vigencia al
cabo de la consagración institucional del instituto después de
la reforma de 1994 (Fallos: 319:2955, entre otros).
33) Que, asimismo, tal ponderación no puede dejar de tener en cuenta
-además de las particulares circunstancias de la causa ya enunciadas-
la situación en que se halla actualmente la actora a raíz de la
aplicación del sistema previsto por el decreto 214/02 sobre sus plazos
fijos en relación con el resto de la sociedad cuyos ingresos han permanecido
relativamente inalterables desde la situación de emergencia que dio lugar
a la sanción de la ley 25.561.
34) Que, en este sentido, cabe señalar que las medidas escogidas por
el Poder Ejecutivo Nacional a raíz del estado de emergencia declarado
por la ley 25.561 -reseñadas en los considerandos precedentes- revelan
la adopción de diversas acciones por aquel poder para intentar la superación
de una intrincada alteración del sistema financiero que produjo enormes
repercusiones -de extrema complejidad y de dificultosa solución- sobre
el sistema económico y político del país.
35) Que la pretensión de la demandante debe correlacionarse entonces
con la circunstancia de que -de acuerdo con lo dispuesto por el art. 4 del decreto
214/02- sus depósitos pesificados se han visto, además, incrementados
mediante el procedimiento denominado Coeficiente de Estabilización de
Referencia (CER); circunstancia que no es posible pasar por alto para una preliminar
ponderación objetiva y realista del planteo formulado y que debe llevar
necesariamente en un examen preliminar a distinguir su situación de los
otros sectores de la sociedad que han seguido manteniendo sus ingresos sin la
utilización de ese procedimiento de reajuste.
36) Que la comparación realista de tales circunstancias -y no basada
en un cálculo meramente abstracto entre activos en dólares y el
procedimiento dispuesto en el decreto 214/02- excede notoriamente del marco
del amparo que requiere, tal como lo ha señalado la Corte en los precedentes
ya citados, que la arbitrariedad imputada sea patente y manifiesta, a punto
tal que haga innecesaria la adopción de medidas complejas de prueba.
37) Que, por otro lado, a las dificultades inherentes a esa comparación
realista y concreta entre el plexo normativo cuestionado y el supuesto menoscabo
del patrimonio de la actora, se añade la circunstancia de que en el presente
caso la demandante ha realizado sucesivos retiros de fondos de sus originales
imposiciones a plazo fijo.
38) Que el Banco de la Nación Argentina ha dado cuenta -al responder
el informe previsto por el art. 8 de la ley 16.986- que el certificado n°
5477778?4 por u$s 36.700.891 se habría pesificado el 6 de mayo de 2002
por valor de u$s 36.522.462 a un importe de $ 1,40 por dólar a la suma
de $ 51.131.446,80; que el certificado n° 5470594?2 por u$s 5.514.137 se
pesificó y fue abonado el 11 de abril de 2002 y en concepto de pago a
contratistas de la actora, que el certificado n° 5477953?3 por u$s 1.632.372
fue pagado el 16 de abril de 2002, que el certificado n° 5470966?2 por u$s
18.687.414 fue abonado el 14 de marzo de 2002; que el certificado n° 5477196?9
por u$s 7.021.581 fue abonado el 16 de abril de 2002; que el certificado emitido
por u$s 4.788.544 fue pagado el 14 de marzo de 2002 para acreditar en cuenta
corriente a los efectos de ser destinados al pago de haberes correspondientes
al personal de la administración pública provincial (conf. fs.
312/312 vta.).
39) Que, asimismo, la demandante ha señalado -al responder a las propuestas
de conciliación efectuadas por el Tribunal en la audiencia del 16 de
mayo de 2002- que a la fecha de presentación de ese escrito (30 de mayo
del mismo año) existía "una diferencia de aproximadamente
cuarenta y seis millones de dólares estadounidenses (u$s 46.000.000)
por las extracciones ya realizadas desde la aplicación del decreto 214/02"
(ver fs. 459 vta.).
40) Que dada la aceptación de esos retiros y el hecho de que ello ha
de implicar necesariamente una alteración respecto de la alegada afectación
sobre los recursos de la actora (ver fs. 61/61 vta. del escrito de demanda)
el Tribunal estima que no es posible -en el actual estado del proceso y sin
los peritajes pertinentes- considerar que se ha configurado la presencia de
arbitrariedad o ilegalidad manifiesta que haga admisible la acción de
amparo en los términos del art. 43 de la Constitución Nacional.
41) Que, asimismo, este Tribunal no debe desprenderse del análisis de
las repercusiones que puede generar la decisión reclamada sobre el sistema
económico del país, aspecto que ha sido considerado al convocarse
a audiencia a la Asociación de Bancos Argentinos y a la Asociación
de Bancos Públicos y Privados de la República Argentina, y que
permiten llegar a la conclusión de que la presente acción debió
haberse enmarcado en los carriles del juicio ordinario para posibilitar la exposición
íntegra y no restringida de los planteos de las partes, para asegurar
la defensa de todos los intereses involucrados en la cuestión referente
a la presente causa.
42) Que, en conclusión, la necesaria e imprescindible ponderación
respecto al grado en que la sustantividad de los depósitos de la actora
han sido afectados por las medidas impugnadas no puede realizarse en abstracto
bajo la mera invocación de la acción de amparo por el procedimiento
previsto por el art. 43 de la Constitución Nacional. La consideración
de este Tribunal sobre tal agravio requiere, en el presente caso, de la ponderación
acerca de la repercusión sobre tales depósitos de la aplicación
del CER en relación con el resto de los ingresos de los diversos sectores
componentes de la sociedad, de la existencia de retiros parciales y la admisión
de tales retiros (conf. fs. 459 vta.), para correlacionar la supuesta relevancia
sobre las finanzas de la provincia demandante y, finalmente, del examen respecto
al modo en que los mecanismos escogidos hasta ahora por el poder político
han servido para disminuir o suprimir la afectación patrimonial invocada
en la demanda de fs. 54/65.
43) Que estas consideraciones no importan abrir juicio definitivo sobre la
legitimidad de la pretensión sustancial de la amparista en orden a los
derechos que entienden le asisten, la que podrá ser debatida y dilucidada
por la vía pertinente.
44) Que, en atención al voto mayoritario de esta Corte, los abajo firmantes
expresan la convicción de que el presente fallo adolece de nulidad absoluta
por el grave vicio que lo corroe y lo torna ilegítimo, dadas las razones
expuestas en la disidencia formulada en la resolución denegatoria de
la recusación con causa del juez Fayt, que a continuación se transcriben:
"3°) Que distinta es la situación del juez Fayt, quien ha reconocido
públicamente la posesión de un depósito a plazo fijo en
dólares estadounidenses, del cual, obviamente, era propietario desde
antes de dictarse las normas que se impugnan en este proceso.
"Por consiguiente, la decisión mayoritaria de rechazar in limine
la recusación formulada resulta claramente afectada de un vicio procesal,
pues en el presente caso se ha deducido una recusación con causa legal
en los términos previstos por el art. 22 del Código Procesal Civil
y Comercial de la Nación, cuyo incumplimiento la hace pasible de la sanción
prevista en el art. 169, segundo párrafo, del mismo código, además
del vicio sustancial de desconocer disposiciones expresas de la ley.
"4°) Que, independientemente de que el mencionado depósito
haya sido convertido o no en pesos, el directo interés del juez recusado
en la decisión de la causa es evidente pues en ella se ha puesto en tela
de juicio la constitucionalidad de todo el plexo normativo que afecta su situación
personal, con lo que una decisión favorable a su inconstitucionalidad
podría hipotéticamente implicar una vía para volver sobre
la pesificación de su depósito solicitando su reconversión
a moneda extranjera.
"En tal situación, es evidente que se encuentra configurada en autos
la causal de recusación prevista en el art. 17, inc. 2, del código
antes citado. Por otra parte, el mismo recusado parece haber advertido esa circunstancia
-aunque tardíamente, ya que actuó en causas similares ocultando
la existencia del depósito y su consiguiente interés en las decisiones-,
al haberse excusado en una de ellas, excusación que fue desechada por
el voto mayoritario de la Corte.
"Ello constituiría una grosera violación, no solo de las
reglas procesales y de la garantía del debido proceso legal asegurada
por el art. 18 de la Constitución, sino también del art. 8, párrafo
1, de la Convención Americana de Derechos Humanos, que asegura a toda
persona la garantía de ser juzgada por un juez o tribunal competente,
independiente e imparcial. Lo que resulta agravado por la circunstancia de que
el juez recusado rechace él mismo su recusación, convirtiéndose
en juez y parte, y en contradicción con su anterior actitud de excusarse
en asunto sensiblemente similar calificando inclusive su excusación,
curiosamente, como 'indeclinable'.
"Más allá de la letra de la Constitución, de los
pactos internacionales que la integran, y de la ley, desconocería elementales
reglas de ética, con el consiguiente escándalo y bochorno para
el Tribunal, que se dictara una sentencia que eventualmente se pronunciase sobre
la constitucionalidad o inconstitucionalidad de un conjunto de normas que hacen
a la política económica del gobierno de la Nación mediante
la integración de una mayoría viciada con un juez con un interés
concreto en la decisión. Por tanto, reviste suma gravedad institucional,
quizás el más alto grado de ella, que se dicte una decisión
de esa índole con la Corte irregularmente constituida.
"Tal vicio se extendería a la eventual sentencia que se dictase
con la intervención como juez de una persona interesada en que se decida
en un determinado sentido, con las graves consecuencias institucionales que
ello implicaría, poniendo en entredicho no sólo la regularidad
de la administración de justicia por el poder competente del gobierno
federal sino aun la del funcionamiento mismo de los órganos que constitucionalmente
rigen a la Nación".
Por ello, oído el señor Procurador General de la Nación,
se declara inadmisible la acción de amparo promovida a fs. 54/65. Con
costas en el orden causado en atención a las peculiaridades del caso.
Notifíquese. AUGUSTO CESAR BELLUSCIO - ANTONIO BOGGIANO - JUAN CARLOS
MAQUEDA.
ES COPIA.-