Es muy conocida la historia de cómo el ex presidente Néstor Kirchner manejaba la economía. Se decía que tenía una "libretita" en la cual, rememorando las prácticas de los clásicos almaceneros, anotaba los dólares que entraban y los que salían y otros datos como el nivel de recaudación o las reservas del Banco Central.
Claro que, por aquellos días, el entonces mandatario prácticamente utilizaba un único color para escribir sus números: el azul, dado que las cifras de la economía, en ese entonces, siempre se movían en terreno positivo.
Eran épocas de superávits gemelos, de un Banco Central con reservas en aumento y de una recaudación que se expandía no tanto por los "anabólicos" propios de la inflación sino por un crecimiento genuino del consumo y de la producción.
Sin embargo, las cosas cambiaron para el Gobierno: en este último tiempo, esa libretita empezó a plagarse de color rojo, dado que algunas de esas variables que ayer nomás mostraban interesantes tasas de crecimiento y sostenían las bases del modelo K, en la actualidad le generan más de un sinsabor al Ejecutivo y lo condicionan de cara a los próximos meses.
Y uno de los principales problemas que enfrenta es que la economía no está generando las divisas suficientes para mantener el ritmo de crecimiento esperado.
Considerando que la llegada de dólares frescos por la vía de la inversión extranjera directa está en niveles bajos -un 70% de todos los desembolsos es en realidad reinversión de utilidades como consecuencia de la prohibición de realizar giros al exterior-, el superávit comercial se consolidó como la última gran fuente de divisas estadounidenses, necesarias para financiar aquellas importaciones que el Gobierno considera "esenciales".
El problema para la administración kirchnerista es que dicho saldo -que es el resultado de exportaciones menos importaciones- está en niveles alarmantemente bajos: durante los primeros cinco meses del año, en la plaza doméstica quedaron apenas u$s3.800 millones, un 34% menos del nivel que se había alcanzado para ese mismo lapso de 2012, al tiempo que se convirtió en la cifra más "pobre" de la última década.
El punto central es que -considerando el promedio 2007-2012-, es durante el período enero-mayo cuando se "recolecta" el 45% del superávit de todo el año. Esto implica que dicho saldo de u$s3.800 arroja una proyección para los 12 meses del orden de los u$s8.350 millones, una cifra que, según la lectura de numerosos economistas, resulta crítica para el Gobierno.
Incluso, el propio Guillermo Moreno, el año pasado había advertido que cualquier número por debajo de los u$s10.000 millones iba a generar una "situación complicada" para la administración K.
Y la realidad es que son varios los analistas que están trabajando con proyecciones cada vez más adversas para el Ejecutivo.
El economista Agustín Monteverde, por ejemplo, estima un saldo que "sólo con gran esfuerzo llegará a los u$s8.000 millones".
En tanto que, desde Econométrica, Ramiro Castiñeira pronostica un superávit del orden de los u$s8.900 millones, un nivel que no alcanzará para cubrir las necesidades oficiales.
Las causas principales de esta fuerte caída del "colchón" que deja el comercio exterior está en el fenomenal crecimiento del déficit energético que, según Castiñeira, este año treparía hasta los u$s7.000 millones, un número muy "incómodo" para el Gobierno considerando que en 2012 la "factura" energética no había superado los u$s3.000 millones.
El problema es que, de concretarse un saldo comercial inferior a los u$s9.000 millones, el Ejecutivo deberá "resignar" prácticamente ese total para el pago de la cuenta de turismo.
En efecto, según estimaciones de la consultora M&S, en 2013 ingresarán a la economía unos u$s2.000 millones de la mano de los extranjeros que arribarán al país.
Como contrapartida, los argentinos que crucen la frontera se gastarán unos u$s10.000 millones, lo que arrojaría un déficit de u$s8.000 millones.
Frente a este escenario adverso en materia de disponibilidad de dólares, Fausto Spotorno, economista del Estudio Orlando Ferreres, aseguró que "el Gobierno está en un dilema".
"Van a seguir cerrando las importaciones, porque no pueden darse el lujo de que se les desplome mucho más el superávit. Pero también los funcionarios saben que es un año electoral y que es vital que el consumo se mantenga en los mayores niveles posibles. Por eso van a intentar moverse en un delicado equilibrio, tratando de evitar el impacto mediático que se genera cada vez que hay escasez de productos sensibles, como sucedió en años anteriores", acotó.
Por su parte, Mauricio Claverí, economista de la consultora Abeceb, destacó que "las restricciones seguirán, pero hay sectores donde no tiene margen para ajustar más, como el energético o el automotriz", que este año "succionará" de la economía unos u$s8.000 millones para la importación de autos terminados, así como de piezas y componentes.
El rubro automotriz es uno de los que más condiciona al kirchnerismo. En momentos en que se festejan los récords de ventas de 0Km y que este sector explica el 50% del crecimiento de todo el "Made in Argentina", el Gobierno va a ser muy cuidadoso de no cortarle el chorro de dólares a esta industria, según Claverí.
A esto se suma un dato no menor: "En agosto, el Ejecutivo se volverá a reunir con funcionarios de Brasil para negociar el acuerdo automotor. Y tener una crisis por el cierre de importaciones puede jugarle en contra a la hora de sentarse a discutir con la administración de Rousseff".
Como contrapartida, una gran cantidad de sectores, que individualmente no mueven tanto el amperímetro de divisas, sí se están viendo afectados y se seguirán viendo impactados por las restricciones, dado que el Gobierno tratará de compensar este mayor dinamismo de la industria automotriz y del rubro energético.
Todos los caminos conducen al Banco Central
¿Cuál es la consecuencia de que el superávit comercial se desplome? El resultado es que cada dólar de menos que hay en la economía terminará ajustándose por otra vía. Y los expertos son claros y explícitos al señalar que los "platos rotos" ya los está pagando el Banco Central, que cerró 2012 con reservas por u$s43.200 millones y ya lleva perdidos cerca de u$s5.500 millones en lo que va del año.
Según Castiñeira, "en septiembre se irán otros u$s2.000 millones para el pago del Bonar. Es decir que, si no se revierte la tendencia, como mínimo, la entidad va a terminar en diciembre con unos u$s7.500 millones menos en sus arcas respecto del 2012".
Un punto a destacar es que esta sangría se da pese a que la liquidación de divisas por exportaciones de granos alcanzó la cifra récord de u$s12.800 millones en lo que va del año.
En este contexto, desde ACM consultores encendieron la luz de alerta: las reservas están respaldando sólo 3 de cada 10 pesos que hay en la economía, cuando en 2009 llegaron a representar 8 de cada 10 pesos, una variable que, en definitiva, agrega más incertidumbre cambiaria.
A esto se suma que el colchón del BCRA para afrontar el pago de deuda se está haciendo cada vez más delgado e incómodo para el Gobierno, considerando que en los próximos dos años habrá nuevos vencimientos de deuda por cifras que en épocas de abundancia de divisas no eran un problema, pero que en el actual contexto sí agregan más presión.
Así las cosas, bancos internacionales como Barclays Capital, descreen de que la actual administración pueda revertir el escenario y ya arrojan pronósticos para 2014: hablan de reservas por menos de u$s33.000 millones y en baja para el período siguiente.
El problema que se le está generando al Gobierno es que la "delgadez" del colchón del BCRA coincide con la creciente necesidad de financiar el déficit fiscal a través de la entidad que conduce Mercedes Marcó del Pont.
Al respecto, el economista Nadin Argañaraz, señaló que "el deterioro de las cuentas públicas evidenció la necesidad de financiar el desequilibrio fiscal, para lo que se tornaron clave la ANSES y el BCRA".
Por su parte, Castiñeira consideró que "sin superávit fiscal ni acceso a los mercados, el Gobierno se ha venido financiando casi exclusivamente con el Central, para cubrir un creciente gasto público, con un déficit fiscal del orden de los $55.000 millones en 2012".
Aquí es donde hacen su aparición los Cedines. Si bien el objetivo de máxima es apuntalar a la golpeada actividad inmobiliaria y ponerle un tope al blue, la estrategia de crear un mercado secundario, con certificados no canjeables por dólares, intenta también darle un poco de aire a las arcas de la entidad.
Claro que pocos creen que la aparición de esta cuasimoneda pueda cumplir con este último objetivo.
"Si bien el Cedin se presenta en sociedad como la solución para la caída de las reservas, esto parece estar más cerca del reino de la fantasía que de la realidad", dispararon desde Econviews.
La cuenta que hacen desde la consultora es simple: "Siendo sumamente optimistas, el stock de Cedines ´no aplicados´ -es decir, los que no se canejarán inmediatamente por dólares- podría llegar a alcanzar los u$s2.000 millones, un monto que representa apenas el 5% de la base monetaria".
A raspar la olla
¿Cuál es la consecuencia de tener un Central menos "líquido" en momentos en que el Ejecutivo más lo necesita para apuntalar el gasto y en un período complejo para buscar financiamiento externo? La de un Gobierno cada vez más "voraz" y que está "raspando la olla" con más fuerza, en busca de nuevos recursos.
Es en este escenario en el que, desde el IERAL, proyectan "un nuevo récord de la presión tributaria para este 2013".
"Durante este año, cada habitante pagará impuestos por $26.500 en promedio, un 134% más que en 2001 (a valores de 2013)", remarcaron desde la consultora, al tiempo que señalaron que la mitad de esa cifra está explicada por "nuevos y más altos tributos".
Y agregaron otro dato: "En términos del PIB, se pasó de una presión del 22% en 2001 a un nuevo récord para este año del orden del 40%".
Jorge Colina, economista de IDESA aseguró a iProfesional que "una de las consecuencias del creciente déficit fiscal y las dificultades para cubrirlo, está en el mayor impacto tributario. De hecho, la Argentina pasó a convertirse en el país con mayor presión impositiva de América latina, incluso por encima de Brasil".
El punto central es que esa mayor presión tiene como destino principal hacer frente al crecimiento del entramado de subsidios, que es, justamente, el ítem que contribuye fuertemente a la generación de ese déficit fiscal que el BCRA tiene cada vez más dificultades de cubrir.
En este contexto, Colina destacó que el rojo fiscal actual, del orden de los $50.000 millones, sin contar el aporte de la ANSES y el BCRA, alcanzaría los $100.000 millones, un nivel similar a lo que el Gobierno destina a cubrir los subsidios al transporte y a los servicios públicos".
El problema que vislumbra Colina es que, con alcancías cada vez más flacas, "la presión sin dudas seguirá en aumento. Por ejemplo, en la medida en que no actualicen el piso de Ganancias, más asalariados deberán pagar este tributo. De hecho, se estima que, a partir de las mejoras salariales de este año, los empleados que hoy reciben un salario promedio tendrán que hacer frente a dicho impuesto".
En tanto, por el lado de las empresas, la falta de ajuste por inflación de los balances hace que terminen pagando Ganancias sobre utilidades "ficticias", fenómeno que se intensifica conforme la suba de costos mete más presión.
Menos dólares por superávit comercial, un Banco Central que cada vez pierde más reservas y una creciente presión tributaria para hacer frente al déficit fiscal. Un escenario que seguramente no vislumbraba Néstor Kirchner en aquel entonces, cuando su "libretita" estaba repleta de resplandecientes números de color azul.