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Boudou aceptó su derrota


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Amado Boudou aceptó anteayer su derrota y ratificó a Guillermo Moreno como secretario de Comercio Interior. En el resto del equipo, por lo que se sabía hasta anoche, sólo figuran Benigno Vélez para la administración general y Roberto Feletti para Programación Económica. Todavía no se conoce al futuro secretario de Finanzas.
Hace 10 días, Boudou le pidió a la Presidenta la cabeza de Moreno. Ella respondió con un desafio: "Si no podés trabajar con Guillermo y querés sacarlo, hacelo". Enseguida instruyó al jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, para que al día siguiente, 9 de julio, dijera: "No tengo problemas en trabajar con Moreno. Un ministro que no tiene capacidad para plantarse ante un secretario de Estado no puede ser ministro". A esa hora, Moreno ya había gestionado, en persona, un reportaje al flamante director de Planificación del Indec, Norberto Itzkovich, para que desafiara: "Hay Moreno para rato". La Presidenta dispuso la designación de Itzkovich 24 horas antes de la asunción del ministro.
Cuando Boudou se recluyó en Mar del Plata, ya era tarde. Desde el lunes pasado, los ejecutivos de compañías de servicios públicos volvieron a escuchar en el teléfono la voz impertinente de Moreno: "Regresé. Me quedo. Y a propósito, ¿a quién le comprás el papel para la facturación? A partir de ahora me lo comprás a mí, en Papelera Quilmes, ¿sabés?".
Tal vez Boudou desdeña las estadísticas tanto como su rival. De lo contrario, no se hubiera propuesto un objetivo que tampoco alcanzaron Alberto Fernández, Roberto Lavagna, Miguel Peirano, Martín Lousteau, Sergio Massa y -en las últimas semanas-Julio De Vido. Sin embargo, al ratificar a Moreno, Cristina Kirchner hizo mucho más que zanjar, por enésima vez, a favor del secretario el duelo con un ministro. Con la derrota electoral a cuestas y una fuga mensual de US$ 2000 millones, dio a entender que el autismo del Gobierno sea definitivo.


"Morenodependencia" Para comprender la "morenodependencia", hay que romper el cliché que presenta al funcionario como un delegado de Néstor Kirchner en el gabinete. Tres ex ministros coinciden en que la confianza de Cristina Kirchner en Moreno es superior a la de su esposo. Uno de ellos recuerda: "Cuando Lousteau lo enfrentaba, ella simulaba confundirse y, en público, llamaba «ministro» al secretario".
Otro error es ver a Moreno como un autómata que sólo cumple órdenes. El secretario de Comercio es una máquina de producir argumentos que confirmen la tesis central con que los Kirchner miran la economía y, en general, la vida: los problemas no se deben a fallas conceptuales u operativas, sino a las maquinaciones de enemigos ocultos a los que, más que convencer, hay que doblegar. Es decir, la conducción económica requiere más de la voluntad que de la inteligencia. Moreno recuerda -si se salvan las distancias- a Laurenti Beria, aquel jefe de la policía soviética que logró sobrevivir a Stalin gracias a que siempre lo tuvo convencido de un complot en marcha, que debía ser desbaratado. Para Moreno, esa conjura puede ser la de los ganaderos, los distribuidores de luz o de gas, los pools de siembra, los grandes compradores de dólares o, en estas horas, los importadores. Para que su jefa deje de fascinarse con estas explicaciones conspirativas, al ministro de Economía no le alcanzará con reunirla con Mario Blejer, como hizo la semana pasada.
Ya que no pudo echar a Moreno, Boudou se propone atarle las manos. Llevará a su lado a un grupo de expertos del Indec, que cuentan con datos y experiencia, y que fueron marginados por el secretario. Le pidió a la UBA -no a una auditoría- que realizara un control de calidad a partir de mañana. También le encargó a la consultora Management & Fit, de su amigo Guillermo Seita, un plan que mejore la imagen del instituto. Seita -otrora factótum de Domingo Cavallo y secretario de Prensa con Carlos Menem- ya hizo consultas en España.
Si Boudou pretende ir más allá, deberá "plantarse frente al secretario", como dijo el jefe de Gabinete. Moreno controla el instituto a través de Ana Edwin, de la frenética Beatriz Paglieri -rivales entre sí- y de su hombre de choque, el ex agente de la bonaerense Hernán Brahim, quienes incorporaron alrededor de 200 funcionarios. Boudou pensaba enviar una ley al Congreso para fundar una nueva agencia de estadísticas. Ahora se conformaría con un decreto. Hasta peleaba por ser él, y no Moreno, el encargado de redactarlo. Mientras se libra esta guerra, se abre un interrogante: ¿sobre qué números de pobreza, de actividad o de inflación dialogará el Gobierno con el resto de la dirigencia? No vaya a ser que tengan razón Elisa Carrió y la Comisión de Enlace y todo se reduzca a jugar a las visitas.
La dudosa estrategia de encerrar a Moreno en un vallado administrativo se extiende a la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia, que controla el secretario. Es un órgano crucial para objetivos estratégicos del oficialismo, como la compra de Telecom por un grupo de amigos de Kirchner. Boudou piensa limitar a Moreno constituyendo el tribunal que prevé la ley. También su sucesor, Diego Bossio, integrará en la Anses un consejo consultivo reglamentario, antes de ir al Congreso a explicar qué planes tiene para el 50% de los recursos del Estado.
Desde julio de 2007, la economía argentina expulsó US$ 40.000 millones de dólares, monto equivalente a las reservas del Banco Central. El ritmo de esa fuga es de US$ 2000 millones por mes. Para detener la sangría, Moreno bloqueó el mercado de cambios. No le alcanzó. Clausurado el acceso al crédito, el proceso se financia sólo con el excedente de dólares del superávit comercial. Por eso, el secretario comenzó a prohibir las importaciones. Moreno es un as del corto plazo: las compras en el exterior cayeron en la Argentina, en relación con la retracción de la actividad, tres veces más que en el resto de América latina. Durante la cumbre del Mercosur que se realizará en Paraguay el próximo jueves, Boudou deberá defender la estrategia de Moreno frente al gobierno brasileño, que recibe la presión de los exportadores de su país.
Otra de las virtudes que la Presidenta aprecia en Moreno es que jamás la angustia con problemas de mediano plazo. Por ejemplo: el 40% de la caída de las importaciones se registra en insumos para producir, lo que acelera la recesión. En consecuencia, disminuye la recaudación fiscal, que es la otra incógnita que Boudou deberá resolver. La dimensión de este problema alienta las versiones más psicodélicas: el viernes volvió a circular la que promete la convocatoria a un plebiscito para la nacionalización de los hidrocarburos.

El Banco Central El Tesoro -esto sí es real?recurre cada vez más al Banco Central. Martín Redrado aceptó comprarle bonos a la Anses, que deposita luego los fondos conseguidos en el Banco Nación. Pero no quiere que Economía se apropie de la liquidez excedente de los bancos a través de un bono. Además, Hacienda ya no se conforma con que Redrado le gire las ganancias que obtuvo por la compraventa real de dólares y títulos. Le reclama también el monto que habría conseguido si en esas operaciones hubiera invertido la totalidad de sus divisas y bonos. Es decir, las ganancias que se contabilizan como devengadas pero no realizadas. Esta exigencia obligaría a Redrado a emitir en 2010 unos $ 24.000 millones. Boudou cambiaría esos pesos por dólares para pagar deuda. Si los dólares no estuvieran en el mercado, se los compraría al Central, con lo que menguarían las reservas. Entonces, ya se sabe: en la lista de enemigos de Boudou, a Moreno le sigue Redrado.





Carlos Pagni para La Nacion

BJL UNMDP

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