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taller poesia y narrativa Caballito 49034485


30 años fumando como un escuerzo
me han dejado francamente a la miseria:
se me caen los dientes, el alma, el escarabajo
ademàs de chupar alcohol como un condenado
yo que era un deportista consumado (a los 16 años habìa
hecho todos o casi todos los deportes
habidos y por haber, seria largo de enumerar y ademàs no viene
al caso)

30 años fumando un cigarrillo atràs del otro:
no me sirviò para nada y ademàs me hizo bolsa
ademàs de gastar un montòn de guita al pedo, al
divino botòn.

30 años fumando atados de 10 20 fasos por dìa, fácil:
no te quiero mentir, quiero ser sincero:
para hablar con franqueza, la època lo amerita:
todo el mundo fumaba en todas partes, todo el tiempo,
echabas humo, hacìas blancas aureolas en el aire
como otros hacìan grandes globos con sus chicles rosados
como la aurora homèrica.

Nada de adjetivos: todo aquello (el tabaquismo, vamos) me trajo toda clase
de problemas de toda ìndole, debido al mal aliento y al olor que se desprendìa de mi
cuerpo y mis ropas:

los grandes sitios cerrados estaban llenos de humo como una cortina no de hierro
sino màs bien de espesa niebla o neblina blanca: no se veìa nada ni a 2 3 metros
de distancia; ademàs, aquello irritaba los ojos, ni hablar si usabas
lentes de contacto, se te irritaba la vista al punto tal de tener las pupilas rojas
inyectadas en sangre somo si fueras un incauto vampiro
o algo por el estilo
o algo peor.

Esto no es todo: las damas que no fumaban huìan de mì
ni hablar de bailar congomi, conmigo:

pero tambièn mis bellas novias drogadictas y rockotangueras
armaban nevados que fumàbamos en el mismo baile
o a la salida
en el monumento a los trabajadores
enfrente exacto de la facultad de ingenierìa

allì mismo donde una noche
en la parada del colectivo 64
besè ardientemente besè
a Milena B.

mientras la estrechaba entre mis brazos
y sentìa sus redondos y puntiagudos senos

una noche de farra o de gira
luego de beber unos copetines
en Plaza Manuel Dorrego
tristemente abatido por Don Juan Lavalle, jefe unitario
para màs datos, como se sabe

sin advertir las penosas consecuencias a futuro
este futuro en el cual deletreo poemas
porque yo me creìa inmortal o algo por el estilo
como si la Muerte no existiera
como si los jòvenes fueran eternos

como si los jòvenes fueran eternos
bailaba no obstante un tango atràs del otro
con una energìa digna de mejores menesteres
pero amaba en Tango y sus aledaños:

las grandes pistas de baile repletas de grandes bailarines
aficionados o profesionales, en su defecto
o en su exceso: nada de adjetivos por cierto

y esas mujeres bàsicamente de otro planeta
que me volvìan loco de dicha
y a veces atravesàbamos la noche y las calles
en procura de un relàmpago asesino
que felizmente nos fulminara: rayo de
amor, rayo de dolor, angustia hermosa
Copes dixit

y fumando esperàbamos vaya a saber què cosa:
recuerdo estar sentado en un banco a la espera
que comenzara la clase de tango en la escuela
Fortunato Lacàmera, en San Telmo

yo me creìa desdichado vagamente pero ignoraba
que era el joven màs feliz del mundo, me creìa angustiado
pero ignoraba mi felicidad, mi juventud

los jòvenes desconocen, acaso,
que son jòvenes

pero continuemos con nuestro relato:

el tabaquismo a lo largo de 30 años me fundiò
me quebrò, rompiendo todo mi cuerpo en 1000 pedazos, fracasè
exitosamente
como bailarìn de tango y otras yerbas
(rock por ejemplo)
porque en lugar de bailar con las màs excelsas bailarinas
solìa bailar con las ancianas
o con las pendejas que recièn empezaban
y todo a los efectos de ganarme unos mangos
o de echarme un buen polvo (hablando mal y pronto)

por entonces, mi pequeño reino tanguero se fue descomponiendo horriblemente
debido a un cierto exceso de saturaciòn: realmente, tenìa las pelotas por el piso
como se dice vulgarmente

mi pequeño feudo milonguero se fue deshaciendo en 1000 pedazos:
ya no ganaba un sope, no levantaba nada
ciertas minas ya no se me regalaban ni por casualidad
ya no venìan al pie
no me volteaba nada

ya tenìa 30 años y no podìa seguir asì:
estaba por recibirme al fin en la universidad
comenzè a trabajar como profesor en oscuras escuelas
en colegios de noche
pero para què escarbar en el pasado: la memoria como una cantera de extraños
materiales vagamente silvestres
finalmente, me habìan atrapado, me dije, adiòs a la perìnclita bohemia,
mientras meaba en el baño de profesores
antes precisamente de concurrir
al salòn de clases

pero no sè, me parece que ahora
que soy digamos un viejo choto
añoro esos tiempos cuando cogìa a diestra y siniestra
las minas màs hermosas del universo (o al menos asì me parecìa)
en los màs sòrdidos y baratos hoteles del barrio
y como no tenìa una maldita moneda partida al medio
les hacìa pagar absolutamente todo
no solo los copetines
como si fuera una suerte de gigolò
o algo por el estilo

o en su defecto, ìbamos a su casa
donde nos entregàbamos a los màs sutiles juegos sexuales
en medio de la noche y de la penumbra
incluso perversos juegos sadomasoquistas
previo contrato y consentimiento
pero de consecuencias imprevisibles
asì como colaterales defectos

ojalà no hubiera fumado nunca:
parecerìa 10 años màs joven, por lo menos
y me hubiera ahorrado un montòn de plata
en lugar de concurrir a esos famosos kioscos
o cafetear en bares de mala muerte llenos de humo
y de parroquianos borrachines
oscuros
y besos en los rincones, abrazos, chupones, aprietes varios

chapar, chapado a la antigua

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